Cuando
el sexo marca diferencias
La
práctica clínica depende de si el paciente es hombre o mujer
y varía entre médicos y médicas
MAYKA SÁNCHEZ / Madrid
. El País. 20 febrero
¿Por qué con
los mismos síntomas sugestivos de infarto es más probable
que una persona reciba una adecuada atención médica si es
hombre que si es mujer? ¿Por qué los pacientes quedan más
satisfechos si les atiende una médica en el centro de salud? Diversos
estudios han mostrado en los últimos años que la salud tiene
género, pues tanto en la profesión médica como en
la atención a los pacientes hay diferencias por sexos. Hay especialidades
típicamente masculinas y típicamente femeninas. También
hay diferencias en la atención médica si el paciente es hombre
o mujer e incluso en la disposición del paciente si es atendido
por un médico o una médica. Y la investigación clínica
ha tenido como objeto de estudio preferente a los varones.
En la segunda mitad
del siglo XX se constató que la mayoría de los procesos,
excepto los ginecológicos y obstétricos, se investigaban
en los hombres y luego se trasladaban en la práctica clínica
a las mujeres. También se observó que algunos de ellos acaparaban
mayor esfuerzo diagnóstico y terapéutico cuando el paciente
era varón. Igualmente, se consolidaron especialidades masculinas,
como traumatología, urología y, en general, todas las quirúrgicas,
y especialidades femeninas, como pediatría, medicina de familia
y psiquiatría. Los estudios de género, que han adquirido
gran tradición en los países anglosajones, equiparan este
concepto a la categoría de clase social, situación cultural
o etnia.
Todo empezó en 1991,
cuando un artículo aparecido en la revista médica The New
England Journal of Medicine evidenció que a igualdad de problemas
de salud, se lleva a cabo un mayor esfuerzo diagnóstico y terapéutico
en los varones. El estudio, desarrollado por un equipo de la Universidad
de Harvard y otro de la Universidad de Maryland (EE UU) sobre una población
de más de 80.000 pacientes de ambos sexos, reveló que ante
un episodio de infarto de miocardio, por ejemplo, se practicaban muchas
más coronariografías (procedimiento diagnóstico y
terapéutico) a los hombres que a las mujeres. Los resultados de
este trabajo, considerados políticamente incorrectos y corroborados
después en otras investigaciones aparecidas en el Journal American
Medical Association (JAMA), el Journal American Medical Women Association
(JAMWA) y Circulation, levantaron una gran polémica en EE UU, y
desde 1993 la Food Drug and Administration (FDA) presiona para que en todos
los ensayos clínicos (salvo en los de patología exclusivamente
masculina) exista una muestra de mujeres.
Es importante, según advierte Ana Delgado Sánchez, especialista de Medicina Preventiva y Salud Pública, que lleva varios años estudiando el campo de salud y género, no interpretar como sinónimos los términos sexo y género. Mientras que el sexo se refiere a las características biológicas que identifican a las personas como varones o hembras, el género es una construcción social del sexo biológico por la que se prescriben los diferentes papeles y responsabilidades de cada uno de los sexos.
Estereotipos diferenciados
En palabras de Delgado,
que ha dirigido un debate sobre el tema en el último congreso de
la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria,
se ha creado históricamente una dicotomía que marca unas
funciones sociales y unas características bien
definidas, de tal modo que
'lo masculino y lo femenino están representados por un conjunto
de estereotipos bien diferenciados' que abarcan desde las ciencias básicas
hasta el medio social.
'A la mujer se le
han atribuido tradicionalmente características de pasividad, sumisión
y dulzura, mientras que el hombre ha tenido que regirse por modelos de
dominio, fuerza y valentía. Y esto, secular y universalmente, ha
tenido implicaciones en la salud desde dos puntos de vista: diferencias
por género en la profesión médica y diferencias de
género en el trato que el sistema sanitario da a hombres y mujeres',
dice. Las diferencias por género, según Delgado, se van configurando
con la socialización desde el nacimiento
y se van reflejando en todas
las conductas, personales, familiares, sociales o laborales, del ser humano.
La tesis doctoral realizada por esta especialista en 1988 sobre la
práctica profesional de médicos y médicas en atención
primaria en Andalucía mostró que los pacientes se encontraban
más satisfechos cuando habían sido atendidos en el centro
de salud por una médica. '¿Por qué?', se pregunta.
'Pues porque se ha observado que las mujeres se implican más en
el problema del paciente y dialogan más con él, y los aspectos
de comunicación siempre son muy bien valorados por los pacientes'.
A juicio de María
Teresa Ruiz Cantero, profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública
de la Universidad de Alicante, los estudios de género en el terreno
de la salud generan una gran polémica porque 'parece que critican
la praxis médica'. Según esta especialista, no se trata de
culpabilizar a nadie, sino de 'hacer ver y tratar de cambiar situaciones
injustas que se producen sólo
por diferencia de género,
que no de sexo'. Un estudio de género dirigido por Ruiz Cantero
sobre una población de 512 mujeres y 318 hombres puso de manifiesto
que cuando ambos consultan por la misma queja debida a un problema respiratorio,
ellas acaban en un número considerablemente mayor que ellos en el
apartado de no se sabe qué tiene. Es decir, mayor número
de mujeres queda sin diagnosticar, aun consultando por los mismos síntomas:
tos, disnea, dolor de garganta, expectoración. Y también
se observaba que a ellas no se les preguntaba si fumaban.
'Es algo así', añade
con humor esta médica, 'como si las mujeres fuésemos más
inespecíficas que los hombres en nuestra sintomatología.
Y de hecho, enfermedades tan comunes en ambos sexos como las cardiovasculares
y el cáncer siguen siendo mucho más estudiadas en el sexo
masculino que en el femenino'. Publicaciones recientes sugieren que el
80% de las histerectomías (extirpación del útero)
que se practican son por problemas benignos, es decir, que serían
evitables. Los estudiosos del tema de salud y género afirman que
esta práctica, llevada a cabo por ginecólogos hombres y mujeres,
tiene un sesgo de género.
Consuelo Català,
enfermera y diputada socialista en las Cortes Valencianas, considera que
la planificación familiar es uno de los aspectos en donde se han
evidenciado claramente los sesgos de género. 'Por fortuna', apunta,
'el talante de los ginecólogos ha cambiado mucho desde la década
de 1970 hasta ahora. Antes se regían ante todo por el principio
de autoridad, no negociaban con la paciente y ésta no participaba
en las decisiones que afectaban a su salud o enfermedad.La mujer ginecóloga
también ha seguido durante un tiempo ese modelo'.
Consultas masculinas
frente a las femeninas
La práctica
clínica de médicos y médicas presenta no pocas
diferencias, asegura Ana Delgado Sánchez, que trabaja como técnica
de salud en la unidad docente de Medicina de Familia y Comunitaria de Granada
y ha participado en distintos estudios sobre género y salud
en atención primaria. Así, estos trabajos descriptivos, según
los califica, en los que se han empleado vídeo,
grabadora y encuestas escritas,
muestran que las consultas de ellas suelen ser más largas, ya que
la mujer facilita más información al paciente, le escucha
más y negocia más con él (por ejemplo, 'para facilitarle
que pierda peso o que siga un tratamiento'). De este modo, según
Delgado, se establece una empatía y una comunicación fluida
entre la médica y el paciente y éste 'considera muy positivo
que su médica se ocupe también de los aspectos emocionales
y psicosociales'.
El estudio Trabajo,
género y medicina. Actividad profesional de las médicas españolas
en el siglo XX, realizado entre 1998 y 2000 y financiado por el Instituto
de la Mujer, revela una serie de similitudes entre las participantes, a
pesar de las diferencias de edad y de especialidad.
Como explica Delgado,
se han establecido dos grupos por edad (mayores y jóvenes) y cinco
por especialidad (pediatras, psiquiatras, médicas de familia, cirujanas
y gestoras). 'Aunque estamos a la espera de los resultados finales', dice,
'los preliminares revelan que todas están atrapadas en una
dicotomía: la de elegir entre la vida familiar y la profesional.
Hay una lucha entre ser buena médica y buena madre. Todo esto
genera sentimientos de frustración o culpa, según la opción
preferencial. Y se aprecia mucho estrés y cierta falta de control
sobre la propia vida'.
Carmen Valls, diputada
catalana, médica y directora del Programa Mujer, Salud y Calidad
de Vida, del Centro de Análisis y Programas Sanitarios, explica
que muchas de las profesionales sanitarias han hallado en la práctica
clínica problemas de género. Por ello creó en
julio de 1999 la Red de Médicas y Profesionales Sanitarias del Estado
Español. 'En la red estamos comunicadas por Internet y mantenemos
constante información de los estudios que se realizan en el mundo
sobre salud y género. La red también nos permite reflexionar
sobre nuestro trabajo en todos los campos de la actividad sanitaria', cuenta.
Según Valls, existe un 'sesgo androcéntrico' en las investigaciones
médicas y en los ensayos clínicos y se estudian la
patologías en el sexo masculino dando por incluido al femenino.
'Sin embargo', advierte, 'se ha constatado que diversos procesos metabólicos
pueden tener pequeños rasgos diferenciales en hombres y mujeres,
de ahí que el metabolismo de los fármacos pueda ser distinto.
También se ha comprobado que existe una mortalidad posinfarto en
la mujer del 60% frente al 3% en el hombre. Y es porque ella tarda varias
horas más en consultar, ya que no se piensa que pueda sufrir un
episodio coronario'.
En octubre de 2000
la red fundada por Valls (www.mys.matriz.net) celebró en Madrid
su primer congreso bajo los auspicios del Instituto de la Mujer. Entre
las conclusiones se pedía la promoción de cátedras
de género y la formación de los médicos para abordar
los malos tratos en el hogar.