(yIII) Sindicalismo y desigualdades de género

En los apartados anteriores hemos constatado que la participación sindical de muje'res y hombres presenta características diferenciales. Así:

La afiliación sindical femenina ha aumentado, aunque es proporcionalmente más baja que la masculina.

La participación de las mujeres como votantes en las elecciones sindicales es también proporcionalmente más baja que la de los varones.

El número de mujeres elegidas representantes sindicales es proporcionalmente inferior.

La presencia de mujeres en los puestos sindicales de máxima responsabilidad es escasa. La comparadón de los datos a lo largo del tiempo no permite infenr que se esté produciendo una tendencia a aumentar, ya que los cambios son bruscos y muy diferentes entre un sindicato y otro.

Dos han sido las hipótesis que tradicionalmente se han barajado como explicaciones a la baja participación política de las mujeres:

- Una más conservadora, que apoya su explicación en factores individuales (biológicos y psicológicos) propios del sexo femenino, que serían incompatibles con la política.

- Otra más progresista pone el acento en los factores de tipo social derivados de una socialización que todavía educa en valores diferentes dependiendo del sexo del individuo. Así la agresividad y competitividad que caracterizan al juego político por el poder no interesa a las mujeres, para las cuales priman otros valores.

Ambas versiones suponen que el ongen de las diferencias estriba en caracteristicas personales de las propias mujeres, ya sean estas biológicas o adquindas. Astelarralô' propone un enfoque totalmente distinto. A su juicio el origen del problema habria que buscarlo no tanto en las propias mujeres, sino en la base en la que se apoya la estructura política de nuestros días, esto es el control y las relaciones patnarcales, que inciden negativamente en la perticipación de las mujeres. Así plantea que:

Por un lado son los hombres los que regulan las condiciones de acceso a las organizaciones políticas, lo cual conlleva la aparición de mecanismos de discnminación como estrategia de mantenimiento del poder masculino. Las élites tienden a perpetuarse en el poder y a admitir en su seno sólo a individuos de sus mismas características17.

· Por otro los temas de los que se preocupan dichas organizaciones son
 predominantemente masculinos, lo cual desincentiva la participación femenina.

Este enfoque trata de superar el "prejuicio androcéntnco" que caracteriza a l~umerosos analistas políticos al enfrentarse a este tema, Ilevándoles a considerar la-conducta masculina como parámetro de la "normalidad" política. Se trata de inteq3retar la vanables sexo desde la perspectiva de que el universo politico de las mujeres puede ser diferente.

En la explicación del tema que nos ocupa, la participación diferencial de mujeres y hombres en las organizaciones sindicales, podemos poner el acento en las condiciones que afectan a las mujeres trabajadoras o hacedo en las características de la propia organización sindical. En el pdmer caso consideraríamos factores como las condiciones desfavorables de la acción sindical, la discriminación que experimentan las mujeres en el mercado de trabajo, la inexperiencia sindical de las mujeres, la doble jomada laboral; en el segundo tratariamos de identificar mecanismos de discriminación interna generados por la propia organización.

La justificación de las desigualdades de género aludiendo al retroceso que han experimentado los sindicatos, a la debilidad desde la que se enfrentan a la fiexibilización del mercado laboral, hace hincapié en la dificultad de afrontar reivindicaciones específicas de las mujeres en una etapa en la que los sindicatos ven disminuida su capacidad negociadora. Ante esta realidad se interpreta la baja participación como desánimo y pasividad de las mujeres ante las dificultades para solucionar su problemática laboral, en definitiva ante la ineficacia de los sindicatos para dar solución a las reivindicaciones planteadas.

Considerar las desiguales condiciones de las mujeres en el mercado de trabajo (mayores índices de paro, de empleo temporal, en precario, cualificación más baja...) como dificultad para la participación sindical es otra interpretación posible. El empleo estable se ha considerado habitualmente como un elemento facilitador de la acción sindical, siendo las y los trabajadores fijos el núcleo básico de los sindicatos. La temporalidad por el contrario implica inestabilidad laboral, generando una inseguridad que debilita la acción sindical. Por otra parte el desempleo disminuye la fuerza negociadora de los trabajadores, en la medida en que Ios/as parados/as quedan fuera de los mecanismos de acción colectiva y Ios/as ocupados/as ven disminuida su capacidad de movilización por temor a la pérdida del empleo.

Otras explicaciones aluden al desinterés de las mujeres por este tipo de actividades debido a la consideración del trabajo como algo secundado o transitorio, a la existencia de un espidtu en cierta medida conformista, a la falta de confianza en sí mismas,.., como producto de la socialización en valores orientados a la reproducción. Esta hipótesis viene a afirmar una especie de autoexclusión de las mujeres y detectamos que se halla bastante generalizada entre las élites sindicales.

Un factor a considerar es la ausencia de tradición sindical en el colectivo femenino, que se incorpora tardiamente al mercado de trabajo, especialmente en España. La inexperiencia en mateda de acción colectiva dificultaría la plena integración en los sindicatos.

Las dos últimas resultan poco cladficadoras si consideramos que las mujeres han demostrado capacidad organizativa, actitudes solidadas, que cuentan con una amplia experiencia formal e informal en mateda de auto-ayuda, interés por el cambio.., en otros ámbitos de la vida social. Pensemos en los grupos parroquiales, las asociaciones de vecinos -al menos en zonas urbanas-, en las asociaciones de padres, en el movimiento de mujeres, espacios colectivos en los que las mujeres son protagonistas.

Habría que reflexionar también acerca de la circuladdad perversa que para las mujeres provoca la existencia de una doble jornada. Las mujeres no tienen tiempo para participar activamente en las organizaciones sindicales porque además de cumplir su jornada laboral deben ocuparse de las tareas domésticas; como no pueden participar en el sindicato es más dificit reivindicar la mejora de sus condiciones de vida y trabajo, por lo cual volvemos al punto de partida, y así sucesivamente.
 
Quedaría por valorar un último aspecto, cómo influye en la participación la dinámica interna de la propia organización. Decíamos que los sindicatos han hecho un esfuerzo para promover la incorporación de la mujer a los mismos. Sin embargo los datos acerca de la participación y las actitudes y prácticas que se desprenden del estudio realizado revelan una disociación entre los planteamientos teódcos y la realidad sindical cotidiana. La incorporación de estructuras y medidas que favorecen la participación femenina dentro de las organizaciones sindicales no ha generado un cambio en las actitudes de la afiliación y la militancia de las mismas respecto a la mujer.

Así se observa un alejamiento de las mujeres sindicalistas respecto a las mujeres trabajadoras de base, asi como cierto estancamiento de las secretarías o departamentos de la mujer, cuya influencia en los métodos y las estructuras de poder de la organización sindical no está clara.

Las acciones positivas de los sindicatos en favor de la igualdad en su medio interno no han generado un cambio de actitudes real. Así se detectan fenómenos como:

· La minusvaloración del trabajo y las opiniones femeninas -se les otorga menos autoridad-.
· La relegación de las mujeres a puestos de responsabilidad secundaria.
· La resistencia a ceder puestos de máxima responsabilidad, tradicionalmente ocupados por hombres, a las mujeres.
· La segregación de tareas: Por ejemplo las personas que llevan las tareas administrativas en los sindicatos suelen ser mujeres.
· La persistenciade la división de roles tradicional (Io doméstico es responsabilidad de la mujer, el hombre en todo caso ayuda) entre los militantes del sindicato.
· Dificultades para cumplir los mínimos de representación femenina que se han establecido. (cuotas).
· Actitudes patemalistas hacia las mujeres con actividad sindical.
· Actitudes y lenguaje sexista en el seno de las organizaciones.
· Mayor exigencia hacia las mujeres que ocupan puestos de responsabilidad.

Un hecho de especial relevancia es la escasa conexión del discurso con la actividad práctica. Los planteamientos teóricos reflejan posturas progresistas, sin embargo los análisis que acerca de este asunto manejan las mujeres a las que hemos entrevistado revelan posiciones en gran medida conservadoras. No cuestionan en ningún momento la estructura sindical como tal, atribuyendo la causa del problema a cuestiones individuales, bien relacionadas con la disposición de las propias mujeres o con la postura machista de los hombres que militan en el sindicato. Y además se advierte una escasa confianza en la capacidad de intervención de la organización, para promover un cambio.

La reproducción de las desigualdades de género por parte de la propia organización sindical puede explicarse desde diversas teorías:

Teoría del monopolio: Los hombres monopolizan los puestos de responsabilidad, y en general el terreno sindical, y se resisten a la renovación de las~élites, hecho que dificulta la incorporación de las mujeres. Es la ley de hierro de las oligarquías teorizada por Michels.

Teoría de la competencia: Relacionada con la anterior. La integración de las mujeres en los sindicatos supone una competencia para los hombres, que perderán protagonismo. Newland plantea que los sindicatos defienden los intereses de las trabajadoras pero sin ellas, y que las mujeres son vistas tanto como un apoyo como una amenaza.
 
Teoría de la distancia social: Los hombres aceptan la participación de las mujeres pero desean mantener su estatus por lo que establecen límites. Podriamos suponer que algo parecido ocurre con las élites femeninas, que una vez en el poder se distanciarían de la realidad de la base, perdiendo la perspectiva, hasta el punto de que ya no se percibe la discriminación, o bien se justifica o se minimiza, atribuyéndola a factores individuales tales como la incapacidad, la cobardía, etc. Es lo que Garcia de León~8 llama el "síndrome de la abeja reina", que define como la tendencia de algunas mujeres que han alcanzado altas posiciones en áreas tradicionalmente dominadas por hombres a disociarse de su sexo y a no ser solidadas con los problemas de la mayoría de las mujeres. En este sentido Saltzmann~9 señala un hecho curioso: Las mujeres que han accedido al poder político han fracasado en el plano de las politicas o programas a favor de la igualdad entre los sexos.

Teoría de la minoría: Las mujeres son percibidas como minoría por lo que se tenderá a relegarlas. Desde otro punto de vista, podriamos afirmar que las mujeres que acceden al poder son percibidas como diferentes por el resto de las afiliadas.

Teoría de Mosca acerca de que las minorías homogéneas ejercen mejor el control: Esto explicada las resistencias a incorporar a las mujeres en las élites, ya que introducirian contradicciones en el seno de las mismas.

Teoria de los estereotipos sexuales: Se reproduce la división sexual de tareas en el. seno del sindicato, asignando a las mujeres aquellos puestos que se asimilan a las funciones que desempeñan en el hogar. Esto explica su mayor presencia en puestos de responsabilidad secundaria.

· Teoría del capital humano: Se atribuye a las mujeres una menor capacidad para la
 acción sindical, menos experiencia, menos combatividad ....

El desplazamiento de las mujeres en el seno de las organizaciones sindicales limita las posibilidades de contribución al cambio social en el terreno de las desigualdades de género. Se trata de un elemento contradictorio que resta capacidad reivindicativa a los sindicatos en un doble sentido: Por una parte porque no integra el potencial reivindicativo femenino; por otra porque no contribuyen al cambio de actitud, ni en la organización ni en el conjunto de la sociedad, puesto que los contenidos quedan vacios de sentido ante la ausencia de modelos en la práctica sindical. Es decir los mensajes sindicales en tomo a la igualdad y la no discriminación de la mujer son percibidos forzosamente como una paradoja, perdiendo su capacidad transformadora.

La apuesta por construir un espacio sindical a la medida de hombres y mujeres exige una reflexión honesta y crítica acerca del tema en el seno de las organizaciones sindicales, situando esta cuestión entre las prioridades y' considerándola un asunto de todos/as y no sólo de mujeres. Requiere apertura y flexibilidad para poner en cuestión modelos de liderazgo caducos e ineficaces para la transformación de una sociedad diversa y plural; y valentía para afrontar el riesgo de la renovación profunda de las estructuras sindicales.

Celia Darias Gutiérrez
Diplomada en Trabajo Social
Licenciada en Sociología