El rol de las chicas jóvenes, en los grupos informales
Por Maribel López Mascaraque Licenciada en Pedagogía
 

INTRODUCCIÓN

Desde 1978, en la Constitución Española se recoge la igualdad entre la mujer y el hombre, la no-discriminación por razones de sexo. Posteriormente a esta fecha el sistema legislativo ha ido modificando sus leyes, ya que no contemplaba leyes que tratasen problemáticas específicas de las mujeres o simplemente que no beneficia-sen a éstas.
A nivel europeo, el 22 de diciembre de 1995 es aprobado el Cuarto Programa de Acción Comunitaria a medio plazo para la Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres (1996-2000), comprometiéndose cada uno de los países miembros a desarrollar las acciones necesarias para cumplir los objetivos marcados.
En la enseñanza reglada, las generaciones de las mujeres jóvenes hemos sido educadas en un sistema de enseñanza que se ha ido preocupando y haciendo realidad el educar sin distinción de sexo, raza o religión; en una escuela mixta, donde la igualdad, el respeto y la libertad son valores destacados en los que se apoya el quehacer educativo de los maestros y maestras de las escuelas, dándose la universalización de la enseñanza con la incorporación masiva de las mujeres y una mejora en los niveles educativos.
La familia, primer espacio de socialización, donde hemos nacido los/as jóvenes ha sufrido transformaciones frente a aquella en la que se educaron las generaciones anteriores muchas madres han cambiado el trabajo de las tareas domésticas por la incorporación al mundo laboral, trayendo como consecuencia una nueva definición en los roles familiares.

Por otra parte, la duración del período de la juventud, entendiendo ésta como el tiempo transcurrido desde la adolescencia hasta la incorporación a la vida adulta, se ha alargado considerablemente frente a las generaciones anteriores, ya que el ingreso en el mundo laboral, la salida del domicilio familiar y la independencia económica se efectúa varios años después. Consecuentemente, a la prolongación en el tiempo, la vida afectiva, sexual, de ocio, la participación y las prácticas culturales han cambiado, redefiniendo comportamientos, actitudes y valores.
Desde este pequeño marco, y como consecuencia de las numerosas transformaciones a nivel político, económico, cultural, social, familiar..., que se han producido en la sociedad española en los últimos años, es de suponer que los grupos informales de los chicos y las chicas jóvenes también hayan surgido cambios. Dichas transformaciones han afectado a los roles que se establecen en sus grupos, sin que esto implique necesariamente que en las relaciones cotidianas y en los grupos 'n-formales de los/as jóvenes actualmente se den relaciones de igualdad entre ellos, asumiendo los roles independientemente de su condición de hombre o mujer. Pero lo que sí es cierto es que todos estos cambios han supuesto, en la interrelación que existe entre los/as jóvenes, tendencias que llevan a establecer unas relaciones más igualitarias y consecuentemente la construcción de una nueva identidad juvenil.
Pero, en los grupos informales, ¿qué rol tienen las mujeres jóvenes? ¿Cómo se relacionan los/as jóvenes?

1. Aclaración DE CONCEPTOS

1.1. El rol de las chicas

Si nos acercamos a los roles y en concreto de las jóvenes, nos estamos acercando a las relaciones sociales que establecen, y no se pueden definir sin aproximarnos a dos conceptos: al concepto de género y al de proceso de identidad social, por tanto al proceso de identidad del género.
Género puede definirse como los valores, expectativas, comportamientos y actitudes que se aplican a uno y otro sexo. Entendiendo la definición como un proceso de interrelación, no se puede hablar exclusivamente del rol de la mujer joven, sino de los distintos y complementarios roles que van asumiendo los/as jóvenes.
«El enfoque de género se refiere al esfuerzo sistemático de documentar y comprender los roles de hombres y mujeres dentro de contextos específicos, así como las relaciones reciprocas entre dichos roles y la dinámica social de tales contextos.
Bajo este concepto se entiende una construcción social de lo masculino y lo femenino y los roles que se le adscriben a los sexos. Estos roles, por su carácter de producto social, son aprendidos y muestran variaciones en el tiempo y en el espacio» (1).
Por otra parte, el proceso de identidad de la persona ha sido estudiado desde numerosas disciplinas la psicología, la antropología y la sociología, principalmente. Conceptualizando la definición en las ciencias sociales, según Josefina ZAITER «la identidad como fenómeno humano consiste en la diferenciación que el individuo es capaz de establecer entre él y los otros individuos con los cuales se relaciona socialmente, llegando a adquirir una conciencia de sí mismo y de los demás» (2).
Este proceso de identidad de la persona, de la toma de conciencia de la existencia de uno/a mismo/a, empieza desde muy corta edad y continúa hasta la vejez. Es un camino dinámico y mutable donde se van construyendo las capacidades intelectuales c instrumentales y definiendo las actitudes y valores de la persona, dándose etapas más rápidas y otras con mayor estabilidad.
Desde edades muy tempranas se inicia esta dinámica. Los/as niños/as diferenciados genéricamente descubren su sexo biológico y los atributos sexuales, lo cual es necesario como parte del proceso de identificación de la persona. Pero lo que no es necesario es que los comportamientos, actitudes, valores.., que se adjudican socialmente a lo masculino y femenino sean asumidos desde la infancia por sus diferencias sexuales, que se identifiquen con los roles sexuales.
Así, BRULLET, C., por identidad del género entiende «aquel elemento de nuestra subjetividad por el cual nos sentimos, nos percibimos» nos identificamos internamente como personas básicamente fe-meninas o personas básicamente masculinas en relación a lo que socialmente se entiende por masculinidad y feminidad» 13).

1.2. Jóvenes

El concepto «joven» y la etapa en la que las personas pasan por este período llamado juventud no son conceptos rígidos ni estables. Dependiendo de la disciplina desde donde se definan aparecen personas con distintas edades y características, las cuales se agruparían bajo diferentes criterios formando grupos diversos que se llamarían igualmente grupos de jóvenes.
Desde los informes sociológicos, la juventud designa una situación social, a partir de la cual los márgenes de la edad se van estableciendo dependiendo de los modelos y fenómenos sociales. Javier Martínez CORTES (4) la define como «la etapa de transición hacia la condición social de adulto, con un grado de madurez biológica variable y que aún no posee una serie de responsabilidades sociales que espera tener (trabajo remunerado estable, cónyuge estable, domicilio propio estable...)».
El Instituto de la Juventud de España sitúa en este grupo a las personas entre quince y veintinueve años y nos ofrece algunos datos (Informe de la Juventud 1996) (5) que pueden ayudarnos a contextualizar a los/as jóvenes de la actualidad.
Son jóvenes entre quince y veintinueve años, que en la gran mayoría viven con sus padres (77%), siendo numerosos los jóvenes con deseos de emanciparse, estimando la edad adecuada para ello los veinticuatro años. Lo más general es que los jóvenes se emancipen en el momento de casarse, seguido de motivos laborales o de estudios.
Manifiestan interés por formar una familia propia, así como el deseo de tener al menos un hijo, deseo similar al de la generación anterior. La dependencia económica de los familiares es alta, ocho de cada diez jóvenes se encuentran en esta situación.
En lo que se refiere a las ocupaciones, el 40% son estudiantes y el 27% trabajadores, un 15% son el grupo de los que comparten dichas actividades y el resto ni estudia ni trabaja.
Al unificar a los/as jóvenes entre quince y veintinueve años en un mismo grupo no hay que olvidar que las personas en estas edades viven realidades muy distintas, aunque tengan algunas en común. Por ejemplo, hasta los dieciséis años están en la edad de la escolarización obligatoria; hasta los dieciocho años no se tiene la mayoría de edad legal en España. A la vez, están incluidos los que tienen pareja estable y casa propia y los que viven en el domicilio familiar y están teniendo sus primeras aventuras amorosas, y muchas más situaciones que pueden parecer incluso contradictorias.
En consecuencia, las necesidades, expectativas, aficiones, gustos... tienen un abanico grande de posibilidades y realidades, aunque afines desde determinadas categorías, y los roles, actividades y tareas que se desarrollen no serían iguales en los diferentes «subgrupos» que se podrían conformar.

1.3. En los grupos informales

Por último, acercamos al concepto de grupo informal, que M.a Sagrario RAMfREZ (6) los define como los grupos en los cuales los roles son determinados por el propio grupo y en el que las relaciones sociales son directas y personales, frente a la definición de grupos formales o grupos que poseen una estructura organizada, y cuyas relaciones sociales son impersonales y se ejercen a través de roles previamente definidos por el mundo externo al grupo.
La familia, el trabajo, las asociaciones, los institutos, universidades, centros culturales, deportivos y formativos; las pandillas, los grupos de amigos son espacios de encuentro donde se interrelacionan los hombres y las mujeres jóvenes. Entre todos éstos nos vamos a quedar con aquellos que no tienen una estructura organizada y las relaciones y comportamientos son determinadas por el propio grupo.
 Los ámbitos de ocio y los grupos que en ellos se crean son los que se aproximan más a la definición de grupo informal. Las pandillas,
las tribus urbanas, los grupos de amigos, son ejemplos de este tipo. Estos, según va avanzando la edad juvenil, irán perdiendo importancia y fuerza frente a las relaciones de pareja, que irán cobrando mayor peso.

 · 2 LA IDENTIDAD DEL GENERO EN LOS GRUPOS INFORMALES

Desde el planteamiento del genero, si vamos a hablar de los roles de las jóvenes, estamos entendiendo que hablamos de los roles del género, roles que se van definiendo, construyendo y ejerciendo a lo largo del proceso de identidad de la persona.
A esto hay que añadir que este planteamiento incluye al hablar del rol de la mujer hablar del rol del hombre, ya que se definen en una dinámica de interrelación donde cualquier cambio o definición que se produzca en una parte influye directamente en la definición de la otra.
En el análisis vamos a considerar los tres ámbitos que Félix ORTEGA (7) considera en el proceso de la identidad del género: lo que hacen (las prácticas y los roles sociales), lo que creen ser (las representaciones sociales del género, creencias y actitudes) y lo que esperan llegar a ser (expectativas).
Estos tres ámbitos van de la mano a lo largo de toda la vida de la persona y en todos los sistemas en los que participa: familia, escuela,
trabajo, asociaciones, grupos de iguales, entre otros. Aunque la interrelación en todas las áreas ofrece una visión más global y enriquecedora de la realidad que vive el/la joven, vamos a atender principalmente lo que acontece en los grupos informales de éstos

2.1. Las prácticas y los roles sociales: igualdad y diferencia

En la juventud, y más concretamente en los primeros años de ésta, el grupo de iguales asume el mayor peso en la construcción de la identidad de la persona y, por tanto, del género. Es el grupo de amigos, junto con la escuela, donde principalmente se da la identidad igualitaria. Aunque la distribución en las actividades y tareas en esta edad no se den en los mismos porcentajes y haya diferencias significativas (un ejemplo es la diferenciación que hacen en la distribución del tiempo libre) no se atribuyen a 'a diferenciación por el género.
Lo que si es cierto es que existen diferencias en las tareas, actividades y funciones que ocupan a los/as jóvenes. Como muestra, en el tiempo libre, Pablo DEL Río (8), tras un estudio, refleja que en los juegos se dan diferencias tanto biológicas como culturales; en el deporte, que es una actividad en que predomina lo masculino, los chicos prefieren como compañeros otros chicos y las chicas otras chicas; en las actividades de ocio en general las chicas prefieren actividades sedentarias y los chicos movidas.
Desde aquí se puede afirmar que, de las diferentes prácticas por las que transcurre la vida de el/la joven, es el tiempo de ocio y de las diversiones el lugar donde se conjuga la igualdad y diferencia con mayor naturalidad. En las relaciones sociales entre los chicos y-las chicas jóvenes, especialmente en los grupos de amigos y amigas, surgen nuevos modelos de relación. Estos modelos pasan de ser discursos a realizarse y darse en las relaciones cotidianas. Espacios, actividades, actitudes que históricamente han pertenecido a los jóvenes sin permitir la participación de ellas y a la inversa, ahora pasan a ser de ambos, sin que esto implique que en todo momento vayan a ser compartidas por jóvenes de ambos sexos.
Existen dos grandes tipos de actividades en lo que se refiere al tiempo libre. Las actividades lúdicas y de diversión por excelencia, tomar copas, excursiones, ir a espectáculos e ir a bailar son actividades compartidas por jóvenes de ambos sexos; y actividades deportivas, charlas (con un contenido lúdico y de diversión menor). En los dos grupos un porcentaje siempre superior al 50% lo hace con personas de ambos sexos, pero en las actividades menos lúdicas la proporción de jóvenes que se reúne con otro/a de su mismo sexo es menor. Para estudiar ambos sexos prefieren a las chicas, y para hablar ellos y ellas prefieren a los chicos
Las creencias o actitudes que van sustentar las relaciones, actividades que se den en el tiempo libre, no van ser desde la división por características ligadas a lo masculino o femenino, sino desde razones biológicas y/o psicológicas. Es el ámbito donde el/la joven se manifiesta más espontáneamente donde las presiones familiares y sociales son menores y se siente con mayor libertad.
Pablo DEL RÍO (10), hablando de los cambios socioculturales acaecidos históricamente, afirma que «los sistemas de actividad de los jóvenes son más distintos por el hecho de pertenecer a otra generación que en razón de su pertenencia a un género sexual», y añade que «de los diferentes ámbitos que en la niñez y juventud pueden manejar para construir su identidad sólo la familia, que lo hará significativa-mente hasta los diez-doce años, los medias de comunicación y en parte el grupo de iguales, ofrecen modelos significativos».
· Concluyendo, es en el grupo de iguales donde parece que con más naturalidad y flexibilidad se comparten y conjugan las prácticas y roles sociales dándose un equilibrio entre igualdad y diferencia.

2.2. Las representaciones sociales del género: problemas de la identidad masculina

Si entendemos el proceso de identidad del género desde la interacción e intercambio entre los dos sexos y si en el proceso de la identidad de las jóvenes hay conflictos, dudas y contradicciones, en el proceso de identidad masculina también se darán.
Los jóvenes se encuentran con que sus espacios, responsabilidades y tareas están siendo invadidos por las mujeres. En la formación académica, tanto en los niveles inferiores como superiores, las mujeres están alcanzando las mismas cotas e incluso superándolas; la mujer se ha incorporado al mundo laboral, sin abandonar las responsabilidades domésticas; la actividad familiar de las mujeres se sigue manteniendo y en los grupos de ocio la igualdad del género empieza a ser un hecho cotidiano. Ante esta situación muchos hombres no saben qué hacer.
El peso de los estereotipos, tradiciones, valores, no sólo son una carga para las mujeres, sino que el rol del hombre que históricamente ha asumido, que en su familia le han educado y que los medios de comunicación social le siguen proponiendo, ahora no le resulta válido. Ha perdido el valor no sólo en la relación con las mujeres de su misma edad, sino en muchas de las estructuras sociales en las que participa.
«Pero los hombres, como grupo social, de momento, permanecen , en sus espacios tradicionales. (...) es lógico que los hombres se resistan a cambiar, porque en ello pierden más de lo que ganan, en prestigio, poder y estatus, si se mira, obviamente, desde una perspectiva economicista, productivista e individualista. Desde una perspectiva humanista e idealista podría reconocerse que los hombres ganarían con el cambio, participando en áreas y actividades femeninas, al poder desarrollar facultades humanas que ahora tienen limitadas» (11).
Por t,. lado, se encuentra que mientras las representaciones sociales de la mujer joven, los pensamientos sobre si misma y su propia imagen son positivas, y esto le permite resolver racionalmente las contradicciones que surgen en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve sin que esto afecte a su auto concepto, las representaciones sociales que tiene el hombre joven sobre si mismo son conflictivas. Desde la imagen física de sí mismos, sus capacidades intelectuales e instrumentales, sus expresiones afectivas, hasta la expresiónn de su sexualidad, han sido cuestionadas y enjuiciadas en el proceso de identidad del género de las mujeres.
Esto es lógico en un proceso de interrelación; pero la gran dificultad ha sido la crisis que ha producido en los procesos de la identificación del género para los jóvenes, los cuales deben despojarse de los atributos, valores que históricamente se conceden a lo masculino, no sólo desde el hacer, sino desde el pensar, constituyendo una nueva identidad para el hombre.
Es evidente que en la juventud están surgiendo nuevas prácticas sociales, así como nuevos modelos de relación más igualitarios. El desprecio hacia actitudes, valores, funciones que tiendan a mantener los tradicionales roles sexuales del hombre y de la mujer, al menos ideológicamente, empieza a ser común en los/as jóvenes. El reparto tradicional de los espacios, actividades y valores, históricamente representados de forma segregada por hombres o por mujeres, son compartidos de manera flexible por unos y otras.
En este ámbito cognitivo, del pensamiento, de las representaciones sociales y a pesar del gran peso de los estereotipos, también se van dando entre los grupos de chicas/os jóvenes una proximidad conceptual en las creencias, valores y actitudes. Convergen en un gran número de pensamientos e ideas, a la vez que mantienen divergencias en concreto en dos grandes zonas diferenciales: el predominio del mundo subjetivo en la mujer y el predominio social del hombre, aunque tienen tendencia para aproximarse (12).

3. LA PROYECCIÓN DEL GENERO: EXPECTATIVAS

El considerar la sensibilidad frente a la fuerza o la virilidad, como rasgos opuestos e incompatibles, empieza a dejar de ser un pensamiento habitual. Es una tendencia ideológica en los jóvenes, y en sus proyecciones hacia el futuro, el buscar la complementariedad entre hombres y mujeres. Desde la sensibilidad a la fuerza, las responsabilidades familiares a las laborales, las tareas domésticas habituales a las puntuales (hacer la comida, fregar, lavar, hacer pequeñas reparaciones domésticas...) empiezan a repartirse teniendo en cuenta criterios distintos a los roles sexuales.
En las proyecciones hacia el futuro, como declaración de intenciones, parecen asomarse prácticas sociales más igualitarias, que se ponen en evidencia en las tareas y actividades que se desarrollan en los grupos de iguales y que manifiestan unos y otros. Cristina BRULLET plantea que «dentro del perfil de género de los varones jóvenes están emergiendo nuevos patrones de relación interpersonal en los cuales se valoran las dimensiones afectivas, de ternura y de atención al otro y se rechazan las dimensiones de dominación, sobreprotección o agresión» (13). «'Los chicos van descubriendo que la sensibilidad no es negativa y que es bueno no disimular las emociones» (14).
«Las actitudes y comportamientos, los valores y las ideas de los jóvenes de uno y otro sexo se han acercado notablemente. Hombres y mujeres tienden a parecerse mucho más entre sí que en épocas pasadas, y no sólo en modas, sino en ideas y actitudes» (15).
Pero lo que aún se desconoce es si las expectativas de los/as jóvenes se cumplirán, ya que hay numerosas variables que van a ir interviniendo hasta llegar a ser adultos. Una de ellas es la implicación que va teniendo en ámbitos que hasta ahora no había participado, como el mundo laboral, la formación de una familia estable y la responsabilidad de los hijos, entre otras, así como la menor influencia que van a ejercer otros que habían sido fundamentales durante la juventud, el grupo de amigos y el sistema educativo. Ámbitos nuevos de influencia donde los patrones son más rígidos y donde los roles sexuales aparecen con más fuerza tanto en las prácticas como en las representaciones sociales.

4. REFLEXIÓN FINAL

Generalizar al hablar de los/las jóvenes resulta una ardua y difícil tarea para alguien que en su trabajo diario realiza su actividad con chicos y chicas jóvenes, tratando de buscar lo personal e irrepetible de cada uno/a, sorteando los muchos carteles y estereotipos con los que llegan.
Supone una gran dificultad el tratar de unificar y extraer aspectos comunes de todos/as porque, aunque se encuentran en el marco de la «juventud», la diversidad es la característica que reina. Desde las diferentes edades, educación, formación, trabajos, relaciones afectivas, situaciones económicas, familias, cultura» hasta las distintas necesidades y satisfactores que buscan para cubrir éstas en las actividades diarias, aunque sólo sean observadas en sus grupos de iguales, conforman muy diferentes prácticas sociales, actitudes y valores.
Según BRUILLET, C. (1995), «la construcción de los perfiles de género a través de la socialización depende tanto de las formas culturales de una sociedad dada como de las condiciones materiales de existencia. La flexibilidad en los perfiles de género tiene diversos grados de concreción según clase social, etnia y zona territorial» (16).
El nivel cultural, el origen social, el entorno familiar, incluso la edad, al hablar de jóvenes entre quince y veintinueve años, son variables que influyen en la definición de los roles. Sin embargo, en España será difícil encontrar una mujer joven que piense que es inferior a los hombres y que lo acepte, aunque será fácil encontrar a muchas mujeres jóvenes que sus prácticas y roles sociales se acerquen al concepto tradicional de lo femenino.
De lo que se trata, como dicen José M.a RIERA y Elena VALENCIANO, «no es que cada vez ¡as mujeres se parezcan más a los hombres, sino que ambos confluyan en una nueva personalidad» (17), donde mujeres y hombres dejen de mantener mundos separados y diferenciados en los que se sientan incompletos.