PNV, EA y HB cerraron acuerdos  secretos con ETA
en el mes de julio

(El Mundo 27/09/98)
 

Los etarras «Antza» y Goikoetxea se reunieron
sucesivamente con Egibar, Garaikoetxea y OtegiLos encuentros fueron en
Pau, Burdeos y París - Al menos 2 de los dirigentes nacionalistas
firmaron un documento junto con «Antza» en el que ETA se
comprometía a abandonar la lucha armada a cambio de la
confrontación política»

CARMEN GURRUCHAGA
JOSE L. LOBO

SAN SEBASTIAN/MADRID.- El Partido Nacionalista Vasco
(PNV), Eusko Alkartasuna (EA) y Herri Batasuna (HB)
suscribieron acuerdos secretos con ETA el pasado julio en
la localidad francesa de Pau. Esos compromisos contribuyeron
decisivamente a la declaración de tregua incondicional e
indefinida decretada por la banda terrorista el 16 de septiembre.

 El portavoz del PNV, Joseba Egibar; el presidente de EA,
Carlos Garaikoetxea, y el portavoz de la Mesa Nacional de HB,
Arnaldo Otegi, se reunieron en varias ocasiones a lo largo de este
año, siempre por separado, con el responsable del aparato
político de ETA, Mikel Albisu, Mikel Antza, en Burdeos, Pau y París.

Los encuentros, que se celebraron en el más absoluto
secreto,culminaron en la localidad francesa de Pau, en la segunda
quincena de julio, con la firma de un documento que
serviría de aval al acuerdo de colaboración política alcanzado
previamente entre los partidos nacionalistas vascos y la organización
terrorista.

Tras varios meses de reuniones, al menos dos de los
dirigentes nacionalistas citados estamparon su firma, junto a la de
MikelAntza, en sendos documentos en los que ETA se comprometía
a abandonar la lucha armada y elegir, en su lugar, la
confrontación política. anunciaba una tregua indefinida e in- condicional, y el
pacto entre  nacionalistas y terroristas entraba en vigor.

Para llegar a ese acuerdo fueron necesarias varias
reuniones en París y el sur de Francia entre Mikel Antza, al que
siempre acompañaba su lugarteniente, Vicente Goikoetxea
Barandiaran, Willy, y los políticos vascos. La primera de ellas se
celebró a comienzos de año en la capital francesa, y a ella
acudieron Mikel Antza, Willy y Egibar. Pero no fue éste el único
desplazamiento del portavoz del PNV a la capital francesa.

ENCUENTROS EN PARIS

Hubo varios más, y alguno de ellos fue detectado por
agentes del Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid), los
servicios secretos del Estado. Sin embargo, los espías
españoles no podían sospechar que el dirigente peneuvista acudía a
París para reunirse en secreto con el máximo cabecilla etarra.

Meses después era Garaikoetxea quien, al menos en dos
ocasiones, se entrevistó con Mikel Antza. Entonces, el
presidente de EA se desplazó hasta la localidad de Pau, capital de la
región francesa del Bearn.

Por último, HB eligió como interlocutor ante el dirigente
etarra a  Arnaldo Otegi, el joven portavoz de su Mesa Nacional,
quien,  también en varias ocasiones, se reunió con Mikel Antza en
el sur de Francia.

Al mismo tiempo, y al margen de estos contactos, PNV y HB
mantenían en el País Vasco, también en secreto,
conversaciones bilaterales al más alto nivel, cuyo contenido, eso sí, fue
minuciosamente supervisado por Mikel Antza.

De la docena de citas que ambas delegaciones nacionalistas
tuvieron entre febrero y junio de este año, algunas fueron
detectadas por el Cesid. Gracias, sobre todo, al
dispositivo deescuchas instalado por los servicios de inteligencia en la
sede de HB de Vitoria, donde se celebraron varias de las
reuniones.

Pero, al ser descubierto el piso desde el que los agentes
del Cesid espiaban a HB, situado encima de la sede abertzale,
la valiosa fuente de información se secó de repente. Aunque,
conviene recordarlo, el ministro del Interior, Jaime Mayor
Oreja, prestó escasa atención a los primeros informes de los servicios
de inteligencia sobre los encuentros PNV-HB, y apenas
concedió  trascendencia a lo que allí se dijo. Las entrevistas, eso
sí, dejaron de ser secretas, y en abril el PNV admitió públicamente
que  estaba dialogando con la coalición independentista.

 Los encuentros del PNV, EA y HB con ETA, en cambio,
pasaron desapercibidos para el Cesid. Todos fueron minuciosamente
organizados por Mikel Antza, cuyo objetivo era trasladar a
sus interlocutores la propuesta de la banda armada para
superar la etapa de enfrentamiento militar.

Las centrales sindicales ELA -próxima al PNV- y LAB -en la
órbita  de HB- ya habían demostrado que la colaboración entre
nacionalistas era posible, y la cúpula etarra creyó
llegado el momento de apadrinar un pacto similar entre las tres
formaciones políticas nacionalistas con mayor representatividad en el
País Vasco. Pero los partidos españolistas, PP y PSOE, debían
quedar fuera.

Fuentes próximas a las negociaciones, consultadas por EL MUNDO,
señalaron que tanto el PNV como EA tuvieron muy claro
desde el principio que la decisión sobre la declaración de
una eventual tregua debía tomarla ETA, y no su brazo político,
HB. Por eso, aunque públicamente su interlocutor fuese la
coalición abertzale, la banda terrorista sería el garante de los
acuerdos que se alcanzaran.

Y, para demostrar que su voluntad de diálogo iba en serio,
ETA designó como portavoz a Mikel Antza, responsable del
aparato político de la organización. El sustituto de José Luis
Alvarez Santacristina, Txelis, en la cúpula etarra integra la
terna que en la actualidad mueve los hilos de la banda, y pertenece a la
generación de dirigentes que se vio empujada a tomar el
relevo de los líderes históricos detenidos en la espectacular y
eficaz  operación policial de Bidart (Francia), llevada a cabo el
29 de marzo de 1992.

ENCARCELAMIENTO

 En realidad, la cúpula de ETA ya había adoptado la
decisión de negociar con los partidos nacionalistas vascos antes de
que se produjera el encarcelamiento de los miembros de la
anterior Mesa Nacional de HB, en diciembre de 1997. Por ello, algunos
dirigentes abertzales han afirmado que aquella decisión
sólo sirvió para retrasar la decisión hecha pública por ETA hace 11
días: una  tregua unilateral, indefinida e incondicional.

 De hecho, en noviembre de 1997, y ante el evidente fracaso
de la  Alternativa Democrática -la propuesta de paz de ETA-, el
llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) renunció a
 condicionar una eventual negociación para poner fin a la
violencia en el País Vasco al logro de un acuerdo entre ETA y el
Estado. De esta forma, HB adquiría mayor protagonismo ante futuras conversaciones.

 El MLNV decidió entonces poner en marcha la segunda fase
de la  Alternativa Democrática, que consistía en abrir un debate
político en el seno de la sociedad vasca para desbloquear la
resolución del «conflicto entre Euskal Herria y el Estado español»,
enquistado, en opinión del movimiento abertzale, por «el
inmovilismo del Gobierno español».

 Siguiendo esta doctrina, HB logró convocar en junio a otras tres
formaciones políticas (PNV, EA e Izquierda Unida) y a una  veintena
de sindicatos y colectivos vascos en torno al
llamado Foro de Irlanda. Su objetivo era hallar una salida a la
violencia, ignorando así a la Mesa de Ajuria Enea, que, a su juicio,
estaba bloqueada por su supuesta inoperancia. Estos encuentros, a
los que el PP, el PSOE y Unidad Alavesa rechazaron acudir,
dieron su fruto el pasado día 12 con la firma, en la localidad
navarra de Estella, del acuerdo que lleva su nombre.

Mientras tanto, el Gobierno adoptaba la cómoda postura del
observador que se limita a dejar hacer. José María Aznar y
Mayor Oreja estaban convencidos de que las fuerzas nacionalistas
jamás lograrían arrancar a ETA el compromiso firme de una
tregua indefinida, porque la banda terrorista siempre había
dejado claro que su interlocutor en una futura negociación debería ser
el Gobierno de turno, y no los nacionalistas. Estos, como
mucho, podrían hacer de puente entre las dos partes.

Las fuentes consultadas han explicado que el aparato
político de ETA siempre fue consciente de que le resultaba
imprescindible contar con el apoyo del PNV y EA; y de que la fórmula
idónea consistía en plasmar sus acuerdos en un documento firmado
y rubricado por los dirigentes de ambas formaciones.

ETA pensó que si conseguía persuadir a Garaikoetxea para
que,  en nombre de EA, suscribiera un pacto con la organización
terrorista de contenido estrictamente político, el PNV se
vería arrastrado a seguir los pasos del ex lehendakari. Y acertó
de pleno. HB, por último, tenía la ventaja de jugar en casa,
pero la cúpula etarra optó por no darle un trato privilegiado:
simplemente sería la tercera fuerza nacionalista que participaría en
las negociaciones, en representación del ala más radical.

Antes de las vacaciones de agosto el acuerdo estaba
sellado, y al menos dos de las tres formaciones nacionalistas estamparon
su firma en un documento en el que ETA se comprometía a
decretar un alto el fuego indefinido para permitir, sin el
intermitente sobresalto de los asesinatos y las bombas, iniciar una
compleja etapa de discusión y negociación política que debe
conducir al último peldaño del ideario nacionalista: el reconocimiento
del derecho de autodeterminación del País Vasco.

De momento, todas las fuentes nacionalistas consultadas
por EL MUNDO han coincidido al afirmar que, esta vez, la tregua
indefinida anunciada por ETA tiene carácter irreversible.

«SOPLO» A PUJOL

Tres semanas antes de hacerse público el alto el fuego de
la banda terrorista, la Generalitat de Cataluña fue informada
por el PNV sobre el inminente anuncio unilateral de la tregua,
con la petición expresa de que el presidente catalán, Jordi
Pujol, se abstuviera de trasladar la noticia a sus socios en el
Gobierno de Madrid.

Los nacionalistas catalanes atendieron la solicitud del
partido de  Xabier Arzalluz, y el ministerio que dirige Mayor Oreja
sólo tuvo conocimiento del soplo a Pujol tres días después de que
ETA hiciera pública la tregua indefinida, el pasado día 16.

Asimismo, algunos miembros del PNV aconsejaron al
presidente del Gobierno, José María Aznar, que pospusiera el viaje
oficial que tenía previsto realizar en esas fechas a Colombia y Perú,
advirtiéndole de que ETA podría realizar un «movimiento
importante» durante esos días.

Aznar, dubitativo, consultó con Mayor Oreja, y el ministro
del Interior rechazó de plano esa posibilidad. Aznar no
modificó, pues, sus planes, y se enteró en Perú de la tregua etarra.