MUJER RURAL, SALUD Y CALIDAD DE VIDA



GLORIA RABANAQUE MALLEN
Médica de Atención Primaria

Texto extraido de la revista "Ruralia"-nº3

La situación social de la mujer en medio rural presenta una gran variabilidad de unos lugares a otros, dependiendo de si viven en comunidades más pequeñas, despobladas y aisladas o en pueblos comunicados con mejor acceso a los servicios. Tanto si desarrollan su trabajo sólo en el hogar, como si lo compaginan con tareas agrícola-ganaderas o se han incorporado al mundo del mercado laboral. También son factores determinantes la edad, el nivel de formación, las circunstancias culturales y el peso de las tradiciones de cada lugar. Los medios de comunicación llegan hasta los rincones más recónditos del territorio. La televisión, la radio y la informática permiten la entrada de otras culturas y formas de vida en los hogares más apartados. Y el acceso a los me-dios de transporte y las mejoras de las carreteras facilitan la conexión entre los distintos micromundos. Todo esto ha permitido que se vayan limando las diferencias entre la mujer rural y urbana y que, mayoritaria-mente, se vaya dejando atrás el estereotipo de "la mujer de pueblo".

Reflexionar sobre la situación de la mujer en el medio rural requiere en primer lugar, identificar una doble tendencia: por un lado persiste una fuerte subordinación de la mujer rural al ámbito doméstico y de apoyo a la explotación agrícola-ganadera, por otro las muje-res protagonizan una ruptura y una huida del entorno mediante la consecución de una relación laboral que muchas veces les lleva a cambiar de residencia y otra a asumir los riesgos de los continuos desplazamientos de casa al trabajo. La desagrarización parece que ha re-portado a las mujeres una mejora de las condiciones profesionales de éstas al ocuparse como autónomas o asalariadas en otros sectores y, pocas veces, como ayuda familiar. Las mujeres están pues proponiendo cambios en los modelos tradicionales. Sin embargo, existen elementos que condicionan las posibilidades de desarrollo, la forma, calidad de vida y la salud de las mujeres que viven en los pueblos.

LA SOBRECARGA INVISIBLE

El éxodo de los núcleos más pequeños, el envejecimiento progresivo de la población, ligado al aumento en la esperanza de vida y la alta tasa de mortalidad de-bida a esta avanzada edad han caracterizado, al menos en los últimos años, el proceso de despoblación en el medio rural. Paralelamente a la disminución de la pobla-ción, van desapareciendo servicios: hay pocos niños y no se puede mantener la escuela; una escuela que se erigía como referente de educación y cultura; hay pocos adultos y se ve dificultada la persistencia de la edu-cación permanente de adultos; hay pocos habitantes y se disminuyen los recursos sanitarios y los servicios sociales. Los efectos negativos de esta ausencia de servi-cios repercute y es asumida, muchas veces, por las mu-jefes.

Pese a tener dificultado el acceso a servicios sociales, los ancianos tienen necesidad de ser cuidados, porque conforme avanzan en edad y aumentan sus enfermeda-des degenerativas, tienen mayor grado de dependencia. Los niños pequeños también precisan cuidados y no se dispone de escuelas infantiles en la mayoría de pueblos. Y los y las jóvenes se ven obligados a salir a la ciudad para completar sus estudios y su formación, por lo que La edad y no sólo el género es determinante de la asig-nación de roles. En edad escolar y de adolescencia, hay más mujeres que hombres que continúan estudios universitarios y abandonan el pueblo. Las mujeres que quedan se encuentran en la disyuntiva del trabajo re-productivo o el productivo, puesto que la incorpora-ción al mundo laboral, la mayoría de las veces pasa por el desplazamiento fuera de la localidad; y, por otra parte, el pueblo no le ofrece servicios para cuidar de su hijos mientras trabaja, lo que la sitúa en una dicotomía fisica y mental entre el goce del cuidado de sus hijos y familia y el desarrollo de la creatividad y autonomía económica que le proporciona el empleo remunerado.

Por otro lado,'a la mujer más madura, en etapa de climaterio, aquella que tiene entre 45 y 65 años es a la que la sociedad va a encargar además del trabajo do-méstico el de "cuidar a la problación dependiente": sus padres y familiares ancianos y a sus nietos pequeños. En este contexto, se siguen manteniendo los valores tradicionales sobre el rol asignado a la mujer, no sólo en cuanto a las funciones que se conocen como repro-ductivas (maternales y trabajo doméstico), sino también respecto al cuidado de enfermos, ancianos y discapaci-tados de la familia, abordando tanto los problemas fisi-cos como los emocionales. Todo esto conlleva no sólo una carga importante de trabajo para la mujer, sino una dedicación absoluta y abnegada, en la que no caben ho-rarios, ni vacaciones, ni permisos, ni días festivos, ni re-tribuciones económicas.

Sorprendentemente, las mujeres sometidas a este exce-so de trabajo, son consideradas oficial y estadísticamen-te inactivas y en situación de improductividad. Es lo que se ha dado en llamar "la sobrecarga invisible de la mu-jer''. Pocas veces se reflexiona sobre el gran valor social y económico de estas funciones de "cuidadora", en las que la mujer, aún sin titulación académica ni formación específica, desarrolla laboraes relacionadas con la enfermería, el trabajo social, la educación, la psicología, la puericultura y geriatría. Esn este punto, en que queda establecido el marco laboral y sociofamiliar en el que se desenvuelve la mujer rural, conviene empezar a considerar las consecuencias que va a tener sobre su saludo.

LA SALUD COMO BIENESTAR

El concepto de slaud ha ido cambiando. No sólo es la ausencia de enfermedad sino que se define como el estado de completo bienestar físico, mental y social incluso algunos autores añaden que la salud es una forma de vivir feliz, autónoma y solidaria. Así pues, en su consecución va a intervenir múltiples factores tales como el entorno, los hábitos de vida, el ocio, la alimentación, las relaciones sociales y familiares, la autopercepción de salud, la autoestima, la autonomía y el trabajo. Dónde, cómo y cuánto trabajamos entraña riesgos para la salud y puede generar enfermedad.

El trabajo doméstico y de cuidado supone para la mu-jer una carga fisica, mental y emocional, una dificultad de acceso al mundo laboral y a los órganos de gestión y participación social, una renuncia al tiempo propio, una limitación a su propio desarrollo, una rutina, un aislamiento. Todas estas circunstancias, unidas a la falta de reconocimiento del trabajo, van acondicionar una disminución de la calidad de vida de la mujer que tiene que asumir este rol y, a la larga, de su autoestima. Así pues, la repetida exposición a estas circunstancias, puede repercutir sobre la salud fisica y mental de las mujeres. Son frecuentes las manifestaciones de ansie-dad, depresión, angustia, y otras alteraciones psicoso-máticas como problemas digestivos, de insomnio, do-lores de cabeza, dolores músculoesqueléticos, etc, que llevan al consumo de fármacos analgésicos, antiácidos, tranquilizantes, antidepresivos, así como a la frecuenta-ción de las consultas médicas.

En un artículo aparecido en una revista médica española titulado "Mujeres agobiadas", englobaba bajo este epígrafe a mujeres entre 30 y 50 años, casadas, amas de casa, con hijos y ancianos a su cargo, con rasgos psicológicos comunes como la insatisfacción matrimo-nial que no colma sus expectativas, frecuente rechazo a su sexualidad, en las que prima lo corporal, con esca-sa capacidad para simbolizar o elaborar psicológica-mente sus emociones, por lo que la somatización es la única expresión de su conflicto dominio-sumisión, que pueden proyectar en su entorno como agresividad o autoritarismo. A veces, tratan de buscar apoyo fuera de la familia y, con frecuencia es buscado en el médico una y otra vez con quejas somáticas diversas que pue-dan justificar reiteradas visitas, estableciendo un circu-lo vicioso poco resolutivo de visitas frecuentes-quejas somáticas varias-etiquetación-rechazo.

Entre 1992 y 1995, se llevó a cabo un programa de atención a la mujer climatérica (45-64 años)en el Cen-tro de Salud Rural de Viver, que incluía a 326 mujeres de los catorce pueblos que componen la Zona de Salud. El objetivo general era promover actividades preventivas, la detección de problemas de salud tanto flsi-ca como mental, el diagnóstico precoz y la interven-ción posterior, tanto con tratamientos farmacológicos como con medidas terapeúticas no farmacológicas. En-tre las distintas actividades se pasaba un cuestionario validado sobre autopercepción de salud, capacidad fun-cional y calidad de vida o bienestar psicológico percibi-do (apoyo social y familiar, síntomas de ansiedad-depresión, satisfacción sexual), así como consumo de psi-cofármacos. Las puntuaciones obtenidas se transfor-· maban en percentiles, indicando si no se habían detec-tado problemas, si los problemas detectados eran sus-ceptibles de intervención o de derivación a otros espe-cialistas. Los resultados fueron los siguientes:

En cuanto a la autopercepción de salud: un 10% pensa-ban que su salud era excelente, el 64'7% que era buena, el 20% regular, el 3% mala y el I'8% muy mala. Respec-to al apoyo social: el 8 I% afirmaban tener buen apoyo social; el I1,1% lo tenían regular; y el 7'2% no tenían ningún apoyo. En apoyo familiar: el 86'4% tenían buen apoyo familiar; el 8'7% poco; y el 5'9% nada. Respecto a problemas de salud mental (ansiedad, depresión, angus-tia): un 76'5% no tenían problemas relevantes, un 12'2% tenían problemas susceptibles de intervención a través de las actividades que se ofrecian en el programa, como técnicas de relajación, ejercicio fisico y grupos de auto-ayuda y un I I'3% tenían problemas graves que requirie-ron derivación para atención especializada. En cuanto a la sexualidad: el 72% no manifestaba tener ningún pro-blema; el 8'7% manifestaban tener problemas sexuales leves; el 19'3% presentaban problemas graves, tales co-mo frigidez o ausencia de relaciones sexuales. Es de destacar que a través del programa atención a la mujer se diagnosticaron impotencias de sus parejas, por las que no hablan consultado y, algunas, reversibles con in-tervenciones médicas sencillas. Un 23% de las mujeres consumía psicofármacos de forma habitual. Estos resul-tados son similares a los obtenidos en el medio urbano y semiurbano, siendo destacable que la autopercepción de salud, el apoyo social y familiar son superiores en el medio rural y la frecuentación a las consultas médicas menor. El mayor apoyo social que perciben las mujeres se debe fundamentalmente al apoyo del vencidario y no tanto de la existencia de instituciones que ofrezcan ser-vicios necesarios.

BUSCANDO SOLUCIONES

En conclusión estas reflexiones y datos nos indican la necesidad de buscar soluciones a la actual situación so-ciolaboral de la mujer en el medio rural, con objeto de desarrollar estrategias que mejoren su salud fisica y mental y su calidad de vida, a la vez que asegure el buen cuidado de la población dependiente, a fin de evitar el éxodo de los pueblos. En nuestra opinión esto pasa, en primer lugar, por el reconocimiento general de la importancia socioeconómica del trabajo de la mujer, la identificación de la sobrecarga invisible y de sus riesgos.

Una vez establecido esto, la mujer debe fijar de forma realista los ritmos, metas y límites horarios de su tra-bajo, reivindicando tiempo propio para mejorar la for-mación personal y laboral, hacer deporte, participar en los órganos de gestión, asociaciones y cooperativas; desarrollar una educación no sexista en igualdad de derechos y oportunidades a niños y niñas; reformular las estrategias familiares en el medio rural, tratando de diversificar los papeles de género y de las responsabili-dades laborales, haciendo un esfuerzo de imaginación para crear alternativas organizativas y laborales que compaginen la satisfacción de las necesidades de la po-blación rural con las de la mujer.

Sería deseable que el trabajo anónimo se trasformara en trabajo cooperativo; que la sobrecarga invisible del trabajo de cuidadora, se convirtiera en empleo remunerado y que, ante la falta de recursos sociales se faci-litara la formación, el empuje y los medios necesarios para desarrollar cooperativas de cuidadoras que se en-carguen de la ayuda a domicilio o de cuidados domici-liarios a tiempo parcial, proyectos de creación de cen-tros de día y microresidencias rurales para ancianos, minusválidos y deficientes mentales gestionados por las mujeres de la localidad. Así mismo, se debería poten-ciar la construcción y mantenimiento de escuelas infan-tiles con horarios amplios y flexibles, comedores esco-lares y ludotecas. Desde los Gobiernos Central y Au-tonómico a nivel general y, desde los Ayuntamientos a nivel local se debería establecer la legislación, la dotación económica y la infraestructura para que estos proyectos pudieran llevarse a cabo, de forma que se satisfagan las necesidades de la población rural depen-diente a la vez que se genera empleo en las mujeres que viven en los pueblos, revirtiendo en la calidad de vida de todos.
Ya existen iniciativas al respecto. En la "Carta para la igualdad de oportunidades de las mujeres en el ámbito rural" (1995) se pretende suscitar mayor comprensión y solidaridad hacia el mundo rural por parte de las Ad-ministraciones Públicas, entidades privadas y el conjun-to de la sociedad, con objeto de facilitar a las mujeres rurales y a sus asociaciones establecer alianzas que les permitan promover y participar activamente en la polí-tica de desarrollo rural, intentando implicar al mayor número posible de entidades públicas y privadas alre-dedor de esta iniciativa del Instituto de la Mujer. En la "Declaración de Beijing y plataforma para la acción. IV conferencia mundial sobre las mujeres" (China, Sep. 1995), los gobiernos participantes hicieron suyos los objetivos de igualdad, desarrollo y paz para todas las mujeres del mundo y se propusieron aportar los re-cursos de todo tipo para que estos objetivos se cum-plieran, en particular en los lugares más desfavoreci-dos, asegurando que todas las actuaciones y programas se lleven a cabo desde la perspectiva de género para crear un mundo justo y en paz para todos y todas.