PALESTINA VISTA DESDE EL SUR

Por  Lucas Cosentino

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

A miles de kilómetros de Palestina, una mañana de comienzos del siglo XXI  tenemos a nuestro alcance información acerca de los últimos sucesos ocurridos en el llamado Cercano Oriente. A modo de ejemplo podemos tomar el diario Clarín del día 1 de noviembre de 200l:

 

"'Una jornada exitosa'. De ese modo voceros israelíes calificaron ayer la nueva ronda de "eliminaciones selectivas" en la que el ejército mató a dos líderes del grupo islámico Hamas, que amenazó con vengarlos, y a otros dos palestinos —ambos policías y del movimiento Al Fatah— que habían disparado a un coche israelí, también en Cisjordania ...

Los operativos —que Israel dirige contra todos los palestinos a los que considera sospechosos de actividades 'terroristas'— se produjeron cuando la prensa informó que había amenazas de un atentado..."(1).

El mismo diario informó dos días después:

 

"El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, y el canciller israelí, Shimon Peres, se reunieron ayer en un almuerzo en el Foro Euromediterráneo de Formentor (España).
Los dos líderes, que no se encontraban personalmente desde que acordaran el 26 de setiembre último un ya muy malherido cese de fuego, necesitaron la mediación del jefe de Gobierno español, José María Aznar, y del presidente egipcio, Hosni Mubarak, para no violar la estricta prohibición que recibió Peres del primer ministro Ariel Sharon, para negociar con Arafat antes que se cumpla la condición de 'estricto cese de fuego y del terror", dispuesta por el gobierno israelí' "
(2).

También el día 5-11, Clarín informó a los argentinos sobre las últimas novedades:

 

"Dos muertos y 51 heridos israelíes fue el saldo de un ataque que cometió ayer un terrorista palestino en la entrada norte de Jerusalén, ametrallando a los pasajeros de un ómnibus, sin detenerse, hasta que fue alcanzado por las balas de los revólveres de dos soldados y un civil que se hallaban en las cercanías.
El atentado se produjo en un horario pico, poco antes de la hora fijada para el comienzo del retiro israelí de Kalkilia, una de las seis ciudades ocupadas militarmente por Israel después del asesinato del ministro Rehavam Zeevi, el 17 de octubre"
(3).

 

Pese a la distancia, nos llegan todos los días noticias acerca de la situación en Palestina. Su datación no pareciera no necesitar una rigurosidad estricta para ocupar un espacio en los suplementos de noticias internacionales de los periódicos argentinos. Desde hace décadas el formato de las noticias parece ser el mismo: terrorismo y acciones para imponer un orden, avances y retrocesos en las negociaciones de paz.

En una comunidad global, tan sensibilizada al terrorismo (de acuerdo al uso vulgar que extraemos de los discursos hegemónicos), mi intención es reparar en una de las llamadas zonas calientes del planeta, en la región que representa una amenaza latente ante cualquier circunstancia de conflicto que incluya al mundo árabe o judío. El objetivo de este trabajo es acercarnos al conflicto árabe-israelí prestando particular atención a la actuación del Sionismo y a sus ideas utilizadas como sustento y legitimación de prácticas políticas y militares. No se trata aquí de dar cuenta de todas las problemáticas que conforman este conflicto -pretensión que me resultaría imposible de alcanzar-, sino caminar sobre terreno firme en algunos ejes, criticando lugares comunes que suelen invocarse al abordar este problema complejo. 

 

El nacimiento del Sionismo

Podemos comenzar nuestro recorrido intentando caracterizar al Sionismo. Este movimiento se creó en el siglo XIX y tomó su nombre de una fortaleza ubicada en Jerusalén que dio nombre al monte en que se emplazaba y más en general a la ciudad y hasta a toda la región. Como explica Alain Dieckhoff en "Las tres luchas del sionismo", el término fue adoptado en 1890 por el escritor Nathan Birnbum en la primera revista nacionalista judía (Selbsemanzipation).

 Durante aquel siglo, los judíos fueron brutalmente perseguidos particularmente en el Antiguo Imperio Ruso. Las burguesías judías que habían ayudado a la construcción de los estados europeos ya no resultaban necesarias y hasta podían representar una competencia para las burguesías nacionales.

Ante la reaparición del antisemitismo, surgen diferentes manifestaciones que permitirán construir la organización sionista. Esta es caracterizada como"... una ideología: la aspiración a dotar al pueblo judío de un marco nacional"(4). Si bien este movimiento estuvo arraigado especialmente en la pequeña burguesía, fue también alentado por los sectores más altos del pueblo judío.

La figura central del sionismo es Theodor Herzl, quien ante el reconocimiento de la realidad del antisemitismo plantea que el pueblo judío debe construir un Estado soberano. Este nuevo escenario crearía un amplio arco de beneficiarios entre quienes se encontraban los nuevos ciudadanos, los judíos asimilados y los países donde se manifestaba el antisemitismo.

Herzl planteaba dos opciones geográficas para concretar el plan sionista -Argentina y Palestina- lugares donde se habían seguido pautas equivocadas, ya que "En ambos países se han hecho notables tentativas de colonización basadas en el principio equivocado de la infiltración paulatina de los judíos... La emigración sólo tiene sentido cuando su base es nuestra soberanía garantizada"(5).

Theodor Herzl sentó las bases para dotar al sionismo de una organización eficiente y del apoyo de las masas. Estas características del movimiento se harían sentir cuando se presentó la oportunidad para el regreso a "... nuestra inolvidable patria histórica" (6)

 

Instalación en Palestina

Desde fines del siglo XIX comenzó - acelerada  por las persecuciones en Europa- la inmigración hacia la provincia Palestina del Imperio Otomano. Hasta ese momento, sólo vivía una pequeña comunidad judía de alrededor de 10.000 personas. Según el periodista argentino Rodolfo Walsh "A pesar de prohibiciones oficiales la inmigración continuó aprovechando la corrupción de funcionarios turcos y de terratenientes absentistas árabes que vendía sus tierras."(7).

 Las promesas de Inglaterra a los países árabes -apoyo a la independencia a cambio de ayuda en la lucha contra Turquía- quedaron sepultadas bajo la llamada "Declaración Balfour", en la cual el canciller británico observaba con simpatía el establecimiento de un hogar nacional para los judíos en Palestina. El mandato británico sobre la zona institucionalizó a la Agencia Judía como parte de la administración británica.

El historiador Dan Diner resume las condiciones de creación del Estado Nacional Judío: "... en una Palestina poblada por árabes, dada la inexistencia hasta 1948 de un poder estatal judío, fueron necesarias medidas económicas ya que su función fue más bien la de crear un Estado: compra de tierras y cultivo de las mismas a fin de vincular al judío al suelo en su calidad de futuro ciudadano del Estado nacional, limitar su movilidad e impedir la vuelta de los árabes como jornaleros. De ahí el predominio de las formas colectivas de asentamientos en las posesiones sionistas de Palestina"(8).

 Las promesas inglesas a los países árabes se renovaron ante la segunda guerra mundial. A su vez, la persecución del nazismo propició el crecimiento de la cantidad de inmigrantes judíos, desconociendo de hecho las restricciones impuestas. Como explica Charles Townshend, el compromiso del llamado "Libro Blanco" no sólo delimitaba la llegada de judíos, sino que prometía la creación de un gobierno de la mayoría en un plazo de cinco años.

Con el transcurso de la guerra, el peso del sionismo se trasladó desde Gran Bretaña a los Estados Unidos. En 1942, una convención sionista lanzó el "Programa de Biltmore" a partir del cual se exigió el fin del mandato, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío y la creación de un ejército y un gobierno judíos.

Las presiones de la comunidad internacional (horrorizada por los crímenes del nazismo) y de las organizaciones armadas judías aceleraron la declaración de devolución del mandato por parte de Gran Bretaña y la división de Palestina por parte de la Organización de Naciones Unidas. Así, se planificó la construcción de dos Estados desiguales: la distribución de la población favorecía a los intereses israelíes, quienes contarían también con las mejores tierras (y en una disposición más continua).

A partir de su declaración de independencia, las autoridades israelíes han sentido la constante obligación de asegurar el núcleo de Israel mediante la ocupación de tierras árabes. El avance de sus fuerzas armadas sobre el Estado Arabe - que jamás llegaría a existir- fue conquistando territorio y dejando un archipiélago de colonias judías que discontinuó las zonas habitadas por palestinos.

 

¿Verdades evidentes o certezas construidas?

Continuar acercándonos al conflicto árabe-israelí supone abordar una serie de construcciones discursivas que han sido durante décadas puntos de referencia para la justificación y explicación de distintos acontecimientos. Como ya planteáramos, este trabajo se propone retomar estas construcciones, pero a partir de una visión crítica.

La justificación bíblica y la actuación conforme "a los designios de Dios" ha sido una constante en la Organización Sionista.

Roger Garaudy plantea en su libro "Mitos Fundacionales de la política israelí" que una lectura integrista de la Biblia permitiría citar una oración de Génesis como justificación de acciones expansivas: "A tus descendientes les doy este país, desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates"(9). Buscar justificaciones de acciones humanas a través de una lectura particular de la verdad revelada parece no admitir demasiado espacio para la discusión. La verdad de Dios se presenta como una verdad autoritaria, a la cual hay que respetar.

Sin embargo, es evidente que existe algún margen para manipular los deseos divinos de acuerdo a necesidades mundanas. Garaudy cita un ejemplo tomado de un periódico israelí:

"Si poseemos el libro de la Biblia, si se nos considera como el pueblo de la Biblia, deberíamos poseer todas las tierras bíblicas"(10).

Los derechos de asentamiento del Estado de Israel en Palestina se completan con una justificación que estaría basada en la historia. Tomando un caso cercano, argumentos de este tipo se sostuvieron en la discusión planteada a raíz de una serie de artículos de Rodolfo Walsh publicados por el Diario Noticias en el año 1974 bajo el título de "La Revolución Palestina". En una carta enviada al Director del diario, la embajada de Israel en Argentina manifestaba que "La tierra de Israel fue un estado independiente sólo tres veces en su historia y cada una de ellas fue un estado judío..."(11). 

Estos son los títulos de propiedad del Sionismo sobre Palestina. En nombre de verdades eternas y construcciones con supuesta justificación histórica, se omite que el pueblo árabe,  mayoritario en la región, vivió durante más tiempo y en forma más continua que el Judío.

El mito que plantea a Palestina como una tierra desierta ha sido utilizado políticamente de modo constante. Retomando la citada misiva de la embajada de Israel en Argentina, observamos el siguiente planteo: "... al fin de la primera guerra mundial la Tierra de Israel era un país casi despoblado. La población árabe era de 557.000 y la población judía de 100.000. Menos del 30 por ciento de los árabes vivían en el área que es hoy Israel"(12). Además, esta carta oficial agrega que recién a partir de los años treinta se habría revertido una supuesta tendencia migratoria de esta región, situación paralela al desarrollo promovido por la comunidad judía.

Este argumento fue rebatido por Walsh citando sus fuentes y descalificando las argumentaciones infundadas del diplomático judío. "... en 1914 los turcos hicieron un censo que dio una población total de 689.272, y el sionista Arthur Ruppin estimó que 60.000 eran los judíos"(13). Además, agrega que el censo realizado por el Mandato Británico en 1922 constató la presencia de 663.914 árabes, 83.794 judíos y 9.474 agrupados como "otros", lo cual significa un total de 757.182 habitantes.

Un tema central del conflicto es el del terrorismo. Al desencadenarse una resistencia activa de la población Palestina a la colonización, el poder israelí utilizó las acciones terroristas palestinas como argumento para la represión indiscriminada y la conquista territorial.

Más allá de la valoración personal que cada uno realice sobre la justificación moral de la lucha armada, considero que acercarnos a los orígenes del conflicto y la ocupación nos permitirá tener mejores herramientas al momento de construir valoraciones y sacar conclusiones.

Hablemos acerca de la relación entre Israel y el terrorismo. El 11 de septiembre de 2001, horas después de los atentados sufridos en Estados Unidos, Israel lanzó una cruzada internacional para combatir el terrorismo: "El peligro que Israel enfrentó día tras día desde hace mucho tiempo, asumió un carácter mundial."(14), dijo el canciller israelí Shimon Peres.

La rápida idea de Peres incluye "definir una lista de países que apoyan al terrorismo... Esos países deben ser enfrentados de inmediato con una alternativa: desmantelar las infraestructuras terroristas o exponerse a las represalias"(15).

La voz calificada en la lucha antiterrorista se enmarca en la experiencia de una política de mano dura del Estado. El terrorismo árabe era motivo suficiente para cerrar canales de diálogo y actuar como potencia autoritaria, estableciendo zonas de seguridad militar y colonias en territorios usurpados. Estas prácticas se complementan con una política de represalia indiscriminada. Siguiendo esta metodología, cualquier tipo de ataque comprobado por las autoridades israelíes legaliza una represalia que "dirigida a bases terroristas", puede alcanzar también, por ejemplo, un campo de refugiados palestinos.

Esta política de rasgos arcaicos tiene una continuidad en el tiempo, ya que muchos de los dirigentes que se negaron a dialogar con terroristas árabes han participado personalmente de acciones de este tipo.

La presión para terminar el Mandato Británico y lograr el éxodo palestino corrió a cargo de organizaciones armadas que tuvieron como objetivo atemorizar a los habitantes árabes y facilitar la construcción de un Estado homogéneo étnicamente.

Los ataques de las organizaciones armadas Haganah, Irgun y Stern destruyeron aldeas, mataron civiles desarmados y empujaron a los palestinos al éxodo tras terminar con el Mandato Británico.

El  pandemonium de las acciones terroristas de la derecha israelí fue representado por los sucesos de ocurridos en la aldea de Deir Yassim. Con la masacre de civiles árabes, el nombre de la aldea se convirtió en el símbolo del horror.

Estimo necesario abordar el tema de la movilización de recursos para la guerra que ha realizado el Estado de Israel desde su creación. ¿En que consiste el supuesto milagro económico israelí, capaz de sostener una maquinaria de guerra superior a la de todos sus vecinos juntos?

La explicación básica hay que buscarla en torno a las importaciones de capital. Las divisas llegadas de occidente tuvieron diversas fuentes. En primer lugar, las reparaciones económicas que giraron los estados de Alemania Federal, Alemania Oriental y Austria. En el temario de las imposiciones de los aliados a los vencidos en la segunda guerra mundial, ingresó el pedido de las reparaciones económicas a Israel. Nahum Goldmann, negociador por el Estado Judío argumentó que "... Israel había acogido a cerca de quinientos mil judíos, y la reinserción económica de fugitivo costaba cerca de tres mil dólares. Al haber salvado a esas víctimas del nazismo, al haber asumido personalmente una enorme carga financiera, Israel se sentía con el derecho de imponer sus exigencias en nombre del pueblo judío..." (16).

A este enorme flujo de capitales, hay que agregar las donaciones llegadas de la diáspora y el suministro constante de armas y dinero de occidente, cuyo origen es especialmente Estados Unidos (país en el cual funciona un poderoso lobby judío).

La ayuda a la economía israelí se complementa con contratos que benefician a sus empresas  y un régimen comercial que permite el ingreso de esta producción a Estados Unidos con características preferenciales.

En fin, podemos afirmar que no existe ningún milagro para el sostenimiento de un aparato militar como el de Israel. Simplemente es una prioridad de un Estado sustentado por enormes sumas de capital importado desde diversas fuentes occidentales.

En relación con los recursos de guerra, observemos el argumento sionista de los cinco poderosos ejércitos árabes invasores. En realidad, la enorme disponibilidad financiera y económica del sionismo contrastaba con las precarias situaciones de los países árabes. Rodolfo Walsh explicó que mientras solo Haganah podía contar con 90.000 efectivos (fuertemente equipados según Ben Gurión), las fuerzas árabes sólo reunieron a 21.000 hombres mal abastecidos.

Retomando el tema de los habitantes de Palestina, podemos observar otro mito: la idea de que el problema de los refugiados palestinos nació de la orden de abandonar sus hogares que habrían dado los jefes árabes.

Rodolfo Walsh cita los estudios del investigador inglés Erskine Childers, quien comprobó a través de los archivos de la BBC que jamás existieron tales órdenes.

Robert Friedman explica que los refugiados palestinos huyeron de sus casas o fueron obligados a abandonarlas por la fuerza principalmente durante la guerra de 1948.

"Cuando las fuerzas judías, mejor armadas y más disciplinadas, aplastaron a las fuerzas irregulares palestinas y luego a los ejércitos árabes, la sociedad palestina se desintegró, cundió el pánico y el impulso de huir se contagió. Cientos de miles de Palestinos, encabezados por las clases media y alta, se marcharon repentinamente. A algunos de ellos los movía la información acerca de masacres..." (17). Friedman agrega que hacia el final de la Guerra "... Ben Gurión intentó reforzar la posición estratégica de Israel y expandir y asegurar sus altamente vulnerables fronteras apoderándose de más territorio y expulsando a los palestinos de los pueblos"(18).

 Israel planteó que la solución al problema de los refugiados debía darse por parte de los "verdaderos responsables", es decir de los vecinos árabes, donde mágicamente deberían asimilarse cientos de miles de personas. En ningún momento Israel aceptó discutir la posibilidad del "retorno" ni de compensaciones económicas.

 

El nacionalismo militarista

Con todos los elementos que hemos observado, ¿qué caracterización general podemos hacer del Estado de Israel?

Primero, debemos aclarar que Israel se considera el Estado del Pueblo Judío, el cual vive mayoritariamente fuera del país, y no el Estado de sus ciudadanos. Dan Diner explica que de este modo el principio de igualdad ante la ley - típico de una democracia burguesa- queda en segundo plano ante los privilegios de la población judía.

Debemos recordar que otra característica del Estado de Israel es su negativa a recibir refugiados palestinos. Aceptar este regreso significaría un retroceso en el camino hacia la consolidación de una población homogénea.

Desde su establecimiento, Israel ha sido una garantía de defensa de los intereses occidentales. Su posición geográfica estratégica - que sirvió como camino a la India colonial y actualmente a la mayor zona de producción  petrolera del mundo- ha servido como avanzada y gendarme de occidente.

Roger Garaudy cita al profesor, de la Universidad Hebraica de Jerusalén Yeshayahu Leibowitz, quien escribió:  "Los americanos no están interesados más que en la idea de mantener un ejército de mercenarios bajo el uniforme del Tsahal"(19).

Para ampliar nuestro análisis sobre el Estado de Israel, podemos tomar el estudio de Shulamit Carmy y Henry Rosenfeld donde analizan "El surgimiento del nacionalismo militarista en Israel". Su planteo se basa en destacar que el camino seguido por este estado no se presenta como preestablecido con anterioridad a 1948. Pese a los distintos caminos que existían: "...se optó por basarse en la victoria militar, la salida de los árabes, las ganancias territoriales y materiales de la guerra, la extensiva ayuda exterior y una burocracia que, procedente del movimiento obrero, se convirtió en un puntal del Estado-nación."(20)

La realidad de una orientación socialista - que para estos autores favorecía la coexistencia entre las dos naciones- habría sido sustituida por el estatismo laborista. Esta situación habría permitido la construcción de una estructura político-económica centrada en el nacionalismo militarista. El consenso en este camino fue dado por los beneficios alcanzados: desarrollo económico que aportó a Israel tierra, seguridad, propiedades y otros recursos, "también actuando como un imán para una mayor ayuda económica y militar"(21).

Por último, Carmy y Rosenfeld agregan como estímulo al nacionalismo militarista la intransigencia de los países árabes, el subdesarrollo de la zona y el interés de Estados Unidos en sostener a Israel dentro de su estrategia global.

Personalmente, considero interesante el aporte de estos autores. A partir de su trabajo, se puede observar la multiplicidad de las relaciones que se dieron entre árabes y judíos, las distintas estrategias seguidas por las clases dirigente, las prácticas políticas, etcétera. La complejización de estos temas nos puede permitir salir de esquemas rígidos y simplificados.

Sin embargo, estimo que algunos de sus planteos no escapan de la lógica de un discurso dominante. Por ejemplo, se define como cimiento del nacionalismo militarista a una guerra de la cual se afirma con ambigüedad que "Los árabes en particular consideraron la decisión de partición de las Naciones Unidas como una 'causa de guerra'." (22). De este modo, se omiten las causas profundas que desencadenaron la crisis bélica. En este sentido, el nacionalismo militarista termina siendo presentado como consecuencia de una situación de la cual los árabes serían los principales responsables.

 

A modo de epílogo

Este modesto trabajo intentó acercarse al conflicto árabe-israelí a través de la observación del movimiento sionista y de los llamados mitos de su política. El estímulo para la selección del tema y la producción del trabajo se enmarca dentro de la más amplia necesidad de establecer bases sólidas a partir de las cuales se pueda pensar en alcanzar la resolución del conflicto.

En este sentido, estimo que los aportes profesionales pueden servir para enriquecer la demostración del carácter histórico y construido de los derechos excluyentes que alega tener el sionismo sobre Palestina. A partir de esta base, podremos trascender las ideas de la existencia de títulos de propiedad derivados de verdades reveladas y observar la ocupación de Palestina en un proceso histórico caracterizado por relaciones de fuerza desiguales.

 

Notas

(1)   Diario Clarín del 1 de noviembre de 2001.

(2)   Diario Clarín del 3 de noviembre de 2001.

(3)   Diario Clarín del 5 de noviembre de 2001.

(4)   Dieckhoff, Alain, Las tres luchas del sionismo,  p. 19.

(5)   Herzl, Theodor, El Estado Judío, p. 23

(6)   Idem.

(7)   Walsh, Rodolfo, La Revolución Palestina, p. 3

(8)   Diner, Dan, Israel, el problema del estado nacional y el conflicto del Oriente Próximo, p. 149

(9)   Génesis XV, 8

(10)           Jerusalem Post del 10 de agosto de 1967:

(11)           Sejatovich, Mario, Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Argentina. En: Selección de cátedra acerca de "La Revolución Palestina", p. 12

(12)            Sejatovich, Mario, Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Argentina. En: Selección de cátedra acerca de "La Revolución Palestina", p. 12

(13)           Walsh, Rodolfo, La Revolución Palestina, p. 13

(14)           Diario Clarín del 12 de septiembre de 2001.

(15)           Diario Clarín del 12 de septiembre de 2001.

(16)           Nahum Goldmann, Autobiografie, p. 262.

(17)           Friedman, Robert, Los refugiados palestinos, p.6.

(18)           Friedman, Robert, Los refugiados palestinos, p.6.

(19)           Yeshayahou Leibowitz, Israël et Judaïsme, p. 226.

(20)           Carmi, Shulamit y Rosenfeld, Henry, El surgimiento del nacionalista militarista en Israel, p. 45.

(21)           Carmi, Shulamit y Rosenfeld, Henry, El surgimiento del nacionalista militarista en Israel, p. 45

(22)           Carmi, Shulamit y Rosenfeld, Henry, El surgimiento del nacionalista militarista en Israel, p. 34.

 

Bibliografía

-Carmi, Shulamit y Rosenfeld, Henry, El surgimiento del nacionalista militarista en Israel. En: Revista "Debats", Nº 33, septiembre de 1990.

-Dieckhoff, Alain, Las tres luchas del sionismo. En: Revista "Debats", Nº 33, septiembre de 1990.

-Diner, Dan, Israel, el problema del estado nacional. En: Historia Universal Siglo XXI, Vol. 36, Madrid, 1985.

-Friedman, Robert, Los Refugiados Palestinos. En: Revista "Debats", Nº 33, septiembre de 1990.

-Garaudy, Roger, Los mitos fundacionales de la política Israelí. En: www.webislam.com.

-Herzl, Theodor, El Estado Judío. En: El Sionismo: crítica y defensa, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1968.

-Townshend, Charles, La primera intifada: rebelión en Palestina 1936-39. En: Revista "Debats", Nº 33, septiembre de 1990.

-Walsh, Rodolfo, La Revolución Palestina. Artículos en el diario Noticias, Bs. As, 1973.