¿UNA GUERRA PARA LA PAZ?

 Hemos sobrepasado ya los 50 días de bombardeos sobre Yugoslavia o lo que queda de ella. Después de tantos días, de los ríos de tinta que han corrido paralelos a los de la sangre de la población Kosovar, y también Serbia, parece que queda poco que decir. En todo caso, después de este tiempo, aquellos que pensábamos que la guerra unilateral emprendida por la OTAN no iba a solucionar nada y que en todo caso empeoraría las posibles salidas políticas que se podrían aplicar a un conflicto al que tanto los gobiernos europeos y el americano han venido ignorando desde hace 10 años, cuando no estimulado. Política de vista gorda que se mantuvo implícita en los acuerdos de Dayton y ello cuando buena parte de los analistas en la zona predijeran de lo que se estaba cociendo entre los bastidores del régimen de Belgrado. 
Visto posteriormente el nulo interés de las fuerzas de la OTAN desplegadas en Bosnia para detener a los responsables del genocidio y de la limpieza étnica, y del prácticamente nulo apoyo recibido por los cientos de miles de serbios que participaron en las movilizaciones democráticas de hace un par de años, no era descabellado pensar que Milosevic volviera a retomar el camino de las armas para desahogar la explosiva situación social que se le estaba acumulando recurriendo una vez más al discurso más rancio del nacionalismo excluyente serbio a consta de los albanokosovares y de sus siempre ignoradas reivindicaciones políticas y sociales. Mantenidas, a pesar de la represión y del escaso apoyo internacional, por la vía de la movilización no-violenta, hasta que insostenible ya la situación, una parte de la población volvió sus ojos hacia los métodos armados del ELK.
 Qué la campaña desencadenada por la OTAN el 24 de marzo pasado, es un fracaso total, ya sea desde el punto de vista militar, humanitario – como si estas dos palabras fuesen compatibles -, o político, no sólo lo dicen los cientos de comentaristas, expertos y demás. Se reconoce implícitamente en la propuesta realizada por los países integrantes del G-8, y se expresa con toda su crudeza en el cambio de vocabulario experimentado por la propia OTAN. Ya lo dijo Clinton en la celebración de los 50 años de existencia de la Alianza, “luchamos por la propia supervivencia y credibilidad de la organización”. 
Así tras estos cincuenta y tantos días de bombardeo de armas inteligentes se ha pasado de la retórica de evitar la limpieza étnica a la de conseguir el regreso de los deportados (que ha pasado del 20% de la población de antes del comienzo del conflicto al 90% en apenas 30 días). De acabar con el dictador Milosevic – qué puñetera costumbre de individualizar en una persona los males de un régimen – a ser “imprescindible para aceptar y cumplir un plan de paz”, - palabras casi textuales de Jamie Sea, portavoz oficial de la OTAN -. De la defensa de los derechos nacionales de la población albanokosovar, a su autonomía dentro del estado yugoslavo – algo que ya prácticamente ningún albanokosovar desea, como incluso lo ha reconocido Rugova, portavoz de los sectores más moderados de esta población -. De qué esta guerra no iba dirigida contra el pueblo serbio, a destruir la mayoría de las infraestructuras de comunicación, sociales (incluidos gran cantidad de hospitales, escuelas, etc.) y económicos que van a golpear con especial dureza a la sociedad civil. Que aporta además la mayoría de las víctimas producidas por los bombardeos. Mientras se reconoce que apenas ha sido dañada la infraestructura del ejército, de la policía o de los paramilitares. O cuando se han bombardeado las pocas ciudades arrancadas y gestionadas por los sectores democráticos a raíz de las movilizaciones del año 97. O se bombardea la república Montenegrina que, como es bien sabido, desde un principio hizo patente su rechazo a la campaña de Milosevic. O en la Voivodina. A la necesidad de ayuda urgente a los desplazados a una ayuda absolutamente caótica y militarizada, – y lo que ello ha supuesto de tratamiento despectivo y del caos originado, de su descarada utilización como instrumento de propaganda y justificación de la propia intervención, como así lo atestiguan diversas ONGs -.  Y así podríamos seguir condo todas y cada una de las mentiras e hipocresías que han ido levantando las fuerzas militares de la Alianza.
Me gustaría saber dónde están ahora aquellas voces que nada más iniciarse los bombardeos hicieron suya la consigna de “hacer la guerra a la limpieza étnica”. Dónde aquellos que justificaron los bombardeos para preservar a los albanokosovares de la expulsión. O tal vez, que me expliquen por qué la OTAN prosigue con los bombardeos si parece existir "un plan de “paz” que podría ser aceptado por Milosevic (plan que por cierto ya ha sido rechazado por los kosovares). 
 No, la guerra no está sirviendo para nada. O mejor dicho, para nada de lo que supuestamente se está defendiendo con la intervención militar aliada. En todo caso saldrán reforzadas las tendencias militaristas tanto en las sociedades occidentales como en la propia zona de los Balcanes. Qué es lo mismo que decir EEUU y el régimen de Belgrado, con Milosevic o sin él.
 La salida a la qué parece se llegará más tarde o más temprano con la instauración de un nuevo protectorado en la zona en base a los acuerdos adoptados por el grupo de los G-8 a partir de la propuesta americana, no auguran nada bueno. Será en todo caso una salida provisional, como la fueron en su día los acuerdos de Dayton para una Bosnia, donde si bien han parado las armas en absoluto se puede hablar de una situación normalizada. La negativa ha buscar una salida política a toda la zona, que implique a todas las partes, auspiciada por una organización internacional (la ONU, UE, etc.) y que lleve aparejado un fuerte incentivo de reconstrucción económica, sólo puede llevar al retraso de un nuevo estallido. Entre otras razones por qué los problemas que han dado origen a las distintas guerras que se han producido en la zona, esto es “los problemas nacionales” o de identidad nacional y la crisis económica que estalló después de la muerte de Tito, seguirán irresueltos.
 En cualquier caso parar la guerra es una tarea prioritaria. Y para ello, sin duda, hace falta aumentar la presión social a los gobiernos que la apoyan. Y en ese sentido tenemos que reconocer el hecho de que esta respuesta ha dejado mucho que desear, máxime cuando nos vanagloriamos de ser la sociedad más antimilitarista de Europa. Lo que no sólo demuestra la  hondura de la crisis, por otra parte ya conocida, del movimiento pacifista y antimilitarista en EH al que muchos han señalado con el dedo para que liderase las protestas contra la guerra. Es algo más grave a mi entender. Es el reflejo de la crisis por la que atraviesa el tejido social organizativo en su conjunto, o por lo menos el de su parte más activa, lúcida y crítica. Pero eso, ya es harina de otro costal.
     
    Joxean Izquierdo. DNI 15965023. 
     Miembro de KAKITZAT.