Y es que a pesar de los "tranquilizadores" mensajes de los "demócratas de toda la vida" que sitúan al fascismo en el vertedero de la historia del "mejor de los mundos posibles", este permanece agazapado en la esencia misma de la sociedad de mercado y sus proyectos de dominación. Así vemos como el despliegue del proyecto europeo viene acompañado por un progresivo avance electoral de las fuerzas de extrema derecha en algunos lugares de Europa, por una escalada represiva en contra de los movimientos sociales de carácter transformador y por la fragmentación y debilitamiento de aquellos sectores sociales que de alguna manera encarnan las aspiraciones a un modelo de sociedad alternativo al que hoy domina la totalidad del planeta. Acuerdos políticos como el de Schengen diseñados para limitar la libertad de movimientos de las personas y garantizar la disponibilidad de una creciente cantidad de fuerza de trabajo empujada a la ilegalidad y por lo tanto indefensa ante unas condiciones laborales infrahumanas, así como la creciente precarización y fragmentación de la fuerza de trabajo "nativa" se sitúan en esta perspectiva.     Una situación en la que parece reinar la ley de tod@s contra tod@s y en las que las salidas individuales se proyectan como una única posibilidad de supervivencia, es el mejor caldo de cultivo para la reacción. En este sentido, no es casual el aumento de las agresiones contra inmigrantes, jóvenes, mujeres, homo- sexuales y mendigos. Agresiones que por otra parte cuentan con la complicidad de sectores empresariales, de la judicatura, la policía y los políticos que restan importancia a este tipo de fenómenos pero que se apresuran a criminalizar, condenar y emplear el grado de contundencia que consideren necesario contra quienes tratan de hacer frente a este estado de cosas. Los acontecimientos del pasado 12 de octubre en Barcelona, donde  14 personas fueron encarceladas tras una manifestación antifascista o la muerte de Jose Luis Enguídanos en un desalojo en Valencia ilustran de manera sangrante esta realidad.

    Hoy como hace sesenta años, no nos resignamos a permanecer callad@s ante las constantes agresiones contra nuestras condiciones de vida y de trabajo, no vamos a quedarnos quiet@s ni a poner la otra mejilla cuando nos golpeen, no vamos a renunciar a levantar iniciativas de transformación social desde abajo, desde la calle, desde donde hoy nos encontramos para seguir plantándoles cara, para seguir identificando los cientos de razones que tenemos para luchar y seguir diciendo bien alto que aquí no se rinde nadie.