A lo largo de 20 años hemos manifestado con rotundidad nuestro rechazo a la OTAN y sus bases en el estado español, por tratarse de un organismo fundamentalmente del imperialismo norteamericano para asegurar su predominio político y militar. El final de la Guerra Fría supuso el inicio de la actual coyuntura bautizada como Nuevo Orden Mundial.

    A lo largo de los 90 los intentos por encontrar una salida a los conflictos de los Balcanes han fracasado debido a que las intervenciones se han realizado en función de los intereses concretos de cada país occidental y no para ayudar a los pueblos a encontrar soluciones propias y duraderas y duraderas. También señalamos que la paz d Dayton estaba llamada al fracaso por ser una solución
impuesta desde fuera que dejaba sin arreglar algunos problemas de fondo como el de Kosovo.
 
    Creemos que el pueblo albanés de Kosovo tiene derecho a la autodeterminación, si así lo decide la mayoría; condenamos los nacionalismos excluyentes como el serbio por su política de agresión sobre los pueblos vecinos. Condenamos todas las intervenciones militares de la OTAN tanto en Yugoslavia como en Kurdistán, porque van en contra de los pueblos. Los aviones internacionales bombardean a gente inocente y contribuyen a consolidar el poder dictatorial de Molieseis. Cualquier agresión de la OTAN o de los respectivos ejércitos de los estados opresores es condenable de inmediato.

    Manifestamos nuestra indignación ante la presentación de estas intervenciones como "ayuda humanitaria". Tal calificativo es el instrumento utilizado por los países occidentales, incluido el gobierno de Aznar con su papel colaboracionista, para justificar su intervención en los asuntos de otros estados. La no intervención en Ruanda en el 94, en pleno genocidio que costó casi un millón de muertos, es el ejemplo más claro de cómo esta "ayuda humanitaria" se utiliza no en función de
realidades concretas, sino de intereses políticos y geoestratégicos ajenos a los pueblos "ayudados".