LAS MAYAS Y SU DERECHO
A LA TIERRA
Delfina Mux Caná
Integrante del Grupo
de Mujeres Mayas Kaqla (kaqla@hotmail.com)
Los Acuerdos de Paz contemplan
una serie de acciones relacionadas al tema de la tierra que de alguna manera
son insuficientes con relación a las necesidades nacionales. A criterio
de algunos analistas, el problema estructural se abordó en los Acuerdos.
Sin embargo, lo único a que se pudo llegar fue crear un mercado
y un fondo de tierras que sirven como intermediación financiera
y ofrecen créditos a campesinas y campesinos que los requieren.
Entre las principales acciones contempladas en los Acuerdos de Paz están:
a) presentar estudios existentes
sobre tierras estatales, municipales y privadas, con opción de comprar;
b) poner en marcha dependencias
de asistencia legal y resolución de conflictos;
c) brindar asesoría
y asistencia legal;
y d) promover ante el Congreso
una iniciativa de ley para la constitución del Fondo de Tierras.
Esta ley establece, entre
otros, objetivos, funciones, mecanismos de financiamiento y adjudicación,
origen y destino de las tierras. En ningún momento se especifican
mecanismos para garantizar que las mujeres en general -y las mayas en particular-
tengan acceso a la tierra, pese a
que el gobierno se comprometió
a eliminar cualquier forma de discriminación de hecho o legal contra
la mujer, a facilitar su acceso a
tierra, vivienda y créditos,
así como su participación en los proyectos de desarrollo.
Aunque existan diversas instituciones gubernamentales y privadas que luchan
por la tierra o están dando seguimiento a los Acuerdos de
Paz, la mayoría no
cuenta con políticas y estrategias orientadas a disminuir las desigualdades
de género con relación a la tenencia de la
tierra. Prueba de ello es
que a viudas de Chajul, Nebaj y Cotzal (Quiché) sólo se les
quiere dar la mitad de la cantidad de tierra que
les corresponde, por el
hecho de ser mujeres. Las casadas no tienen ningún derecho de acceder
a esas tierras, únicamente el esposo.
El problema se agudiza porque la mayoría de mujeres mayas, además
de la opresión de clase y etnia, también vive la de género,
lo que
dificulta aún más
sus posibilidades de acceso a la tierra. ¿Cuántas veces no
se ha escuchado decir que los hombres, por ser cabeza de
linaje, deben heredar la
mejor parte de la tierra, o que a las mujeres no hay que heredarles bienes
porque algún día se casan y se van,
mientras los hombres tienen
la obligación de poseer bienes y mantener a la mujer?
Si bien es cierto en todas las sociedades existe una asimetría genérica
con relación al manejo de los bienes, en la cultura maya
algunas veces esto se legitima
a través de explicaciones míticas e ideológicas, como
ocurre en la relación entre la tierra y la mujer. En
la cultura maya a la mujer
se la asocia con la tierra: ambas son "reproductoras". Por eso a la tierra
se le llama "madre tierra". Esta
función reproductiva
que se les asigna a las mayas como función fundamental reduce su
papel y las encasilla a desarrollarse únicamente
en el espacio doméstico
para asumir los diversos roles: madre, esposa, encargada de los quehaceres
domésticos y el cuidado de la familia.
A partir de esta situación de opresión, las indígenas
están sujetas a niveles de dominación que se concretan en
el control que padres,
hermanos, esposos e hijos
ejercen sobre ellas. Esto se constata en algunos testimonios de mujeres:
poseen un pedazo de tierra, luchan por
trabajarla y obtienen ingresos
económicos, pero cuando regresan al hogar, el padre o esposo les
pide que entreguen el salario completo.
El trabajo que realizan las guatemaltecas en la agricultura continúa
invisibilizado y desvalorizado. La mayoría de mujeres no recibe
remuneración y cuando
la recibe es menor a la de los hombres, aunque el trabajo sea de la misma
calidad o superior.
Ante este panorama de opresión y explotación de la mayoría
de las indígenas, ¿cómo se logran la paz, el desarrollo
y la democracia si
ellas no pueden desarrollarse
completamente?