LA CRISIS DE LOS TIGRES ASIÁTICOS EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN.

Noelia F. Sola. 

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

Según la propuesta de Alain Touraine , cuando se habla de globalización se remite a tres hechos: el libre comercio mundial; el desequilibrio entre una economía mundial y los sistemas de control político y social aun vinculados a los estados nacionales; y el aspecto cultural [1]. Tomando este planteo, intentaré ubicar la crisis de los “Tigres” asiáticos como un fenómeno que se incluye dentro de la llamada globalización, haciendo hincapié en el rol que es necesario que comiencen a jugar los diferentes estados nacionales ante la necesidad de encontrar alternativas y soluciones a las crisis que los afectan.

Me resultó interesante la propuesta de Touraine de buscar los puntos flojos de la globalización, para ver cómo los estados pueden actuar en esos intersticios que ella va dejando. El desarrollo económico de Asia oriental en el ultimo tercio del siglo XX ha sido definido como un “milagro”o un modelo a seguir por la gran apertura al mercado mundial, la baja tasa de inflación y, la alta tasa de crecimiento. Estos factores tienen que incluirse en el contexto de la Guerra Fría para ver como, al llegar a su fin, llevo a Estados Unidos a replantear algunas decisiones con respecto a Asia y a acelerar nuevas tendencias, obligado por la confirmación de Japón como principal potencia dentro de ese continente. Entonces es cuando la globalización comienza a ser uno de los instrumentos de Estados Unidos para mantener su influencia internacional y consolidar un mercado mundial libre de toda regulación.

El crecimiento de los “Tigres” se debía a los aportes de capitales extranjeros, a importaciones de bienes, y a una política de bajos salarios. Con estas características es evidente que están padeciendo los efectos del intercambio desigual: el precio relativo de sus exportaciones es inferior al precio relativo de los bienes que deben importar para mantener su esfuerzo de crecimiento y para satisfacer necesidades de consumo de los sectores enriquecidos de la población. La distancia entre ricos y pobres es cada vez más grande y se ve acentuada por la devaluación de las monedas, debido a la excesiva fugas de capitales que comienza a producirse en febrero de 1997. La población fue afectada tanto por la perdida del poder de compra como por el aumento del desempleo. Es interesante introducir en este aspecto la idea de Touraine de que en la era de la globalización los capitales circulan libremente, pero los que hasta ahora no tienen la capacidad de circulación por el mundo y los mercados son los seres humanos [2] Cuando las cosas van mal o se avecinan problemas para los capitales y las empresas, lo que se hace, como solución fantástica, es trasladarlos a un país donde los beneficios sean mayores (que es el objetivo del capitalismo) pero las personas, la población no se traslada, y termina siendo la más perjudicada por los efectos de las crisis, especialmente los sectores pobres.

Los países asiáticos saben que la estrategia de crecimiento ha sido el libre comercio, un medio para alcanzar riqueza y poder. También comprendieron que cuando llegaron a completar su desarrollo y se presentaron desequilibrios socioeconómicos, una apertura sin control puede ser amenazante para la estabilidad política. Habiéndose beneficiado enormemente de su apertura al mundo, la globalización de los mercados de capitales ha destruido lo que costó tres décadas conseguir.

La liberalización de los sistemas financieros nacionales sin prestar atención a la existencia de una adecuada regulación, está marcando una gran irresponsabilidad tanto por parte de los gobiernos afectados como de las organizaciones internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional).

Eric Toussaint en su libro “Deuda externa en el tercer mundo”, cita declaraciones de algunos de los miembros de Fondo Monetario Internacional con respecto al control y vigilancia de las economías nacionales para evitar cualquier dificultad económica: “los administradores constatan que se han producido progresos constantes en cuanto en cuanto a la aptitud del FMI a prever en un estadio precoz la aparición de tensiones financieras” (informe anual , FMI 1997, pág. 37), pero luego se ven otras declaraciones que responsabilizan de crisis a los países afectados por la tempestad financiera [3]: “ si hubiésemos podido intervenir seis meses antes, no se habría escuchado hablar de la crisis” (enero de 1998). Otras series de declaraciones, felicitando a los gobiernos de Malasia, Indonesia y Tailandia, se ven sucedidas de numerosas criticas por parte de FMI. En el momento en que la crisis comienza a extenderse rápidamente, trastornando las Bolsas de mundo, el organismo internacional ve como se derrumba el modelo que había impulsado en los últimos 30 años y lo que se hace evidente es la resistencia a aceptar esa crisis. En este sentido, Delage[4] plantea la necesidad de construir el orden económico internacional sobre nuevas bases; dice que es necesario gobernar la globalización, gestionar la interdependencia económica para evitar (por una irrestricta circulación del capital) la reacción contra unos principios que, durante medio siglo, han sido fuente de estabilidad y prosperidad. La complejidad de la realidad internacional y las limitaciones de los estados exigen entender de una vez que la política no puede ser una simple forma de determinismo económico que desconoce diferencias entre naciones, culturas y niveles de desarrollo. Ante el crecimiento y éxito económico, los países asiáticos, no ven la crisis de fondo de la política que reside en la inadecuación de los estados para afrontar problemas concernientes a lo económico y social.

La evolución política de los “Tigres” se halla frenada por la incapacidad de las autoridades para imponer disciplina, además se ha generado desconfianza por parte de los ciudadanos que ven sus ganancias materiales subsumidas al azar. Las sociedades asiáticas comenzarán a exigir un examen detallado del reparto social de los costes y beneficios de las políticas seguidas. El problema será afrontar la prueba de la cohesión que se verá aun mas perjudicada por el surgimiento de conflictos internos, aumento de la pobreza y destrucción de la clase media, ocultos hasta ahora por la excesiva ambición de crecimiento económico y poder nacional.

A medida que la economía crecía, la intervención estatal se hacía cada vez mas difícil. Pero en un contexto donde el proceso de politización de un grupo cada vez mayor de ciudadanos no puede frenarse, los estados son indispensables para el mantenimiento de la unidad nacional, sobre todo en los países donde coexisten varias etnias; así como también para seguir avanzando en el camino de la industrialización, y prevenir dislocaciones estructurales en la economía y la desigualdad en la distribución de la renta. Dentro de las elites de Asia tienen que comenzar a tomar primacía los asuntos políticos, para recordar fracasos que han sido provocados por la falta de debate publico, reflexión critica y alternativas legitimas. Estos son los elementos necesarios para la superación de la crisis.

Ahora se necesita que los estados asiáticos busquen recursos y alternativas para adaptarse a los cambios económicos y sociales, que estallan como consecuencia de la crisis, reveladora de la falta de preparación de esos estados para afrontar transformaciones económicas, las cuales implican regulación, supervisión, transparencia y equilibrio entre el crecimiento rápido y la estabilidad del sistema económico y financiero. En este sentido, la lección de la crisis es que la economía nunca puede sustituir a la política [5] Esta concepción errónea llevo a que los gobiernos dejaran todo en manos de las fuerzas del mercado y atendiendo a esas equivocaciones, lo que se pone de relieve hoy, ante el desastre de los “Tigres”, es que lo que se hundió no fue el modelo asiático, sino países que, por la presión tanto interna como exterior, abandonan las estrategias y los elementos fundamentales para su crecimiento y además llevan a su población a niveles de vida cada vez menos aceptables y la empujan a la desocupación y la pobreza. Por lo tanto hoy el desafío para los estados asiáticos, es reducir las distancias y desequilibrios entre el mundo financiero y el mundo social y político.

 



[1]  Touraine, Alain,”¿Globalización?”,Revista DEBATS,1998.

 

[2]  Ídem.

 

[3]  Toussaint, Eric, “Deuda externa en el tercer mundo”, Nueva >sociedad, Caracas, 1998, capítulo 16.

 

[4]  Delage, Fernando, “Desarrollo, crisis y reforma : fin de la historia en Asia”, Papeles de cuestiones internacionales N°66, Centro de Investigaciones para la paz, Madrid,1999.

 

[5]  Ídem.