HABLAMOS DE DEMOCRACIA.

Por Micaela Navarro, Secretaria de Igualdad PSOE y diputada.

Publicado en Cambio 16 - noviembre de 2001
 

La Democracia es el  sistema donde se manifiesta la voluntad ciudadana. En ella  los individuos se convierten en ciudadanos. Sin embargo la Cumbre Mujeres en el Poder, celebrada en Atenas en 1992, planteó la infrarrepresentación de las mujeres como un déficit, y acuso a la Democracia de tener algunas carencias y lagunas, arrastradas desde su origen, puesto quienes la inventaron en la Antigua Grecia lo hicieron para los hombres libres. Y lo escribo todo en masculino porque eran los varones, y no las mujeres, quienes intervenían y actuaban en los asuntos públicos, fueron su espacio y su terreno, y siguen siéndolo hasta el día de hoy.

La Revolución Francesa y la Ilustración volvieron a pensar un sistema social y político que ya no tenía su base en los estamentos medievales, ni en el poder como un ejercicio sólo legítimo para quienes lo hacían en nombre de Dios, que se suponía eran los Reyes y Emperadores. A partir del nuevo contrato social resultante de este proceso histórico, político, social y cultural, el poder era del pueblo, y se eliminaban los estamentos para llegar a un pacto de clases que permitiera una convivencia pacífica. Sin embargo, como sentenciara Rousseau, las mujeres debían al varón obediencia y dependencia. Ellos hicieron su pacto, que fue de caballeros, pero en el que nunca estuvimos las damas, a quienes de nuevo dejaron fuera. Las mujeres fueron llevadas, mas que nunca, al hogar, era su sitio en ese nuevo contrato, y no saldrían de ahí hasta que los primeros tiempos de la revolución industrial y las dos guerras mundiales las utilizaran como mano de obra barata.

Muchas, sin embargo, se negaron a este destino. Durante la Revolución Francesa, algunas, como Olimpia de Gouges, fueron guillotinadas por reclamar el estatuto de ciudadanas, aunque nos dejaron obras como la "Declaración de derechos de la Mujer y de la Ciudadana"; otras, como las sufragistas del siglo XIX y principios del XX,  lucharon por el derecho al voto; y en la época actual, con acontecimientos como la Cumbre de Atenas, reivindicamos la paridad. Desde el siglo XVIII y hasta la actualidad, las mujeres estamos hablando de DEMOCRACIA, y reclamando el derecho al ejercicio de la CIUDADANIA plena.

El concepto Democracia Paritaria, se define como una representación equilibrada de hombres y mujeres, de forma que ninguno de los dos sexos tenga una presencia mayor al 60% ni menor al 40%. Y no es por lo tanto la cuota del 40% para las mujeres. La cuantificación numérica de la presencia de ambos sexos, es una estimación a partir de la cual creemos que la sociedad y los partidos políticos se irán acostumbrando a incorporar mujeres y hombres a partes iguales.  El objetivo es que llegue un momento que no tengan que existir cifras definitorias de la equidad, porque de hecho existirá igualdad en el acceso y permanencia de las mujeres en la política.

En la situación actual es evidente que esa igualdad no existe. Según la Unión Interparlamentaria el porcentaje de mujeres, como media mundial, es de un 6% en los Gobiernos y un 10% en los Parlamentos, lo que dicho de otro modo significa que el 94% de quienes tienen un puesto en los Gobiernos, y el 90% de quienes lo tienen en los Parlamentos, son hombres. Y si analizamos datos de nuestro país, donde la situación ha mejorado sustancialmente desde el año 1989, encontramos que las mujeres representan un 28% en el Congreso de los Diputados, un 24% en el Senado, y un 18,75% en el Gobierno (un 16,25% si consideramos todos los Altos Cargos).

La superación de este déficit mediante la representación paritaria, forma parte de la propuesta de un nuevo contrato social para el siglo XXI, que suponga un modelo de sociedad más justa, donde las responsabilidades, tanto profesionales y públicas como familiares, estén repartidas entre hombres y mujeres, donde las personas tengamos derechos porque formamos parte de la ciudadanía independientemente de nuestro sexo, origen, cultura, orientación sexual, o nivel económico. Estamos promoviendo, en definitiva, un cambio estructural en las relaciones sociales,  que pretende además tener una dimensión global, puesto que debe permitir unas reglas de juego más justas entre países ricos y pobres, y debe convertir en principal foco de interés a las más desfavorecidas.

La democracia paritaria es una necesidad de la democracia, y solamente tenemos que comprobar como son aquellos países en los que se produce una mayor representación de las mujeres en la vida social y política, donde encontramos mayor desarrollo económico y cultural, y donde mayor garantía y respeto tienen los Derechos Humanos. En momentos como el actual, cuando le han surgido tantos enemigos a la libertad, procedentes unas veces del terror y otras del miedo, quienes creemos que sólo con más democracia podremos resolver los interrogantes que nos plantea el mundo que nos ha tocado vivir, tenemos la obligación y la posibilidad de apostar claramente por la democracia plena, con las mujeres y con los hombres.

El Partido Socialista así lo ha creído y lo está haciendo realidad, tanto en su vida interna como en la propuesta de incorporación de la democracia paritaria a las candidaturas electorales. Frente a quienes creen que el ejercicio de la ciudadana equivale a poner un voto en una urna, creemos en un sistema político que realmente apueste por convertir a las personas en ciudadanos y ciudadanas, participantes reales de los asuntos públicos. Es lo que hemos llamado democracia cívica que por supuesto incluye, y necesita, a las mujeres.