Mujeres y participación sindical


 


Las organizaciones sindicales son elementos centrales en la dinámica social y política, dada su capacidad de participar en decisiones que afectan no sólo a las condiciones de trabajo sino en general al desarrollo de la sociedad. Podemos definirias como estructuras de poder para la defensa de los intereses de los trabajadores/as, que se reconocen como clase diferenciada, con intereses contrapuestos a los del empresariado. Es decir un sindicato es la organización de los trabajadores y trabajadoras, su medio de negociación con el empresariado y el estado para la adecuada regulación de las relaciones laborales.

La debilidad que experimenta el sindicalismo en la actualidad es evidente. Su incapacidad de hacer frente a las medidas conservadoras de fiexibilización del mercado laboral se traduce para trabajadores y trabajadoras en inestabilidad, pérdida de poder adquisitivo, desempleo... Ante esta situación de crisis el sindicalismo ha de afrontar nuevos desafíos, entre otros la adecuación a las caracteristicas de la clase obrera actual, fragmentada y diversa; y por lo tanto desarrollar una acción sindical que se oriente a la defensa de los intereses comunes, pero que también contemple las necesidades diferenciadas.

Como organización, los sindicatos se dotan de una estructura con diferentes niveles de responsabilidad, donde se produce un reparto de tareas y donde se establecen mecanismos para la toma de decisiones. En este sentido, en las sociedades occidentales los sindicatos se han configurado como instituciones complejas, poco dinámicas, en las que se ha impuesto la burocratización y el centralismo frente a la participación y la democraciaó.

Hay que señalar que son numerosos los factores que influyen en esta aCumulación de poder: la extensión del campo de actividad que hace más complicado su funcionamiento y que fuerza a la especialización técnica para garantizar el buen funcionamiento de la organización, la opción por un sistema de participación indirecta a través de delegaciones, la jerarquización de las estructuras de toma de decisiones, la centralización de los procesos de negociación colectiva, los compromisos de las direcciones sindicales en organismos estatales y paraestatales...

En cualquier caso la ausencia de democracia en las organizaciones sindicales, tiene importantes consecuencias como la baja implicación y la pérdida de iniciativa de las bases y las dificultades para que se produzca debate interno abierto, crítico, no controlado por las élites..., pero especialmente influye en la pérdida de radicalidad y de capacidad de lucha, de resistencia, de oposición, es decir en la pérdida de la capacidad de movilización sindical. Algunos estudiosos del tema llegan a afirmar que los sindicatos ya no representan los intereses de los trabajadores/as, sino de los dirigentes de los mismos.

En este contexto, la plena integración de las mujeres en las organizaciones sindicales resulta cuando menos compleja. Es un hecho constatado que las mujeres participan en las organizaciones sindicales, es decir se implican de forma activa, en mayor o menor grado, en la dinámica sindical: acuden a informarse acerca de sus derechos laborales, se afilian a las organizaciones sindicales, participan en movilizaciones, las promueven y dinamizan, son elegidas como representantes sindicales y se integran en las estructuras de dirección de los sindicatos.

Nuestra pregunta es: ¿la participación de las mujeres presenta características diferenciales respecto a la de los hombres?. Veamos algunos datos.
 

1. LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LAS ORGANIZACIONES SINDICALES DESDE UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA.

Desde finales del siglo XlX el movimiento obrero' comienza a incluir en sus planteamientos teódcos referencias a la mujer. Hay organizaciones que solicitan el fin de la actividad laboral femenina aludiendo a las condiciones de explotación y a la dureza del trabajo. Ob'as, como el socialismo y el anarquismo, defienden su equiparación en' derechos y deberes con el hombre.

Los textos históricos hacen escasas referencias a las mujeres que ocupan un lugar destacado en el movimiento obrero. Sin embargo desde sus inicios aparecen figuras como Susanne Wolquin, Clair Demar, Flora Tristan -teóricas utópicas-; Harriete Law, Clara Zetkin, Rosa de Luxemburgo -implicadas directamente en la lucha revolucionaria-; y en España Dolores Ibarruri, Clara Campoamor o Victoria Kent Todas ellas contribuyeron, desde diferentes posicionamientos polificos a abrir caminos hacia la igualdad en el trabajo, la protección de la matemidad, la participación política, etc.

La sindicación de trabajadoras se inicia en España aproximadamente hacia 1880, y se localiza geográficamente en el campo andaluz y en la industria textil catalana. Destaca, porel incremento de la afiliación, el periodo que transcurre entre 1910 y 1920, en el cual se desarrolla en general el movimiento obrero español. Se realizan campañas de sensibilización, las asambleas dedican un apartado a estudiar la situación de la mujer obrera, así como la forma y medios de organizada, surgen sindicatos femeninos... Sin embargo la afiliación femenina es baja y en términos generales se atribuía un papel secundado a las mujeres. Como dato ilustrativo podemos señalar que en 1915 el número de mujeres afiliadas a la II Intemacional se situaba en un 3,4%.

Entre 1920 y 1930 se produce una consolidación de la participación sindical de las mujeres, lo cual se manifiesta en la consecución de mejoras materiales (salario, jornada, etc.) y en el incremento de la actividad huelguistica femenina, aunque la afiliación continúa siendo minoritada desde el punto de vista cuantitativo y está concentrada geográficamente.

La dictadura franquista supuso una restricción al ejercicio legal de actividades sindicales, impidiendo que se produjera el crecimiento en la afiliación que afectó al resto de Europa, donde se inicio una tendencia de crecimiento leve alrededor de los años 40, que se disparó en la década de los 70, para luego experimentar una caída que ha vuelto a situar la afiliación en los niveles anteriores. Sin embargo, si bien en los primeros momentos de la etapa autoritaria las organizaciones sindicales estaban en alguna medida desarticuladas, pronto iniciarian una labor en la clandestinidad, época de la cual carecemos de datos.

La aprobación de la Ley de Libertad Sindical en 1977, la celebración de las primeras elecciones sindicales libres en enero de 1978 y la promulgación del Estatuto de los Trabajadores en 1980 marcaron una etapa de afiliación masiva de hombres y mujeres a las centrales sindicales, las cuales experimentan un progresivo desarrollo: consolidación organizativa, adaptación de la composición afiliativa a la realidad del mercado de trabajo (aumento del número de mujeres, de trabajadores de servicios...), incremento de los
recursos económicos, etc. No obstante la subordinación sindical a los intereses políticos, determinante de la opción por la concertación laboral, es decir por la búsqueda del consenso, produce desmovilización. Ello, unido a la división sindical y los efectos de la crisis económica, explica que entre 1980 y 1985 las centrales sindicales perdieran la mayor parte de los afiliados. En esa etapa el movimiento sindical se centró en la acción sindical macro. Los logros conseguidos contribuyeron a reforzar las organizaciones y a incrementar su presencia social, pero esto no fue acompañado por un aumento de la afiliación.

Veamos un ejemplo concreto: En 1978 en el sector industrial, la proporción de afiliados entre las mujeres era muy similar a la que se daba entre los hombres (el 55,6% de los hombres y el 54% de las mujeres estaban afiliadas)7. Sin embargo, en los años posteriores los porcentajes de afiliación descendieron, advirtiéndose una disminución significativa en el caso de las mujeres. En 1980 solo hay afiliadas un 18,8% de mujeres en el sector industrial.

A partir de 1985 se rompe la vía de concertación para recuperar espacios de intervención en la acción sindical, tales como la presión y la negociación colectiva. Existe interés por el aumento de la afiliación y la consolidación de las estructuras de representación, y se produce un acercamiento a los centros de trabajo. Efectivamente a partir de 1986 la afiliación inicia una ligera tendencia ascendente, que afectará tanto a hombres como a mujeres.

2. MUJERES Y AFILIAClON SINDICAL

El estudio de la afiliación femenina es una tarea difícil, dada la inexistencia de datos estadisticos homogéneos y fiables que permitan la comparación. No obstante presenta gran interés, dado que se trata de un indicador de participación básico. Parece que la afiliación sindical no está determinada por la conciencia de clase, al contrario se comprueba su carácter interctasista. Si tiene que ver con la posición de los trabajadores en la estructura laboral. Así por ejemplo la pertenencia al sector público o privado, el régimen de contratación, etc.

Son numerosos los estudios de ámbito internacional que evidencian la menor afiliación sindical femenina. Newland aporta algunos datos al respecto, en Japón y en Austda, con una población activa femenina del 40%, la afiliación sindical se estima en un 30% y en Estados Unidos, donde la población activa femenina es del 42%, la afiliación sindical se reduce al 21%.

Remitiéndose a la encuesta realizada por EDIS-Fundación Friedich Ebert-, referida al Estado Español, Alcobendas señala que entre los trabajadores que no han estado nunca afiliados a un sindicato destaca el colectivo de mujeres con un 67,6%.

Según Astelarra, en 1985 el porcentaje de afiliación de mujeres de los sindicatos mayoritarios -UGT y CCOO- se situaba en tomo al 10%. En 1986 la tasa de afiliación femenina era de 27,8%, frente a una tasa masculina del 72,2%. Del año 1988 disponemos de datos del sindicato UGT,. los cuales indican una tasa de afiliación femenina del 17%. En ese mismo año un estudio del C.I.S. daba una cifra de afiliación sindical femenina del 11,1% sobre el total de las mujeres encuestadas. Dicho estudio estimaba la tasa de afiliación general en el 16,5%. Un nuevo estudio realizado~ en 1991 muestra una tasa de afiliación femenina del 9,8%.

El Consejo Económico y Social estatal (1994) presenta información acerca de la afiliación de mujeres en los sindicatos UGT, CCOO, ELA y CIG, partiendo de datos aportados por los propios sindicatos, que reflejan un bajo nivel de afiliación.

Las cifras de afiliación actualizadas que facilita el sindicato UGT a efectos de este estudio referidos a Junio de 1995 indican que se mantiene este 25%. Analizando los datos aportados por este sindicato observamos que los niveles de afiliación ascienden de forma notable a partir de los 31 años, para comenzar a descender gradualmente a los 40. En los grupos más jóvenes la afiliación es más baja. La evolución de la afiliación masculina en función de la edad es similar.

La federación de rama en la que se da una mayor afiliación femenina es la Federación de Servicios Públicos (32,07%), seguida de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (15,03%) y las Federaciones de Comercio y Hosteleria y Banca (12,79% y 12,14%) respectivamente. En todos los sectores la afiliación femenina es más baja que la masculina, a excepción de la enseñanza donde el porcentaje de mujeres afiliadas (57,27%) supera al de hombres (42,73%).

Si atendemos a la distribución de la afiliación por comunidades autónomas se observa que en todas ellas la afiliación femenina está por debajo de la masculina con diferencia. En líneas generales se mantiene en tomo al 25%. Sin embargo hay comunidades autónomas en las que es ligeramente más elevada como Baleares (32,96%) y Comunidad Valenciana (29,78%). Y otras en las que baja como el País Vasco (19,16%), Castilla La Mancha (20,32%) y Castilla León (20,28%).

Los datos aportados muestran que a pesar del incremento experimentado por la afiliación femenina, ésta no tiende a equilibrarse con la masculina. La ligera tendencia alcista no impide que la línea de evolución se mantenga paralela a la masculina, y siempre por debajo.

3. MUJERES Y REPRESENTACION SINDICAL.

El estudio de la participación sindical tiene en los datos refeddos a participación en las elecciones sindicales y resultados de éstas, dos indicadores con un grado de fiabilidad aceptable. Veamos cual fue el comportamiento de los participantes en las elecciones sindicales de 1990, desde una perspectiva de género.

La participación electoral.

En las Elecciones Sindicales de 1990, de un total de 3.876.434 electores posibles en el Estado Español, exceptuando el País Vasco, 1.026.617 eran mujeres. Es decir tenían la posibilidad de participar un 26,5% de mujeres frente a un 73,5% de hombres. Nos encontramos pues con una posición de partida desigual que se puede atribuir a las características diferenciales de las mujeres en el mercado de trabajo.

La participación electoral global fue de un 76,06%. Es decir, votaron solamente 2.987.220 trabajadores, de los cuales 759.955 eran mujeres (el 74,03% de las convocadas). El porcentaje de participación electoral femenina sobre el total fue de un 25,4%. Se observa que los índices de participación de hombres y mujeres son bastante similar, un 78,15 % para los hombres y un 74,03% para las mujeres. Sin embargo la comparación entre los porcentajes globales de participación de hombres y mujeres refleja una menor participación femenina, dado que partíamos de una situación de subrepresentación femenina en los sectores en los que se celebraron elecciones sindicales.

En cuanto a la participación electoral por sectores de producción:

El sector agrado supone un 1,7% del total de electores potenciales. La proporción de mujeres en el mismo es de un 22,9 %, de las cuales votaron un 70,41%, que en cifras totales supusieron 10.501 mujeres.

El sector industrial representa el 39,1% de los electores. La proporción de mujeres en este caso es de un 20,3%. Votaron el 79,80%, lo que equivale a un total de 245.798 trabajadoras.

En el sector de la construcción se cuentan el 9,6% de los electores. Entre estos hay un 3% de mujeres, de las cuales votaron el 63,92%, 7272 mujeres.

El 48,1% de los electores se adscriben al sector servicios. Las mujeres son el 36 %. Votaron el 71,80%, es decir 482.598 empleadas.

El sector donde existe mayor participación femenina potencial son Io~servicios (36%). Sin embargo la participación sindical real en proporción al número de electores es más elevada en el sector industrial (79,80%), hecho que puede tener que ver con una mayor consolidación de la aCCión sindical este sector.

Los índices de participación de hombres y mujeres en todos los sectores son bastantes similares, a excepción de la construcción con 16 puntos de diferencia. En todos los casos los hombres superan a las mujeres. Donde se dan menos diferencias es en la industria, no llega a un punto (0,72). Le sigue el sector servicios con 3,54 puntos y el agrado con 4,12.

Respecto a la distribución por Comunidades Autónomas encontramos los máximos porcentajes de participación femenina -con relación a la participación total en esas comunidades- en Murcia, con un 31,2%, Baleares, con un 30,9% y la Comunidad Valenciana, con un 29,9%. Los más bajos se dan en Asturias, con un 16,3%, Cantabria, con un 20,2% y Castilla-Leon con un 20,3%.

Representantes sindicales elegidas.

De un total de 204.581 representantes sindicales elegidos, el 19,3% son mujeres, el 79,7% varones y el resto no consta (1%). De cada 100 delegados elegidos, 80 son hombres y 19 mujeres. En comparación con los resultados de elecciones anteriores observamos un ligero aumento. En 1986 se situaba en el 17,8%, en 1980 en el 15,45% y en 1978 las mujeres eran el 11,3% de los representantes elegidos.

No se advierten vadaciones de interés entre los diferentes sindicatos. Del total de mujeres elegidas en las elecciones de 1990, el 42,5% pertenecen a la UGT y el 39,9% a CCOO, sindicatos mayodtarios.

Los índices de representación por sexos muestran una gran diferenciación de género. En cambio si se observan algunas diferencias entre sectores productivos: En la construcción los índices bajan notablemente, situándose las mujeres en un 3,1. También se da un descenso en agricultura e industria, con un 14,2 y un 15,1 respectivamente. Sin embargo en el sector servicios se eleva hasta un 25,8.

La totalidad de mujeres con cargos de representación sindical se distribuyen por sectores de producción de la siguiente manera: El 1,71% provienen del sector agrario, el 30,26 % de la industria, el 1,43 % del sector construcción y el 64,43 % del sector sevicios.

Si comparamos los índices de representación por edades se observa que hay un mayor número de mujeres delegadas sindicales entre los 20 y los 39 años, a partir de esa edad empieza a descender, reduciéndose notablemente a partir de los 50 años. Se advierten algunas diferencias por sectores. Así en el agrado el indice de representación femenina en el grupo de menores de 20 años es mayor que en el resto de los sectores (4%). En el sector industrial el descenso de la participación femenina es más brusco.

4. LAS MUJERES EN LOS ORGANOS DE DIRECCION DE LOS SINDICATOS

El análisis del acceso de las mujeres a los órganos de dirección de los sindicatos muestra las diferencias en el acceso a los puestos más elevados en la escala de poder.

Según el Informe del Consejo Económico y Social (1994), los mayores niveles de presencia femenina en los órganos de direccié3 se dan en CCOO con un 20% en la Ejecutiva Confederal y un 10,6% en el Congreso Confederal.

Por lo que se refiere a la presencia femenina en sus órganos de dirección ejecutiva, dicho informe señala que sólo CCOO guarda proporción con el peso de las mujeres en el total de su afiliación, mientras en las otras tres centrales sindicales (UGT, ELA y CIG), la relación entre el porcentaje de afiliadas y el número de mujeres en sus órganos de dirección ejecutiva es mucho más baja.
 

5. MUJERES Y ORGANIZACIÓN SINDICAL

La diversificación de las caracteristicas y condiciones de trabajo de los sujetos que componen la clase trabajadora ha ido determinando la aparición de cambios en la estructura organizativa de los sindicatos. La revisión de documentación interna generada por las organizaciones sindicales (materiales congresuales, resoluciones, publicaciones específicas...), así como sus declaraciones públicas, evidencian una preocupación creciente por temas relacionados con la mujer, entre ellos los relativos a la participación sindical femenina. El discurso sindical ha incorporado referencias a problemas específicos de las mujeres trabajadoras y propuestas feministas de mejora, que onentan la negociación colectiva y en general las líneas de acción social y sindical.

Siguiendo a Becalli, B.  podriamos agrupar las expresiones con contenido de género en~ dos grandes categorías:

· Reivindicaciones clásicas, referidas a problemas especificos de la mujer, igualdad, poder, promoción de la mujer en el ámbito sindical y en la estructura laboral. Entre estas podemos destacar planteamientos como la ruptura de la segregación profesional tanto en categorías y sectores como en los distintos niveles de responsabilidad, la eliminación de las discdminaciones saladales existentes para iguales categorías, la revisión de los sistemas de selección, favoreciendo la contratación de mujeres y el desarrollo de programas de formación y reciclaje orientadas a la inserción laboral de mujeres.
· Reivindicaciones que incorporan planteamientos del nuevo feminismo: identidad,
 crítica al sistema sexo-género, valoración de la diferencia femenina, etc.

El estudio del discurso sindical en materia de género, de su proceso de construcción, en el que ha jugado un papel determinante el movimiento feminista, y de su evolución en el tiempo, presenta gran interés, pero no es el objeto de este trabajo. Nuestra reflexión se centra en el análisis de la coherencia interna de las organizaciones sindicales en esta materia. Estas adoptan un tono autocritico, planteando la necesidad de revisar las actitudes y comportamientos de los miembros acerca de la integración de las mujeres, y de adecuar la organización para facilitarla. En este sentido se han articulado medidas orientadas a garantizar una participación mínima en los órganos de representación y se han potenciado estructuras organizativas específicas de mujeres.

Las secretarias de la mujer son órganos estatutarios, normalmente compuestos exclusivamente por mujeres, que tienen como objetivos fundamentales la atención a problemas especificamente femeninos en el ámbito laboral, la promoción de mejores condiciones de trabajo para las mujeres, garantizando la igualdad de condiciones con el hombre y la potenciación de la plena participación de las mujeres en la organización sindical.

Desde las propias Secretarias de la Mujer se plantea que no debe caerse en el error de limitar el ámbito de la participación sindical de la mujer a estructuras sindicales específicas. El objetivo sería transformar las organizaciones sindicales actuales, fuertemente masculinizadas; cambiar el modelo de hacer sindicalismo por otro que facilite el acercamiento a las mujeres.

Sin embargo las pretensiones expuestas no suelen cumplirse. Así encontramos múltiples referencias a la escasa implantación de estas estructuras entre la base sindical, cuestionándose que su labor se sitúe en el terreno de la planificación, la elaboración de documentos y las declaraciones públicas, pero no de la intervención concreta con mujeres. Se proyectan hacia el exterior de las organizaciones, pero no tanto hacia la generación de cambios en la estructura interna.

Los sistemas de cuotas son mecanismos que pretenden asegurar que las candidaturas a los órganos de dirección incluyan un número de mujeres proporcional a la afiliación. La existencia de dificultades específicas que obstaculizan la integración de las mujeres en la vida sindical, justifica la ejecución de acciones positivas de este tipo, que posibiliten una igualdad de oportunidades efectiva, aplicando la premisa de que "medidas iguales aplicadas sobre colectivos desiguales producen discriminación".

Una primera valoración de estas medidas realizada por el sindicato CCOO señaia que se ha incrementado la representación'de mujeres en los órganos del sindicato a partir de su implantación. Si bien advierten que ello no garantiza el contenido de dicha representación. En este sentido se ha de señalar el riesgo de burocratización de éste tipo de medidas, que pueden convertirse en mecanismos de legitimación de las organizaciones, pero hallarse vacías de contenido.