ELLA
               (LA HISTORIA OCULTA DE LAS MUJERES)

      

     Por Carmen García Palomo
     Diario de Andalucía, 8 de marzo 2000

      No hace mucho una amiga y yo hablábamos sobre el poder.   Probablemente no en el escenario “normal” para debatir sobre tan mágica palabra: una tarde soleada, una plaza cordobesa, un velador y dos mujeres.   Fuimos desgranando, entre sorbos de café, cómo el poder se ha manifestado indefectiblemente a través del espacio público, en sus múltiples facetas.   Cómo se ha detentado a lo largo de la historia por los que controlan el mundo de la economía y los entresijos por los que ésta se desenvuelve: empresas, finanzas,...   Cómo ha estado mediatizado por la influencia de los que tenían en sus manos el control de las armas.   Cómo se ha justificado o sacralizado desde ámbitos ideológicos o religiosos.   Pero, por encima de cualquier otra consideración, la conclusión que extraíamos era que el poder siempre se ha ejercido por los hombres.   Ellos se han enriquecido o arruinado, ellos han ganado y perdido guerras, ellos se han subido a los púlpitos y a las tribunas.   La historia escrita ha sido la historia de sus vidas.  Sin embargo, ambas entendíamos que si la historia trasmitida es parcial porque siempre la escriben los ganadores, más parcial es aún si se tiene en cuenta la sistemática ocultación de la aportación de las mujeres a esa historia.
 
 

      Ensalzadas en la charla fuimos descendiendo hasta ese lugar en  que la historia alcanza su mínima expresión, allí donde la vida se mide en cada segundo y donde las lágrimas y risas no pueden disimularse.  Indudablemente, para llegar a esa mínima expresión tuvimos que abandonar la esfera pública y despojar a la historia de ese braguero masculino con el que siempre se nos ofrece vestida –paradójico si tenemos en cuenta que el término “historia” es femenino-  y fuimos encontrándonos, en nuestro descenso, con ese mundo oculto de los que no se ven ni se oyen por pobres, por mujeres, por excluidos.   Así nos encontramos ante Ella.  Ella inició su juventud siendo entregada a un hombre del que no estaba enamorada y que le engendró varios hijos.   No supo del amor, ni del placer, sólo de actos mecánicos que se distribuían, como las palizas que recibía, al antojo del otro.   El destino quiso que enviudara, pero una mujer sola y con hijos no era nada, su unión con otro hombre estaba cantada.   Y la historia se repitió cebándose nuevamente en Ella.   Su esfuerzo se centró en alimentar a diario a su prole, en trasmitirles todo aquello que le habían enseñado, en intentar que superaran el ambiente que les rodeaba.   El esfuerzo que se le planteaba era bárbaro para sus escasas armas.  Más de una vez se sintió asfixiada  por la presión de ese espacio público que la marcaba por ser pobre, por vivir en una zona maldita de esta ciudad y, sobre todo, por ser mujer.  Su segundo marido  también murió, transportando una mercancía que sólo ha traído a su vida miseria, muerte y llanto.   Ella quiso escapar de ese medio en el que sus hijos crecieron, pero mientras lloraba e intentaba con escaso éxito romper con su destino iba viendo cómo sus hijos recibían como único
legado continuar por la senda que les había abierto su padre.   Recorrió el país detrás de su vástago que, encerrado, pagaba así tributos por el oficio heredado.   Mientras Ella luchaba su prole se deshacía.   La muerte la visitó nuevamente, llevándose a un hijo y dejando sola a una nieta que ella acogió,  luchando esperanzada en que la historia no se ensañara también con Ella.   Realmente  es muy difícil esperar que nadie gane una guerra con tan pocas armas, pero Ella sí ganó varias batallas.   Logró que otro de sus hijos abandonara esa maldita sustancia con la que se enriquecen unos pocos a costa de la aniquilación de otros muchos.   Sus nietos viven ahora como jamás se hubiera atrevido a soñar y recientemente ha salido de su barrio con destino a una vivienda más digna, bien ganada.   Ha sido capaz de articular redes de apoyo a su alrededor y se ha tejido un carácter de risas y besos que ocultan al mundo exterior tanta lagrima derramada.   Pero, sobre todo, ha hecho historia.
 
 

      No es la de Ella  una historia especial, acaso representa un minúsculo punto de la historia, de la aportación que, día a día, realizan muchas, miles, millones de mujeres.   Si el poder se mide en términos de capacidad de actuación o de transformación, ¿por qué no se reconoce como una manifestación del mismo esta actuación callada de tantas mujeres como Ella?   Ningún pueblo puede progresar sin conocer su historia para asimilarla, para transformarla, para enorgullecerse de ella y para ofrecerla en legado a generaciones por venir.   Las mujeres, igualmente, debemos sacar a la luz nuestra historia oculta -¿o deberíamos decir ocultada?- para sentirnos orgullosas de nuestras antepasadas, para incorporarla a nuestro presente, para poder transformar aquellos aspectos que nos han sumido en una situación de sometimiento, para ofrecerla a la humanidad, hombres y mujeres, en su aspecto positivo, para conseguir que juntos avancemos para, juntos, hacer historia.
 
 

      Así como la vida no es nada sin la aportación de los más ínfimos elementos que la conforman, la historia no es nada sin el reconocimiento del esfuerzo y las aportaciones, de las lágrimas y las alegrías de mujeres como Ella.
 
 


               Carmen García Palomo

                                         Tte. Alcalde de Mujer, Juventud y Empleo

                                                Ayuntamiento de Córdoba