La identidad, la ciudadanía y la Soberanía Nacional se pierden en Latinoamérica y el Caribe, a través de la explotación sexual

 Los testimonios de sobrevivientes a la prostitución y al tráfico han permitido analizar porcentual y cuantitativamente, los daños de las explotadas y los beneficios de sus perpetradores. La descripción de tanto horror y dolor muestra cómo el patriarcado continúa golpeando con furia a través de la violencia y la explotación sexual, tanto a mujeres como a niñ@s en la región.

Latinoamérica y el Caribe conocen a través de la explotación sexual, del mayor número de modalidades de violencia hacia sus mujeres y niñ@s. Esto ha quedado demostrado con la variedad de términos que se han aplicado en los últimos años para analizar y denunciar el problema. Conceptos como: abuso sexual, violación, incesto, violencia familiar, acoso sexual, prostitución, pedofilia, prostitución militarizada, turismo sexual, prostitución infantil, pornografía, strippers, pornografía hardcore, tráfico local e internacional, industria sexual, transnacionales del sexo, explotación sexual y globalización de la industria sexual, describen un espiral que cada vez más se abre, avanza y se aleja de su centro. Esta espiral se ha podido observar en todos los países de la región y así se ha expresado en seminarios, talleres y congresos. En los últimos eventos que se han realizado en América, se han examinado y propuesto soluciones a todos los hechos considerados como violencia y explotación sexual de mujeres y niñ@s. Se ha constatado que los sucesos crecen en números y formas, que avanzan en regiones, grupos y clases sociales, allanando los espacios de l@s mayores y l@s menores de edad. También se ha dejado al descubierto, que la dificultad para la disminución del fenómeno, se debe a la falta de voluntad política de los gobiernos en la región, para impedir múltiples, simultáneas y silentes hecatombes promovidas por el patriarcado.

Esa misma falta de voluntad política nacional en complicidad con la de otros en el plano internacional, viene permitiendo que miles de mujeres y niñ@s Latinoamericanas y Caribeñas, dentro o fuera de su territorio, pierdan su ciudadanía y su identidad. Estos conceptos deben ser demandados, en forma absoluta y no en términos relativos. Es decir, no se puede aceptar que se discuta si las mujeres son ciudadanas de primer, segundo o tercer orden en sus países de origen o en los de destino. Algunas de ellas confrontan el proceso de cosificación, otras conforman un contingente particular de la lógica tradicional: no tienen identidad pero son idénticas entre ellas, porque son ocupadas por un gran vacío o angustia en su interior y así son convertidas en objetos sexuales. Las mujeres y niñas que son explotadas sexualmente tienen características comunes derivadas del conjunto de circunstancias que las distinguen del resto de la población femenina en la sociedad.

Las mujeres y niñ@s dominicanas, brasileñas, colombianas, ecuatorianas o venezolanas, son dejadas sin ciudadanía en forma inmediata, cuando la explotación sexual les quita los pocos derechos políticos y civiles que tal vez constitucionalmente tenían antes de ser prostituidas, y entonces pasan a ser perseguidas y criminalizadas. Las muestran indefendibles, y en su favor, nunca se reconoce el delito inducido o los delitos sexuales.

Inicialmente el sistema patriarcal desaparece la identidad de esta población femenina, cuando es pasada a formar parte de un grupo de personas que las distinguen del resto, porque avergüenza a la humanidad. Posteriormente, los documentos oficiales de estas mujeres nunca serán los verdaderos. De esta forma, ellas podrán ser explotadas más rápidamente y los clientes, chulos, traficantes, perpetradores, violadores y explotadores en general, podrán continuar impunes.

El sistema patriarcal sustenta la explotación sexual y ésta ha echado raíces en Latinoamérica y el Caribe. Preocupa la forma en que crece. La globalización de la economía, ha agravado el problema porque profundiza, expande y propicia que las latinoamericanas y caribeñas, puedan ser explotadas sexualmente en forma más rápida, perdiendo con ello su ciudadanía y su identidad. Miles de mujeres y niñas dominicanas, brasileñas, colombianas, ecuatorianas, argentinas, salvadoreñas, mexicanas, uruguayas y venezolanas, afuera y dentro de sus países tienen a la prostitución como única alternativa de vida. Todo lo citado puede transformarse en una situación de alto riesgo para los países que ellas representan y también para el movimiento feminista.
 
Las mujeres jóvenes y las niñas, corresponden al mayor porcentaje de la población femenina en todos los países de la región. Ellas deben ser agentes activos de las transformaciones sociales. Ellas también son integrantes de una sumatoria al que se denomina pueblo. Ahora bien, la Soberanía Nacional es el poder supremo que posee el Estado, estableciéndose como una condición que corresponde al pueblo, de quien emanan todos los poderes del Estado y sitúa, a fin de conocer, si una nación se encuentra controlada por otra, o por algún organismo. La posición en que se encuentra ubicado el poder político de una nación, indica el mayor o menor grado de su Soberanía Nacional. Lamentablemente se observan más niñas y mujeres jóvenes que son incorporadas a la prostitución y con ello, al negárseles su ciudadanía e identidad, dentro del proceso de expansión de las transnacionales del sexo, con la globalización de la economía, las características del producto que centra este proceso industrial bajo las condiciones de alienación que le imponen, hará posible que vaya creciendo el número de la población que se encuentra sin poder ejercer control.

La globalización de la explotación sexual facilita que los pueblos de la región estén siendo afectados por la disminución de su Soberanía Nacional. Algunos en forma lenta y progresiva, otros de una manera más rápida y violenta. Un medio para reconocerlo, es a través de los resultados desfavorables recientemente obtenidos, en los procesos educativos. Esta tendencia es importante observarla en la situación de las mujeres de países como República Dominicana, Haití, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.

En países como Venezuela, también se podría considerar que se está perdiendo Soberanía Nacional  si se parte de la observación y análisis de los altos índices de deserción escolar, los cuales pueden corresponder en forma directamente proporcional con los de niñas y niños de la calle, niñas madres y niñ@s prostituid@s. Otro hecho sujeto de preocupación, es el que corresponde con la matrícula femenina que culmina sus estudios a nivel universitario y técnico superior, que por no tener lugar dentro del mercado laboral nacional al culminar sus estudios, es fácilmente prostituida dentro y fuera del país. El Estado invierte en educación para “fortalecer” su poder político, pero el objetivo no es logrado, cuando esta población femenina que además de ser desprovista de ciudadanía e identidad, es transculturizada y sirve de provecho a las filiales del sexo como expresión del patriarcado, para acabar con la soberanía de los pueblos y la del propio movimiento feminista. Mientras existan más mujeres y niñas sin ciudadanía, sin identidad y más transculturizadas, serán menos las “ciudadanas” en un país, el poder político de las mujeres disminuirá y habrá menos pueblos soberanos.

La globalización de la economía en las condiciones actuales, aliada con la industria sexual, conlleva a las formas más perversas de violencia hacia la mujer en nuestra región.  En la medida en que se desarrolle esta alianza, tendremos más niñ@s y mujeres prostituidas sin ciudadanía ni identidad, así como menos pueblos soberanos. Ante tanto dolor, desconsuelo, torturas, daño, destrucción y pérdidas, es apremiante dar soluciones prácticas, de lo contrario los discursos pronunciados vindicando los Derechos Humanos de tantas mujeres y niñas violentadas y explotadas sexualmente, corren el riesgo de convertirse en actos de impostura, porque ellas continúan allí y lo que es más triste, siendo convencidas por quienes abanderan la prostitución como trabajo.

Econ. Zoraida Ramírez Rodríguez