Cartas varias de y a los Desobedientes sobre Palestina
  • Carta a los desobedientes de la caravana «Action for Peace in Palestina» Wu Ming 4, 1 de abril 2002

    Os escribo desde aquí, a unos pocos miles de kilómetros de distancia, desde otro planeta, el mismo planeta. Os escribo para deciros que en realidad ya no existe un lugar en el mundo en el que uno no se sienta involucrado en la guerra global permanente, así como en vuestra empresa contra ésta.

    Os lo dice uno que lleva días y noches relevando a los compañeros delante de la televisión, en Internet, en constante comunicación con vosotros vía teléfono: Al Jazeera, captada vía satélite y traducida al instante por un compañero marroquí, la CNN y la BBC, los sitios de las agencias de prensa del mundo occidental y del mundo árabe, los móviles. La infosfera global que quema las distancias habla de vosotros.

    Los ojos del mundo apuntan a esas dos habitaciones de Ramallah. Y a esos locos que se han metido por medio. «Los pacifistas». Los pacifistas sin paz y ya sin espacio.

    Lo habéis escrito en vuesto documento: ya no queda ninguna paz a la que referirse. Tal vez sólo quedan respiraderos, de unas pocas decenas de metros, que han de ampliarse, no en nombre de una paz que ya ha desaparecido del horizonte, sino contra la guerra global. Tenéis razón. Desde aquí se respira la misma sensación de final y de impotencia que me comunicáis por teléfono. Es cierto, el margen político de vuestra misión se ha visto aplastado por los tanques, ha saltado por los aires con los kamikaze, se ha ahogado en la sangre. Y responder a todo esto con los propios mártires de la paz no serviría de nada.

    Sin embargo, la infosfera y ese destello de sentido común que me queda, dicen algo más. Algo importante.

    La sensación que nos invade a todos es que lo que estáis haciendo en este momento tiene una enorme eficacia simbólica. Diría incluso que tiene el sabor de los grandes cambios históricos.

    Sharon avanza, Bush avanza, rebosa la sangre ante los ojos de Europa. Sólo vosotros estáis allí. Sólo vosotros estáis demostrando al mundo que es posible estar allí. Vuestra lección de diplomacia internacional «desde abajo» se ha anticipado a la del Imperio, la ha dejado a la altura del betún, la ha ridiculizado, henchida de palabras inútiles, de sangre trocada por sangre.

    Vosotros estáis allí, compañeros. Estáis en esas dos habitaciones. Rodeados por los tanques. Manteniendo abierto el destello de ese respiradero.

    No podéis impedir la masacre. Tampoco el asedio de Arafat y de todo un pueblo. Pero dar una lección de dignidad al mundo, restituir a la sociedad civil la idea, la sensación, por más que desesperada, de lo que es posible, eso sí. Eso lo estáis haciendo, compañeros. Estáis diciendo que no podemos quedarnos siempre mirando. Estáis diciendo a un pueblo atropellado que no se ha quedado solo, que esa no es su guerra, sino la guerra de todos, la guerra contra la humanidad. Nos estáis diciendo, allí donde estemos, en este otro lugar tan cercano, que no hay que rendirse a ninguna ineluctabilidad. Que mientras sigamos con vida no dejaremos de imaginar algo distinto de la masacre generalizada que nos rodea. En Ramallah, así como en Colombia o en Afghanistan. Nos estáis diciendo que estar vivos, para nosotros que todavía podemos estarlo, para nosotros que ni estamos obligados ni queremos inmolarnos destruyendo otras vidas, que no queremos dar balas por balas, que estar vivos es esto. No es sino esto. Continuar pensando testarudamente que otro mundo es posible. Y, sobre todo, demostrárselo al mundo. Vosotros lo estáis haciendo, junto a los palestinos que resisten, junto a los desertores israelíes, junto a los pacifistas internacionales, lo estáis anunciado desde el corazón de la guerra global. Y aunque la desesperación atenaza mis palabras, mientras veo las imágenes del final por televisión y temo por cada uno de vosotros, quisiera deciros que vuestra débil fuerza y su gran conciencia mantienen viva mi esperanza.
    Mi amor por algo distinto de todo esto.

    Quisiera deciros, compañeros míos, que estoy a vuestro lado, en ese hospital, en esas dos habitaciones. Estoy con vosotros.

    Federico Guglielmi (alias Wu Ming 4), Bolonia, Planeta Tierra, 1 de abril de 2002

    Traducción: Universidad Nómada


  • Documento de los Desobedientes que participan en la misión "Action for peace", 31 de marzo 2002.

    Los pensamientos se suceden con tristeza, trufados de plomo y manchados por la sangre que llueve sobre esta tierra. Si decidiéramos detenerlos, para que madurasen en medio del fuego, con Arafat asediado en Ramallah y los M16 del ejército israelí vomitando balas y muerte en todos sitios, cometeríamos un error imperdonable. Nos mentiríamos a nosotros mismos. Es preciso sondear las impresiones nacidas en el silencio de nuestra impotencia. Darles voz. Porque, paradójicamente, observamos el mundo desde un punto de vista privilegiado. Desde el corazón de la guerra global permanente. Ya no se trata de crisis en el Oriente Próximo. Ni de agravamiento o endurecimiento de la situación. Aquí, como en otros territorios el Imperio, hay una guerra permanente, sin fin. Ya no habrá nunca más una guerra del Golfo o de Kosovo, nunca más habrá una guerra entre Estados, una guerra que comienza y acaba. No entrevemos ninguna post-guerra en la que gozar de la paz.

    Habíamos venido a hablar de paz. Y se nos han acabado las palabras. No podemos hacernos portavoces de una moral y de una retórica de ultramar que encuentra un eco hipócrita en las palabras del presidente Bush o de los países árabes que piden la paz. Son los vasallos de un Imperio que inscribe la guerra en su propia constitución material y que está dispuesto a defender a sus élites a cualquier precio. Sobre todo si se dispone a intercambiar la masacre del pueblo palestino por la aprobación de una guerra en Irak. No podemos explicar de otro modo el inmovilismo y la inacción de los "Estados soberanos" que se dieron tanta prisa por intervenir de común acuerdo en la época de las "intervenciones de policía" en Kuwait o en la "guerra humanitaria" en Kosovo. No hay más que guerra entre las calles de Ramallah, en los campos de refugiados de Belén, en los puestos de control de carretera en Ram o Kalandia y en mil otros lugares. No se trata sólo del conflicto árabe-israelí, sino de la guerra global, con diversas intensidades y diversas modalidades en el tiempo y en el espacio, pero la misma guerra. La misma que se libra en los países del área andina, devastada por el Plan Colombia, la misma en las plantaciones de soja en Karnakata, la misma en Argentina, acompañada por el rumor de cucharas sobre cacerolas, la misma guerra librada en las calles de Génova. Y la guerra en Irak en el año del señor 2002. Vivimos en la incertidumbre, la impotencia. Habíamos partido con nuestras sabias y razonables categorías bien guardadas en los bolsillos de nuestras mochilas y ahora las reconocemos como herramientas inutilizables. Ya no hay espacio alguno para una "Acción por la Paz". Es necesaria una "Acción contra la Guerra Global". Si el concepto de guerra ya no es el mismo, el concepto de paz tampoco. La paz no puede ser la suspensión de las hostilidades entre Estados. Los Estados son las mentiras del Imperio, como lo confirma la culpable inacción de la ONU que sin embargo reconoce la autoridad nacional palestina humillada y amenazada, en estas horas, por las milicias del gobierno Sharon. Incluso la suspensión de las hostilidades será mentira mientras que no hayan sido reconstruidas las redes globales de resistencia, de desobediencia y de deserción capaces de detener la guerra prefigurando así nuevas perspectivas de vida y de liberación. Habíamos venido a interponernos con nuestros cuerpos y hemos conocido cuerpos de quince, dieciséis y diecisiete años lanzados como bombas humanas contra otros cuerpos. Habíamos venido a hablar con la sociedad civil israelí y nos hemos encontrado colonos que llevan a su espalda la misma metralleta que la policía nacional, que el ejército. Hablamos de paz y comenzamos a contemplar con horror la eventualidad de una paz armada, la posibilidad de una congelación de la arbitrariedad y de innumerables violaciones de la dignidad que el pueblo palestino está obligado a sufrir hoy. Atravesando los territorios ocupados y escuchando las palabras de los mensajeros imperiales, de América y de Europa, nos hemos convencido cada vez más de que había que tomar partido. Combatir. Incluso si eso, para nosotros, aquí y ahora, sólo puede significar desafiar una salva de balazos en las calles de Ramallah para llevar alimentos y medicamentos a Yasser Arafat o donar sangre para uso exclusivo de los hombres, las mujeres y los niños que arriesgan su vida en los hospitales palestinos. Pedir la paz es no pedir nada. Eso lo saben muy bien los reservistas israelíes que pagan en la cárcel sus propias deserciones. Lo saben bien esos palestinos que hemos conocido en Belén, dispuestos a defender sus hogares con el fusil a la espalda. Ahora lo sabemos nosotros también. Desde que hemos sabido que ochocientos mil niños palestinos han sido asesinados de un balazo en el frente, no tenemos ninguna duda.

    Construir otro mundo quiere decir, antes de nada, con todas las fuerzas, combatir contra la guerra global permanente. Sabotearla. Desertar. Esta guerra es hoy, siempre y únicamente, guerra contra los civiles. Pero la oposición a la guerra no puede, no debe transformarse en guerra contra los civiles también, como es hoy el caso en Palestina con la locura desesperada de los kamikazes. Nunca. Debe transformarse, por el contrario, en conflicto por la democracia. Del laboratorio de dudas y lenguajes que ha sido para nosotros Palestina, nos traemos a casa esta pequeña gran certidumbre.

    Hace un año, exactamente en este periodo, volvíamos de otro viaje: la marcha de la dignidad indígena del Subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En Chiapas, aprendimos que resistir a la guerra global, resistir al neoliberalismo, no significa permanecer inmóviles, empeñarse en defender lo existente. Quiere decir resistir y, al mismo tiempo, indicar otras vías y otras posibilidades de vida, de autogobierno, de democracia radical. Eso nos enseñaron las mujeres y los hombres que son del color de la tierra. Ayer era treinta de marzo, precisamente el día de la tierra. Pero aquí hemos conocido únicamente el enésimo día del fuego.

    Traducción: universidad nómada


  • Carta de los desobedientes en Palestina a José María Aznar y a los gobiernos de la UE

    Al presidente de turno de la Unión Europea, José María Aznar A los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea

    Somos los "desobedientes", ciudadanos europeos de la caravana "Action for Peace", que en estos días se encuentra en Palestina, viviendo la tragedia de la guerra en curso.

    Hemos estado en las ciudades asediadas por el ejército israelí, practicando la diplomacia desde abajo, desempeñando una función de observadores internacionales y de garantes de la integridad de la población civil

    Algunos de nosotros continúan en estas ciudades bajo los bombardeos, testigos de los horrores de esta guerra.

    Hemos visto al pueblo palestino privado de la libertad y de los derechos fundamentales, agredido y humillado en su dignidad, al igual que hemos visto cómo el pueblo israelí vive en el terror, encerrado en ciudades militarizadas y rehén del propio miedo.

    Hemos intentado, con nuestra presencia, denunciar al mundo esta situación, detener la guerra, proteger a las personas, los hospitales, las ambulancias, convertidas también en objetivos militares, despreciando así todas las convenciones internacionales.

    Nos hemos unido a los pacifistas israelíes que protestan desde hace años contra la cultura de la guerra y nos hemos manifestado en apoyo de los reservistas detenidos que se han negado a combatir.

    Hemos donado nuestra sangre a los heridos en los hospitales.

    Hemos tenido un encuentro con Yasser Arafat, premio Nobel de la paz, representante electo del pueblo palestino, referente reconocido por la comunidad internacional como presidente de la Autoridad Nacional.

    Hemos comprobado el modo inaceptable en que el gobierno israelí viola los acuerdos internacionales suscritos en Oslo, pisoteando la dignidad de un pueblo también mediante la humillación de su jefe.

    Nosotros, meros ciudadanos europeos, hemos puesto en juego nuestras vidas porque creemos en una práctica política que construya desde abajo condiciones de libertad, justicia, paz y dignidad para los pueblos, para construir una alternativa posible a un mundo dominado por la injusticia y la guerra.

    Por estas razones exigimos:

    a) El envío inmediato de una delegación de parlamentarios europeos, al objeto de garantizar la integridad física de la población civil y el respeto de los derechos humanos.

    b)La constitución de un puente para el envío de ayuda humanitaria, de material sanitario y de personal médico a las poblaciones asediadas.

    c) La aprobación de un documento común de condena de la política del gobierno de Israel y por la aplicación de la resolución de la ONU sobre la retirada de los territorios ocupados

    d) La suspensión inmediata de las relaciones diplomáticas de cada uno de los gobiernos de la UE con el Estado de Israel.

    e) La suspensión inmediata de todos los tratados comerciales entre la UE y el Estado de Israel.

    Por estos motivos, nosotros, "diplomáticos desde abajo", exigimos la convocatoria inmediata de una sesión extraordinaria del Consejo Europeo.

    Jerusalén Este, 2 de abril de 2002
    Los Desobedientes
    Caravana "Action for Peace"