LA OTAN DESTRUYE KOSOVO PARA SALVARLO
 
JAMES PETRAS

  Durante los últimos 10 años, la Administración Clinton  se ha dedicado a ampliar las alianzas militares de  Estados Unidos en Europa y a intensificar las  actividades militares en Oriente Próximo, al tiempo que  promovía los intereses de las multinacionales  estadounidenses. Los resultados son sorprendentes: la OTAN se ha  ampliado hasta la frontera rusa, Europa Occidental es  un socio subordinado en la Alianza  el dominio de Wall  Street está relacionado directamente con la gran  ofensiva de Washington para crear un imperio político y  militar.
     El ascenso del imperio de Estados Unidos ha llevado a  Clinton a recurrir a las acciones unilaterales y a la manipulación de las llamadas organizaciones  internacionales. Clinton ordena a la OTAN bombardear  Yugoslavia, y sus colegas europeos se cuadran de  inmediato.
  La guerra en Yugoslavia sólo puede entenderse como  parte de una expansión generalizada del poder de  Estados Unidos. Su ofensiva para destruir cualquier  competidor en la lucha por el poder es incontenible ahora que Washington es la única potencia mundial.
  Clinton ha conseguido subordinar a los regímenes de  Europa Oriental (Polonia, República Checa y Hungría)  bajo el dominio de la OTAN. Ha integrado a España y  Grecia como colaboradores dóciles. Turquía e Israel  constituyen la base de la supremacía de Washington en Oriente Próximo. Con el fin de consolidar su imperio,  EEUU ha creado pequeños estados, ha brindado  apoyo económico a políticos y ha emprendido  acciones para eliminar a cualquier adversario en  potencia. Milosevic era un obstáculo, y los albaneses  podían ser utilizados para socavar el poder del líder  serbio.
  Una maquinación  La fuerza militar ha sido el instrumento político favorito  de Washington. El apoyo a grupos de combatientes  locales fue el sello de distinción de la Administración Reagan. Clinton ha hecho lo mismo en Kosovo. La idea  de una nación kosovar es una maquinación de Washington, así como lo es el argumento de que  Estados Unidos está interviniendo por razones  humanitarias.
    En primer lugar, ningún analista objetivo puede tomarse  en serio que el bombardeo es un acto humanitario.
   Algunos de los más cercanos aliados de Washington  son mucho más opresivos con sus propias minorías. Por ejemplo, Turquía encarcela a todo aquel que hable de la autonomía kurda.
   La verdadera naturaleza de la política imperial de  Washington ha sido manifestada descaradamente por  el jefe supremo de las fuerzas de la OTAN, el general  Westley K. Clark: «De forma sistemática y progresiva vamos a atacar, desorganizar, degradar, devastar y, a menos que el presidente Milosevic cumpla con las  exigencias de la comunidad internacional (léase  Washington), vamos a destruir sus fuerzas» (el  paréntesis es mío). Destrucción o subordinación, ésta  es la alternativa que el                 monstruo imperial ofrece a los  gobernantes europeos desobedientes.
     La restablecida supremacía de Estados Unidos, el  relativo declive económico de Japón y de Alemania y la neutralización de Rusia han alentado a Washington a  intervenir militarmente en Europa, a trazar nuevas fronteras, a extender y profundizar sus alianzas  militares, a desafiar las normas y regulaciones  comerciales y a imponer su propia interpretación del  libre comercio.
   Samuel Berger, asesor de Clinton, ha justificado la  intervención en la política interna de Yugoslavia.  Cuando le preguntaron si los ataques establecían un  precedente para futuras intervenciones en guerras  civiles, Berger contestó: «Dependerá de si están en  juego o no los intereses de Estados Unidos, así como  sus principios».
  Este reconocimiento por parte de Berger de que los  «intereses de Estados Unidos» (que ahora incluyen los  de las multinacionales norteamericanas y las alianzas  militares, entre otros) son predominantes, significa que Washington rechaza la independencia y la soberanía  de todos los países. La doctrina de Clinton ha vuelto a interpretar el mundo de acuerdo al pasado colonial:
      Washington tiene el derecho de atacar cualquier país  cuya política se oponga a sus objetivos imperiales.

                   [James Petras es profesor de Etica Política en la Universidad de Binghamton (EEUU)]