Vietnam, de ayer a hoy

Por Laura Bergara y Evangelina Tumini

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

Introducción

(...) Después de más de una década en la que el gobierno se ha dedicado a la apertura económica y a dirigir la gestión pública, el partido vuelve a situarse en primer plano y efectúa una especie de balance. Sus conclusiones no admiten réplica: las dificultades económicas, el reciente repliegue de las inversiones extranjeras, la pobreza galopante y las rebeliones de un mundo rural aplastado por los impuestos, tiene que inscribirse en el pasivo de un aparato de Estado que ha fracasado en su intento de modernizar el país. (...)[1]

 

  Para comenzar el trabajo seleccionamos este párrafo de Philippe Papin correspondiente al texto “Vietnam, el partido contra el Estado”, porque lo consideramos ilustrativo de la situación del Vietnam actual. Analizando lo dicho por el autor en la cita y teniendo frente a nosotras el resultado de un proceso histórico, comenzamos a cuestionarnos sobre el origen del mismo. En este buceo por el pasado vietnamita nos encontramos con una historia de pobreza y  sometimiento que parece ser una constante en la realidad del pueblo: se inicia con la dominación colonial francesa, no cesa en las luchas por la independencia y  en la constitución de la República Popular Vietnamita y se agudiza alrededor de los años ochenta gracias a  las medidas de reactivación económica tomadas por el Partido Comunista.

  Nos pareció interesante detenernos en los conflictos que se originaron a partir de la conquista de la independencia de Francia, que no logró consolidarse en un primer momento y que significó la división del país por años; la labor que cumplió en este momento el Partido Comunista; la inserción de Vietnam en el mundo en un contexto de posguerra y las relaciones político-diplomáticas y militares con las potencias occidentales y asiáticas hasta los primeros años de la República Popular de Vietnam. 

  En un segundo momento destacamos las primeras medidas tomadas por el Partido Comunista Indochino, pero nos centramos fundamentalmente en el conflicto armado que mantuvo Vietnam con los EE.UU y el reordenamiento político, económico y social  que devino luego de las negociaciones de paz.  Por último, hacemos referencia a la situación del Vietnam actual, deteniéndonos en los resultados de una política que ha tendido a abrir sus mercados al neoliberalismo económico, con el objetivo de mostrar la discordancia existente entre la prédica comunista y el accionar del gobierno. En esta última parte,  también hemos tenido presente las similitudes en las realidades chino-vietnamitas, lo que nos hizo pensar en una posible forma de salida asiática a la crisis. 

 

 

EL VIETNAM COLONIAL: las luchas por la independencia

  Al desatarse la segunda guerra mundial, Vietnam, Laos y Camboya constituían desde 1889, la llamada “Unión de Indochina”, bajo la dominación de la potencia colonial francesa. A la vez Vietnam estaba dividida en tres principales ciudades: Cochinchina, con Saigón por capital (en el sur); Tonkín, con capital en Hanoi (en el norte); y el imperio de Annam, cuya capital era Hue (en el centro). Esta federación estaba gobernada desde París, siendo Cochinchina la única considerada colonia, mientras que las restantes tenían el título de protectorados.

  A partir de esta ocupación y por medio de una política de grandes concesiones de tierras a compañías francesas y colaboradores vietnamitas, el gobierno colonial llevó a adelante cambios fundamentales en las relaciones económicas y sociales de las aldeas. Se produjo entonces una concentración de la riqueza, facilitada por la introducción de la propiedad privada y el crecimiento de un número de vietnamitas carentes de tierras. Esto trajo como consecuencia la ruptura de la tradición que consistía en la posesión de tierras colectivas, permitiendo la consolidación de un grupo de terratenientes absentistas, particularmente en Vietnam del Sur. Además, debemos tener en cuenta la penetración creciente de una economía monetaria, que transformó las tradicionales formas de interacción socioeconómicas, viéndose éstas reemplazadas por un sistema de intercambio comercial.

  Los impuestos comenzaron a recaudarse según los individuos ( y no a partir de las aldeas comunales) y al mismo tiempo se abandonaron los antiguos pagos en especie (arroz, cobre, zinc) por los pagados en plata ( tanto impuesto a la tierra como el impuesto por cabeza). Este sistema de tributación llevó a que la mayoría de los campesinos contrajeran deudas con prestamistas y terratenientes.

 

(...) De 1890 a 1896, los impuestos directos se duplicaron; de 1896 a 1898, aumentaron todavía en un 50 %. Cuando se imponía un aumento a un poblado, este se resignaba y pagaba; ¿ a quién habría presentado sus quejas? El éxito de estas operaciones animó a los residentes a repetirlas. A los ojos de muchos franceses, la docilidad de las comunas era una prueba manifiesta de que la medida no se había colmado. (...)[2]

 

   En cuanto al sector exportador los franceses se concentraron en el monopolio de la producción de arroz, de minerales y caucho, aniquilando así a los artesanos que pudieran competir con las importaciones francesas. Tanto los campesinos empobrecidos como los artesanos más perjudicados, contribuyeron  a engrosar la mano de obra barata que permitió la expansión de los sectores mineros y de plantaciones.

 

(...) El reclutamiento es sobre todo una deportación mal disimulada. Sin tener en cuenta las fiestas religiosas, los trabajos agrícolas arrastran comunas enteras hacia las canteras. No regresa más que una pequeña parte, y por supuesto, no se hace nada para asegurar este regreso. (...)[3] 

 

  Este sistema económico entró en crisis en la década de 1830, con el crack de la bolsa de Wall Street, por la cual los mercados del caucho y del arroz bajaron abruptamente. Las compañías se declararon en quiebra, miles de trabajadores fueron expulsados de sus empleos y el gobierno hizo oídos sordos a los reclamos por asistencia. Tras la derrota francesa en la guerra con Alemania y el estallido de la guerra americano-japonesa, Indochina fue ocupada por tropas del Japón. 

  Mientras tanto para el momento en el que se da la ocupación japonesa, los vietnamitas ya tenían en su historia una importante experiencia política. Los primeros esfuerzos fueron asociaciones clandestinas de literatos dedicadas a derrotar a los franceses, que fueron sofocadas durante la primera guerra mundial  y que nunca revivieron. A ellas debe sumársele una gran variedad de organizaciones nacionalistas, radicales, marxistas y el moderado Partido Constitucionalista ( formado por un grupo de terratenientes y comerciantes).

  Sin embargo, hacia la mitad de la década del 30 estas organizaciones habían perdido las iniciativas frente al Partido Comunista Indochino y los troskistas. Ambos grupos aprovecharon la relajación de la seguridad colonial producida durante el período del Frente Popular ( 1936-39),  para publicar extensamente, convocar mitines públicos, compañas para elecciones, etc. Es por estos años cuando un sector del Partido Comunista Indochino, debido a la amenaza que significaba la política exterior japonesa, le propuso una alianza al Frente Popular Francés a fin de formular una defensa estratégica frente al latente avance japonés.

  El objetivo que perseguían con estas negociaciones era obtener una serie de concesiones del gobierno francés en beneficio de los vietnamitas, para que pudieran sentirse como formando parte de un país que garantizaba sus derechos, cuestión que permitiría forjar un sentimiento de nacionalidad que los movilizaría a la lucha. Como aquellas medidas no fueron tenidas en cuenta, los cuadros del Partido Comunista comenzaron a difundir tácticas  de la guerrilla, como lo hacía el ejército rojo chino.

  Mientras tanto los japoneses en Indochina estaban ocupados estableciendo contacto no sólo con los administradores y comerciantes franceses, sino también con los empresarios, periodistas y líderes religiosos  vietnamitas. El compromiso directo con Tokio en Indochina creció con la captura de Cantón por el ejército japonés en 1938 y la subsiguiente necesidad de cortar los suministros hacia el régimen del Kuomintang en China. La invasión alemana a Francia en 1940 permitió al gobierno japonés explorar el sur de Indochina. Se llegó así, a un acuerdo con el gobierno francés (Vichy) por el cual sería reconocida su soberanía a cambio de que las unidades militares japonesas pudieran entrar en el norte de la colonia; además de una completa renegociación de las relaciones económicas.

  Una de las primeras medidas tomadas por los japoneses después de asentarse en Vietnam del Norte fue el de confiscar los negocios chinos previamente activos en el comercio hacia Yunnam. Luego obtuvieron de parte de los franceses las rentas públicas locales para el sostenimiento de sus fuerzas militares. Más tarde lograron reorientar el comercio de Indochina hacia Japón, ocupando el mismo lugar que antes monopolizaban los franceses. Las principales extracciones fueron artículos como el arroz, maíz, yute y aceites vegetales; mientras que productos como el caucho fueron adquiridos en proporciones modestas. Para asegurar estas extracciones Japón forzó a los campesinos vietnamitas a sustituir partes de sus tierras arables hacia al cultivo de cáñamo, yute, maní, etc. Estas medidas ignoradas en un primer momento por el gobierno francés, fueron adoptadas por medio de la violencia.  Mientras tanto la comunidad francesa de Indochina había comenzado a acelerar la producción local en reemplazo de las importaciones francesas. La mayor parte de la producción fue destinada a los europeos y los excedentes se vendieron a precios exorbitantes a la población local.

  La situación internacional de guerra no solo influía en las cuestiones económicas sino que también fue determinante en la estrategias político- militares. Al parecer la victoria momentánea de los aliados en la guerra comprometía este modus vivendi de los franceses y japoneses en Indochina. Además la discordancia existente entre las autoridades y los grupos de franceses permitieron el avance japonés. En efecto, el 9 de marzo de 1945, el coup de force eliminó la presencia colonial francesa en dos días, dándole la victoria a los japoneses. El resultado de esto no fue justamente lo que aquellos esperaban, dado que aquí comenzó lo que conocemos como Revolución Vietnamita.

  Una ola de euforia verdaderamente independentista recorrió Vietnam, desde marzo hasta mayo de 1945, fue particularmente evidente en los pueblos y ciudades pero incluso llegó a muchas áreas rurales. Este movimiento fue alentado por varias organizaciones revolucionarias vietnamitas que se habían unido en la “Liga por la Independencia de Vietnam” (Viet Minh). Bajo la dirección de Ho Chi Minh venían luchando desde la década del 40 contra los colonialistas franceses y el régimen de ocupación japonesa. A raíz de estas movilizaciones y ataques continuados a graneros a fin de presionar a las autoridades coloniales para impedir la excesiva importación del arroz y el trabajo forzado, los japoneses comenzaron a perder posiciones estratégicas tanto en Tonkin como Annam. Una vez más la situación internacional fue determinante en el destino japonés. El  siete de agosto de 1945 Hiroshima fue destruida por una bomba atómica estadounidense  y días más tarde, el Ejército Rojo Soviético barrió Manchuria y Corea. Estos eventos llevaron a una rendición incondicional de Japón y provocaron un levantamiento general, donde los campesinos se unieron a los habitantes de Hanoi por la liberación de todas las instalaciones gubernamentales. Gracias a esto, el Viet Minh asumió el poder el 26 de agosto de 1945.[4]

  Dos meses más tarde, el 2 de septiembre de 1945, fue proclamada la República Democrática del Vietnam Independiente.

  A pesar de los intentos colonialistas franceses de recuperar Vietnam, aprovechando los conflictos internos de Vietnam del Sur ( antagonismos entre el Viet Minh  y los cuadros del P.C.I, grupos de nacionalistas y sectas religiosas) y contando con el apoyo de la fuerzas británicas, Francia fracasó en su objetivo de recuperar su antigua soberanía. La guerra de ochos años acabó en 1954 con la catastrófica derrota francesa de Diem Phu poniendo término definitivo al imperio colonial francés en Indochina.

 

 

LA ORGANIZACIÓN DEL LAO DONG DANG: las relaciones americano-vietnamita

  Una vez iniciado el proceso de organización de la República Popular, Ho Chi Minh estableció su gobierno tomando como modelo la forma política china. Acompañado por sus seguidores se instaló en la jungla dirigiendo la guerra de guerrillas desde un cuartel general que se desplazaba ágilmente. Las primeras medidas estuvieron orientadas a conquistar la confianza de la población campesina. Tras el asentamiento definitivo del Vietn Min en Hanoi, el Partido Comunista fue disuelto, reapareciendo en mayo de 1951 como Lao Dong Dang ( Partido de los Trabajadores), y a partir de la victoria sobre los franceses se hicieron con el control exclusivo del aparato gubernamental. Desde   allí liquidaron a muchos de sus antiguos aliados por considerarlos “enemigos de clase” (nacionalistas).

  El gobierno funcionaba siguiendo las directrices del Politburo, en donde el secretario general del partido, Truong Chinh, había impuesto una radical reforma agraria. Ésta fue llevada a cabo con tal brutalidad que en 1956 se produjo un levantamiento campesino contra el régimen, que paradójicamente facilitó una mayor concentración de poder en la persona de Ho Chi Minh. 

  La victoria de Viet Minh significó un cambio importante en las relaciones político-diplomáticas: alarmó a las potencias democráticas-occidentales de un posible avance comunista en todo el sureste asiático.  En este contexto es en el que surge la famosa “teoría del dominó” del norteamericano Eisenhower: 

 

(...) si ponen ustedes una serie de fichas de dominó y empujan la primera, muy pronto acaba cayendo hasta la última. Dicho de otra manera: si se permite que los comunistas dominen Vietnam se corre el riesgo de que se produzca una reacción en cadena y todos los Estados de Asia sudoriental se vuelvan comunistas unos tras otros.(...)[5]

 

  En la conferencia de Ginebra celebrada en mayo de 1954 ( Francia, Inglaterra, Estados Unidos, U.R.S.S., República Popular China, delegación norvietnamita y otra sudvietnamita y además una comisión laosiana y camboyana) se reconoció la independencia de Laos, Camboya y Vietnam, quedando esta última dividida en dos Estados separados por el paralelo 17; asumiendo además el compromiso de celebrar elecciones para la reunificación. Bajo la perspectiva de la política de contención ideada por el secretario de EE.UU John Foster Dulles, se creó la Organización del Pacto del Asia Sudoriental (SEATO) por la cual comenzaron las ayudas norteamericanas a Indochina. 

   A partir del apoyo soviético y chino se abrió un período de reconstrucción económica, proponiéndose como objetivo el de conseguir que la producción agrícola e industrial y las comunicaciones del país, asolados por la guerra, volvieran alcanzar los niveles anteriores a ésta. Simultáneamente, se fortaleció la actividad terrorista de los comunistas en Vietnam del sur, iniciándose así según Berg, la segunda fase de la guerra de Indochina. De esta manera, en diciembre de 1960 se fundó en Vietnam del sur el “Frente de Liberación Nacional” (F.L.N.), en el que se agruparon cerca de veinte partidos políticos y grupos religiosos. La organización –Frente del F.L.N- estaba constituída por los guerrilleros sudvietnamitas denominados “Vietcong” que imponían en su ámbito de influencia el terror.  

  En repetidas ocasiones se llevaron adelante elecciones que confirmaban los respectivos gobiernos del sur en su intento por crear un Estado independiente,  siendo aquellos sostenidos por el gobierno norteamericano. Este lugar fue el enclave que utilizaron los EE.UU para frenar el proceso de reunificación vietnamita  bajo la égida del Partido Comunista. Para ello se valieron de sucesivos gobernantes adeptos al poder americano. Sin embargo, la política personalista y autoritaria de Diem (presidente de Saigón) no era del agrado del gobierno norteamericano, por ello aprovechando los conflictos desatados con la capa media budista, decidió intervenir en el sur de Vietnam exigiendo cambios en la autoridad presidencial, presentando esta intervención como legítima, ya que “era imprescindible restablecer el orden”.

  Además EE.UU. creía necesario defender su posición hegemónica mundial asegurando el repliegue de las fuerzas comunistas, objetivo oculto bajo el discurso de  potencia garante de la paz y protectora de sus aliados:

 

(...) La decisión fundamental entorno al Asia sudoriental ha de tomarse ahora. Tenemos que decidirnos: o bien ayudamos a aquellos países en la medida de nuestras fuerzas o abandonamos la lucha y hacemos retroceder nuestra línea defensiva a San Francisco. O en tal caso, lo que es aún más importante, estaríamos anunciando al mundo que no cumplimos nuestros compromisos y no sostenemos a nuestros amigos. (...)[6]

 

  Los grandes conflictos en el sur de Vietnam terminaron con el asesinato del presidente Diem, lo que provocó una gran inestabilidad política (cinco cambios en el gobierno). Esta situación fue beneficiosa para los comunistas, ya que les permitió conquistar importantes provincias sudvietnamitas. Para contrarrestar este avance, EE.UU decidió reforzar la dotación de fuerzas aéreas, atacando los principales puertos e instalaciones de aprovisionamiento norvietnamita. Tiempo después, se hacían presente las primeras tropas de combate por tierra en el norte de Vietnam.

  El gobierno americano encontró fuertes resistencias a su objetivo militar, debido a la no muy clara conciencia de lucha por parte de los soldados norteamericanos y a la creciente oposición de la prensa que veía en esta guerra “la lucha del Goliat americano contra el David vietnamita”, confirmando la política neocolonialista.

  La guerra de desgaste que llevaron adelante los vietnamitas significó un costo altísimo para los EE.UU, tanto desde el punto de vista económico como en el de vidas humanas, lo que llevó al abandono del objetivo militar en Vietnam. En consecuencia, el presidente Jonhson (31 de marzo del 68) anunció el inicio de las negociaciones de paz, sin previa consulta al gobierno de Saigón; lo que provocó una grave crisis de confianza en las relaciones americano-vietnamitas, crisis que al comienzo de la década del 70 había de extenderse también a las relaciones de los EE.UU con el resto de sus aliados asiáticos, como consecuencia del acordado acercamiento chino-norteamericano también efectuado por sorpresa. Frente al inicio de las negociaciones de paz, en mayo del 68, las posturas soviética y china fueron disidentes. Mientras que el gobierno soviético respaldó el inicio de las tratativas de paz, China consideró el comienzo de las mismas como desfavorable para su situación político-estratégica: temía a una creciente influencia soviética en Hanoi y al surgimiento de un Vietnam independiente y unificado, que con la anexión de Laos y Camboya se convirtiera en una potencia enemiga.

  En los EE UU el recién electo presidente Richard Nixon  y su consejero de seguridad Henry Kissinger, reiniciaron las negociaciones de paz, ya acordadas por Johnson, teniendo como objetivo primordial poner término a la intervención norteamericana en Indochina y “traerse para casa a los chicos de los campos de batalla y de la cautividad”. Las exigencias de las partes en las negociaciones de paz eran en esencia las siguientes: Washington exigía de Hanoi, como contrapartida de la retirada de sus tropas, el retroceso de las fuerzas norvietnamitas al norte del paralelo 17. Además el FLN y el gobierno de Saigón debían ponerse de acuerdo con respecto a la formación de un gobierno de coalición y sobre la celebración de elecciones libres bajo control internacional. Por el contrario, Hanoi exigía la retirada incondicional de las tropas norteamericanas, la dimisión inmediata del gobierno de Thieu (presidente de Saigón) y la formación de un gobierno de coalición, compuesto por representantes del FLN y de la llamada “Tercera Fuerza” (término con el que se designaba a los opositores neutralistas, no comunistas, al régimen de Thieu). A esta coalición del “Frente Popular” había de confiársele las celebración de las elecciones. Al parecer las tropas norteamericanas comenzaron a retirarse de Vietnam del sur, pero Hanoi no dio ninguna garantía respecto a la reducción de tropas norvietnamitas. Además desde 1968, el ejército sudvietnamita asumió la defensa que hasta hace un año antes había desempeñado los EE.UU, cargando con el peso principal de la guerra.

  Posteriormente se llevaron adelante otras ruedas de negociaciones realizadas gracias a las exigencias de los EE.UU, donde claramente este salió en desventaja: tuvo que retirar las tropas del territorio vietnamita y se comprometió a respetar la unidad, soberanía e independencia de todo Vietnam dejando vía libre a los comunistas en su intento de reunificación conservando la base en Hanoi. Los comunistas tras la retirada de las tropas norteamericanas y favorecidos por la crisis que sufría el gobierno de Nixon (caso Watergate), reiniciaron la lucha: tras la entrega de las tierras altas centrales de gran importancia estratégica y la huida de millones de civiles y de soldados, el anillo defensivo que rodeaba a Saigón se rindió rápidamente. A principios de 1975 Thieu renunció y asumió el poder un Comité Revolucionario Militar dirigido por el general norvietnamita Tran Van Tra.

  Las primeras elecciones conjuntas en Vietnam para elegir una Asamblea Nacional Constituyente se realizaron el 25 de abril de 1975; terminaron con la  victoria del programa de Hanoi. Meses después esta asamblea proclamó oficialmente la reunificación de Vietnam. Unas de las primeras medidas de este gobierno fue la deportación de muchas de aquellas personas que ocupaban las ciudades superpobladas hacia las llamadas “nuevas zonas económicas”, ocupándolas en trabajos agrícolas. Seguido a esto el partido aprobó un plan quinquenal cuyo objetivo era convertir a “Vietnam en un Estado socialista modelo, con una industria y una agricultura moderna, una defensa nacional poderosa y una cultura y ciencias progresistas”.  Dentro de este programa se asignaba a Vietnam del sur la función colonial de productor de productos alimenticios, fomentándose sobre todo la agricultura, la pesca y las explotaciones forestales; mientras que en Vietnam del norte se planeaba la constitución de una economía industrial principalmente con ayuda soviética. Al mismo tiempo se desarrolló un mecanismo de control político que iba desde la central del partido hasta las células familiares. Sobre esta estructura fundamental se levantaban sectores que eran controlados por los comités de distrito y de provincia. La dirección la realización de la “revolución democrática popular” en Vietnam del sur central de esta estructura de mando para fue desde el primer momento el Politburó de Hanoi.

 

 

¿Modo de transición asiática?

   Las medidas tomadas a partir del VI Congreso del Partido Comunista Vietnamita en diciembre de 1986 (Doi Moi), permitieron una paulatina transición de la economía socialista planificada hacia una forma de economía mixta, caracterizada por un crecimiento sostenido sin grandes desequilibrios. Esta nueva política estaba orientada hacia una liberalización y apertura económica: rehabilitación de las empresas privadas; disminución del sector público, tanto del número de empresas como de personas empleadas en ellas; descentralización de los créditos; apoyo a las inversiones directas extranjeras, en especial a las que contaban con socios vietnamitas. Sin embargo el discurso oficial presentaba las reformas como una etapa en la transición hacia el socialismo. Paradójicamente estas medidas fueron tomadas principalmente con el objetivo de recuperar los mercados de Europa oriental, persiguiendo la estrategia de integración regional y de relativa apertura internacional.

  El peso de estas medidas persiste en la actualidad, ya que hoy Vietnam comercia fundamentalmente con Japón, que en los últimos años se ha transformado en el principal inversor en el país y ha logrado sustituir a la ayuda soviética y al stock de los bienes de consumo del sur, que antaño monopolizaban los norteamericanos. Como parte de esta estrategia de  integración regional e internacional, el país ha alcanzado la autosuficiencia alimentaria constituyéndose en el tercer país exportador mundial de arroz, facilitando la aceleración de los intercambios con los países occidentales a partir de la década del 90.

  Es evidente que la política del Doi Moi guarda importantes semejanzas con las reformas chinas de la década del 70; en ambos países las reformas económicas han alcanzado una dimensión tal, que no corre paralelo con la situación política. En este sentido vale recordar que las reformas vietnamitas guardan una estrecha relación con el socialismo de mercado de Deng Xioping, cuyo objetivo era reformar la economía sin atentar contra el monopolio del Partido Comunista, asegurando la conservación del poder:

 

  “En China no hay ni elecciones libres ni prensa libre y, a menudo, los dirigentes comunistas se han visto obligados a sentarse en el banquillo internacional de los acusados por violar los derechos humanos, (...) la mayor parte de la economía sigue estando, como antes, bajo control público, (...) China se apresta a conciliar lo imposible – socialismo y economía de mercado, libertad de mercado y dictadura política.(...)”6

 

Para estos países este “salto de la etapa capitalista” ha significado una rehabilitación de las relaciones internacionales que permitió el crecimiento de importantes sectores beneficiados por el desarrollo del capitalismo financiero, pero ha engendrado al mismo tiempo una realidad nefasta para la población. Según Fritz Vorholz en China los problemas más acuciantes son la falta de escuelas y viviendas, la escasez de electricidad y de agua, sumado a las deficiencias en el sistema de transporte:

 

“(...) A pesar de los logros económicos, los ingresos por habitante en 1991 no superaban los de Haití, el país más pobre de América Latina. Si se examina el poder adquisitivo del dinero, el habitante medio de China, de acuerdo con las estadísticas, percibe sólo la mitad que el ciudadano brasileño medio.(...)”7

 

   Además la corrupción y el contrabando dentro de la burocracia estatal, se presentan como una vía legítima de ingresos complementarios al salario, al parecer, no muy bien remunerado de los funcionarios. Por lo menos en Vietnam, estas alternativas de recursos se muestran como necesarias debido a que los ingresos del Estado han caído entre el 20 y el 30 % en los últimos años, dado que las inversiones extranjeras sufrieron un importante retroceso, alrededor de un 40% entre los años 97-98. Por todo esto los compromisos internacionales se pueden ver seriamente perjudicados, debido a que las importaciones fraudulentas restan competitividad a los productores vietnamitas, perjudicando las relaciones comerciales del país en el marco de una integración económica regional. Esta cuestión trae aparejada un quiebre en cuanto a la legitimidad y el peso político de Vietnam frente a otras potencias del sudeste asiático.

  Quizás una de las cuestiones más graves, desde una perspectiva occidental, es la falta de un orden jurídico-democrático que permita la periodicidad y renovación en los cargos de la Administración Estatal. El presente vietnamita no es para nada alentador, pero la imposibilidad de elegir una alternativa política que permita pensar en un cambio es todavía mas preocupante. Esto se pone de manifiesto en la función que cumple el Frente de la Patria, el cual juega un rol importante en las elecciones a la Asamblea Nacional, ya que debe aprobar la nominación de los candidatos sabiendo que previamente gran parte de ellos fueron designados a nivel central. Parafraseando a Michel Herland:

 

(...) el dominio del partido sobre la vida política es total, como lo prueba la suerte reservada a los escasos opositores (...) la libertad de expresión está muy lejos de haberse conquistado(...)8

 

  A partir de las dificultades económicas que vive el país el Partido Comunista ha entrado en una crisis de legitimidad, porque la liberalización económica comprometió los objetivos independentistas y los principios proclamados por la Revolución, ya que la apertura a las inversiones extranjeras significó una mayor dependencia de los capitales foráneos y trajo como consecuencia desigualdades sociales. Frente a esto, el Partido cree necesario tener que demostrar que es posible la fusión entre la doctrina y la práctica y para ello ha tomado distancia de las medidas adoptadas por el Estado que el mismo Partido integra y vuelve a presentarse como el último instrumento garante de la solidaridad, la armonía social y la unión nacional. 

  Lo cierto es que, a pesar de la notable injerencia de los capitales extranjeros, no podemos decir que tanto China como Vietnam se encuentran en el camino hacia el capitalismo, sobre todo porque el sector público todavía se mantiene, controlando desde el centro o por medio de autoridades locales las principales industrias, el comercio exterior, el transporte, las comunicaciones ,la educación, etc. Según Lin Chun en China los trabajadores ni siquiera son mano de obra libre en un mercado de trabajo bajo el espíritu capitalista:

 

“El mercado de trabajo en formación estará condicionado por el contexto general de la economía socialista de mercado regulada por autoridades nacionales y locales. Estas autoridades políticas tienen razón para respetar y reforzar algunos principios socialistas respecto a las exigencias de la mano de obra.(...)”9

 

 Decimos que China y Vietnam no se encuentran en el camino hacia el capitalismo; pero al mismo tiempo es obvio que tampoco marchan hacia el socialismo, si, por lo menos tomamos como referencia del socialismo la carencia del trabajo alienado, el establecimiento del régimen político- democrático y el autogobierno de los productores asociados. Al parecer lo que los burócratas entienden por una “economía socialista de mercado” es el mantenimiento del poder del Partido, mientras se introduce el mercado para racionalizar la economía. Como bien señala Lin Chun:

 

“(...) Nuestros economistas reformistas no han explicado, en absoluto, con claridad, lo que diferencia a un mercado socialista de un mercado capitalista, y del mercado como tal, más allá de la presencia de un Estado intervensionista dedicado a promover los intereses públicos. También ellos están cegados por el fetiche de un mercado que se supone que ha de resolver por arte de magia todos los problemas de China una vez sea perfeccionado.”10

 

  No está claro hacia dónde se dirigen los destinos de estos dos países; lo cierto es que el panorama no es demasiado alentador, más aún si tenemos presente las considerables similitudes que guarda la realidad asiática con la latinoamericana (corrupción, dependencia económica, fuertes desigualdades sociales, etc.) Desde la década del 80 asistimos a una creciente desestatización en todos los ámbitos de la sociedad, como parte de un programa de reformas orientadas a garantizar un riguroso programa de ajuste económico, producto de la llamada crisis de la deuda externa. A partir de estas medidas la lógica del mercado (según éxitos y fracasos) ha penetrado en las áreas claves de la estructura social (educación, mercado de trabajo, salud, etc.) con el objetivo de descentralizar estas responsabilidades y adjudicárselas a los poderes provinciales, municipales, etc. Estas medidas han podido socavar el antiguo control del Estado, porque la ortodoxia neoliberal promovida por los organismos financieros internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), fue asumida por las elites políticas y económicas locales como la única guía válida para superar el déficit público  y estabilizar las convulsionadas economías

de la región.

  América Latina se ha quedado tan sólo con el aspecto formal de la democracia: el sufragio que nos asegura la periodicidad y la renovación de los funcionarios en los cargos públicos. Vivimos en un sistema capitalista, no hay duda, pero la lógica del mercado por sí sola, sin ninguna contención institucional, no trae justicia social.

  ¿Podrán los países asiáticos encontrar el equilibrio entre una economía de mercado abierta a las inversiones extranjeras, que asegure condiciones de bienestar social y al mismo tiempo permita la libre participación de las masas en un sistema democrático que garantice condiciones de igualdad para todos frente a la ley?  Hoy esto parece cada vez más una utopía. Para América Latina es una realidad que no podrá concretarse en la medida en que sus representantes políticos continúen sirviendo a los intereses de los grandes organismos financieros. Quizás el sudeste asiático se encuentre ya inserto en un proceso de transición (por eso la mixtura entre una creciente liberalización económica y marcada presencia del Estado), y por ende encaminado hacia una forma alternativa de organización de la sociedad  que le permita salir de las ya conocidas recetas económicas del capitalismo neoliberal.  

 

 

 

 

 



[1] Papin,Philippe; “Vietnam, el partido contra el Estado”; Le Monde Diplomatique, ed. española; 2000.

[2] Ho Chi Minh, “ Selección de escritos políticos”; Ed. La rosa blindada; Bs. As; Pág. 252.

[3] Ibíd.., Pág. 259.

[4] Marr, David, “La Segunda Guerra Mundial y la Revolución Vietnamita” Yale University Press Southeast Asia Studies, 1984.

[5] Berg, Hans; “ Indochina en pleno cambio de las constelaciones del poder”, Siglo XXI, Madrid, 1985; Pág.192.

[6] Ibíd.., Pág. 201.

6 Vorholz, Fritz; “China en transformación”; Debats, N°47; Ediciones Alfons El Magnanim; 1994; Pág. 28.

 

7 Ibíd., Pág. 29.

8 Herland, Michael; “Liberalización económica, autoritarismo político” Le Monde Diplomatique, ed. Española, 2000.

9  Chun, Lin; “ China hoy: el dinero disuelve la comuna”; Debats, N° 47; Edicions Alfonso el magnánimo; 1994; Pág. 21.

10 Ibíd...; Pág. 26.