“Más allá
de que la principal causa son las políticas de Milosevic, la guerra
en los Balcanes le dio una gran excusa a Estados Unidos para reafirmar
su presencia militar en Europa”, explicó a Página/12 el director
de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, reconocido especialista en geopolítica
y estrategia internacional y profesor de Teoría de la Comunicación
en la Universidad de París. Para el director de uno de los mensuarios
más prestigiosos del planeta, cuando se desata un conflicto, los
militares controlan las campañas mediáticas con un modelo
que inició Gran Bretaña en la guerra de Malvinas y que se
aplicó en todas las guerras que siguieron.
–Hay dos o tres cosas que
se pueden decir sobre los bombardeos en Serbia: es la primera vez que un
país soberano es atacado por fuerzas de la OTAN, sin que este país
haya cometido una agresión fuera de sus fronteras; segundo: es la
primera vez que un país es atacado por la OTAN en Europa. La OTAN
nunca ha atacado a nadie, ha sido un sistema de defensa y su primera intervención
militar se hace ahora cuando el bloque comunista no existe, y tercero:
es la primera vez que la OTAN desencadena un ataque de gran envergadura
sin una resolución de Naciones Unidas, lo cual es un retroceso del
derecho internacional. Por otra parte, se adoptó una solución
militar que no ha dado resultado en ningún teatro de operaciones;
no dio resultado en Irak y tampoco en Libia. La actitud de Estados Unidos,
que consiste sistemáticamente en demonizar a un Estado y a su dirigente,
fue probada con Saddam Hussein, con Kadafi, lo hace con los afganos, lo
hizo con Irán y con Fidel Castro; y todos esos regímenes
siguen en pie. Europa se embarca así en un conflicto piloteado por
Estados Unidos, con un método que no ha dado resultado en ningún
lugar.
–Pero con tanto despliegue
mediático demonizando a los serbios y a Milosevic, cualquiera podría
dudar incluso hasta de los hechos reales...
–El caso de Kozovo es realmente
dramático y la política de Milosevic es la principal responsable
de lo que ocurre. La política de expulsión o de humillación
de los albaneses de Kozovo que son mayoría, el 90 por ciento de
la población, es condenable. El problema está en si se puede,
después de hacer una declaración de condena, pasar a un acto
de agresión militar fuera de Naciones Unidas.
–Desde el punto de vista
fáctico, no sólo pareciera que se puede, sino que además
expresa una realidad internacional...
–Nosotros sabíamos
que Naciones Unidas era una institución creada para prevenir los
conflictos de la posguerra. También sabíamos que desde 1989,
con la caída del Muro, y de 1991, con la caída de la URSS,
Naciones Unidas era un sistema que, en cierta medida, había quedado
obsoleto. Con la desaparición de la URSS termina la posguerra. Entonces
había que adaptar a las Naciones Unidas, a su Consejo de Seguridad
con los cinco miembros permanentes con derecho de veto. Rusia, Estados
Unidos, China, Francia e Inglaterra son los vencedores de la Segunda Guerra
Mundial, pero no tiene sentido esta conformación en este contexto,
cuando sería necesario hacer entrar a otras potencias. No haber
reformado la ONU y el Consejo de Seguridad hace que ahora ya no se utilice
Naciones Unidas.
–¿Entonces el conflicto
de Serbia le sirve a Estados Unidos para reafirmar su presencia militar
en Europa...?
–Independientemente de las
causas reales, que existen, y en particular de los escándalos en
materia de violación de derechos humanos que se cometen en Kosovo,
es indiscutible que esta situación le ofrece a Estados Unidos un
extraordinario pretexto para encontrarle a la OTAN una nueva misión
en Europa. La misión original era proteger a Europa occidental de
la agresión comunista. Con la caída del comunismo desapareció
esa misión. En los años ‘93, ‘94, se discutió qué
hacer con la OTAN. Muchos de los países europeos, entre ellos Francia,
Italia y España, pensaban que había que reconvertirla en
una organización militar en el marco de la Unión de Europa
Occidental, para crear un sistema de defensa europeo. Vemos ahora cómo
después de la guerra de Bosnia primero y ahora Kosovo, Estados Unidos
toma como pretexto la inestabilidad en los Balcanes para reconvertirla
en una organización militar de mantenimiento de la paz en Europa.
–Al mismo tiempo que los
diarios aquí informaban de los bombardeos en Serbia, se informaba
sobre el desarrollo de la crisis en Paraguay, cuyo tramo definitivo se
resolvió en la embajada de los Estados Unidos...
–En este momento tenemos
una situación que no se ha conocido jamás en la historia
de la humanidad. Tenemos una hiperpotencia que ejerce su hegemonía
en los cinco grandes sectores de la potencia: en el sector político,
vemos cómo sustituye a las Naciones Unidas a escala planetaria;
en lo económico; en el sector militar; es la primera potencia tecnológica,
y es la primera potencia cultural a escala planetaria. Es la primera vez
en la historia que una potencia ejerce su hegemonía en esos cinco
sectores a escala planetaria. Es un poco lo que Roma fue en el Mediterráneo
durante cinco siglos. Pero era el Mediterráneo nada más.
Y de hecho poco a poco Estados Unidos va asumiendo la misión de
reparar o intervenir en todos los conflictos. La primera guerra de Bosnia
se solucionó en Estados Unidos, en Dayton; el conflicto de Medio
Oriente ya no se negocia en Naciones Unidas, sino en Wye Plantation, con
Estados Unidos. En Africa, ya sea Ruanda, el Congo, Liberia o Sierra Leona,
todos acuden a Estados Unidos. En Kosovo, tanto Milosevic como los independentistas
de la UCK, la Unión de Nacionalistas de Kosovo, piden que Estados
Unidos intervenga. Hoy Estados Unidos es el mediador reclamado por todos
aquellos que están en conflicto.
–Esa situación tiene
una expresión en los medios, como lo señaló antes,
que demonizan a los protagonistas enfrentados a las políticas norteamericanas.
Desde Noriega en Panamá, hasta Milosevic, Saddam Hussein o Kadafi
son presentados con un perfil muy similar, muy parecido, que de alguna
manera también es el de Hitler.
–Habría que decir
que muchas veces es real. En el caso de Hussein, por ejemplo, obviamente
es un dictador, un megalómano, un personaje que ha reprimido a su
propia población a veces con armas químicas. Lo que sucede
es que necesitan descalificar el discurso de ese adversario, se le retira
del marco de la humanidad. Hitler, por definición, es alguien que
está fuera de la humanidad, el autor de un genocidio como el de
los judíos de Europa, es el dictador más detestado, y comparar
a estos protagonistas con Hitler es una forma de rechazar la posibilidad
de negociar con ellos. No se negocia con esa persona, se le hace la guerra.
Actualmente la manera de cubrir mediáticamente el conflicto serbio
es característico: estamos frente a una gran operación de
manipulación mediática. Los medios occidentales casi no les
dan la palabra a las autoridades serbias, no muestran de la misma manera
lo que ocurre en el lado serbio, si hay víctimas civiles, si hay
destrozos civiles, como se muestra el sufrimiento real de los kosovares.
Y la interpretación que se da es sistemáticamente antiserbia
para justificar los bombardeos y la operación en general. Es decir,
en cuanto estalla una guerra el sistema funciona de manera muy desigual,
sin que sea fácil poder establecer un equilibrio entre los dos discursos.
–En la Argentina, tanto
durante la dictadura y la guerra de Malvinas, el periodista, no digo los
medios, estuvo presionado por emociones elementales que son las que manipulan
estas campañas mediáticas de guerra...
–En los casos de conflicto
ocurren dos tipos de fenómenos. En primer lugar una guerra es exactamente
lo que los medios, sobre todo los audiovisuales, desean tener como argumento
porque está la idea de que el progreso tecnológico permite
filmar en directo como si fuera una película de Hollywood. Y en
realidad, cuando empieza un conflicto, los periodistas se encuentran ante
un fenómeno viejo como el mundo que es la censura militar. En un
conflicto son los militares los que controlan las operaciones y son los
portavoces militares los que van a dar la versión de lo que ocurre.
Eso crea una pantalla entre los periodistas y el conflicto.
–Pero en Vietnam los medios
lograron mostrar una cara de la guerra que hizo que la opinión pública
se le pusiera en contra...
–Justamente, la experiencia
de Vietnam fue lo que trataron de no repetir. Cuando fue la invasión
a Granada, la prensa norteamericana amenazó con un juicio a las
autoridades porque se impidió la llegada de los periodistas. Más
tarde, con la invasión a Panamá, se había creado un
foco de atención en la caída de Ceaucescu en Rumania. Nadie
defendió al dictador rumano, cayó sin que nadie lo defendiera.
Pero las imágenes que se difundieron mostraban enfrentamientos y
se habló del descubrimiento de fosas comunes en Timisoara con cientos
de cuerpos con signos de tortura. Después se comprobó que
no había habido enfrentamientos grandes ni cientos de muertos, sino
que eran 16 cuerpos de víctimas de accidentes con las heridas de
las autopsias. Cuando todos miraban hacia Rumania, Estados Unidos invadió
Panamá. No hay una sola foto de la invasión a Panamá.
–En la guerra de Malvinas,
los militares argentinos sólo permitieron llegar al teatro de operaciones
a la televisión oficial...
–Los militares argentinos
tuvieron la actitud típica de los gobiernos autocráticos,
o sea, la censura evidente. Los ingleses aplicaron un modelo que podríamos
definir como el abrazo del oso. Es el que se aplicará de allí
en adelante, incluso ahora, en la guerra de Serbia. En Malvinas ellos llevaron
a todos los periodistas que lo pidieron, pero los metieron en un portaaviones
fuera del radio de los acontecimientos. Tenían de todo, pero la
información era provista por los oficiales británicos.
–Pero el gran despliegue
mediático se realizó recién en la Guerra del Golfo,
con imágenes de los bombardeos...
–En la Guerra del Golfo
los periodistas se organizaron en pool. No todos podían ir al frente,
sólo podía un grupo representativo de los demás que
iba piloteado por oficiales que les contaban la guerra. Ellos pudieron
difundir imágenes en las que se veían las bombas entrar por
la ventana de un edificio y hacerlo estallar y aparecieron imágenes
que confirmaban que el comportamiento de los iraquíes en Kuwait
era salvaje. En particular surgió el testimonio de la enfermera
de un hospital de Kuwait, donde contaba que los soldados de Bagdad habían
llegado hasta la maternidad y habían tirado los bebés al
suelo, dejándolos morir para llevarse las incubadoras como botín
de guerra. Ese video sirvió para volcar la opinión pública
a favor de la guerra. También circularon documentos donde se veía
a civiles kuwaitíes, con fusiles, que se atrevían a atacar
a los tanques. Luego se comprobó que esos documentos fueron fabricados
por una agencia de relaciones públicas dirigida por un ex consejero
en comunicación de Ronald Reagan, Mike Deaver. La enfermera era
la hija del embajador de Kuwait en Washington, todo era fruto de un guión.
Y el video de los resistentes se había rodado en Nuevo México,
con película sobreexpuesta para que pareciera casera, los tanques
iraquíes eran de cartón.
–¿Hasta qué
punto es cierta entonces esa idea de que las nuevas tecnologías
permiten hacer una guerra tan precisa que casi no producen víctimas
civiles?
–Creo que eso es una construcción
falsa también: en la Guerra del Golfo mostraban imágenes,
como las que estamos viendo ahora de Serbia, con los objetivos militares
y luego otra fotografía con esos objetivos milimétricamente
destruidos sin nada roto a su alrededor. Luego supimos que esas fotografías
eran falsas. No eran montajes, sino fotografías y documentos tomados
durante los ensayos, en los ejercicios de entrenamiento. Luego supimos
también que los misiles Tomahawk habían fallado dos de cada
tres blancos. Lo mismo que supimos que los misiles Patriot, que eran los
que combatían a los Scud, fallan nueve de cada diez veces. Se protegió
a todo Israel con Patriot, que no funcionan.
–¿Entonces un general
tendría que ser más comunicador que militar?
–Hoy día cuando se
hace una guerra, la reflexión sobre la estrategia mediática
es casi más importante que la reflexión sobre la estrategia
militar. Lo estamos viendo ahora en Serbia, cuando hay muchas dudas en
Europa con respecto a seguir los bombardeos. Ayer, los serbios se apoderaron
de tres soldados norteamericanos y se publicaron sus fotografías.
Son imágenes de la televisión yugoslava. Primero se ve a
cada soldado solo y luego se ve a los tres juntos. Uno de ellos tiene la
cara destrozada, con heridas y el ojo morado. Apostaría a que este
sábado Time o Newsweek hacen la tapa con la cara del herido. Eso
ocurrió en la Guerra del Golfo. Para ganar la batalla mediática
hay que construir imágenes.
–En los años 70 esta
lectura de los medios se hubiera calificado como una lectura ideológica.
¿Desde qué lugar enfoca usted esta realidad?
–Lo que nosotros podemos
hacer es un estudio retórico, no ideológico. Cuando tratamos
de comprender cómo funcionan los medios de comunicación no
podemos plantearnos que si los medios tienen un origen privado o capitalista
son necesariamente malos y si tienen un origen proletario o de izquierda
son necesariamente buenos. Ese análisis no ha funcionado. Sobre
todo porque hoy el discurso está tan “estallado” que no es sólo
un discurso ideológico. Es un discurso dependiente de tres elementos:
las condiciones económicas de producción, las condiciones
tecnológicas y las condiciones retóricas de producción,
cómo ser más eficaz cuando narra, cuando cuenta, etc... Si
tengo en cuenta esos tres elementos puedo avanzar en la comprensión
de lo que sucede con los medios.
Las víctimas civiles
son “daños colaterales”
Por Richard Norton-Taylor
El conflicto armado –los
ministros insisten en que no es una guerra– siempre produce una mezcla
única de eufemismos militares y retórica política.
En los últimos diez días, los voceros militares estuvieron
hablando de “daños colaterales”, o sea, víctimas civiles.
Pero el bombardeo aéreo de la OTAN ha producido dos consecuencias
inusuales. Los comandantes militares se permiten usar el tipo de retórica
que normalmente dejan en manos de los líderes políticos.
Con cada vez más
evidencias de la elasticidad de la infraestructura militar yugoslava, de
la aparente determinación de Milosevic de no ceder, y del mal tiempo
que se agrega a su frustración, los políticos también
cambiaron su retórica. Durante el primer día, mientras el
general Wesley Clark, comandante supremo de la OTAN, prometía que
los aviones iban a “destruir, degradar y devastar sistemática y
progresivamente” blancos militares, el general Charles Guthrie, jefe de
Estado Mayor británico, fue más cuidadoso y sólo habló
de “reducir” o “limitar” la capacidad de las fuerzas serbias para atacar
a los albano-kosovares. De todos modos, también describió
a Milosevic como el “despiadado dictador”.
Una semana más tarde,
a partir de los contactos entre serbios e iraquíes, Guthrie calificó
a Bagdad y Belgrado como “estados parias”. Los funcionarios, que primero
hablaban del “presidente Milosevic”, pasaron a llamarlo “Slobodan Milosevic”
y luego “Milosevic”. El miércoles, el ministro de Defensa británico,
George Robertson, se refirió a Milosevic “en su bunker”, uno de
los ecos deliberados del régimen de Hitler.
Esta semana, el canciller
británico Robin Cook describió la situación de Kosovo
como “peor que Bosnia” y la “limpieza étnica” se convirtió
en “exterminación étnica” y después en “genocidio”,
un término utilizado para establecer paralelos con las atrocidades
nazis. Edgar Buckley, ex ministro de Defensa, dijo ayer que el flujo de
refugiados hacia Albania, Macedonia y otros países era “el más
grande movimiento forzado de gente en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.
Todo esto es parte de un intento por mantener y movilizar el apoyo del
público para lo que varios funcionarios describen como “un largo
camino” sin “paradas cortas”.