TRABAJAR EN UN MEDIO MASCULINO Y RURAL



BERTA CHULVI FERRIOLS
Periodista

TEXTO EXTRAIDO DE LA REVISTA "RURALIA". Nº 3
 

Una d elas tranformaciones más profundas que han experimentado las sociedades occidentales en el último siglo es la incorporación de la mujer a la vida pública. De hecho se dice que el siglo XX ha sido el siglo de las mujeres. El cambio es bien simple pero sus repercusiones son enor-mes y ha costado años de lucha. Es, en cierta medida, un cambio en los hechos: las mujeres se han incorporan al mundo de la educación (totalmente), al del empleo (en buena medida), al de la política y la toma de decisiones (mucho menos). Pero como todavía queda mucho por hacer podemos decir que es fundamentalmente un cambio de mentalidad: hemos abandonado la idea de que nuestro destino "natural" es cuidar una familia para elaborar un proyecto de vida mucho más autónomo e independiente.

En la actualidad muchas mujeres y hombres reconocen en el sexo una característica biológica, que no estable-ce más que diferencias en el plano biológico. Con el nombre de género se identifica todo el significado so-cial, las elaboraciones culturales, que se le ha dado a esas diferencias biológicas. Los roles de género son el conjunto de actividades, actitudes, normas y valores que la sociedad ha asignado a lo largo de la historia a cada uno de los sexos. Siempre ha habido mujeres que se han negado a asumir el papel que otros habían diseñado para ellas, pero hoy, lo evidente es que no parece posible perpetuar un modelo de sociedad que había establecido cual era el rol de la mujer, qué podía y no podía hacer, y sobre todo que debía hacer. En cualquier caso se reivindica para las propias mujeres la capacidad de elegir qué quieren hacer con sus vidas. La pregunta surge inmediatamente: ¿Qué posibilidades de elegir abre el medio rural a las mujeres? ¿Cuál la situación de las mujeres en el medio rural en relación al trabajo?

ABRIENDO CAMINOS

En el medio rural encontramos resistencias a la incor-poración de la mujer en profesionales tradicionalmen-te desempeñadas por los hombres, sin embargo tam-bién mujeres pioneras tanto en nuevas actividades co-mo en oficios tradicionalmente masculinos. En cuanto a las resistencias son notables en torno a "la produc-ción agrícola y ganadera porque éste es es un mundo muy masculino". "Por ejemplo -cuenta Araceli- alguien llama al Mas queriendo comprar corderos y me pongo yo al teléfono, y enseguida preguntan por alguno de los hombres, y a lo mejor yo soy más tratante que ellos, y sin embargo la sociedad rural pide que estos trabajos los realicen los hombres". Es esa misma mujer, Araceli, quien identifica esos frenos, la que también percibe que las cosas están cambiando: "Hoy el medio rural no vive sólo de la agricultura y con la actual diversificación de actividades (transformación de productos agroalimentarios, artesanía, turismo rural, etc) se están abriendo nuevas oportunidades para las mujeres que ya no desempeñan roles complementarios a los del hombre sino papeles principales, pues muchas de las nuevas actividades suponen la rentabilización de «saberes» que siempre han estado en la memoria de la mujeres".

Tere es cantera, y está dando clase en una escuela ta-Iler, donde por cierto la mayoría del alumnado son mujeres. Su experiencia es también una historia de resistencias al cambio y de logros. "Te ven subida a un an-damio y se ríen. A mi el otro día me llegaron a probar para ver si me subía a un andamio de tres pisos. Yo subo a an-damios de muchos pisos, pero no alardeo. Si yo tuviera vértig0, como cualquier otro hombre no subiría. Yo no digo: «una mujer ha subido a un andamio», yo digo «una profe-sional ha subido a un andamio porque tiene que subir». Cuando tienes muy claro que quieres ser algo, y resulta que la profesión que tú has elegido forma parte de un mundo donde la mayoria son hombres, la primera reacción es «es-ta cría dónde va», porque también miran mucho lo de la edad. La mujer joven en un mundo laboral masculino tiene dos problemas, uno que es mujer, pero el otro que es joven, y si mucho me apuras, tienes otro. «Que eres la hija de... fulanito o menganito y te conocen». Un detalle de lo que cuesta cambiar las actitudes: por ejemplo tú estás trabajando en un taller, y llega una persona buscando al responsable. Si hay un hombre mayor se dirigen a él, y a lo mejor es un trabajador que no tiene nada que ver con lo que tú estás haciendo, y él tiene que decir: «No, no, es esa chica que está ahí». Te empiezan a valorar cuando ven resulta-dos de tu trabajo: «¡Ah? pues si que lo ha hecho» y enton-ces piensas: ¿pero... por qué lo dudabas?'. ·

Una cuestión es evidente, en ese proceso de emancipación a través del empleo las mujeres en el medio ru-ral tienen más dificultades derivadas de la propia falta de actividades alternativas a las tradicionales. Lo que ocurre es que muchas de ellas que deciden no mar-charse o volver son las que ponen en marcha propues-tas innovadoras. El relación al éxodo femenino del me-dio rural hay un dato claro: en el medio rural valencia-no las mujeres no llegan a ser la mitad de la población mientras que en el medio urbano superan a los hom-bres en número (49'8% de mujeres en el medio rural y 5 I% en el medio urbano'>) y sin embargo son mayoría entre colectivo de personas demandantes de empleo (un 52'4%2>).

Hay que constatar que en primer lugar muchas muje-res no buscan trabajo fuera de casa porque se han de-dicado a cuidar a sus familias o lo hacen aún. De he-cho, la tasa de actividad (población ocupada más para-da) de los hombres españoles sigue siendo muy superior a la de las mujeres: (del 63'17% para los hombres y del 37'9% para las mujeres3)). La participaciõn de la mujer en el trabajo remunerado no es el único factor determinante de su plena emancipación, mucho más importantes son las relaciones de poder que se establecen dentro de la unidad familiar (reparto de tareas, toma de decisiones, etc.) sin embargo, es evidente que la independencia económica es ineludiblemente un camino que hace más Ilevaderas otras muchas cuestiones. Fina lo señalaba con claridad: "Hoy en día las jóvenes son independientes y su relación de pareja no funciona se separan aunque sea doloroso, los hombres si quieren se separan también, pues tienen su trabajo o su pensión de jubilación, pero ¿qué hace la mujer que ha sido toda la vida ama de casa, que no tiene seguridad social, ni pensión de jubilación, si la situación en su hogar es insostenible?". La
sociedad no tiene respuesta a esta cuestión y, sin ermbargo, si se tienen los datos para poder valorar la injusticia y el absurdo que supone que a un ama de casa se la considere "inactiva".

DESEMPLEADAS PERO NUNCA PARADAS

Las estadísticas que informan sobre el trabajo reflejan sólo una parte del mismo trabajo remunierado. Otros trabajos que mayoritariamente realizan las mujeres quedan fura de la contabilidad económica. "Esta situación -como señala Pilar- es el resultado de confundir trabajo con empleo" Si por trabajo entendemos la producción de bienes y servicios es evidente que esto no se produce únicamente en el ámbito del trabajo remunerado. Hay muchas personas con formas de trabajo que no están vinculadas a una relación contractual, pero a partir del siglo XIX trabajo se asocia con el empleo y eso ha dado lugar a una profunda confusión entre las dos nociones. El trabajo doméstido es un ejemplo claro de una actividad que se desarrolla en la esfera privada, es decir, es un trabajo que produce bienes y servicios no destinados a la venta sino que son consumidos Por el grupo primario básico, la familia o la comunidad. Un estudio realizado por el "Instituto de la Mujer''4~ fija en 43 horas y 24 minutos semanales la jornada media del ama de casa, lo que representa una jornada "laboral" de 6 horas y 12 minutos. Este mismo estudio plantea que un 20'3% de las españolas dedican entre 6 y 10 horas diarias a los trabajos de la casa y un 15'4% inclu-so más de 10 horas.

Lo llamativo es la trascendencia social del trabajo do-méstico y el escaso reconocimiento social del que go-za. En primer lugar, y sólo desde una aspecto econó-mico, el trabajo doméstico de las mujeres permite la reproducción de la fuerza de trabajo, tanto a nivel co-tidiano -mantenimiento de los trabajadores- como a nivel generacional -cuidado de los hijos/as. En el mantenimiento de la fuerza de trabajo' intervienen dos ele-mentos: por un lado estan los salarios -el sueldo- que permite comprar bienes y servicios. Sin embargo, es-tos bienes -pensemos en los alimentos, los productos de limpieza, etc.- rara vez son directamente consumi-bles sino que necesitan de un proceso de transforma-ción-elaboración (la cocina), de una intervención hu-mana (la limpieza). Es conocido el caso de una empre-sa de seguros inglesa, que cuantifica desde 1981 el cos-te que significaría sustituir el trabajo que hace una típi-ca madre de familia. El objetivo es vender uno de sus productos más innovadores "el seguro ama de casa", el argumento es que en caso de ausencia de la esposa, pocos maridos podrían sacar adelante una familia sin ayuda exterior, especialmente en el caso de tener niños pequeños.

LA AUSENCIA DE SERVICIOS MARCA LA DIFERENCIA

Podemos decir que de todas las actividades que inclu-yen el trabajo doméstico el elemento más crítico es el del cuidado de los hijos/as, porque presenta un proble-ma adicional: la combinación de horarios de la pareja y las necesidades de ambos. En el momento en que uno de los dos miembros de la pareja ha de hacer compati-ble su jornada laboral con el horario de los hijos, suele ser la mujer la que lo asume. Ante esto son posibles distintas estrategias: tener menos hijos (la tasa de fe-cundidad española es la más baja de Europa, I'38 hijos por mujer), abandonar el puesto de trabajo durante el periodo en el que se tienen hijos, buscar un trabajo de media jornada (en España el 75'9% de las personas em-pleadas a tiempo parcial son mujeres y sin embargo significan sólo el 32'2% de los empleos a tiempo com-pleto). En este punto la desventaja para las mujeres ru-rales es evidente.

En primer lugar, la ausencia de escuelas infantiles com-plica mucho más las cosas para las mujeres en el medio rural pues trabajar fuera de casa con hijos pequeños significa recurrir necesariamente a alguien de la familia o a un servicio doméstico. La falta de transporte públi, co es otro freno como también lo es la falta de oferta de trabajo a tiempo parcial. En definitiva, la disminu-ción de los servicios públicos a las que primero afecta es a las mujeres. En algunas localidades las mujeres se han organizado para reivindicar estos servicios: "En mi pueblo -nos cuenta Fina de Otos en la Vall d'Albaida-hace ya unos cuantos .~ños, casi en broma, una madre y una hija empezaron a cuidar a los niños, y a partir de ahí ha sido el Ayuntamiento el que se ha hecho cargo de ese servicio. Hemos de reivindicar en primer lugar a la Adminis-tración más cercana".

REPARTO DE LAS TAREAS

En realidad nadie cree en la viabilidad de la remunera-ción por el trabajo doméstico en la unidad familiar, además esto no haría más que perpetuar el hecho de que sean las mujeres las responsables del trabajo do-méstico. Una alternativa más viable es organizar la so-ciedad en jornadas partidas, de manera que todas las personas -hombres y mujeres- dispongan de un tiem-po para dedicar a los trabajos de casa y un tiempo para trabajar fuera. Es evidente que esto significaría un cam-bio más global en la organización de la sociedad e im-plicaria un reconocimiento social para el trabajo do-méstico. La discriminación y suborclinación de la mujer va más allá del trabajo doméstico, y que una abolición de este trabajo no conduciría a la equiparación social de los dos sexos. Una sociedad más igualitaria sería la que repartiera entre hombres y mujeres tanto las res-ponsabilidades públicas (trabajo asalariado, partici-pación en el poder político y económico, en la toma de decisiones) como las privadas (trabajo doméstico, cuidado de los hijos y mayores, etc).

La verdad es que últimamente proliferan los debates sobre las mujeres y algunas estamos empezando a pen-sar que para que esta sociedad asuma con todas sus consecuencias los cambios que estamos protagonizan-do las mujeres habría que empezar a debatir sobre los varones, porque los modelos sexistas nos encasillan tanto a nosotras como a ellos y porque los cambios que protagonizan las mujeres les atañen y afectan es-pecialmente a ellos: nosotras hemos entrado en el ám-bito productivo, pero este es un camino de doble vía: ¿cuándo van a entrar ellos en el ámbito doméstico?

Araceli plantea una cuestión interesante en relación a los hijos: "Creo que a veces las mujeres acotamos para nosotras el territorio de los sentimientos y eso es también una trampa. Yo estoy criando a mi hija, soy una madre que trabaja y cuando llego a mi casa me quiero chupar a Andrea yo sóla -sus risas para mí, sus Iloros para mi-- y muchas veces soy consciente de que estoy dejando de lado a mi marido en todos estos temas y que luego me voy a quejar. 0 sea que mientras nosotras no cambiemos esa actitud a lo mejor no puede haber un cambio más general". Fina manifestó que "/os hombres están un poco asustados, que les damos un poco de miedo porque no acaban de creerse que no queremos competir sino compartir", lo que parece es que renunciar el poder ejercido durante siglos, evi-dentemente, no resulta sencillo. Rosa, una amiga maes-tra de una escuela del medio rural, me decía el otro día comentando este artículo: "Yo no quiero luchar para conquistar parcelas de poder, yo lo que quiero, es que un día los hombres empiecen a decir --pero de verdad-- que no quieren mandar, ese día algo habrá cambiado". El proceso se promete largo y dificil, pero también es evidente que no hay vuelta atrás. Quizás Maria, que nació hace apenas semanas en el Mas de Noguera, quizás ella lo vea. El caso es que a mí, después de todo el proceso seguido para elaborar estas carpeta lo que se me queda en el tintero son las ganas de sugerirle a RURALIA un monográfico que lleve por título "Los hombres en el Medio Rural".
 

 

~) Instituto Valenciano de Estadística, 1994.
2~ Datos proporcionados por el INEM, 1998.
3) E.P.A. (Encuesta de Población Activa), diciembre de 1998.