(La
Vanguardia, 20-10-98)
ROSA PAZ
Bilbao--E l anuncio de que el Gobierno
está dispuesto a negociar directamente
con ETA la reinserción de los presos
fue recibido con
perplejidad y con cierto recelo por los
partidos
políticos vascos, especialmente
los nacionalistas,
que intuyen que tras esa voluntad se esconde
un
intento de marginarles del proceso de
paz. Esa
sensación era especialmente intensa
entre los
dirigentes del PNV, que, con su acercamiento
a
HB, fraguaron en gran medida la tregua
de la
organización terrorista y que no
están dispuestos
a ser desplazados de una negociación
cuyo
protagonismo debe de recaer, a su juicio,
en
todas las fuerzas políticas vascas
"bajo el
liderazgo del lehendakari". De hecho,
la noticia de que el
Ejecutivo central tiene intención
de hablar con ETA sin
intermediarios --que no fue negada ni por el ministro
Jaime Mayor Oreja ni por el
portavoz, Josep Piqué-- irrumpió ayer como un rayo en la
recta final de la campaña
vasca y contribuyó a dar un giro radical a los debates
electorales y a provocar
sentimientos contradictorios, que fueron desde la sorpresa
a la incredulidad y desde
la satisfacción al temor.
La perplejidad se suscitó por la actitud renuente que el
Gobierno del PP ha
mantenido hasta la pasada semana ante la tregua de ETA, en
que dio acuse de
recibo con un gesto tan tímido, que todos los partidos
consideraron "insuficiente",
como el acercamiento de cuatro presos enfermos a cárceles
vascas y la concesión
del tercer grado penitenciario a un quinto. Pero el
desconcierto surgía también
porque hasta hace siete días el Ejecutivo no había
admitido siquiera algo a todas
luces inevitable para afrontar el proceso de paz, como era
su disposición a hablar
con HB. En tan solo una semana el Gobierno ha pasado, por
tanto, de reconocer
que podía sentarse con los políticos radicales a expresar
su voluntad de negociar
directamente con la banda terrorista el futuro de sus
presos.
Ese cambio de actitud fue, con todo, valorado por todos
los dirigentes políticos
vascos, incluido el portavoz de HB, Arnaldo Otegi,
especialmente porque todos
apreciaron en ese nuevo talante la disposición del
Ejecutivo de Aznar de afrontar en
serio, y hablando con todas las partes sin exclusión, el
futuro proceso de paz. Pero
casi todos los partidos recelaron del anuncio. Y los
temores partieron de la
sospecha de que el Gobierno trata, de ese modo, de
"apuntarse el tanto" de la
consecución de la paz, marginando al resto de los
partidos. Esa hipótesis preocupa
especialmente al PNV, que ya reaccionó con dureza cuando
se sintió marginado en
1989 de la negociación de Argel entre el Gobierno
socialista y ETA.
Pero en el bloque nacionalista preocupa también que se
esté planteando un
proceso en el que el cese de la violencia no tenga la más
mínima contrapartida
política, en contra de las pretensiones no sólo de los
violentos, sino también de
PNV y EA. No obstante, Otegi advirtió al Gobierno de la
dificultad de conseguir ese
objetivo al asegurar que ETA "no entrará jamás en una
negociación de presos por
armas", ya que lo que está sobre la mesa para asegurar la
paz es "la libre
autodeterminación y la territorialidad del país", es
decir, laposibilidad de
independizarse y de anexionarse Navarra y las tres
provincias vascofrancesas.
Frente a los recelos nacionalistas, los socialistas fueron
cautos en su respuesta.
Más que nada porque llevan semanas reclamando al Gobierno
que tome la iniciativa
y asuma el liderazgo de las fuerzas democráticas, y ahora
no pueden reprocharle
que lo haga. Por eso, el secretario general del PSOE,
Joaquín Almunia, se limitó
a
pedir al presidente Aznar que antes de mantener
conversaciones con ETA "consulte
previamente" con el resto de los partidos y busque
fórmulas de consenso.
El debate de la campaña electoral se centraba desde hace
una semana no sólo en
las grandes cuestiones de la defensa de la Constitución o
la autodeterminación,
sino en un aspecto tan concreto como cúal será el foro en
el que todos los partidos
democráticos se sienten con HB para allanar un proceso de
paz que todos admiten
que será "largo, complejo y costoso". Sobre todo porque el
PP y el PSE insistían
en que el marco adecuado para ese diálogo era la fenecida
mesa de Ajuria Enea, a
la que los radicales se niegan a acudir.
En este debate, el candidato del PNV y casi con toda
seguridad futuro lehendakari,
Juan José Ibarretxe, propuso constituir un nuevo foro,
probablemente en una
comisión en el Parlamento de Vitoria. Y había insistido en
que el liderazgo de esa
negociación debía recaer en el jefe del Gobierno vasco. Ya
se intuía que esos
planteamientos podían provocar un pulso entre los
ejecutivos central y vasco, pero
nada hacía pensar que fuera a producirse tan pronto. Más
que nada, porque ningún
partido había imaginado un escenario de diálogo directo
con ETA a corto plazo, sin
que previamente se hubiera desbrozado el camino con
contactos de todos los
partidos con HB.