Marx y el sistema colonial en la India

Por Antonio Oliva

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

Introducción

Nuestro trabajo se basa en relevar sumariamente los principales problemas abordados Carlos Marx en el período que ofició de reportero para las páginas internacionales del diario norteamericano New York Daily Tribune, entre los años 1853 y 1861, en relación al tema específico de la dominación británica en la India.

Recordemos que la colaboración de Marx con dicho periódico comenzó alrededor de agosto de 1851 y continuó por más de diez años. Muchos artículos fueron escritos por Federico Engels a pedido de Marx, y las temáticas tratadas abarcan desde la expansión de los países europeos en el despegue del capitalismo hacia la conquista de regiones de Asia y África, hasta la particular dominación británica en Irlanda. El fin del intercambio periodístico se dio cuando el periódico norteamericano giró bruscamente sus editoriales hacia la derecha, en los comienzos de la Guerra de Secesión, adoptando un perfil de apoyo a la esclavitud en las colonias sureñas.

Los artículos en los cuales Marx y Engels hacen referencia a la conquista y dominación británica en la India son aproximadamente veintitrés, de los cuales nos hemos servido para extraer y problematizar algunos aspectos. Hemos intentado dividir analíticamente en tres grandes núcleos de problemas el trabajo con las fuentes, a saber:

 

1) Los aspectos tratados por Marx que se refieren al desarrollo del sistema de dominación colonial británico desde el siglo XVIII, haciendo hincapié en el debate del carácter futuro del mismo y las fuerzas en pugna que lo sustentaban, en el último período de la Compañía de la India Oriental. Este período es contemporáneo a la escritura periodística de Marx, es decir de 1853 a 1858.

2) La problemática noción que Marx tenía del “progreso” como maduración de la sociedad india a través del capitalismo introducido por el sistema colonial inglés, y las transformaciones de la estructura económico social que Marx constata en la sociedad india luego del triunfo definitivo de los ejércitos británicos sobre los reinos autóctonos.

3) El análisis específico del primer gran conflicto armado contra la dominación inglesa, la Rebelión de los Cipayos entre 1857 y 1859.

A los fines de reforzar y contrastar las nociones históricas de Marx, hemos introducido alguna bibliografía contemporánea intentando “cruzar” textos de diversos marcos teóricos que podrían iluminar zonas oscuras de la fuente.

 

1) El desarrollo del sistema colonial       

La historia de la colonización de la India por Gran Bretaña, cuyo resultado fue la dominación y consolidación del imperio anglo-indio de la segunda mitad del siglo XIX, se remonta a fines del siglo XVII y está asociada al derrotero de la Compañía de la India Oriental.

La Compañía, en sus comienzos, no gozaba más que de algunos privilegios relacionados con asentamientos comerciales dispersos en los puertos de Madrás, Calcuta y Bombay, dedicándose principalmente al comercio ultramarino de algunos productos autóctonos como las especias. Los comerciantes de la Compañía lograron unificarse en una sola entidad recién en 1702, consiguiendo la renovación de los contratos monopólicos periódicos para el intercambio con la metrópoli, siendo las concesiones, ya para este período, como lo señala Marx, una prerrogativa del Parlamento británico y no un permiso otorgado por los monarcas.[1]

Marx intenta señalar en varios artículos del New York Daily Tribune la relación existente entre el desarrollo capitalista en las islas británicas y la necesidad cada vez más expresa del dominio territorial –y ya no de las factorías del puerto monopólico de tipo mercantilista- sobre los reinos de la India, así como una política comercial signada por las ideas del libre comercio. Luego veremos con más detalle este punto central de las explicaciones históricas de Marx sobre la construcción del imperio anglo-indio.

Marx señala el corte entre una forma histórica y otra a partir del triunfo de Inglaterra sobre Francia en 1756, guerra llamada de los “Siete Años” en la cual se disputaba la hegemonía de las rutas comerciales de oriente y que tuvo escenarios bélicos tanto en Asia como en Europa:

“Los acontecimientos de la “Guerra de los Siete Años” transformaron a la Compañía de la India Oriental de potencia comercial en potencia militar y territorial. Fue entonces cuando se sentaron las bases del actual imperio británico del este”[2]

En este punto, la historia fáctica ha destacado cómo la Compañía combatió con los distintos reinos indios por más de un siglo. Primero se anexionó el Bihar y Orissa, luego de la expansión y consolidación territorial en Bengala. Inmediatamente, en la primera guerra contra los reinos del sur, la Compañía batió a los descendientes del antiguo imperio Mogol, ocupando los territorios situados en la costa oriental del Deccan:

“Hacia 1818 la Compañía se había convertido en el poder principal de la India y tenía bajo su dominio directo todo el territorio del valle de Ganges hasta Delhi, los territorios anexados a los reinos mahratas –quizá los más fuertes del Hindostán- el litoral del Mar Arábigo y las franjas costeras que se extienden desde Bengala hasta el sur”[3]

Más allá de la desastrosa campaña afgana (1838-42) Inglaterra culminó su política expansionista hacia 1849, conquistando el Sindh (1844) y derrotando al poderoso imperio Sikh hacia el final del período.

Como aclara el historiador K.Panikkar:

“En el curso de cien años de guerras los británicos habían impuesto su autoridad desde el Indo hasta Brahmaputra y desde el Himalaya hasta el cabo de Comorín. Los reinos cuya subsistencia se permitió como Kashmir, Mira, Gwaliar, Haidarabad, Baaroda, Travankur, y los estados Rajput, aparte de los principados menores establecidos a partir de los principales, fueron convertidos en territorios dependientes, aislados entre sí, y carentes de poder contra la autoridad británica”[4]

Estos reinos son los que Marx menciona como permitidos bajo el régimen británico de “soberanía restringida” cuya conservación se produjo al costo de pagar un canon fijo al imperio, permitir el acampamiento de las tropas de la Compañía, y en un período posterior aportar efectivos militares para el imperio anglo-indio.[5]

Vemos así que el punto de partida de los informes de Marx es el de los años en los que el Parlamento británico debe resolver, en forma definitiva, el futuro de la Compañía de la India Oriental completada ya la ocupación territorial de la India.

Los informes presentados al Parlamento son la superficie de un fenómeno mucho más complejo donde se juega principalmente  qué sector social y qué tipo de gobierno va a administrar las posesiones británicas en el Hindostán, luego de un balance en general negativo, del papel cada vez menor jugado por la Compañía.

Marx analiza, en uno de sus mejores artículos, el rol de la Compañía de la India Oriental preguntándose por qué el problema indio se había convertido en ese momento en un problema de estado, ministerial y parlamentario.[6]

Sus respuestas giran con relación a cuatro diagnósticos históricos que se autodeterminan:

1) El primer punto es un balance, hecho por Marx, de la inestable subsistencia de la Compañía, y su monopolio comercial y de explotación, conservado a través de casi dos siglos por medio de las regalías hechas primero a los reyes y luego al ministerio y la banca oficial:

“Para conservar el poder que había obtenido sobornando al gobierno, como lo hizo el Banco de Inglaterra, la Compañía de la India Oriental se vio obligada a seguir sobornando del mismo modo al Banco de Inglaterra. Cada vez que su monopolio estaba por expirar sólo podía lograr la renovación de la Carta ofreciendo nuevos préstamos y nuevos obsequios al gobierno”[7]

Luego, las innumerables dificultades financieras convirtieron a la Compañía más que en la piedra de toque para la obtención de recursos públicos británicos, por la explotación y saqueo de una colonia inmensa como la India, en una constante suma de dificultades y corrupciones que más que pagar el tributo a la Corona y al pueblo inglés drenó las finanzas públicas en un país que siempre fue riguroso con el gasto. Marx constata así que, luego de las discusiones de 1813 y 1833, el problema indio no volvió a tratarse hasta 1851, a los efectos de una crisis de las finanzas del imperio anglo-indio.

2) El segundo argumento es quizás el más fenoménico, pero no por ello el menos importante. En este punto Marx desarrolla la historia de la conquista de la India, caracterizada por el constante engaño y provocación del ejército inglés. Llega a la conclusión que los distintos sectores políticos británicos no colisionaron seriamente entre sí con relación a la administración de la Compañía hasta completados los márgenes del imperio anglo-indio. Citemos in extenso:

“De este modo, bajo el nombre de la Compañía, el gobierno británico luchó durante dos siglos hasta llegar por fin a los límites naturales de la India. Ahora entendemos por qué durante todo ese tiempo los partidos de Inglaterra... toleraron todo en silencio hasta que quedara terminado el arrondissement del imperio único de la India. Primero, desde luego, tenían que lograrlo a fin de someterlo luego a su aguda filantropía. Desde este punto de vista se entiende la modificación del problema de la India en el año 1853, en comparación con todos los períodos anteriores de renovación de la Carta.”[8]

3) El tercer argumento es, creemos, el más estructural y quizás el de más destreza demostrativa.

En estas páginas Marx desarrolla los distintos intereses de clase de las fracciones dominantes inglesas, a medida que la burguesía industrial iba consolidando su poder político. Es claro cómo los puntos de vista de las fracciones acompañan a las presiones sobre el Parlamento con relación a la política económica a aplicar, y respecto a la importancia que la India fue significando para los negocios británicos.

El abandono progresivo del carácter meramente comercial de la Compañía de la India Oriental, y la ocupación territorial como forma de explotación de los recursos naturales de la India, fue acompañado desde el primer momento por la importación de las manufacturas de seda y calicó de la industria doméstica india, que eran muy preciadas entre la aristocracia y la oligarquía comercial británica. El comercio monopólico de ultramar detentado en exclusividad por la Compañía permitió, hasta la primera mitad del siglo XVIII, forjar grandes fortunas con estos productos pagados a muy bajo precio a los productores directos del artesanado indio y luego vendidos bajo la lógica del capital comercial.

El crecimiento de la manufactura industrial con relación a la venta en el mercado inglés modificó, hacia mediados de siglo, drásticamente la entrada y comercialización de estos productos elaborados. Al respecto Marx nos recuerda que:

“Leyes similares a la de Guillermo de Orange se pusieron en vigor bajo Jorge I, II y III, como resultado de las reiteradas lamentaciones de los que serían los ‘esclarecidos’ fabricantes británicos y de este modo, durante la mayor parte del siglo XVIII las manufacturas indias fueron importadas en general a Inglaterra para venderlas en el continente y se las excluyó del mercado inglés mismo”.[9]

Pero, a su vez, esta reventa al continente europeo se vio agravada por las restricciones que impuso el imperio napoleónico. Las quejas hacia el Parlamento se intensificaron por el monopolio de únicos importadores que detentaba la oligarquía de los directores de la Compañía, señores del dinero, otrora comerciantes de ultramar.

La historia es conocida: luego de combatir a las manufacturas indias en el mercado inglés, ya entrado el siglo XIX, el crecimiento industrial generó la necesidad de reconfigurar la política económica a favor del laisser faire en los puertos coloniales, para permitir la salida de productos primarios y la entrada de manufacturas. En 1813 y 1833 son los grandes comerciantes ligados a la industria los que ejercen presión y logran la apertura del comercio libre con la India. Marx detalla en su comentario:

“En 1813 la Compañía no pudo continuar resistiendo la presión del comercio en general y, con excepción del monopolio del comercio chino (comercio del opio y del té [nota nuestra]), el intercambio con la India fue abierto a la competencia privada bajo ciertas concesiones. Al renovarse la Carta en 1833, estas últimas restricciones quedaron por fin anuladas, se prohibió a la Compañía realizar comercio alguno –se invalidó su carácter comercial-, se le retiró el privilegio de excluir a los súbditos británicos de los territorios indios”[10]

Lo que quiere significar Marx aquí es el pasaje de un país de expansión comercial a la Gran Bretaña industrial, a través de su política económica con el imperio colonial. El paso siguiente fue la ruina de la industria doméstica de la India, cuya economía se incorporó al estatuto de los países coloniales proveedores de materias primas para sostener la industria algodonera.

Marx destaca, a su vez, el enorme incremento de las exportaciones de manufacturas textiles al mercado indio hindú en un movimiento que ya indica, para la década de 1830, el significado político del triunfo de la burguesía industrial en la política parlamentaria británica, su capacidad de presión sobre la Cámara de los Lores, y la decadencia de la oligarquía comercial en el partido Tory. Nos dice para completar el cuadro:

“Después de cada crisis comercial el comercio con la India Oriental se convirtió, en realidad, en su mejor mercado. En la misma proporción en que las manufacturas algodoneras adquirieron interés vital para la estructura social de Gran Bretaña, la India Oriental se tornó vitalmente importante para las manufacturas algodoneras británicas”[11]

Así fue como la India se convirtió de país exportador de manufacturas en país importador de textiles metropolitanos. Hacia 1850 Inglaterra inundó el mercado indio con telas y géneros de todo tipo que, acompañando la anexión territorial, reconvirtieron a la sociedad aldeana de los otrora reinos indios.

Ahora bien, los hombres de Manchester, de la misma manera en que emplearon su política en Gran Bretaña disputando con el capital comercial un lugar de privilegio en el Parlamento inglés, en las sucesivas sesiones parlamentarias de la década del ’50 reclamaron una nueva forma de gestión de la política británica en la India. Creyeron sentirse, en ese momento, lo suficientemente fuertes como para terminar definitivamente con la Compañía y generar un gobierno a su imagen y semejanza. La crisis económica del algodón de 1851 fue el mejor momento para ingresar sus demandas de caducidad de la Carta y los cambios pertinentes en la forma de administración del imperio anglo-indio. Marx detalla el quiebre definitivo de las fracciones dominantes a este respecto, dando cuenta de la pregunta que se hacía al comienzo del artículo:

“Hasta entonces (1851) los intereses de la dinerocracia que había convertido a la India en su posesión territorial, los de la oligarquía que la conquistó con sus ejércitos y los de la industriocracia que la inundó con sus telas, habían ido de la mano. Pero cuando más dependían los intereses industriales del mercado indio, más necesidad sentían de crear nuevas fuerzas productivas en la India después de haber arruinado su industria nacional”[12]

Ésto, como aludíamos conlleva argumentos para profundos cambios:

“Los fabricantes reclaman ahora la aniquilación de esas fuerzas antagónicas en la India, la destrucción de toda antigua estructura del gobierno de la India y la liquidación final de la Compañía de la India Oriental”[13]

4) El cuarto argumento es un elemento de coyuntura totalmente subsidiario del diagnóstico anterior. Marx alude a la encrucijada ya mencionada entre el gasto que implicó la conquista y anexión del imperio para la Corona y Parlamento británicos, y el momento de necesario balance de los gastos de la Compañía con relación a estas políticas expansionistas. Marx no ahorra detalles:

“Hoy hay una deuda nacional de 50 millones de libras, una continua reducción de gastos dudosamente equilibrados por los riesgosos ingresos del impuesto al opio, que en este momento es amenazado de extinción y agravado por los gastos que pueden preverse de la insensata guerra de Birmania”[14]

Insensata o no, la necesidad de expansión territorial de Inglaterra está aferrada, en este momento, al imperativo de control de mercados lo suficientemente cautivos para expandir la industria tanto de manufacturas como de bienes de capital. Por otra parte, ésto y la manutención del ejército, administración colonial y burocracia metropolitana se da de los pelos con el gasto austero de los economistas liberales.

Veremos cómo Inglaterra resuelve todo el dilema luego de la insurrección de los cipayos en 1858; por ahora miremos más de cerca, a través de Marx la maquinaria del gobierno colonial bajo la dirección de la Compañía de las Indias Orientales.

Marx establece, a grandes rasgos, que para la dominación en la India, Gran Bretaña instauró un doble gobierno. Esta superposición de poderes coloniales llega, por las causas que estuvimos estudiando más arriba, a su punto de saturación hacia 1853 año en que volvió, como vimos, a debatirse el problema del gobierno inglés en la India y el futuro de la Compañía.

Como vimos, el punto de saturación en su superficie, reviste la indignación parlamentaria sobre el problema presupuestario colonial. Pero, en palabras de Marx, esta hipocresía de la Cámara de los Lores y de los Comunes se sustenta también en que los poderes coloniales significan enormes dividendos también para el Parlamento. Nos dice Marx:

“Las oficinas de Leadenhall St. y de Cannon Row[15] le cuestan al pueblo indio la friolera de 160.000 libras anuales. La oligarquía complica a la India en guerras con el fin de encontrar empleo para sus hijos menores, la dinerocracia la entrega al mejor postor y la burocracia subalterna paraliza su administración y perpetúa sus abusos como condición vital de su perpetuación”[16]

Veamos ahora de qué se trata la duplicidad de poderes coloniales británicos en la India.

El primer poder, resabio del viejo sistema colonial inglés, está ligado al poder rentístico de los accionistas organizado en la Corte de Directores. La Corte de Directores es el cuerpo gobernante de la Compañía de la India Oriental, elegido anualmente entre los socios más influyentes de la Compañía y los miembros del gobierno británico en la India, poseedores de acciones de la misma por un valor no inferior a 2.000 libras. La Corte de Directores tenía su sede en Londres y era elegida en asamblea general de accionistas, en la cual sólo tenían derecho a voto los tenedores de no menos de 1.000 libras en acciones. Tuvo amplios poderes en la India hasta el debate que estamos datando.

El segundo poder reside en los ámbitos específicos de la Corona británica. La Junta de Control fue creada en 1784 cuando, por primera vez, se presionó sobre la Compañía para moderar su monopolio político y económico sobre la India. Sus seis miembros eran designados por la Corona. Su presidente era un miembro del gabinete y, en la práctica, secretario de estado para la India aunque nombraba nominalmente a un gobernador efectivo en la colonia junto con su Consejo. Las decisiones de la Junta de Control, cuya sede se encontraba también en Londres, eran comunicadas a la India por intermedio de un comité secreto compuesto por tres directores de la Compañía de la India Oriental.

Se estableció así una duplicidad de poder a la que Marx se refiere. La Junta de Control ligada al gobierno británico que debía librar batalla con el Parlamento en función de la renovación de la Carta de la Compañía; y la Junta de Directores, verdaderos rentistas ausentistas y banqueros, que organizaban los negocios desde Inglaterra, pero ya no detentaban ningún poder económico directo sobre la dominación colonial más que ser miembros de este doble poder. La superposición de funciones y el burocratismo eran los rasgos distintivos de este gobierno dual.


2) La transformación económico-social de la India

Los historiadores, en general, coinciden en hacernos saber que la dominación británica en la India, por lo menos hasta la definitiva instalación del imperio angloindio y el traspaso de la totalidad de los dominios a la directa administración de la Corona en 1858, algunas de las instituciones de la India tradicional se habían modificado muy poco, pese a las innegables transformaciones en algunos puntos del inmenso territorio.

Cabría distinguir, como parece obvio, aquellas regiones donde la dominación británica fue directa (y el proceso de disolución de las relaciones sociales, productivas y culturales fue más acelerado) de aquellas como Gujarat, Rajastán, Oudh, etc, que, al estar administradas por príncipes y nobles indios subsidiarios del imperio, tuvieron una permanencia mayor en las relaciones, se refieran éstas al ámbito de las comunidades de aldea, como a las prácticas religiosas y culturales que daban sentido a la vida social del pueblo.

En estas regiones ni siquiera las enormes transformaciones del siglo XX, luego del proceso de independencia nacional, pudieron socavar del todo la fortaleza de estas instituciones. Esto explica, por ejemplo, la persistencia de las castas en algunas regiones, así como el resurgir del hinduismo en nuestros días.[17]

Hacia la mitad del siglo XIX las regiones de dominación británica directa como Bengala, Madrás o Bombay habían sufrido una intensa transformación, que Marx intenta generalizar para toda la península.

En efecto, sus escritos dejan de ser los de un hombre signado por los parámetros ideológicos de su tiempo, y albergan en sus conclusiones históricas desde un economicismo muy marcado hasta una subestimación de los aspectos milenarios de la cultura y la sacralidad de las relaciones sociales de la India.

Se podría decir, a su vez, que sus descripciones históricas y las categorías empleadas son parte del caudal teórico de una persona ausente del espacio que está analizando, y que debe dar cuenta para un periódico extranjero de sucesos y procesos que escapan a simplificaciones, sobre todo en lo que se refiere a un país que, como la India, tuvo y tiene instituciones sociales de antiguo origen.

De todas maneras, nos atendremos a sus conclusiones como una forma de ver también los límites del propio Marx referentes a su espíritu critico del sistema colonial inglés, y a su afán de descomponer las piezas del capitalismo decimonónico.

En uno de sus artículos, Marx intenta responder por qué el colonizador inglés, siendo aún un poder numéricamente menor dentro del juego de fuerzas políticas que imperaban en la India, logró apoderarse de todo el espacio vital y dominar al conglomerado de reinos autóctonos.[18] Sus conclusiones no dejan de ser sugerentes.

Primero describe el papel jugado por las sucesivas invasiones, tanto musulmanas como mongolas, hacia los valles hindúes, organizando poderes centrales cuyas funciones no difirieron en absoluto de lo que los ingleses habían hecho al realizar su expansión territorial. Esto es, aprovechar la dispersión y atomización de las unidades políticas indias, librarse a la invasión, al saqueo, someter al hambre y la miseria a la mayor parte de la población y organizar un poder central que, en su generalidad, mantenía un contacto casi inexistente con los pobladores.

Marx describe estos poderes centrales y les otorga tres características que son, a grandes rasgos, los elementos de la forma de explotación en el modo asiático de producción[19]: el de las finanzas o pillaje interior, el de la guerra o pillaje exterior y por último el de las obras públicas.

Este último es quizás, para Marx, el que explique en términos históricos el por qué de la centralización de las administraciones, ya que éstas, para hacer funcionar la economía de extracción del excedente, debían concentrar sus fuerzas en grandes obras para el riego artificial y el manejo de los recursos naturales por medio de canales, acequias, etc. Base de una economía agraria condicionada por el rigor de la naturaleza: sequías, desborde de los ríos, lluvias excesivas, etc.

Este rasgo característico del modo de producción asiático, que en los escritos de Marx es generalizable para enormes extensiones territoriales que atraviesan el tiempo y el espacio por siglos, en la India tiene un refuerzo, y es que la sociedad hindú estaba muy atomizada, no sólo por reinos de distinto tipo, sino porque toda la sociedad estaba atravesada por la estructura de castas y el consiguiente aislamiento de una y otra. El sistema de castas en la India consistía en la heredabilidad de las funciones sociales y una jerarquía en función de la persona en cada una de ellas: los brahmanes ligados al culto del hinduismo, en la cima; los guerreros, los comerciantes, los campesinos, etc. La idea de la incontaminación y el rechazo social a la mezcla de castas le atribuyó a estas sociedades un orden jerárquico basado en derechos consuetudinarios de parentesco y actividades y oficios hereditarios según la casta a la que pertenecieran los individuos.

La atomización que representaba el sistema de castas no era el único poder disgregador de los órdenes políticos, y por lo tanto su debilidad relativa, otro era la permanencia de las comunidades de aldea y su carácter autosuficiente desde el punto de vista económico, y en parte político y cultural. Las comunidades artesano-campesinas persistieron a lo largo de los siglos con un funcionamiento autogestionario, no permitiendo organizar poderes más extensos desde la base, sino superponer el poder del invasor a estas unidades en función, sobre todo, de la extracción del excedente en forma de impuestos sobre el uso de la tierra, de diversos tipos y formas. Existía pues, un recaudador (o varios) que, junto con una pequeña élite de cada aldea, extraía las imposiciones que eran derivadas al poder central de los grandes estados. Mientras que estos, amén del saqueo, la rapiña y la guerra de conquista, debían garantizar las obras públicas para mantener a sus súbditos y reproducir esta forma de economía agraria. Nos dice Marx al respecto:

“Estas dos circunstancias –por una parte, el que los habitantes de la India, al igual que todos los pueblos orientales, dejasen en manos del gobierno central el cuidado de las grandes obras públicas, condición básica de su agricultura y su comercio, y por otra el que los indios diseminados por todo el territorio del país, se concentrasen a la vez en pequeños centros en virtud de la unión patriarcal entre agricultura y artesanía- originaron desde tiempos muy remotos un sistema social de características muy particulares: el llamado village system. Este sistema era el que daba a cada una de estas pequeñas agrupaciones su organización autónoma y su vida peculiar”[20]

Agreguemos que la propiedad de la tierra, en general, era de carácter estatal o bien pertenecía al conjunto de la aldea, siendo superposiciones de dominio las que se establecían para poder extraer los impuestos, que generalmente eran pagados con una parte de la cosecha o productos manufacturados producidos por el artesanado de las aldeas. No existía aún el carácter privado y el usufructo comercial del suelo, sino asignaciones territoriales dictadas por los príncipes y nobles y asignadas a funcionarios estatales.

Marx descarta que el invasor británico haya transformado, a grandes rasgos, estas relaciones, sea por el rigor de las extracciones impuestas a las aldeas o por las guerras –los grados de saqueos con respecto a dominaciones anteriores- y conquistas a que los ejércitos imperiales sometieron a los pobladores...

“Por graves que hayan sido las consecuencias de la opresión y del abandono de la agricultura, no podemos considerar que éste haya sido el golpe de gracia asestado por el invasor británico a la sociedad india, si no tomamos en consideración que todo ello ha sido acompañado de circunstancias mucho más importantes, que constituyen una novedad en los anales de todo el mundo asiático”[21]

Estas unidades aldeanas, que para Marx representaron “la base del despotismo oriental”, forman parte de un proceso de profunda transformación:

“Estos pequeños organismos sociales de formas estereotipadas han sido destruidos en su mayor parte y están desapareciendo, no tanto por culpa del brutal recaudador británico de contribuciones o del soldado británico, como por la acción del vapor y de la libertad de comercio ingleses. Estas comunidades de tipo familiar tenían por base la industria doméstica, esa combinación de tejido a mano, hilado a mano y laboreo a mano que les permitía bastarse a sí mismas. La intromisión inglesa que confrontó al hilandero de Lanscashire y al tejedor indio, disolvió esas pequeñas comunidades semibárbaras y semicivilizadas al hacer saltar su base económica, produciendo así la más grande, y para decir verdad, la única revolución social que jamás se ha visto en Asia”[22]

En efecto, uno de los aspectos más sensibles de la transformación fue la ruina del artesano aldeano.  Los resultados de la política de libre comercio y el fin del monopolio de la Compañía en relación a la exportación de manufacturas introdujo los hilados tecnificados ingleses en cifras cada vez mayores a medida que el siglo avanzaba:

“En 1780 el valor de la producción de las manufacturas británicas era de sólo 386.152 libras, el metálico exportado durante ese mismo año de 15.041 libras y el valor total de exportaciones de 12.648.616 libras, de manera que el comercio con la India era apenas 1/32 de todo el comercio exterior”[23]

La apertura del mercado indio a las manufacturas británicas significó que:

“En 1850 las exportaciones totales de Gran Bretaña e Irlanda a la India fueron de 8.024.000 libras, de las cuales sólo los géneros de algodón representaban 5.220.000, de modo que llegaron a mas de 1/8 de la producción de Inglaterra y aportaba 1/12 del total de rentas nacionales”[24]

Este proceso implicó, reiteramos, la ruina y el hambre de los artesanos hindúes y una profunda desintegración de las castas a las cuales éstos pertenecían.

Hacia 1850 el industrial británico contó con una infraestructura, con relación al transporte interno y externo para sus manufacturas, que le permitió reducir los costos de producción y exportación. Caminos más seguros, navíos a vapor pero, sobre todo, la red ferroviaria que unía distancias comerciales inimaginables muy poco tiempo atrás, acompañaron este proceso de la ingerencia de las telas y géneros de Lancashire.

Esto es concomitante, a su vez, con dos factores que contribuyeron a arruinar al tejedor a mano hindú. El primero es que, después de 1857, la extensión de la moneda de plata en función de los impuestos y de los intercambios comerciales elevó los precios de todos los productos en la India. Esto redundó en que al artesano le saliera mas caro producir en poco volumen y costear su subsistencia mediando los precios en metálico.

Mientras los precios en metálico subían, la mano de obra debía seguir el precio de esa suba y la demanda de productos manufacturados fue capturada por los bajos costos de los géneros ingleses. Costos de mano de obra y costo de vida se vincularon para arruinar al tejedor manual.

Algunos autores destacan, también, la importancia de la penetración inglesa en el mercado indio a través de que, en esa época, las telas inglesas tuvieron éxito porque eran compatibles con las preferencias culturales de los consumidores locales:

“El hecho fue que los textiles ingleses encajaron en una zona de preferencia de consumo que en alguna ocasión estuvo ocupada por telas de algodón finas y telas autóctonas”[25]

Para este autor, los aspectos culturales, como la permanencia de la incontaminación propia de un sistema de castas, la luminosidad y la simbología de los colores dentro de la religiosidad, tanto del hinduismo como del Islam en la India, influyó en la decisión de las elites autóctonas y en la sociedad en general para optar por las telas y manufacturas británicas.[26]

Otro aspecto importante de la transformación de la vida aldeana lo constituyó la monetización de las relaciones sociales, a través de los tributos y el comercio en relación con el antiguo sistema de usura.

El impuesto monetizado agravó el costo de subsistencia de los campesinos hindúes. Tengamos en cuenta que, para 1853, en palabras de Marx: “...Casi tres quintas partes del total de las rentas provenían de la tierra en forma de impuestos”.[27]

El reordenamiento de la propiedad de la tierra, por parte de las administraciones británicas en las zonas ocupadas, trajo la desposesión del suelo por parte del campesino aldeano. A este proceso se refiere Marx cuando desarrolla las dos formas que más conocía, en ese momento, aunque la diversidad de formas de explotación debió ser mayor.

El zemindar fue implantado en Bengala y otras provincias por medio de la ley del zemindari permanente, en 1783, promulgada por el gobernador general inglés en la India. De acuerdo con esta ley, las tierras, pertenecientes desde tiempos inmemoriales a las comunidades de aldea, eran entregadas a los zemindars o recaudadores terratenientes como propietarios de la tierra. Los zemindars debían pagar a la Compañía de la India oriental una parte de los tributos recaudados entre los campesinos, sustraídos muchas veces por la fuerza o mediante torturas, como Marx denuncia en uno de sus artículos.[28]

El otro sistema fue el ryotwari, implantado por las autoridades británicas en las presidencias de Madras y Bombay en 1818. Dicho sistema convertía al campesino indio, el ryot, antes miembro de la comunidad de aldea, en arrendatario de las tierras del gobierno. El ryot estaba obligado a pagar a la Compañía una renta-impuesto por el arrendamiento, si no podía pagar ese elevado impuesto perdía sus derechos sobre la tierra. Gradualmente las tierras de los ryots pasaron a manos de los usureros.

Marx hace notar que, entre el estado británico y los cultivadores, se generó toda una camada de instituciones sociales que recaudaban el impuesto en nombre del gobierno extranjero:

“ No conformes de haber sido colocados, respecto del gobierno británico, en situación de intermediarios, crearon, a su vez, una clase ´hereditaria´ de intermediarios llamados patnidars que establecieron a su vez sus subpatnidars, etc, de modo que surgió una perfecta escala jerárquica de intermediarios que oprimen con toda su fuerza al desdichado cultivador”[29]

Quizá el impacto mas fuerte, con relación a los cambios de costumbres y al costo, que la comunidad aldeana india debió soportar con la intromisión del libre comercio, la maquinización y la monetización de las relaciones sociales, fue la relación que se estableció entre la usura y la nueva forma de comercio de granos.

En efecto, la usura la detentaban en la India, desde tiempos remotos, la casta de los comerciantes llamada bania (que asumía otros nombres según las regiones). Se trataba de comerciantes, hereditarios dentro del sistema de castas, que tenían a su cargo el prestar pagos por adelantado a una o más aldeas que constituían su “clientela”, también en forma fija durante generaciones. La casta de los banias acaparaba el grano obtenido a muy bajo precio a los cultivadores, y luego lo revendía a comerciantes mayores. El sistema consistía en una serie de adelantos que el bania realizaba con sus clientes, a los cuales luego se le agregaba una tasa de interés usuraria. Estos anticipos se realizaban cuando el campesino había tenido una mala cosecha. La permanencia en el tiempo de la tasa de interés hacía que la aldea dependiera constantemente de la benevolencia del bania, que acaparaba el grano en grandes depósitos..

La institución de la usura, como lo destaca Hardiman, era parte aceptada de la vida aldeana de la India.[30] Sin embargo, la instalación del ferrocarril amplió la posibilidad del comercio a regiones alejadas permitiendo a la casta bania especular con la venta de granos a lugares donde el precio fuera más caro. Este proceso se agravó aún más, como vimos, por la monetización de los intercambios. A esta situación de pauperización de las aldeas, hay que agregar que la administración británica no interfirió como estado central, a diferencia de otras épocas, para que los acaparadores distribuyeran el grano entre los pobladores hambrientos. Hardiman destaca que la combinación entre el libre comercio y el estado no regulador de estos conflictos llevó a un estado de revuelta permanente a las aldeas hambrientas sobre el final del siglo XIX. En efecto, el autor refiere que “toda una economía moral de la subsistencia”, hacía que el campesino exigiera de su bania el reparto del grano en años de malas cosechas. Los aspectos religiosos del hinduismo impregnaban estas situaciones ya que la casta bania, desde el punto de vista del campesino, tenía el poder de alejar los monzones, tormentas y lluvias de suma importancia para los cultivos; y por consiguiente, podía eternizar el sistema de usura.

Estos aspectos de la nueva sociedad colonial india complejizaron las relaciones comerciales entre aldea y aldea, hacia un espectro cada vez más amplio de intercambios de productos, desarmando los compartimentos estancos de la comunidad aldeana en relación con el comercio.[31]

Por último, nos interesa destacar que la administración colonial, a pesar de introducir ciertos elementos de “modernización” (que, como vimos, socavaban las relaciones sociales tradicionales hindúes, tal el caso del telégrafo o el ferrocarril), no produjo, por contraste, bajo la dirección de la Compañía de la India oriental, un cambio significativo en obras públicas, aspecto fundamental del funcionamiento de la economía agraria india, y parte sustancial de las políticas aplicadas por las administraciones centrales en ocupaciones anteriores.

Marx lo pone en cifras para 1853:

“ De las 19.800.000 de libras recaudadas, apenas 166.300 se emplearon para la construcción de caminos, canales, puentes y otras obras de necesidad pública”[32]

Esto agravó el marco social de hambre y miseria que estábamos describiendo quebrando “contratos” milenarios entre las aldeas y el poder central:

“ Pues bien, los británicos tomaron de sus predecesores el ramo de las finanzas y el de la guerra, pero descuidaron por completo el de las obras públicas. De aquí la decadencia de una agricultura que era incapaz de seguir el principio inglés de la libre competencia, el principio del laissez faire, laissez aller[33]

Para culminar este apartado, es de suma importancia mencionar algunos párrafos de Marx acerca de la “doble misión” que Inglaterra debería cumplir en la India.

Marx, como es sabido, compartía una visión europeísta de la historia donde las fuerzas expansivas del capitalismo ligaban, de manera definitiva y revolucionaria, las transformaciones en las relaciones sociales producidas en las colonias ocupadas con la historia de occidente, a través de la inversión en fuerzas productivas y tecnología. La perspectiva –que luego, en el siglo XX, sería puesta en duda y cuestionada por los mismos marxistas entre otros[34]-, era que el desarrollo del capital en las colonias sacaba del estancamiento y el atraso a las sociedades “atrasadas”, y las encaminaba hacia posibilidades materiales de una revolución social con perspectiva socialista. Por ello, el poder destructor del capitalismo era indispensable y, en palabras del propio Marx, “regenerador de la inercia” de las sociedades precoloniales. Como nos dice el historiador australiano Patrick Wolfe acerca del pensamiento de Marx al respecto:

“La intrusión colonial y la reorganización de la de la sociedad nativa ocasionaron una destrucción indecible para servir los requerimientos del capital europeo, pero el corolario fue que el capitalismo en sí mismo, con sus ferrocarriles, infraestructura industrial y sistemas de comunicación introdujo en la sociedad india un germen dinámico que la sacaría del eterno estancamiento producido por el modo asiático de producción y la pondría en su propio curso de desarrollo histórico, un curso que eventualmente llevaría a la India a una transición hacia el socialismo, a través del capitalismo”[35]

La centralización política, las redes comunicacionales y la ampliación de las redes comerciales por medio del ferrocarril, así como la construcción de caminos y puentes son, para Marx, los efectos positivos de la administración colonial, en función de integrar a una sociedad basada en la atomización y la disgregación jerárquica del cuerpo social, debido a sus sucesivas dominaciones y su atraso económico y social.

Por eso, Marx ve en sus artículos una dialéctica discutible pero sólida a un pensamiento crítico del siglo XIX:

“Inglaterra tiene que cumplir en la India una doble misión: una destructora, la otra regeneradora; la aniquilación de la vieja sociedad asiática y la colocación de los fundamentos materiales de la sociedad occidental en Asia”[36]

Esta dialéctica conlleva, para Marx, nuevas posibilidades para el pueblo indio:

“Todo cuanto se vea obligada a hacer la burguesía como sujeto de su revolución en la India no emancipará a las masas populares, ni mejorará sustancialmente su condición social, pues tanto lo uno como lo otro dependen, no solo del desarrollo de las fuerzas productivas, sino de que el pueblo las posea o no. Pero lo que no dejará de hacer la burguesía es sentar las premisas materiales necesarias para ambas cosas...”[37]


3) La rebelión india de 1857-59

 

Existe la posibilidad de pensar la rebelión india del ejército de los cipayos en 1857 como el último grito de guerra de la India tradicional contra las condiciones de la dominación británica.

En efecto, si se piensa en los apoyos alcanzados por la rebelión y su composición, así como en sus liderazgos, podemos decir que sus objetivos tenían como principal propósito librarse del yugo inglés pero para restaurar nuevamente el viejo imperio Mogol. Queremos hacer notar dos aspectos importantes para entender la extensión y duración de la rebelión.

En primer lugar decir que, aunque se trató de una insurrección compuesta por el campesinado y el artesanado pobre rural, que componía el grueso del ejército cipayo, y que era reclutado en las aldeas en los reinos ocupados por los británicos o los estados subsidiarios de estos, la insurrección no habría podido perdurar sin la acción ideológica que implicó el apoyo de las castas superiores autóctonas, como los brahmanes y rajput del norte de la India, los nabab musulmanes, e incluso los príncipes y nobles hindúes de cierto apoyo popular.

Siguiendo a Chesneaux, el autor nos refleja las motivaciones de estas capas superiores:

“...La insurrección se benefició de otras ayudas: la de los príncipes indios y políticos recientemente suplantados por la administración inglesa, o amenazados por su política de absorción de los principados indios; la de los cuadros religiosos, inquietos ante el progreso de las misiones cristianas; la de los artesanos arruinados por la competencia de los comerciantes ingleses...”[38]

En rigor su composición de clase fue muy heterogénea y esto también fue la causa de su derrota militar.

Con respecto a los príncipes “independientes”, ya en 1853, Marx intenta caracterizar la ambivalencia de la posición de dichos gobernantes en los estados subsidiarios del imperio angloindio. Marx destaca, en general, la poca ascendencia que estos nabab, rajaes y jagirds poseen sobre sus propios pueblos, e insta a la necesidad de preparar –si se quieren “nuevas exigencias de libertad para la India- una nueva clase que genere nuevas direcciones políticas.[39]

Sin embargo, hacia 1857, el norte de la India se vio afectado, desde sus capas superiores a las inferiores, por todo tipo de arbitrariedades por parte de las autoridades británicas y la Compañía. Estas fueron desde invasiones ilegítimas a reinos subsidiarios como  Oudh[40], hasta aumentos arbitrarios de los sistemas impositivos, agravios religiosos que molestaron a la casta brahmán, torturas para extraer los impuestos e inestabilidad de los acuerdos con los estados autóctonos independientes como el Punjab.

El segundo elemento de importancia es el hecho de que, como constata Marx, desde el punto de vista de la dominación británica la exigencia de formar un ejército nativo para controlar los dominios británicos no dejaba de ser un arma de doble filo:

“...200 millones de nativos reprimidos por un ejército nativo de 200.000 hombres, mandado por ingleses, y ese ejército nativo, a su vez controlado por un ejército inglés de solo 40.000 hombres. Resulta evidente, a primera vista, que la lealtad del pueblo indio se basa en la fidelidad del ejército nativo, al crear el cuál, el régimen británico organizó simultáneamente el primer centro general de resistencia que el pueblo de la India haya poseído jamás”[41]

Esta constatación de Marx, de suma importancia, creemos sin embargo que olvida que, siendo verdad la existencia de este comando unificado sin precedentes en la historia de la India, reproducía en su seno las conductas y desniveles sociales de la India tradicional: Hacia 1858 la promesa británica de devolución de tierras a los terratenientes insurrectos, que les habían sido usurpadas, así como una política (ya monitoreada por la Corona) de mayor respeto por las tradiciones religiosas de la cultura de la India  (sobre todo la de los brahmanes), como todo un cambio en la forma de dominación británica en el sentido de integrar al pueblo hindú en ciertos valores occidentales, descabezaron la insurrección. Esto dejó al descubierto, no solamente los potentes clivajes de clase en la composición del ejército cipayo, sino también aquella sugerencia de Marx de que la independencia debía mirar hacia nuevas ideas en un futuro, y ya era imposible restaurar los valores y las formas históricas que habían caracterizado a la cultura del Hindostán precolonial.

Como aludíamos, la causa fundamental de la insurrección, a la que precedieron algunos alzamientos armados contra los ingleses, fue la indignación general de todas las capas de la población india por los crueles métodos de explotación colonial: Los impuestos extraordinariamente elevados, que terminaban por arruinar al campesino indio y por expropiar las posesiones de algunas capas superiores como los zemindars de Bengala; la política de anexión de territorios indios aún independientes; el sistema de torturas durante la recaudación de impuestos y el terror practicado por las autoridades inglesas; la brutal violación por parte de los hombres de la Compañía de las tradiciones y costumbres seculares y sagradas del pueblo.

La insurrección estalló en la primavera de 1957 (se venía preparando desde mediados de 1856) en las unidades del ejército cipayo acuarteladas en el norte de la India. Las tropas de cipayos del ejército de Bengala, concentradas en los más importantes puntos de la región, y que disponían del grueso de la artillería, fueron el núcleo de la insurrección.

El ejército de cipayos, formado preferentemente por representantes de las capas superiores indias y de musulmanes, reflejaba el descontento del campesinado indio (entre el cual se reclutaban los soldados cipayos) y el de cierta parte de la nobleza del norte de la India (especialmente de Oudh), con la que estaba especialmente ligada la oficialidad cipaya.

La insurrección popular, cuyo objetivo era derrocar la dominación extranjera, se extendió ampliamente, abarcando las poblaciones más importantes de la India central y del norte, siendo las principales Delhi, Lucknow, Kampur, Rohilkand, la India central ya mencionada y Bundelhkand.

El motivo militar inmediato de su fracaso radicó en la falta de una dirección única y un plan común de acción. Ello, como vimos, estaba condicionado por la disociación jerárquica de la India y la extraordinaria variedad étnica de la población.

Todos estos factores fueron aprovechados con audacia por los ingleses, en su lucha contra el levantamiento, al que aplastaron con la ayuda activa de ciertos reinos. La abstención, por ejemplo, de los príncipes del Sindh, Nepal e Hyderabad fue decisiva. La ventaja técnico-militar inglesa también fue un factor importante.

La denuncia hecha por Marx, desde sus artículos, de la hipocresía de la prensa oficial británica con respecto a la crueldad del ejército cipayo contra el invasor inglés ocupa gran parte de sus análisis. Nos dice al respecto:

“... no debe olvidarse que mientras se comentan las crueldades de los ingleses como actos vivos de vigor marcial, relatados con sencillez y rápidamente, sin demorarse en detalles desagradables, los ultrajes de los nativos, chocantes de por sí, son exagerados en forma deliberada”[42]

Por otra parte, es Engels el que recoge algunas conclusiones en el desenlace de la insurrección, en un artículo para el mismo periódico. Engels relata la forma en que el ejército británico debió contener a sus tropas para frenar el saqueo, la violencia y la expropiación, verdadera “nueva acumulación de riquezas mediante la represión”; en los momentos de la derrota militar de los cipayos y la reocupación durante días de ciudades importantes como Delhi o Lucknow. La comparación con los mongoles y sus desmanes no deja de ser significativa para ilustrar la represión volcada por los británicos:

“Las ordas calmucas de Gengis Khan y Timur, al lanzarse sobre una ciudad como una manga de langostas y devorar todo lo que encontraban a su paso, deben haber sido una bendición para el país, en comparación con la irrupción de estos soldados británicos, cristianos, civilizados, caballerescos y corteses”[43]

La insurrección fue definitivamente aplastada hacia principios de 1859 con la derrota de las guerrillas musulmanas en el Kashmir. Pero, a no dudar, como antes aludíamos, esto significó todo un cambio en el sistema colonial en la forma de administrar recursos y de integrar “culturalmente” a la India en las formas británicas de vida.

Por otra parte, si la dominación británica sobrevivió con creces al levantamiento, no ocurrió así con la Compañía de la India Oriental: hacia mediados de 1858 el Parlamento británico aprobó la ley por la cual sus derechos, asentados en la Carta de la Compañía, quedaban definitivamente terminados y pasaban los territorios y sus usufructos a las posesiones imperiales de la reina Victoria y a la administración imperial.

Terminaba así todo un símbolo de la cruenta historia de la dominación británica en la India.


Bibliografía

 

BAYLY, C. “Los orígenes de la swadeshi (industria doméstica). Telas y sociedad hindú, 1700-1930” en: Appendarai, La vida social de las cosas, Grijalbo, México, 1991

 

CHESNEAUX, J. Asia oriental en los siglos XIX-XX. Labor, Barcelona, 1976

 

ELORZA, A. “El reino de Rama” en: Rev. Historia 16, n°221

 

HARDIMAN, R. “Usura, carestía y hambre en India occidental” en: Rev. Past and Present, n°152, agosto de 1996

 

MARX, C. y ENGELS, F. Sobre el sistema colonial del capitalismo. Estudios, Bs.As., 1964

 

PANNIKKAR, K.M. Asia y la dominación occidental. Eudeba, Bs.As., 1966

 

WOLFE, P. “Historia e imperialismo. Un siglo de teoría, de Marx al poscolonialismo” en: Rev. Taller, vol.6, n°18, Bs.As., abril 2002

 



[1]  El artículo íntegramente dedicado a la historia de la Compañía de la India Oriental se llama “La Compañía de la India Oriental, su historia y los resultados de su actividad”; artículo del New York Daily Tribune del 24 de junio de 1853 (en adelante citamos NDT y la fecha de escritura del artículo. C. Marx y F. Engels  Sobre el sistema colonial del capitalismo. Estudio, Bs.As., 1964, pp.63-73.

 

[2]  NDT 24 de junio de 1853 p.65

[3]  NDT idem p.66

 

[4]  Pannikkar K.M. Asia y la dominación occidental. Eudeba, Bs.As. 1966 p.99

 

[5]  NDT 24 de junio de 1853 p.68

[6]  NDT idem p.63

 

[7]  NDT idem p.64

[8]  NDT idem p.68

 

[9]  NDT idem p.70

[10]  NDT idem p.70

 

[11] NDT idem p.71

[12]  NDT idem p.71

 

[13]  NDT idem p.72

[14] NDT idem pp.72-73

 

[15]  Leadenhall, St. era el lugar donde residía la Corte de Directores, accionistas de la Compañía. Cannon Row era la sede inglesa de la Junta de Control. Ambas instituciones se ubicaban en la ciudad de Londres.

 

[16] NDT “El gobierno de la India” 5 de julio de 1853. p.90

[17]  Al respecto de problemas históricos en relación al resurgir del hinduísmo véase, Elorza A. “El reino de Rama” en: Rev. Historia 16 n°221, pp.71-79

[18]  NDT “La dominación británica en la India” 10 de junio de 1853 pp.51-58

 

[19]  Es quizás para estos años donde Marx comienza a preocuparse por las formas precapitalistas de producción que luego figurarán como anotaciones en los Grundrisses. Al respecto es interesante relevar cómo es  Engels el que le indica a Marx la importancia de las obras públicas en el MPA. Ver al respecto la carta de Engels a Marx del 6 de junio de 1853 donde le da algunas claves para sus artículos sobre el tema. cit. p.338

[20]  NDT 10 de junio de 1853 p.55

[21]  NDT idem p.54

 

[22]  NDT idem p.57

 

[23]  NDT 24 de junio de 1853 p.71

[24]  NDT idem p.71

 

[25]  Bayly C. “Los orígenes de la Swadeshi (industria doméstica): telas y sociedad hindú 1700-1930” en: Appendarai, La vida social de las cosas, Grijalbo, México, 1991, p.381

[26]  Para la aceptación de las telas por razones culturales más que económicas, véase Bayly, C. cit. pp.379-381

 

[27]  NDT “ La India” 19 de julio de 1853 p.99

 

[28]  El artículo en cuestión es NDT “Investigación sobre las torturas en la India” 28 de agosto de 1857 pp.181-187

[29]  NDT 19 de julio de 1853 p.101

 

[30]  Hardiman, R. “Usura, carestía y hambre en India Occidental” en: Rev. Past and Present, n°152, agosto de 1996, trad. Luis Bou, p.25

[31]  Hardiman, R. cit. p.25

 

[32]  NDT “Las reformas de Sir Charles Wood en la India Oriental” 7 de junio de 1853 p.50

 

[33]  NDT 10 de junio de 1853, p.54

[34]  El artículo donde Marx saca conclusiones resueltamente positivas de la “modernización británica” es NDT “Futuros resultados de la dominación británica en la India” 22 de julio de 1853 pp.104-111

 

[35]  Wolfe, Patrick “Historia e imperialismo. Un siglo de teoría, de Marx al poscolonialismo” en: Rev. Taller, vol 6, n°18, Bs.As., abril 2002, p.66

 

[36]  NDT 22 de julio de 1853 p.105

[37]  NDT idem p.109

[38]  Chesneaux, J. Asia oriental en los siglos XIX-XX, Labor, Barcelona, 1976, p.85

 

[39]  El artículo íntegramente dedicado a caracterizar el papel jugado por los príncipes en el esquema de dominación británico es NDT “El problema de la India Oriental” 12 de julio de 1853, pp.91-98

[40]  La trama de la invasión al reino de Oudh, detonante indirecto de la rebelión cipaya está en NDT “La anexión de Oudh” 14 de mayo de 1858, pp.215-221

 

[41]  NDT “La sublevación del ejército indio” 30 de junio de 1857, p.162

[42]  NDT “La rebelión india”, 4 de setiembre de 1857, p.195

 

[43]  NDT “El ejército británico en la India”, 4 de junio de 1858, p.224