Los Tzántzicos comenzaron su actividad cultural a mediados del año 196l, luego de relacionarse entre sí, en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Central, en donde estudiaron la mayor parte de ellos. La iniciación de sus actividades literarias se realizó en abril de 1962, con un recital poético en el Salón Máximo de la mencionada Facultad, entonces situada en la Calle Chille, frente al edificio del Diario “El Comercio”. En ese recital participaron Marco Muñoz y Leandro Katz. Una semana después, y en el Aula “Benjamín Carrión” de la Casa de la Cultura, se efectuó un segundo recital, denominado “Cuatro Gritos en la Oscuridad”; éste sí ya fue un “acto tzántzico”, en el que participaron Simón Corral, Leandro Katz, Marco Muñoz y Ulises Estrella
. Desde su agrupación, en 1961, los Tzántzicos se constituyeron en un referente de la cultura de la ciudad de Quito y, por qué no decirlo, de la nueva cultura nacional. Su trabajo literario, especialmente en el campo de la poesía, ha trascendido a través de los años, con obras publicadas por algunos de sus integrantes, entre los que podemos citar a Euler Granda, Rafael Larrea, Raúl Arias, Ulises Estrella, Alfonso Murriagui, Humberto Vinueza.
Los Tzántzicos, por su actitud rebelde y solidaria, por el contenido social y político que tuvo su obra literaria, siempre estuvieron en el ojo de la tormenta y, hasta ahora, de tiempo en tiempo, aparecen detractores que intentan minimizar la presencia de este grupo de escritores en la cultura nacional. Tal es el caso de un señor Juan Valdano, cuencano por más señas, que exhibe, con una modestia asombrosa, una larga hoja de vida, para presentar un artículo de l6 páginas, escrito por él, sobre la obra literaria de Agustín Cueva. En este “ensayo”, gratuitamente, Valdano lanza sus “dardos envenenados” contra los Tzántzicos y, además, miente descaradamente cuando, entre otras cosas, afirma: “Del grupo de poetas Tzántzicos solo uno de ellos trascendió, Ulises Estrella, el más auténtico y valioso. Los demás, al parecer, se quedaron en el grito nocturno, en la cabriola al borde del abismo, en el texto escrito para decirlo aullando, en el texto de “emboscada”, en la pose del revolucionario de cafetín que, sin dejar de ser el pequeño burgués que siempre fue, se vuelve miembro del partido comunista o, mejor, defensor del fundamentalismo ideológico de los maoístas chinos, admirador de la tristemente célebre “revolución cultural”.
Han pasado cincuenta años desde que los Tzántzicos tuvieron una militancia positiva para la cultura nacional y, sin embargo, para confirmar la regla, aparece este señor Valdano, de indudable procedencia anticomunista, a pontificar contra el Tzántzismo y a mentir, una vez más, sobre su presencia en la cultura nacional. Para Valdano, Ulises Estrella es el único “trascendente” del Grupo; su ignorancia y su tendenciosa posición política no le permiten reconocer la extensa obra literaria de escritores tzántzicos como Euler Granda, Raúl Arias, Rafael Larrea, Humberto Vinueza, Alfonso Murriagui, Abdón Ubidia, Alejandro Moreano, Francisco Proaño y Luis Corral, todos ellos autores de numerosos libros y presentes, aún en estos momentos, en el quehacer literario y cultural de nuestro país.
Aquí y ahora no cabe la polémica: el señor Valdano puede afirmar lo que le dé la gana, ya lo hizo hace cincuenta años y entonces solo pudo demostrar su mediocridad y su ignorancia, ahora saca a flote su frustración y su amargura. La verdad es que la obra literaria de los “Tzántzicos” está presente en la Historia de la Literatura Nacional y en los anaqueles particulares y en las bibliotecas públicas, por lo tanto, solamente los lectores pueden encontrar aciertos y errores que, nosotros los Tzántzicos, los asumimos como una manifestación vital de lo que fuimos y de lo que somos.
Qué pena que al señor Valdano le haya quitado el sueño, durante cincuenta años, la presencia innegable de los Tzántzicos.
