No. 1169  28 de marzo de 1999
Si Milosevic no cede ante los bombardeos, se llegaría al combate terrestre

La guerra contra Yugoslavia reafirma el poder estadunidense en Europa y margina cada vez más a la ONU
Anne Marie Mergier

 Es también la primera vez que la OTAN emprende una acción de esa envergadura sin consultar a las Naciones Unidas ni pedir su aval o su autorización al Consejo de Seguridad.

 Si bien el régimen ultranacionalista de Slobodan Milosevic, presidente de Serbia y principal responsable de las guerras fratricidas que sacuden y enlutan la ex Yugoslavia desde hace cinco años es indefendible, no es menos cierto que los bombardeos masivos se llevan a cabo fuera de cualquier marco jurídico internacional.

 Paul-Marie de la Gorce —autor de numerosos libros sobre temas históricos (la Segunda Guerra Mundial, la historia de la Cuarta República francesa, una biografía de Charles de Gaulle) y ensayista político de fuertes convicciones —su libro El último imperio, publicado hace dos años, plantea un interrogante más que nunca de actualidad: ¿El siglo XXI será norteamericano?Ñ, dice a la corresponsal:

 "En esta historia no cabe la mínima noción de derecho internacional, sólo impera la voluntad de la OTAN, es decir, en primera instancia, de Estados Unidos, y luego, detrás, de los europeos, de imponer de una vez por todas y por medio de la fuerza el plan elaborado por ellos para Kosovo."

 De Lagorce dirigió durante muchos años la Revista de Defensa Nacional, y presidió el Comité de Defensa Nacional, un importante organismo francés de reflexión sobre asuntos estratégicos; éste reconocido experto en geopolítica, fue miembro de varios gabinetes ministeriales bajo las presidencias de Charles de Gaulle y de Georges Pompidou. Sus análisis e intervenciones en debates políticos franceses sacuden con frecuencia las certidumbres del pensamiento único.

 —¿Considera que se habían agotado todas las posibilidades de negociación con Slobodan Milosevic, cuando se tomó la decisión de bombardear a la República Federal de Yugoslavia?

 —Es delicado responder a esa pregunta. Pero quizás lo que me parece importante subrayar es que el plan de pacificación estaba mal enfocado.

 —¿Es decir?

 — ¿Qué buscó el Grupo de Contacto cuando encerró en Rambouillet, del 6 al 24 de febrero, a las delegaciones albanesa y de la República Federal de Yugoslavia para obligarlas a negociar? Simplemente conciliar lo irreconciliable: se buscó no tocar a las fronteras internacionales, es decir, no permitir a los albaneses acceder a la independencia, por lo menos a corto plazo, y restarle a Belgrado toda autoridad sobre esa región. Resultado: las dos delegaciones rechazaron la propuesta.

 —¿Qué enfoque le hubiera parecido más aceptable?

 —¿Por qué no decirlo francamente? Se debió pensar en dividir esa región para asegurar a cada comunidad un espacio para vivir en paz. Es consternante afirmar esto, pero hay que ser claros: esas dos comunidades ya no pueden convivir más en Kosovo. Habría sido más pragmático reconocerlo, buscar la manera de hacer respetar las justas aspiraciones de la minoría serbia y de la mayoría albanesa. Se habría evitado la guerra entre el UCK (ejército de liberación de Kosovo) y el ejército serbio, los bombardeos actuales, y la huida de miles de refugiados de ambas comunidades.

 —En Rambouillet nadie quiso firmar el Plan de Paz. Pero tres semanas más tarde, en París, la delegación albanesa acabó firmándolo.

 —Por supuesto. Seguí muy cerca lo que pasó durante esas tres semanas y vi cómo la administración Clinton "resolvió" el problema. Primero Robert Dole viajó a Kosovo, donde sostuvo grandes discusiones con los albaneses. Luego se invitó a una delegación albanesa a Washington y le dieron tres garantías: Primero se le aseguró que, conforme al Plan de Paz del Grupo de Contacto, se realizarían elecciones en Kosovo y que, por lo tanto, no tendrían problema alguno para tomar el poder en su región. Se explicó a los albaneses que la presencia de entre 20 mil y 30 mil soldados de la OTAN en su territorio les permitiría hacerlo con toda tranquilidad.

"El segundo punto delicado fue el de la entrega de las armas de los combatientes del UCK. Washington se mostró en ese campo sumamente flexible hacia el Ejército de Liberación de Kosovo y le dio a entender que bastarían algunos gestos simbólicos.

"Finalmente, se les dijo que el estatuto de amplia autonomía de Kosovo era algo transitorio, y que, a mediano plazo, era posible pensar en toda una gama de evoluciones políticas. En otras palabras, se dejó abierta la puerta para la independencia de Kosovo. Por supuesto, en estas condiciones los albaneses firmaron el Plan de Paz. No se dejó salida alguna a Milosevic que, lógicamente, siguió rechazando el Plan y apareció como el único responsable del fracaso de una solución negociada. Era exactamente la meta de Washington.

—Según usted, la administración Clinton buscó demostrar que la única alternativa era la guerra...

 —Absolutamente. Lo que más me llama la atención en todo este asunto de Kosovo es que Estados Unidos utilizó a la OTAN, su instrumento privilegiado de acción política y militar en Europa, para tomar todas las decisiones e iniciativas desde el principio hasta el fin. Es algo bastante inédito y preocupante. Creo que es importante recordar que durante la crisis de Bosnia, la OTAN sólo actuó después de que las Naciones Unidas votaron resoluciones sobre cómo resolver esa crisis. Fue el Concejo de Seguridad el que encargó a la OTAN aplicar esas resoluciones. La ONU decidió que la OTAN iba a ser su brazo armado. Ahora la situación es radicalmente distinta. Desde que decidió resolver a su manera la crisis de Kosovo, Washington descartó por completo a las Naciones Unidas y utilizó a la OTAN a su antojo.

 —Sin provocar mayores reacciones de sus socios de Europa Occidental...

 —Efectivamente. En el discurso que pronunció el 24 de marzo, para explicar por qué la OTAN bombardeaba a la República Federal de Yugoslavia, el presidente Clinton fue muy claro: enfatizó que el liderazgo mundial ejercido por Estados Unidos le otorgaba el derecho y el deber de intervenir dónde y cuándo consideraba 'justo' hacerlo. En otras palabras, cada vez que sienta que sus intereses están amenazados.

—A finales del año pasado Washington decidió bombardear a Irak sin consultar a la ONU...

—Y lo sigue bombardeando casi a diario sin problema alguno...

 —Ahora acaba de tomar la misma iniciativa con Kosovo. Entonces cabe preguntarse de qué sirven las Naciones Unidas.

 —Es precisamente el interrogante que parece plantearse desde hace varios meses su secretario general, Kofi Anam. Resulta cada vez más claro que Washington sólo acepta tomar en cuenta a la ONU si esa organización actúa conforme a sus intereses. Cuando siente que puede obstaculizarlos, prescinde de ella. En el caso de Irak actuó con el apoyo de Gran Bretaña, su indefectible socio europeo. En el caso de Kosovo utilizó a la OTAN. Y si es necesario, estoy convencido de que Washington actuará solo...

 
La estrategia militar
—Desde el miércoles 24, la OTAN lleva a cabo bombardeos masivos contra la República Federal de Yugoslavia. ¿Hacia dónde lleva esa guerra?

 —Antes de abordar ese tema, me gustaría hablar de la forma en que se tomaron las decisiones en el plano militar. Las cuestiones estratégicas son un poco mi especialidad y creo que en este caso vale la pena detenerse un poco en ese asunto. El Estado Mayor de la OTAN, en otras palabras el alto mando militar estadunidense, examinó dos hipótesis de intervención: una "baja" y otra "alta". La primera consistía en bombardeos limitados de uno o dos días, durante los cuales se preveía la utilización casi exclusiva de misiles de crucero Tomahawk con un apoyo aéreo reducido.

—¿Se trataba de una especie de bombardeos de advertencia, para dar a entender a Milosevic que las amenazas de la OTAN iban en serio?

 —Exactamente. Esa primera hipótesis implicaba dos subhipótesis: O bien el líder serbio se dejaba impresionar y aceptaba el arreglo político elaborado por el Grupo de Contacto, o bien lo seguía rechazando. Si prevalecía la segunda eventualidad, entonces la OTAN optaba por la hipótesis "alta".

 —¿Qué preveía esa opción?

 —Operaciones aéreas masivas e importantes disparos de misiles en todo el territorio de la República Federal de Yugoslavia para —y ese punto es capital— destruir lo más pronto posible la mayor parte del potencial militar serbio. Esa opción "alta" implicaba a su vez dos subhipótesis. O bien Milosevic capitulaba y firmaba el Plan de Paz, o se empeñaba en resistir, en cuyo caso se imponía lanzar un operativo militar terrestre.

 —Por lo visto se descartó la opción "baja".

 —Hay que hablar con claridad: el alto mando militar estadunidense y el presidente Clinton descartaron la hipótesis "baja". Sabían de antemano que Milosevic no podía aceptar el Plan de Paz que había firmado la delegación albanesa después de obtener las garantías que le dio Washington. Sospecharon que quizás iban a tener que enviar tropas terrestres a Kosovo y, por lo tanto, quisieron limitar al máximo los riesgos para esas tropas. Desecharon la primera opción, cerraron así la puerta a la diplomacia y echaron a andar la opción "alta".

 —Según usted, lo que empezó la noche del miércoles 24 es la destrucción masiva y sistemática de toda la infraestructura militar de la República Federal de Yugoslavia.

 —A eso estamos asistiendo en ese momento. Lo confirmó abiertamente el general norteamericano Wesley Clark, quien tiene a su cargo el mando supremo de la OTAN, durante una rueda de prensa el jueves 25, en Bruselas, en la sede de la OTAN. Por su parte, en esa conferencia de prensa, Javier Solana, secretario general de ese organismo, anunció en la misma forma "abierta" que uno de los objetivos políticos de esa guerra era sacar del poder a Milosevic.

 —Inicialmente se había anunciado que los bombardeos de la OTAN tenían dos metas precisas: golpear el potencial militar serbio para impedir que las Fuerzas Armadas de la República Federal Yugoslava siguieran reprimiendo a los albaneses de Kosovo y obligar a Milosevic a firmar el Plan de Paz.

 —Así es. Pero conforme pasan los días se va destapando lo que planeó Washington. Desde la Guerra de Vietnam, el alto mando militar estadunidense parte de un principio simple e intangible: si se le pide hacer la guerra, que el gobierno norteamericano tome la responsabilidad de definir el objetivo político claro de esa guerra. A la luz de lo que está pasando actualmente en la República Federal de Yugoslavia, va apareciendo ese objetivo: ocupar militarmente Kosovo para imponer el Plan de Paz, con la esperanza de poder derrocar de paso a Milosevic. El hecho de que Washington haya optado por la hipótesis "alta" demuestra que la meta buscada es esa ocupación de Kosovo por fuerzas de la OTAN, sin que Naciones Unidas tenga la posibilidad de decir o hacer nada al respecto. Es importante no perder eso de vista.

 —¿Qué se sabe de la capacidad de resistencia de las fuerzas armadas de la República Federal de Yugoslavia?

—Es la gran incógnita. Allí también hay dos hipótesis. O bien Milosevic reconoce su inferioridad militar y retira todas sus tropas de Kosovo, o bien decide resistir hasta el final. Esa segunda posibilidad, que implicaría combates terrestres costosos a nivel de vidas humanas en ambos campos, no tardaría en provocar fuertes reacciones en la opinión pública y podría llegar a quebrantar la unanimidad que Washington logró imponer en la OTAN.

 
El predominio estadunidense
—Lo que resulta difícilmente comprensible es esa especie de pasividad de los gobiernos europeos ante el liderazgo estadunidense. En los últimos tiempos buscan construir una política exterior y de defensa común, afirmarse en el ajedrez mundial, pero en los hechos siguen avalando las iniciativas de Washington y le permiten usar a la OTAN para defender sus propios intereses, como usted lo acaba de explicar.

 —Para entender eso, es interesante analizar el proceso de evolución reciente de la OTAN. Al final de la Guerra Fría, en ningún momento se les ocurrió a los países de Europa Occidental cuestionar la existencia de la Alianza Atlántica, ni siquiera propusieron repensar su organización militar y su funcionamiento. Después de todo, durante décadas se nos explicó que el fundamento de esa alianza y de su organización militar, era la amenaza, real o supuesta, que representaba para Occidente el bloque del "Este". Una vez desaparecida esa amenaza, hubiera sido lógico que los europeos decidieran interrogarse sobre la manera de recobrar una mayor autonomía en relación con sus aliados norteamericanos. Pues no lo hicieron. Por lo tanto Estados Unidos no tuvo problema alguno para mantener y reforzar a su favor ese sistema que, desde su creación en 1949, le permite ejercer una cierta preponderancia política y estratégica en el continente.

 —Hoy, con la integración a la OTAN de países del ex Pacto de Varsovia su esfera de acción se va extendiendo...

 —Sin duda. La meta de Washington es clara: ampliar esa esfera cada vez más. Estados Unidos logró inclusive hacer admitir a sus aliados que el campo de acción de la OTAN puede rebasar el área geográfica cubierta por el Tratado del Atlántico Norte. Es un engranaje bastante significativo.