Kosovo es un pequeño país
de 11.000 Km cuadrados -más o menos la superficie del Principado
de Asturias- en este territorio viven 2 millones de personas, el 90% de
las cuales son albanesas, la única minoría significada la
configuran los serbios que muy probablemente aportan entre un 7 y un 8%
de la población. Es verdad que ha habido muchas disputas históricas
con respecto a la composición demográfica de la población
de Kosovo en el pasado, la idea fundamental que manejan los historiadores
es que los albaneses son mayoría de la población desde bastantes
siglos atrás, si bien es verdad
que esa idea precisaría
de alguna demarcación geográfica. Son clara mayoría
desde muchos siglos atrás en el sur del país, en la zona
colindante con Albania, pero tal vez no lo son de manera tan clara y desde
tanto tiempo atrás en
la parte septentrional de Kosovo. Al margen de eso yo quiero recordaros
que, en el transcurso del siglo XX, el nacionalismo serbio y el nacionalismo
albanés han manejado datos dispares con respecto a lo que ocurría
demográficamente en Kosovo. Por mencionar las dos observaciones
más socorridas: a los ojos del nacionalismo albanés
contemporáneo en la etapa de la primera Yugoslavia, entre 1918 y
1941, del orden de un millón de albaneses se vieron obligados a
abandonar el territorio de Kosovo, fundamentalmente en dirección
hacia Turquía. La réplica del nacionalismo serbio lo que
sugiere es que en la etapa de la segunda Yugoslavia, entre 1945 y 1991,
no menos de 100.000 ciudadanos serbios se vieron obligados a abandonar
Kosovo. Si se trata de agregar un par de observaciones más a este
rapidísimo enunciado inicial, una de ellas me obliga a recordar
que Kosovo no es un país
particularmente rico, si por
tal entendemos un territorio codiciado por los grandes movimientos internacionales,
pero en cambio a efectos de la consideración de una economía
regional, tiene su peso, por ejemplo en términos de producción
de energía eléctrica o de riqueza minera, que convierten
al territorio en materia de relativa codicia, por ejemplo, a los ojos del
gobierno serbio. La última rapidísima observación
que quiero hacer me invita a llamaros la atención sobre un par de
diferencias fundamentales entre el conflicto de Kosovo y otro conflicto,
el de Bosnia-Herzegovina, que a buen seguro tenéis más en
mente. La primera de esas diferencias es que en Bosnia-Herzegovina existían
tres grupos étnicos fundamentales: los bosniacos, los serbios y
los croatas que históricamente han mantenido una relación
muy densa entre sí. Bastará con mencionar que en Bosnia antes
del estallido de la guerra del orden de un 30% de los matrimonios eran
mixtos, configurados por serbios y croatas, bosniacos y serbios o lo que
fuere. Esta circunstancia es prácticamente desconocida en Kosovo,
la
comunidad albanesa y la comunidad
serbia han vivido prácticamente a espaldas, de tal suerte que los
matrimonios mixtos, si se trata de fijar la observación en este
dato, son prácticamente inexistentes. La segunda diferencia fundamental
afecta a un hecho histórico que forma parte de la mitología
nacional serbia, a los ojos del nacionalismo serbio dominante Serbia como
nación surgió en Kosovo en 1389 de la mano de una batalla,
la Batalla de Kosovo Poli. Quiero decir con ello que Kosovo es simbólicamente
mucho más importante a los ojos del nacionalismos serbio contemporáneo
que lo que pudiera haberlo sido Bosnia en 1992 ó 1993, algo que
tal vez explica por qué las posiciones, las políticas, los
criterios,
la voluntad de dar marcha atrás
es mucho menor en el caso de Kosovo que la que se exhibió en 1995
en el de Bosnia.
- Segunda observación que
quiero hacer: mi recorrido histórico encaminado a analizar hechos
contemporáneos se iniciará en 1945, sabéis que en
ese año ve la luz el Estado Federal Yugoslavo liderado por Tito.
Lo que me interesa subrayar en relación con Kosovo es que desde
ese año y hasta 1974 Kosovo no existe, carece de instituciones de
autogobierno, no disfruta de ninguna política administrativa. Esta
circunstancia suscita una queja fácil de entender del lado
de la mayoría
de población albanesa.
Esa queja se puede expresar diciendo: estamos siendo discriminados toda
vez que hay grupos étnicos mucho menos numerosos que el nuestro
que se han visto dotados en el marco del Estado Yugoslavo de repúblicas
propias que incipientemente implican un reconocimiento de la posibilidad
de autodeterminación de esas comunidades étnicas: los eslovenos,
los montenegrinos y los macedonios son menos numerosos que nosotros y,
sin embargo, disfrutan de repúblicas propias, derecho que, en cambio,
a nosotros se nos ha negado. Esta situación medio se reenderezó
en el año 1974 cuando fue promulgada una nueva constitución
en Yugoslavia, esa constitución le reconocía a Kosovo y a
la Vojvodina la condición de regiones autónomas situadas
dentro de Serbia. ¡Ojo con lo que acabo de afirmar! Kosovo no accedía
a la condición de república federal yugoslava, las repúblicas
yugoslavas seguían siendo
las seis que habían visto la luz en 1945: Eslovenia, Croacia, Bosnia,
Serbia, Montenegro y Macedonia. Accedía a la condición de
región autónoma situada dentro de una de esas repúblicas,
de Serbia, si bien es verdad que en los hechos pasaba a disfrutar de capacidades
de autogobierno muy similares a las que estaban al alcance de las repúblicas,
y pondré un ejemplo creo que bien ilustrativo de esta condición:
cuando Tito se murió en el año 1980, el acuerdo que se abrió
camino es que a la cabeza del
Estado Federal Yugoslavo debían turnarse representantes de las seis
repúblicas y de las dos regiones autónomas. Fijaos que en
este caso a las regiones autónomas se las colocaba en el mismo plano
que a las repúblicas. Quiero subrayar que los cambios derivados
de las Constitución de 1974 suscitaron lecturas enfrentadas, de
nuevo, del lado del nacionalismo albanokosovar y del lado del nacionalismo
serbio. Para los albanokosovares la constitución implicaba
un cambio importante y sugerente,
implicaba entre otras cosas que Kosovo se convertía en un territorio
con delimitación diferenciada e implicaba un acrecentamiento notabilísimo
de los derechos de
autogobierno, pero, es verdad,
que al mismo tiempo no resolvía el que estimaban era el problema
de fondo, Kosovo seguía sin ser una república yugoslava,
y eso tenía un aditamento inmediato, no disfrutaba de un derecho
de autodeterminación. La lectura que desde el nacionalismo serbio
se hizo fue muy dispar, lo que sugería es que Kosovo en los hechos
estaba escapando al control ejercido desde Belgrado, aunque Kosovo siguiese
siendo formalmente un territorio serbio, en la realidad los derechos de
autogobierno que empezaba a adquirir en 1974, hacían que Belgrado
dejase de controlar el derrotero de los acontecimientos. El siguiente
evento cronológico importante nos sitúa en 1986. En 1986
como sabéis llega al poder en Serbia un personaje llamado Slobodan
Milosevic que es el actual presidente yugoslavo. Con el paso de los meses
Milosevic acabará por encabezar una versión agresiva del
nacionalismos serbio que, en
lo que interesa a nuestra argumentación, se traducirá bien
pronto en una ruptura drástica de todas y cada una de las reglas
del juego del Estado Federal Yugoslavo y creo que conviene que nos detengamos
un momento a reflexionar en cuáles fueron esas rupturas: la primera,
y la pongo en primer lugar de manera muy consciente, afecta a algo que
ocurrió en los medios de comunicación. En la Yugoslavia de
Tito, en los medios de comunicación, se aplicaba un rigurosísimo
código deontológico que impedía la aparición
de mensajes que, siquiera fuera lejanamente, pudiesen dar en satanizar
a un grupo étnico: si un albanés en Kosovo mataba a su mujer,
los medios de
comunicación tenían
prohibido mencionar que se trataba de un albanés porque por detrás
podía estar la inferencia de que todos los albaneses mataban a sus
mujeres. A partir de 1987 este procedimiento se cancela y en adelante los
medios de comunicación públicos, y no había otros
en Serbia, empiezan a trasladar mensajes de franca satanización
de los albaneses de Kosovo, de los musulmanes de Bosnia-Herzegovina, o
de los croatas. Un segundo cambio importante afecta a la introducción
de políticas claramente recentralizadoras encaminadas a restarles
capacidades a las repúblicas y a acrecentar los poderes del centro
que residía, no lo olvidemos, en Belgrado que era la capital
yugoslava pero también, y esto no era casualidad, la capital de
Serbia. Un tercer dato significativo llegó de la mano de la
creación ilegal e inconstitucional de regiones autónomas
serbias en el territorio de Croacia y en el de Bosnia-Herzegovina. Más
adelante, en 1991, el gobierno serbio interrumpió el vigor de esa
regla del juego que antes invoqué de pasada que invitaba a considerar
como un horizonte saludable que a la cabeza del Estado Federal Yugoslavo
se fuesen turnando representantes de las seis repúblicas y de las
dos regiones autónomas, en ese año el turno le correspondía
a un croata, un señor llamado Stephen Mesic, y de nuevo en virtud
de una decisión ilegal y anticonstitucional el gobierno serbio vetó
el
acceso de Mesic a la presidencia
federal. Ninguno de estos datos que acabo de mencionar y que configuran
el escenario sobre el cual se producen los movimientos centrífugos
que conocemos con el nombre general de desintegración de Yugoslavia
tienen, creo, la misma importancia que lo que ocurrió en 1989 en
Kosovo y en la Vojvodina. En 1989, en virtud de una decisión de
nuevo ilegal y anticonstitucional, el gobierno serbio abolió
la condición autónoma que había adquirido Kosovo en
1974. En un terreno más empírico esto quiere decir que disolvió
el parlamento kosovar, que prohibió la enseñanza en albanés
-la lengua hablada por el 90% de la población-, que expulsó
de sus puestos de trabajo a todos los albaneses que trabajaban en la economía
pública -250.000 personas-, inaugurando un procedimiento de efectivo
apartheid y que inauguró una etapa de ley marcial que en los
hechos se ha prolongado prácticamente hasta hoy.
- Tercera observación que
quiero hacer. ¿Cuáles fueron las consecuencias inmediatas
de esta abolición de la región autónoma de Kosovo
verificada por el gobierno serbio en 1989? La primera de las
consecuencias como es fácil
imaginar fue un acrecentamiento sensible de la tensión en Kosovo
y, por extensión, en las restantes repúblicas yugoslavas.
Es verdad que la política de represión urdida por el gobierno
serbio no alcanzó durante bastante tiempo sus cotas más altas
y supongo que la principal explicación de por qué esto fue
así tiene que ver con la propia composición demográfica
de Kosovo, la distancia entre el 90% de la población y la minoría
serbia era tan abrumadora que cualquier política
de represión topaba con
este hecho casi biológico. Mencionaré un ejemplo de aquello
a lo que me quiero referir: en Serbia se aplica un procedimiento de servicio
militar obligatorio, una de las preguntas que
estaríamos obligados a
hacernos es qué ha ocurrido en Kosovo con los jóvenes albaneses
que en teoría estarían obligados a hacer su servicio militar
en el marco de lo que todavía se llama ejército yugoslavo,
pues la respuesta es muy sencilla, el gobierno serbio no ha aplicado la
conscripción obligatoria en el caso de Kosovo, y no la ha aplicado
por razones que son fáciles de entender y que pueden resumirse en
dos: la primera, los reclutas albaneses convertidos en soldados serían
soldados muy poco fiables, con un grado de lealtad escaso a los principios
que articulan el ejército yugoslavo de hoy; la segunda, como es
lícito imaginar que muchos de esos reclutas albaneses decidirían
no acudir a filas, si se aplicase estrictamente la ley, las cárceles
yugoslavas se llenarían de jóvenes albaneses, algo que generaría
a la postre un problema gravísimo muy difícil de resolver,
la política del gobierno serbio, como veis, al
respecto ha sido muy pragmática:
ha consistido simplemente en no aplicar las leyes y en permitir que los
jóvenes albaneses no realicen el servicio militar ni tengan la obligación
de situarse en la posición de la insumisión. Del lado albanés
el principal de los datos que tiene uno que invocar en relación
con la respuesta urdida por la sociedad civil fue el despliegue de un movimiento
de desobediencia noviolenta que ha imperado en Kosovo desde 1989 hasta
1997, ese movimiento ha celebrado elecciones en las
clandestinidad encaminadas a
elegir un parlamento, ha articulado, de nuevo en las clandestinidad, un
sistema educativo y un sistema sanitario. Creo que hay muchas razones para
admirar el contenido de esa respuesta colectiva que, dicho sea de paso,
entre paréntesis, nos coloca ante algún grave problema de
análisis relativo a las transiciones de la Europa Central y Oriental.
A qué me refiero: la teoría afirma que uno sólo puede
imaginar sociedades civiles fuertes en Europa Central y Oriental
allí donde hay períodos en el pasado más o menos prolongados
de democratización e industrialización. No sólo es
la antítesis de este modelo: es un país que carece de tradición
democrática en el pasado, en el XIX o en el XX, apenas industrializado,
sometido durante mucho tiempo a la férula del Imperio Otomano que,
con arreglo a la descripción convencional de los hechos, muy discutible,
es un problema también
endémico en lo que respecta
a los problemas de democratización en la Europa Central y Oriental
contemporánea. Siendo la antítesis de ese modelo hemos descubierto,
sin embargo, que la sociedad civil más sobria, más autoorganizada
de toda la Europa Central y Oriental contemporánea ha visto la luz
en el territorio más pobre, aquel que en teoría exhibía
los más negativos antecedentes al respecto. No me gustaría,
sin embargo, que idealizásemos en exceso este movimiento de desobediencia
civil, y al
respecto, me interesa muy mucho
llamar la atención sobre tres de sus problemas: el primero es que
fue un movimiento de respuesta espontánea, alguno de vosotros dirá
¿y qué tiene de malo que las
respuesta fuese espontánea?
No tiene de malo en sí mismo, lo que quiero decir es que a menudo
se ha exagerado la dimensión de respuesta ideológica a un
problema, cuando en muchos casos lo que había era una respuesta
biológica a una situación muy tensa. Me explico, cuando las
empleadas y los empleados de la sanidad pública en Kosovo, de origen
albanés, se ven privados en 1989 de sus puestos de trabajo, experimentan
un impulso inmediato a construir un sistema sanitario en la clandestinidad,
no se requiere un grado extremo de conciencia ideológica o de capacidad
de resistencia, hay una dimensión rotunda de respuesta biológica.
Segundo de los problemas, más grave que el anterior, la progresiva
burocratización, el progresivo enquistamiento de este movimiento
de desobediencia civil. A los ojos de sus críticos este movimiento
era admirable por muchos motivos, pero no estaba generando resultados,
los años fueron pasando y la situación en Kosovo se fue enquistando,
de tal suerte que el propio movimiento fue perdiendo imaginación
y apenas adquirió capacidad de contestación efectiva, desde
la noviolencia, de las políticas
del gobierno serbio. Hay una tercera dimensión interesante para
los antropólogos y muy poco estudiada y vinculada con un proceso
sorprendente de privatización, me explico, sabéis que en
toda la Europa Central y Oriental en los últimos años lo
que se ha abierto camino es un conjunto de políticas tramadas desde
las instituciones y encaminadas a privatizar buena parte del sector estatal
de antaño, esas políticas, que en la mayor parte de los casos
no han dado los resultados apetecidos, y que exhiben un grado de inmoralidad
notorio, han adquirido una dimensión específica en Kosovo.
En el año 1989 se produce de la noche a la mañana una efectiva
privatización de la actividad
de la mayoría de la población,
son expulsados de la economía pública y nos les queda otro
horizonte que autoorganizarse dentro de la economía privada. El
efecto final es que la economía privada en Kosovo es
significativamente más
poderosa que la economía privada en Serbia y que, en este caso,
la privatización, conviene agregarlo, ha generado los mismos efectos
negativos en términos de injusticia social que se ha producido en
otros escenarios de la Europa Central y Oriental, en Kosovo y entre la
población albanesa, ha aparecido una élite económica,
claramente privilegiada, cuyo nivel de vida está a años luz
del que exhibe la mayoría de la población.
- Cuarta observación que
quiero haceros: uno de los datos que acabo de manejar permite explicar
incipientemente por qué en 1998 el conflicto de Kosovo entró
en una dinámica de franca confrontación militar, me refiero
a esta segunda crítica al movimiento de desobediencia civil, que
llamaba la atención sobre su progresiva burocratización,
sobre su pérdida de horizontes. El efecto final al que quiero llegar
es que una parte, fundamentalmente de la juventud albanesa de Kosovo, descontenta
con los resultados del movimiento de desobediencia civil, ha pasado a engrosar,
como sabéis, las filas del UCK -el Ejército de Liberación
de Kosovo-, ha abandonado el camino de la respuesta noviolenta y ha asumido
el horizonte de una reacción militar a la represión urdida
desde Serbia. Pero conviene recordar que hay otro factor del otro lado
del espejo, de Serbia, que explica la dinámica creciente de confrontación.
En
el otoño de 1997 en Serbia
se celebraron elecciones y el resultado final de dichas elecciones fue
la configuración de un gobierno de coalición en el que, junto
al partido de Milosevic -el Partido Socialista-, está presente el
Partido Radical, de un señor llamado Vojislav Seselj, que ejemplifica
el vigor creciente de un discurso que voy a calificar de parafascista,
de nacionalismo agresivo e imperial. La visión de Seselj, que subrayo
que es hoy uno de los viceprimeros ministros serbios, es que el conflicto
de
Kosovo sólo se resolverá
el día en que los albaneses desaparezcan del territorio. A lo que
voy es a la circunstancia, fácilmente identificable, de que el acceso
de los radicales de Seselj al poder ha contribuido a radicalizar las políticas
del gobierno serbio, con lo cual ya tenemos los dos estímulos decisivos
que contribuyen a explicar por qué en 1998 el conflicto de Kosovo
ha entrado en un estadio distinto. Desde hace aproximadamente un año
hasta hoy las estimaciones al uso hablan de una guerra que ha generado
2.000 muertos y que ha producido del orden de 300.000 refugiados, que es
algo así como un 15% de la población de Kosovo, pero que
es innegable, que si se trata de analizar en un solo dato el derrotero
militar del conflicto, el ELK ha ido perdiendo terreno, ha ido perdiendo
capacidades y ha sido marginalizado por una comunidad internacional que,
tal vez en este caso, deseaba secretamente que la
represión ejercida por
el ejército yugoslavo y por la policía serbia diese resultados
en lo que respecta a la aniquilación del enemigo.
- Quinta observación que
quiero haceros. Sabéis también, a buen seguro, que en los
últimos meses se ha abierto camino un procedimiento de presión
internacional que ha conducido a la firma de un acuerdo de paz, del que
no me voy a ocupar porque hoy es irrelevante, el pasado mes de octubre,
y al intento de consecución de un segundo acuerdo de paz, todavía
en cimientos, resultado de las conversaciones que se han celebrado el pasado
mes de febrero en Rambouillet, Francia. En qué consiste el proyecto
de acuerdo de paz que maneja el llamado Grupo de Contacto, que maneja la
comunidad internacional, para entendernos. Creo que ese acuerdo se asienta
en tres ideas maestras: la primera no es sino la aplicación de lo
que ahora voy a llamar el modelo checheno. El modelo checheno consiste
en abrir un período de normalización en la vida política
y económica del país, de tal suerte que la resolución
sobre el conflicto de fondo se aplaza hasta que concluya ese período
de normalización. En el caso del acuerdo de paz sobre Chechenia,
suscrito en 1996, el acuerdo implicaba que el período se prolongaría
durante cinco años. En el caso de los proyectos que se manejan
en Rambouillet, el período que se prevé para Kosovo
es de tres años. La segunda idea matriz de las conversaciones de
Rambouillet es la instauración de un grado muy notable de autogobierno
en Kosovo, la celebración de elecciones en los distintos ámbitos
y todo ello bajo la supervisión de instancias internacionales. La
tercera, y última idea maestra, es el despliegue de un contingente
militar de 28.000 soldados en el marco de la OTAN, algo que introduce una
diferencia fundamental con respecto al acuerdo del pasado mes de octubre
que acabo de mencionar de manera pasajera. Recordad que el acuerdo de octubre
contemplaba el despliegue de 2.000 observadores desarmados de la OSCE.
Este acuerdo, el de Rambouillet, troca estos dos mil observadores desarmados
por 28.000 soldados bien pertrechados. Sabéis que la primera ronda
de Rambouillet ha fracasado, pero yo creo que tiene su sentido realizar
un par de observaciones sobre la dinámica de la negociación
y el porqué de su fracaso. ¿Cuáles son esas dos observaciones?
Aún resumiendo mucho los datos, creo que puede afirmarse que cuando
la negociación de Rambouillet se inició, lo que ocurrió
es que en los primeros días el Grupo de Contacto realizó
concesiones significativas a la delegación albanokosovar. La principal
de esas concesiones era un compromiso, bien es verdad que vago, de reconocimiento
de la posibilidad de un referéndum de autodeterminación una
vez transcurridos esos tres años de normalización. El día
20 de febrero era el día formalmente fijado para poner fin a las
negociaciones y
lo cierto es que la parte albanokosovar
había dado su visto bueno al acuerdo, pero en cambio la delegación
serbia se había negado a aceptarlo. La consecuencia inmediata es
que debía abrirse camino,
conforme a las amenazas del Grupo
de Contacto, una acción militar en regla liderada por la OTAN y,
sin embargo, con alguna sorpresa, nos encontramos con que la acción
militar se aplazó y lo que se abrió camino en las horas inmediatas
fue una dinámica de general reconocimiento de las demandas de la
parte serbia que se tradujo, a la postre, en el olvido de muchos de los
compromisos, de las concesiones realizadas en los primeros días
de la negociación a la parte albanokosovar, de manera singular,
el concepto referéndum de autodeterminación desaparecía
del acuerdo de Rambouillet. Quiero enunciar lo que estimo es una paradoja,
quienes no firman y son los presuntos recipiendarios de una acción
militar
internacional, lo que reciben
son concesiones para que firmen en detrimento de quienes han decidido firmar
en primera instancia. La segunda de las observaciones me invita a recordar
que si esa acción
militar de la OTAN no se produjo,
desde mi punto de vista, ello fue así por una razón muy sencilla,
la OTAN estaba aterrorizada ante la perspectiva de bombardear Serbia, y
estaba aterrorizada por una razón simple también, carecía
de cualquier proyecto para el día después del bombardeo.
De manera más precisa, la OTAN, muy probablemente, sopesó
el horizonte de que bombardeando Serbia podía generar una dinámica
de adhesiones al gobierno serbio, produciendo el efecto contrario del deseado,
una dinámica de cierre de filas ante lo que se interpretaba a la
luz de la propaganda oficial, era una agresión militar exterior;
pero más allá de eso, una acción militar de la OTAN
podía haber provocado la represalia del ejército yugoslavo
contra la población civil albanokosovar, con el consiguiente incremento
de la tensión bélica en Kosovo y la configuración
del escenario que a la postre es el que pretendían evitar las negociaciones
de Rambouillet: el de una guerra abierta que se extendiese a Macedonia
y condujese con el paso del tiempo a una internacionalización del
conflicto.
- Sexta observación que quiero haceros. En el terreno teórico ¿cuáles son los horizontes de resolución del conflicto de Kosovo? Y digo en el terreno teórico porque yo me voy a referir de manera muy rápida a seis horizontes distintos sin atribuir a ninguno de ellos mayores posibilidades que a los demás.
* El primero de los horizontes es un acrecentamiento significativo de la represión urdida por la autoridades serbias. Quiero recordaros que este es el proyecto de Seselj, uno de los viceprimeros ministros del gobierno serbio de hoy. En la visión de Seselj, el conflicto de Kosovo, lo mencioné antes, sólo se resolverá una vez que los albaneses desaparezcan del territorio.
* El segundo de los horizontes es la preservación del status quo que imperó entre 1989 y 1997. Yo creo que este es el horizonte que configura los deseos del presidente yugoslavo de hoy, Milosevic. Milosevic no desea acrecentar la represión ni las tensiones bélicas en Serbia, pero tampoco desea, al menos a primera vista, ningún compromiso que conduzca a la restauración de derechos de autogobierno en Kosovo. Se contentaría, en el mejor de los casos, con asumir medidas de corrección menores como, por ejemplo, la que en 1995 condujo a un acuerdo encaminado a permitir que los estudiantes albaneses pudieran volver al sistema de enseñanza pública en Kosovo.
* El tercero de los horizontes
es la propuesta maestra de la UE y de Grupo de Contacto, la restauración
de la condición autónoma abolida en 1989. Sólo quiero
llamaros la atención sobre uno de los problemas
vinculados con este proyecto:
la Serbia de hoy no es lo que era la Serbia de 1989. En 1989 Serbia era
un estado visiblemente descentralizado que formaba parte de una estructura
federal en la cual la federalización impregnaba todas las instituciones,
hoy Serbia es, en cambio, un estado unitario hipercentralizado y no resulta
nada sencillo explicar cómo se restaura la condición autónoma
de una región que otorga a esta última derechos notables
de autogobierno en el marco de un estado unitario
hipercentralizado. Muchas veces
he dicho que es como si en los años sesenta se hubiese producido
en Cataluña un auge muy notable del nacionalismo catalán,
que hubiese colocado en un brete al régimen del general Franco y
la comunidad internacional hubiese respondido diciendo, restaure usted
el estatuto de autonomía vigente en Cataluña durante la Segunda
República. La respuesta inmediata sería ¿cómo
casa la restauración de una condición autónoma con
derechos democráticos de autogobierno en el marco de un régimen
autoritario liderado por un general? Pues sospecho que este tipo de problemas
se puede plantear en el horizonte inmediato en la medida en que no parece
que el régimen serbio esté dispuesto a cambiar la textura
de sus instituciones y comportamientos.
* El cuarto de los horizontes
es un horizonte teóricamente muy interesante. Y consiste en convertir
a Kosovo en la tercera parte integrante de la Federación Yugoslava
que hoy existe, me explico, lo que
hoy se llama Federación
Yugoslava es una federación a dos en la que figuran Serbia y Montenegro,
con arreglo a este proyecto Kosovo debería convertirse en la tercera
parte integrante de la Federación que
quedaría configurada por
Serbia, Montenegro y Kosovo. Digo que este proyecto es interesante porque
por un lado implicaría un acrecentamiento sensible de los derechos
de autogobierno de Kosovo y por el otro ofrecería garantías
al gobierno serbio de que Kosovo sigue formando parte de una misma estructura
institucional. Claro que este proyecto también plantea sus problemas,
uno de ellos es que a los ojos de las versiones dominante en el nacionalismo
serbio no puede aceptarse que Kosovo deje de ser un territorio serbio,
aun a costa de seguir siendo un territorio yugoslavo, que es al fin y al
cabo lo que implicaría la propuesta.
Otro de los problemas que está
en el trasfondo es que, en buena lógica, la conversión de
Kosovo en la tercera parte integrante de la Federación Yugoslava
acarrearía un reconocimiento implícito de la autodeterminación
de Kosovo, que es precisamente lo que el gobierno serbio intenta evitar
por todos los conceptos.
* El quinto, y penúltimo, horizonte teórico no es otro que la partición de Kosovo. Conforme a muchos rumores, a principios de los años noventa se celebraron en la sombra negociaciones entre delegaciones serbias y albanokosovares con el propósito de discutir un eventual proyecto de partición. El problema del criterio de partición es que cualquiera que se utilice genera resultados muy poco halagüeños para la parte serbia, me explico, si el criterio exhibe un cariz demográfico sólo hay dos pequeñas partes de Kosovo en las cuales los serbios son mayoría de la población, quiere esto decir que el 98% del territorio kosovar quedaría en manos de los albaneses; si lo que utilizamos es un criterio histórico, vinculado con el deseo serbio de preservar el control sobre determinados recintos de valor emocional, sentimental, la llanura de Kosovo Poli o de la batalla de 1389, determinados monasterios, lo que descubrimos es que la ubicación geográfica de esos recintos dificulta sensiblemente la partición, en otras palabras, están muy alejados de la línea de frontera con Serbia.
* El sexto y último de
los horizontes imaginables es un procedimiento de autodeterminación
en Kosovo. Los estudios realizados al respecto obligan a concluir que la
mayoría de la población albanesa de Kosovo, que es como decir
la mayoría de la población, es partidaria de la secesión
con respecto a Serbia y parece que se manifiesta mayoritariamente partidaria
también de un estado kosovar independiente y no de la integración
en Albania. Para explicar porqué esto último es así
probablemente hay que dar cuenta de dos datos: uno, la situación
económica en Kosovo aun siendo mala es infinitamente mejor que la
situación económica en Albania; dos, el sistema de clanes
que impera en Albania y que impera
también en Kosovo exhibe
hoy disrupciones que hace que la relación entre los clanes dominantes
en Albania, que proceden del sur del país, y los dominantes en Kosovo
sea más bien tensa, con lo cual los flujos de colaboración
entre Albania y Kosovo no son realmente notables.
- Séptima y penúltima
observación que quiero haceros. Es difícil hilvanar tres
o cuatro apreciaciones generales sobre el papel asumido por la comunidad
internacional en la digestión de Kosovo, pero si tengo que enunciarlas
muy rápidamente diré que la primera obliga a llamar la atención
sobre deficiencias radicales sobre la actitud en singular de la UE. La
tesis general esgrimida por el secretario general de la OTAN, Javier Solana,
para dar cuenta de porque la UE -la Comunidad entonces- no estuvo a la
altura en los inicios del proceso de desintegración de Yugoslavia
decía escuetamente: la política exterior de seguridad común,
la PESC, estaba en sus cimientos, no estaba desarrollada, con lo cual no
gozábamos de un instrumento
que nos permitiese actuar con rapidez ante los nuevos retos, ante las nuevas
amenazas. Han transcurrido siete u ocho años y la situación
parece que es la misma. Hay análisis puntillosos que recuerdan cómo
el sinfín de desafueros que caracterizó la digestión
comunitaria de la guerra en Bosnia-Herzegovina
se han ido repitiendo en el caso de Kosovo. Mi segunda observación
me obliga a llamar la atención sobre lo que interpreto son las preocupaciones
de la comunidad internacional. Quien a estas alturas piense que a nuestros
países les preocupa en serio la conculcación de los derechos
básicos de la mayoría de la población albanesa de
Kosovo están reflexionando con un grado muy notable de ingenuidad.
Lo que preocupa a nuestros países es el
nombre de un país limítrofe
con Kosovo, Macedonia. El horizonte que intentan evitar bajo todos los
conceptos es el de una guerra abierta en Kosovo que genere un caudal masivo
de refugiados camino de la vecina Macedonia, que provoque una sublevación
de la población albanesa mayoritaria en el Occidente de Macedonia,
que genere una guerra abierta en Macedonia, que provoque a la postre al
intervención de potencias foráneas como pueden ser Albania,
Grecia, Bulgaria o, la más alejada, Turquía. Creo que este
es el horizonte que nuestros estrategas tienen en mente y que realmente
preocupa y, si hay una decisión más o menos firme de actuar
en Kosovo, lo que guía esa decisión es este horizonte y no,
por desgracia, la conculcación de los derechos básicos de
la mayoría de población albanesa. Tercera y última
observación sobre el papel de la comunidad internacional, yo creo
que hasta hoy es muy difícil
no concluir que la política
de la comunidad internacional se ha asentado en un respaldo en los hechos
del stablishment en Serbia. Aunque la retórica es muy agresiva con
respecto al régimen de Milosevic, en los
hechos, las posiciones finales
contribuyen a fortalecer al régimen, tal vez porque en Serbia no
hay ningún recambio efectivo. La situación de Kosovo hoy,
por racionalizar este argumento, es peor que la de Bosnia en 1992, Bosnia
en 1992, al fin y al cabo era un estado internacionalmente reconocido,
del que se podía esperar que reclamase la ayuda internacional para
defenderse, pero es que, más aún, el presidente yugoslavo,
Milosevic, es un garante decisivo del vigor del tratado de Dayton en Bosnia-Herzegovina,
lo cual, muy probablemente reduce, y sensiblemente, las tentaciones de
la comunidad internacional de actuar de manera efectiva contra él,
la acumulación de estos datos nos obliga a considerar el horizonte
de que, al menos hasta hoy, las políticas efectivamente desarrolladas,
que se asientan en la consideración de fondo de que Kosovo es un
asunto interno de Serbia, han contribuido, si no a fortalecer, al menos
no a erosionar el poder de Milosevic.
- Concluyo: me gustaría llamar la atención sobre cuatro ideas generales, alguna de ellas ya la he esgrimido, que creo que permiten tomarle el pulso al conflicto en su dimensión actual.
* Primera de esas ideas, creo
que es enunciar una obviedad afirmar que el conflicto de Kosovo, como otros
tantos en los Balcanes Occidentales, no se va a resolver en tanto en Serbia
y en Croacia, dicho sea de paso, gobiernen el país quienes lo han
gobernado los últimos años. Y el problema en Serbia es grave
porque no parece que exista una oposición que merezca tal nombre
o, en su defecto, esa oposición es tan débil y tan marginal
que apenas puede uno imaginarla dentro de tres o cuatro años ejerciendo
el poder. Mencionaré dos datos que me parecen ilustrativos de esta
afirmación general: muchos de vosotros recordaréis que hace
un par de años en las calles de Belgrado se manifestaban los estudiantes
para protestar por el pucherazo en las elecciones municipales en las principales
ciudades, uno de los dirigentes que encabezaban esas manifestaciones era
un hombre de barba larga llamado Vuk Draskovic.
Vuk Draskovic es hoy vicepresidente
del gobierno yugoslavo, y en las últimas elecciones generales realizaba
una curiosa e ilustrativa propuesta en relación con Kosovo: que
se le cambiase el nombre al territorio y que empezase a llamársele
La Vieja Serbia. Fijaos que propuestas más interesantes realiza
la oposición Serbia. El segundo de los dirigentes que encabezaba
esas manifestaciones es un señor llamado Soran Jinjic. Yo recuerdo
que hace como un año cayó en mis manos una entrevista con
Jinjic en la cual el periodista
pretendía que Jinjic se pronunciase sobre los dirigentes políticos
que consideraba merecían mayor respeto, y lo cierto es que Jinjic
se sustraía a su obligación. El periodista le dijo, bueno,
no le gustaría a usted ser Vaclav Javel , intentando ilustrar, me
parece, la idea de un dirigente político preocupado por al articulación
de los problemas de la sociedad civil, las libertades, y él respondió
“no sé quien es este señor” , y, a continuación, el
periodista le dijo, bueno, y no le gustaría a
usted ser el Billy Brandt serbio,
imagino que ilustrando la idea del político que se pone de rodillas
para pedir perdón por el holocausto judío durante la Segunda
Guerra Mundial, la respuesta de Jinjic fue: “los serbios no tenemos que
pedir perdón por nada”, y ya, después de mucho tirarle el
periodista, enunció los nombres de los dos políticos que
más admiraba: Margaret Tatcher y Benjamin Netanyaju. Así
están las cosas para dar cuenta de cuál es el perfil de la
oposición serbia del momento. Es verdad, sin embargo, que en Serbia
hay círculos intelectuales que empiezan a examinar el horizonte
de la independencia de Kosovo, pero no empiezan a examinarlo en virtud
de un discurso liberal concesivo que identifique el problema nacional,
la autodeterminación o cualquiera otra circunstancia. El dato fundamental
que explica el vigor de estas posiciones se llama crecimiento vegetativo
de la población, el crecimiento vegetativo de la población
albanesa en Kosovo es rotundamente más alto que el que
corresponde a la población
serbia en el conjunto de Serbia, de tal suerte que podríamos encontrarnos
con la paradoja de que dentro de 30 ó 40 años los albaneses
sean mayoría de la población, no sólo en Kosovo, sino
en el conjunto de Serbia, triste destino, claro, para un proyecto hipernacionalista
que hizo de la configuración de un estado étnicamente homogéneo
el núcleo de buena parte de sus políticas. Y -¡ojo!-
con lo que voy a decir ahora, empieza a emerger la sospecha de que el presidente
yugoslavo, Milosevic, se inserta en esta manera de razonar. Milosevic no
es un nacionalista, Milosevic es un político muy pragmático
que en momento alguno ha sucumbido, como no fuera por razones instrumentales,
al influjo de esencialismos historicistas. A Milosevic le da igual Kosovo,
la llanura de Kosovo Poli y la batalla de 1389, lo que quiere es preservar
su poder, el gigantesco sistema de economía mafiosa que ha urdido
y está dispuesto a realizar concesiones. Lo que precisa es de un
mecanismo que le permita presentar ante su opinión pública
el eventual abandono de Kosovo. Sé que lo que estoy diciendo suena
muy
provocativo, porque en último
término estoy diciendo: el responsable fundamental de la represión
en Kosovo es la figura política que podría asumir de la noche
a la mañana la concesión de la independencia efectiva a Kosovo,
pero me parece que no es un horizonte muy desencaminado. Hoy mismo, en
El País, aparece una entrevista con Beton Surroi -uno de los miembros
de la delegación albanokosovar en Rambouillet- y viene a decir algo
parecido, lo dice con más ironía, dice que él se imagina
que cualquier día Milosevic aparecerá en la televisión
yugoslava y dirá: después de muchas presiones internacionales,
y después de muchos esfuerzos, hemos conseguido salirnos con la
nuestra, hemos establecido relaciones diplomáticas con Kosovo. Fijaos
lo que quiere decir la ironía, después de tanto pelear, al
final se presenta, con un procedimiento de manipulación, ante la
opinión pública aquello que durante tanto tiempo se ha rechazado.
* Segunda observación, muy rápidamente enunciada. Montenegro, que es un país al que no me he referido, puede pagar los platos rotos de un eventual acuerdo en Rambouillet, de la misma suerte que Kosovo pagó, en 1995, los platos rotos del acuerdo de Dayton sobre Bosnia, ¿por qué? Porque esos acuerdos se concentran en los territorios de los que se ocupan y acaban por legitimar, por institucionalizar, lo que ocurre en el resto de la vieja Yugoslavia, y en este caso, pudiera suceder, que los platos rotos derivados de eventuales concesiones del gobierno serbio en Kosovo, se hiciesen valer en la otra parte de la federación, en Montenegro, que, sabéis, mantiene una relación cada vez más tensa con Serbia.
* Tercera observación.
Yo creo que uno tiene que tomarse en serio la cuestión de la autodeterminación
en Kosovo, y tiene que tomarse en serio la cuestión de la autodeterminación
por dos razones, la primera porque la demanda de la autodeterminación
que esgrime la mayoría de la población albanokosovar es una
consecuencia directa de la política del gobierno serbio, el gobierno
serbio ha ido cerrando todas y cada una de las puertas, de tal suerte que
ante semejante horizonte, no quedaba otra posibilidad que reclamar francamente
la autodeterminación; la segunda de las razones es que las fuerzas
políticas dominantes entre los albaneses de Kosovo no parecen dispuestas
a reproducir con la minoría serbia
presente en el territorio el
sinfín de desafueros que han padecido urdidos desde el gobierno
serbio, ¿qué quiero decir con ello? Pues me refiero, por
ejemplo, a que en ese parlamento elegido en la landestinidad
hay escaños reservados para la minoría serbia a quien se
reconoce la condición de habitantes históricos de Kosovo
en los mismos términos que la mayoría albanokosovar. La visión,
un tanto idílica, bien es verdad, que la fuerza política
dominante en Kosovo, la Liga Democrática de Kosova de Ibrahim Rugoba,
defiende en relación con estas cosas, es la de que Kosovo debe convertirse
en un estado independiente que sirva por primera vez de puente en las relaciones
bilaterales, siempre cargadas por la tensión, entre Serbia y Albania.
* Cuarta y última observación.
Yo creo que, por razones que ya he esgrimido, la mayoría de población
albanesa de Kosovo debiera recelar de una comunidad internacional que,
por desgracia, sigue mucho más atenta a la defensa de intereses
que a la defensa de principios. Hace unos meses tuve la oportunidad de
comprobar cuál era el grado de ingenuidad de mucho de los habitantes
de Kosovo. Hablando un día con el representante de la LDK ante la
UE, en las primeras jornadas del Mundial de Fútbol de Francia, él
me dijo que estaba muy ilusionado porque el Parlamento Holandés
había aprobado una resolución en la cual reclamaba que si
la selección holandesa de fútbol tenía que enfrentarse
con la yugoslava con ocasión del mundial, se retirase y no se presentase
al partido. Yo le miré completamente atónito, dándome
cuenta de cuál era el grado de ingenuidad y de desconocimiento de
los riesgos de un golpe militar en un estado miembro de la UE; imaginaos
que la selección española de fútbol no se presenta
por razones políticas a un encuentro del Mundial, los militares
hubieran salido a la calle, hubieran interrumpido el orden constitucional,
y no lo estoy diciendo en broma, recordad que las únicas manifestaciones
masivas que conocemos en este país en los últimos años
se produjeron en Sevilla y en Vigo cuando, en virtud de una decisión
administrativa, se optó por bajar al Sevilla y al Celta a segunda
división. Bueno, la selección
holandesa de fútbol se enfrentó unos días después
con la yugoslava y nadie tiene conocimiento de que asumiese ningún
gesto de abandono, ni siquiera simbólico.