COMPANYS, NO ÉS AIXÒ
 variaciones sobre una guerra

 [ROMAN REYES]


Ni siquiera nos quedan ya dudas: nos han traicionado aquellos en los que tanto confiábamos. Han borrado cualquier huella de la esperanza que en ellos pusiéramos. Ellos, gestores de la integridad, han violado sus(nuestros) propios principios, la razón de nuestra lucha. Han re-convertido en su provecho el lenguaje de nuestro compromiso y hablan ahora lenguas extrañas, pro-nuncian otros discursos, pro-vocan otros intereses. Hablan, eso sí, lenguas ética y estéticamente in-correctas. Siguen siendo "los progresistas" y "los demócratas" ... "los no-violentos". Pero eso, al parecer, es su particular mérito. Han conseguido que todo, a partir de ahora, sea co-rrecto, que gire sólo hacia la de-recha. Y nos con-funden: poco les importa que estén atentando contra los consumidores de la información, sin que, aparentemente, éstos lo noten.

Nos hablan de aquello de lo que es preciso hablar  ÄÄ lo políticamente correcto ÄÄ  y nos recomiendan cómo uno ha de escuchar/recibir ese discurso sobre lo que está sucediendo: lo moralmente acertado. Hemos de registrarlo con disponibilidad tal que lo vivamos como nuestro, como si eso fuera lo más importante que nos pudiera suceder. Lo demás, el resto, se llama insolidaridad, vergonzante individualismo. Verdad es, en consecuencia, sólo aquello que legitima la voz (pre)seleccionada, cargada incluso de penuria ... de humanidad: los asesinos también lloran. La interpretación de esa voz es la traducción que hacen agentes normalizadores, oportunistas porta-voces con máscaras similares: atormentados pacifistas, generosos humanistas, ... pensadores orgánicos. Sin ningún tipo de difraz, especialmente, medios y periodistas del (de los) régimen/es.

Pero esa voz ha superado ya las pruebas de la estimación de opinión y se reconocerá en adelante como "la voz". La voz del político re-convertido, la voz del periodista neo-converso ... la voz del "viejo luchador" ahora transformado en intelectual. El tono, estructura de mensaje y contenido responde a un diseño previo: defender una tesis y justificar cualquier consecuencia  ÄÄ los daños siempre habrán de ser co-laterales ÄÄ  cualquier barbarie, como ésta de la/s guerra/s de Los Balcanes. Si alguien reivindica su singularidad, su voz, si alguien disiente, si hay alguien que pretenda ser genuinamente crítico, le condenan a la afonía originaria. Y eso, acalladas las voces de la discordia, contribuye a reforzar las tesis de los defensores y ejecutores del genocidio.

 Guardar silencio como acto de rebeldía, sería en estas circunstancias, de cobardes, una acción suicida. Nuestro silencio podría haber sido mucho más elocuente. Sólo que, mientras tanto, los defensores del nuevo orden van prostituyendo el lenguaje de la esperanza y el discurso de la paz. Ahora, decir OTAN es mombrar una organización humanitaria, aunque reúna todos los requisitos para ser catalogada como terrorista. No podemos exigir siquiera que sean juzgados como lo que realmente son  ÄÄ terroristas de Estado, criminales de guerra ÄÄ  aquellos que, ab-usando de la representatividad que las democracias formales les confieren, intervienen en el conflicto.  Decir ahora Milosevic, porque es lo que procede. Haber dicho antes Sadam Hussein, ¿qué importa?. Mañana ... el protagonismo lo asumirá quien (les)convenga. Lo que (les)importa es asignar nombre a "la verdadera causa" de cualquier mal. No es verdad que el enemigo siga en casa: nuestro enemigo pertenece necesariamente a otra tribu. En ella ha sido recluído, una vez arrojado de nuestro cuerpo(social y político-económico). Era necesario que alguien asumiera la función de chivo expiatorio, de símbolo de un mal originariamente propio que se impone destruir. ¿O reconvertir?.

Esos gestores de la barbarie están ganando, sin embargo, la guerra que realmente siempre les ha importado: dejarnos sin palabras, neutralizar nuestros argumentos. Por eso es bueno que la oposición siga siendo parlamentaria. Para que trafique con la simulación de verdad, para que se negocie o re-legitimen conceptos tales como "autodeterminación", "bienestar social" ... "libertad de expresión". Lo demás es sólo caos. Y al caos le corresponde un nombre: anarquía. Pretenden recluirnos en espacios de silencio, que nuestros discursos sean im-productivos. Pretenden generarnos sentimientos de complicidad con el mal, si no admitimos sus argumentos. Nos drogran de nuevo, como lo vienen haciendo con cierto éxito  ÄÄ con drogas "no-legales" o sus sucedáneos ÄÄ  a tenor de la quietud en las cárceles, de la in-acción en las bolsas de pobreza. De la "colaboración" de presos y de marginados.

Sensación de impotencia e incertidumbre: no saber cómo organizarse para que la resistencia consiga su efecto, para que la protesta adquiera índices de generalidad estadística. Para que tenga la repercusión, con efectos sobre la política y la economía, como para que la barbarie cese. Podemos incluso llegar a "saberlo todo". Porque ésta es una guerra atípica: se puede saber qué intereses reales se están jugando, que Milosevic es un pre-texto, quién la fomenta y quién está cosechando los beneficios de la pre-guerra, de la ayuda humanitaria y de la posterior re-composición de estructuras y soportes, humanas y geográficas. Y hasta el precio que, día a día, han de abonar los aliados. No han sido, sin embargo, capaces de informarnos cuánto cuestan los muertos y las heridas, colaterales también, que "el conflicto" está causando.

En nombre de un mal entendido y alevosamente mal interpretado Derecho Internacional se actúa impunemente violando ese mismo Derecho. Y nada sucede, salvo alguna que otra arriesgada y disidente voz que lo denuncia, justo durante el escaso tiempo que necesitan para enfriar la noticia, para neutralizar la protesta sin mayor dificultad. El llanto, no obstante, la miseria, el miedo y la muerte ni siquiera debe con-movernos(les). Es tal la atrocidad de esta guerra que se ha convenido que humano sea sólo aquello que se supone nos pertenece, que inhumanos, por el contrario, son los otros y aquello otro que no se adecúa ni favorece "nuestros" intereses. Dramático fallo en el origen de nuestra especie, fatal ruptura en la cadena humana. Nos hemos convertido en ciudadanos que decimos yo por costumbre, sin que nos anime, al menos, la complicidad que, en tiempos de paz, nos permitía decir "nosotros": ser cómplice de una proyecto en cuyo diseño habíamos asumido una responsabilidad manifiesta.

 Ahora la cruzada ha cambiado de nombre. No se mata en nombre de una ideología, de cualquier símbolo, en nombre de "nuestro" dios. Ahora se hace en nombre de la globalización, de "la comunidad internacional", a la que no se sabe si uno ha de pertenecer o no, en función del grado de lealtad a la causa, si uno compra o no y, en su caso, asuma los textos que los medios pretenden vendernos. Le cuesta a uno creer que los organismos internacionales, que tanto gravan la empobrecida y/o mal distribuída economía de muchos países, sirva para algo o esté al servicio de los intereses generales. Es más trágico aún que uno tenga que forzar el lenguaje académico para seguir convenciendo a nuestros alumnos o lectores de que, a pesar de todo, mejor es contar con esa referencia, con esos mecanismos supra-nacionales que nos protejan ... de los males que, lamentable e impunemente, los gestores y/o representantes de esos organismos generan.

Le cuesta a uno creer que sea tan fácil silenciar la voz de los "que luchan toda la vida". Al menos para que la denuncia se generalice con la fuerza de la lucha del que sabe esperar. "Y esperamos, bien es cierto que esperamos. Es la espera de los que no nos detendremos hasta que no sea preciso decir, no es esto: I esperem, ben segur que esperem. Es l'espera dels que no ens aturarem fins que calgui dir, no és això" [Lluis Llach, 1978].
 

ROMAN REYES es director del Foro Internacional "Europa, Fin-de-Siglo: Pensamiento y Cultura"  y profesor de "Filosofía y Ciencia Sociales" en Universidad Complutense de Madrid. <http://www.ucm.es/info/eurotheo>