De la emancipación a la insubordinación:
    de la igualdad a la diferencia

      Lola G. Luna
     Universitat de Barcelona
     luna@trivium.gh.ub.es
 

     A la memoria de Gretel Ammann
 
      En la historia del pensamiento y el movimiento feminista, se han sucedido hasta ahora dos etapas, una primera que voy a llamar de emancipación, y la segunda que nombraré como de insubordinación. El periodo de la emancipación corresponde al sufragismo de principios del siglo XX y se prolonga en la segunda ola feminista de los setenta. En este periodo la lucha por la igualdad de derechos primero y despues las políticas públicas para mejorar la condición femenina, conocidas como de aplicación de la "igualdad de oportunidades", forman parte de la concepción emancipatoria que entronca tanto con el discurso liberal como con el discurso marxista que tienen la igualdad como  el objetivo central de sus políticas.

     El discurso igualitario y universalista de la emancipación comienza a mostrar grietas abiertamente cuando el concepto de la diferencia se elabora en las teorías postestructuralistas y posmodernistas y se abre un campo de pensamiento complejo, útil entre otras aplicaciones, para explicar las diferencias al interior del sujeto mujer o abordar el problema del género como "el discurso de la diferencia sexual" y así lo han mostrado historiadoras como Joan Scott  o filósofas como Alessandra Bocchetti , que se han apropiado de las ideas o metodologías que les interesaban de estos nuevos paradigmas.

     La reflexión feminista desde la diferencia sexual aunque se ubica en un segundo periodo, que llamo de insubordinación de las mujeres, y que se desarrolla de forma generalizada desde los ochenta, tiene una primera versión conservadora en las sufragistas y una segunda en el feminismo radical de los setenta. En esta etapa, la superación de la desigualdad, se plantea cuestionando la igualdad con el modelo masculino y se afirma el ser mujer desde un pensamiento nuevo, que nace de esa insubordinación.

      Utilizo insubordinación en lugar de otros conceptos como por ejemplo liberación, en el sentido que Gerda Lerner  utiliza el de subordinación en lugar de opresión o dominación, por la falta de connotaciónes perversas que tiene sobre los hombres y por incluir los privilegios que la experiencia femenina ha usufructuado. En la etapa de la insubordinación, las mujeres  desde una nueva conciencia rompen con la vieja feminidad y crean su propio imaginario, - en palabras de Alessandra Bochetti - y crean un pensamiento independiente que significa "pensarse a sí mismas a través de la propia experiencia, la propia historia, no medirse con el hombre y su razón y su historia para encontrar una medida de sí" . Es lo que las italianas han llamado el "pensamiento de la diferencia" y en españa "el feminismo de la diferencia".

     En el feminismo español de los setenta y ochenta se opuso la igualdad a la diferencia. La diferencia se consideró desde el discurso de la igualdad como reivindicación del esencialismo más reaccionario y así se selló por un tiempo el debate, además de mantener el error que opone igualdad y diferencia como conceptos excluyentes. En la actualidad y con la perspectiva de veinte años estamos entrando finalmente en un análisis que arroja luz sobre estas cuestiones y hay mayor claridad sobre el proceso histórico del feminismo y se puede comprender mejor cómo se dieron en nuestro país uno y otro discurso. Así, siguiendo a Joan Scott , se puede decir  que el debate "igualdad versus diferencia", lleva a un callejón sin salida: se ha ofrecido una u otra opción cuando ambas son interdependientes y la elección de una no excluye la otra. La posición que defiende la igualdad considera irrelevante la diferencia sexual y en la posición defensora se sitúan aquellas que consideran que el trabajo a favor de las mujeres se ha de hacer según las necesidades, características e intereses de éstas. Ambas posiciones se han mostrado enfrentadas, pero Scott, desde la teoría, aplicando la deconstrucción derridiana muestra cómo la oposición binaria es igualdad \ desigualdad (no igualdad \ diferencia) y diferencia, en cambio, es un concepto plural porque ejemplo, también encierra la di1versidad que existe entre las mismas mujeres (o entre los hombres) . La dicotomía igualdad y diferencia, plantea una elección imposible y eso es lo que se puede percibir al estudiar los discursos al interior del feminismo, porque las mujeres que hablan desde la diferencia tienen como objetivo final la igualdad, dando un rodeo a través de su propia experiencia como mujeres y por tanto desde la creación de una nueva identidad, mientras las mujeres que hablan desde la igualdad, coinciden en el mismo objetivo, pero al obviar la diferencia pueden dejar de lado la experiencia de ser mujer y lo que ha sido nuestra historia. En el primer caso, la igualdad se busca como superación de la desigualdad y no de la diferencia. Es más, en el caso de algunas autoras su pensamiento contempla tanto la diferencia como la igualdad, como señalaré mas adelante.

     Me voy a centrar en el feminismo de nuestro país, en el periodo que va de 1975 a 1985, señalando en su proceso lo que considero la insubordinación o la "afirmación de sí" - en palabras de Bocchetti  - dónde prevalece el lenguaje de la diferencia y rescataré algunos momentos y textos en que ésta se muestra. Creo que esa década corresponde a la eclosión y decaimiento del movimiento feminista, a una generalización del discurso de la igualdad y a un desarrollo complicado y subterráneo de un pensamiento desde la diferencia sexual. Esta forma de darse el proceso tiene que ver con el contexto histórico discursivo en el que se produce esta segunda ola del feminismo.

     La discusión al interior del movimiento feminista durante la década del 75 al 85 giró en torno a dos debates: la única o doble militancia y la autonomía del movimiento. Una discusión que agotó sus fuerzas de tal manera, que otros debates, entre ellos el de la diferencia, emergió tímidamente y fue rapidamente anulado. En cambio, el discurso de la igualdad fue el que predominó, junto a una constante llamada a la unidad desde la militancia partidista, que era el componente mayoritario del movimiento. Pienso que la especificidad del proceso histórico interno del movimiento feminista de nuestro país fue ésa y está relacionada estrechamente con su tiempo político: el fin de la dictadura, la transición democrática y el protagosnismo de los partidos. Esto último generó una gran recesión de los movimientos sociales y su instrumentalización por aquellos. A ello hay que agregar la existencia de los partidos extraparlamentarios y su morbosa relación con los movimientos sociales, entre ellos el feminista.

     Se puede decir que subterráneamente a los debates sobre la autonomía y la unidad, que se daban en las plataformas unitarias del movimiento feminista (Coordinadoras, Jornadas, etc.) y que estaban en la línea del discurso de la igualdad, desde los colectivos y desde pensadoras individuales se hacían planteamientos que partían de la diferencia sexual. Las primeras expresiones desde la diferencia sexual son de algunos grupos de feministas radicales , que experimentan el método de la autoconciencia, se declaran autónomas de partidos políticos, están por la salud reproductiva alternativa o self-help, por la no colaboración con la primera institución gubernamental que surge - la subdirección de la Condición Femenina - y plantean también el lesbianismo como opción política más allá de la relación sexual . Este último planteamiento será seguido por algunos grupos y derivará hacia un separatismo del mundo masculino, no sólo intelectual - como reivindicaban la mayoría de las radicales - sino tambien físico . La nueva identidad de mujer se construía desde espacios de mujeres: la Casa de las Estrellas (Ibiza) y la Gota de la Luna (Gerona), serían algunos ejemplos . En las revistas de las radicales no se encuentra un discurso elaborado sobre la diferencia, pero se escribe desde ella.

Por ejemplo, cuando la periodista Rosa Montero, en la línea del feminismo de la igualdad afirma rotundamente que el feminismo de la diferencia es reaccionario porque predica la vuelta a casa de las mujeres, se desmiente que ese sea su sentido y defiende esa posición como revolucionaria al considerar que ataca la raíz al sistema patriarcal. Esta afirmación identitaria es coetánea de uno de los escasos ejemplos de emergencia del debate que oponía igualdad y diferencia. Este apareció a principios de los ochenta en la revista El Viejo Topo . En ella un artículo publicado por Genoveva Rojo con el significativo título "Ser mujer: el Orgullo de un nombre", reivindicaba la diferencia sexual femenina como un punto de partida para una nueva identidad de las mujeres, al tiempo que denunciaba la "colonización" del movimiento feminista por el movimiento obrero. Desde la misma revista, Celia Amorós  apostaba fuerte por un feminismo de la igualdad al igual que Empar Pineda. Esta última, en su artículo "¿El mito de la feminidad cabalga de nuevo?" , defendía el feminismo de la igualdad con argumentos - que por cierto no han resistido el paso del tiempo - y arremetía contra las feministas de la diferencia por falta de teoría. En su momento, Pineda, desde un fuerte liderazgo asentado en la estructura del extraparlamentario Movimiento Comunista y con un gran control en el movimiento feminista, clausuró el incipiente debate sobre la diferencia al interior del movimiento, considerando que esa tendencia era conservadora. esta falta de visión política feminista empobreció el debate y alimentó el sectarismo y la fractura que vendría después.

     Las II Jornadas feministas de carácter estatal, celebradas en Granada en 1979, son señaladas en todos los escritos de la historia del movimiento como un punto de inflexión. En ellas las feministas radicales se insubordinaron ante el monopolio del liderazgo del movimiento por las mujeres de los partidos políticos, pero lo que subyacía en ese enfrentamiento eran dos posiciones diferentes. En esas Jornadas emerge el discurso radical de la diferencia, no solo frente al discurso de la igualdad que desarrollaban las feministas comprometidas con partidos políticos, sino también frente al discurso del feminismo radical materialista. Recordemos que éste último derivaría más tarde en el partido feminista liderado por Lidia Falcón, cuya tesis central era la consideración de la mujer como clase social. Ciertamente, el feminismo materialista estaba en la línea del discurso de la igualdad, coincidiendo así con las feministas de los partidos políticos (socialistas de PSOE, PC-PSUC y  feministas extraparlamentarias de MC, PT y LCR). En las Jornadas de Granada, Gretel Ammann contraponía al materialismo histórico el concepto de la diferencia, señalando la concepción del mundo que lleva implícita: "La mujer es diferente al hombre. Por lo tanto yo no reivindicaré la igualdad con el hombre, sino buscaré mis propios caminos. Soy diferente al hombre, por lo tanto revindico mi diferencia como lo más mío y con orgullo (...) Desde mi diferencia, mi único control dentro de esta sociedad ocupada por los hombres soy yo misma. Por lo tanto, sólo me sirve el método de la autoconciencia, de lo que yo vivo, que además tiene la ventaja de unir lo privado y lo público, lo concreto y lo general, lo experimental y lo teórico" . Ammann fue  posteriomente defensora del separatismo lesbiano como estrategia de cambio . Es decir las dos concepciones del feminismo que había en Granada eran: la clásica de la izquierda de crear un frente de masas de mujeres, que pudiera ser incorporado a la lucha revolucionaria, y otra con una visión del feminismo más amplia, procedente se sectores del feminismo radical, que no excluía los grandes problemas estructurales pero perseguía la revolución de la vida cotidiana partiendo de una nueva identidad femenina.

    Ana Rubio en 1990, reflexionando sobre la trayectoria del feminismo italiano en torno al pensamiento de la diferencia y sus posibilidades para el cambio social, señalaba que en España este pensamiento se había iniciado en las Jornadas de Granada y que su teorización había fracasado en las sucesivas Jornadas de feministas independientes . Si bien Rubio alcanza a intuir las dificultades que ha tenido la discusión de la diferencia sexual en nuestro país, su afirmación parte del estudio de algunos documentos del grupo de feministas independientes de Madrid, pero se trata de una documentación limitada. Como he señalado en otro lugar, la historia del feminismo radical o independiente es desconocida y los contenidos de las ponencias de las seis Jornadas  que se celebraron anualmente desde 1980 han sido ignorados. Es cierto que nunca se publicaron, lo que tambien da idea de la marginalidad en la que se vivía el feminismo del movimiento independiente a pesar de convocar a una buena cantidad de mujeres . Desde luego no cabe hablar de una teoría de la diferencia sexual nacida del feminismo independiente, pero sí de reflexiones nacidas del ser mujer que entroncan con teorizaciones posteriores. Por eso al contrario que Rubio, mantengo que no cabe hablar de fracaso en el pensamiento de la diferencia de nuestro país, hubo una experiencia que quedó ahí, sin teorización posterior y que, ciertamente, no se mostró tan explícita como en Francia o Italia en la década que estudiamos. Hay que llegar a la década de los noventa para recuperar el hilo del "pensamiento de la diferencia", esta vez a través de nuevos grupos que recogen las teorizaciones surgidas de la experiencia italiana.

     Sin olvidar el contexto histórico, los planteamientos desde la diferencia, que se hicieron en el feminismo independiente, estaban detrás de la discusión sobre la unidad del movimiento. Esta discusión fue lanzada desde la Coordinadora estatal, que había quedado en manos de los partidos extraparlamentarios y que veían cómo una parte del movimiento, la de los colectivos, mostraba gran indiferencia a participar en esa instancia. De esta manera, sobre el feminismo independiente, aumentó la presión de los grupos extraparlamentarios que buscaban así agrandar su escaso espacio político. Pero esta llamada a la unidad, dificil era que tuviera eco porque había gran cansancio después de cinco años de confrontación interna con aquellos en el esteril debate sobre la única o doble militancia. De ahí que se volviera la vista hacia el cambio en la vida cotidiana, algo cercano y real y la llamada a la unidad del movimiento se viera como una seducción engañosa. En ese contexto, la diferencia sexual no era realmente objeto de debate, sino más bien desde donde expresarse de manera distinta, de insubordinación frente a la igualdad masculinizada que se nos proponía.

     El feminismo independiente se convirtió en un paraguas bajo el que se ampararon diferentes tendencias: radicales, reformistas, lesbianas separatistas, mujeres a título individual, y bastantes exmilitantes de partidos. Esto dificultaba el debate y la producción intelectual. Pero si se analizan las ponencias de las sucesivas jornadas, se encuentra entre otros hilos, el de la diferencia sexual. Victoria Sendon de León, - que posteriormente escribiría varias obras que fueron reseñadas dentro del feminismo de la diferencia  - decía en las I Jornadas de feministas independientes: "(...) el feminismo independiente aspira a la diferencia, no como búsqueda de la identidad, sino como recuperación de su derecho a ser Sujeto de su propio cuerpo" . En las II Jornadas de independientes, el tema de la diferencia estuvo presente al plantearse la búsqueda de lo que había en común entre la diversidad de mujeres presentes, y una decía: "Cremos que sólo las mujeres desde nosotras mismas vamos a buscar nuestras soluciones y a proyectar el mundo que queremos y de qué forma vamos a ir construyéndolo" . En las III Jornadas de independientes gran  parte de la discusión se centró en definir el feminismo. El Grupo de feministas independientes de Bilbao lo hacía así: "(...) nos planteamos una independencia personal, a nivel económico, de pensamiento, afectivamente, de expresión y de acción. Una independencia frente a ideologías filosóficas, a los hombres y a concepciones del mundo preestablecidas y una independencia de vida y de pensamiento.
Todo ello en el intento de crear una concepción global del mundo y de pensamiento . Por mi parte, definía el feminismo como "una filosofía de la vida, una toma de conciencia, una respuesta, un método de acción y de reflexión que vamos elaborando las mujeres a partir de nuestra situación social. Filosofía de la que se deriva una actitud crítica frente a los hechos y frente a la sociedad y que lleva implícito el cambio de ésta, a partir de nuestro propio cambio (...) Visto desde un punto de vista estructural, el feminismo tiene diferentes niveles: la conciencia (factor indispensable), el discurso teórico (que se elabora a lo largo del proceso), el movimiento (instrumento de lucha o grupo de presión). De lo que se deduce que una cosa es el feminismo, filosofía, forma de vida, que nace directamente del nivel de conciencia y pensamiento de las mujeres y otra cosa es el movimiento como conjunto de grupos organizados y de presión social" . Lo que me parece más importante de rescatar hoy de esta definición de hace 15 años, es que el feminismo se ha mostrado historicamente como un fenómeno mucho más complejo que un movimiento social; es decir, "el feminismo es más que un movimiento social" . En las mismas Jornadas y sobre el tema de la diferencia, decía: "El llamado feminismo de la diferencia, según mi opinión nunca existió como grupo o tendencia, tampoco se transformó en una teoría exigida desde algún sector del movimiento. Fue un punto de partida para muchas feministas en busca de su propia identidad. Fue una etapa de reafirmación de ser mujeres, de revalorización. Por otro lado, la diferencia fue y es, un tema revulsivo, que asusta, porque pone en cuestión parte de la teoría marxista-feminista. La evidencia de la diferencia de la mujer repecto al hombre, es el punto de partida hacia otra etapa en el proceso del feminismo. La etapa de la liberación personal partiendo de la diferencia. La etapa de la emancipación, de la igualdad, ha quedado atrás para muchas mujeres feministas (...) Es la etapa en que la mujer, buscando su propia identidad, no quiere postergar su propia liberación, quiere tomar el poder sobre ella misma, anteponiendo su vida y su problemática a los grandes problemas sociales y políticos" .

     Las IV Jornadas  debatiron especialmente el feminismo independiente ante el poder. Esta preocupación había comenzado a estar presente desde la llegada de los socialistas al gobierno y la vinculación de feministas independientes a las nuevas instituciones específicas para las mujeres, que se iban creando. En las V Jornadas se volvía sobre la identidad del feminismo independiente, con el deseo de trascender de la simple definición, pero el Grupo de feministas independientes de Madrid insistía en que: "(...) hablamos desde nuestra propia experiencia como grupo, para ser coherentes hasta el fin, desde nuestros problemas y nuestras dudas propias" . En las VI Jornadas, la Asamblea de feministas independientes de Barcelona decía: "La voluntad de recuperar nuestra identidad, tanto interior como exterior, ha conducido a la elaboración de la teoría feminista a partir de nuestra propia existencia (...) En un vaivén entre la posibilidad y el deseo proponemos, como investigadoras, desde nuestro cuerpo con conciencia feminista e inmersas en lo que nos rodea, escuchar todo lo que surge de la simbiosis entre la vivencia del Feminismo a partir de nuestro cuerpo y la reelaboración de cada experiencia" .

      La insistencia de los grupos de feministas independientes en la autoconciencia, en el partir de sí, en elaborar pensamiento desde la propia experiencia de mujeres fue una constante. Pero parece que era necesaria una cierta distancia del activismo militante del movimiento y de sus debates sin salida sobre la doble o única militancia y la unidad, para que el pensamiento teórico fructificase, madurase y produjera su obra. Esto me lleva a hablar de dos de las feministas teóricas con las que contamos en Catalunya, aunque con proyección en el resto del país y también en América latina: Amparo Moreno Sardá y Victoria Sau.
Ambas considero que pueden ser ejemplo de un pensamiento que participa tanto del discurso de la igualdad como del discurso de la diferencia.

     Amparo Moreno, - posiblemente una de nuestras miradas mas pluridisciplinarias - a través de su propuesta de "lectura no androcéntrica", realiza una crítica de la igualdad y un desenmascaramiento del patriarcado, poniendo de manifiesto la desigualdad a través del "arquetipo viril", adulto, blanco y occidental, mientras desde su diferencia sexual, "re-piensa la historia a ras de piel" porque "(...) es preciso revalorizar la evidencia de que la humanidad nace y se perpetúa nacida de mujer" .

     Victoria Sau, al igual que Moreno, procedente de la militancia activa en el movimiento feminista, pero habiendo tomado una cierta distancia en la década de los ochenta de los debates internos, elabora su pensamiento desde la academia, y también con carácter plurisdiciplinar. No es casualidad que ambas sean historiadoras, porque la tradición historiográfica nos dice cómo la participación con otras disciplinas da mayor sentido a los procesos del pensamiento. Sau se reclama de ambos pensamientos  y eso se puede rastrear perfectamente a través de su obra, que inicia con la denuncia de la subordinación , y que muy pronto la encamina a crear cultura feminista , hasta detenerse porfiadamente en el tema de la maternidad, porque ¿qué otro nudo más complicado que éste se produce en la diferencia sexual femenina?. Sau lo aborda de frente: las mujeres no son madres porque "La Madre ha sido rebajada a la condición de funcionaria del padre" .
 
     Hasta aquí he expuesto someramente lo que son algunos ejemplos de cómo y por dónde se fue dando el pensamiento de la de la diferencia junto al de la igualdad, en la trayectoria del feminismo de nuestro país en la década del 75 al 85. Puede decirse que la oposición de ambos, planteada a principios de los ochenta se mantiene hoy, pero afortunadamente ha perdido la fuerza de antes. Se han mantenido porque el proceso seguido en torno a la reivindicación de la igualdad cristalizó en las políticas públicas para las mujeres dictadas desde las instancias gubernamentales. Fue la institucionalización coherente de nuestras demandas por el sistema político liberal democrático, para el que igualitarismo sigue teniendo el rasante de la masculinidad. Por otro lado, avanzó el discurso desde la diferencia interpenetrado por el contexto histórico, por la experiencia y dinámica interna del movimiento y por el debate social de las nuevas generaciones, en dónde el parecerse a los hombres parece no seducir. Desde el feminismo se ha avanzado en mostrar cuál es nuestra diferencia, la de las mujeres, pero mucho más atrasado está el debate sobre la diferencia masculina y pienso que ésta tiene mucho que ver con desentrañar la otra parte de la historia, la de la violencia y el poder masculino basado en la fuerza. Pero nuestra afirmación de sí, creo que es un camino que hemos andado y que en un momento determinado ha de cruzarse con el otro. El reto que queda pendiente es salir del dilema igualdad \ diferencia, si es que es posible en un contexto discursivo en el que la igualdad está definida por un abstracto individuo masculino y la diferencia sexual ha sido la piedra angular del discurso de género. Sería necesario que los planes de igualdad de oportunidades incorporen la diferencia sexual desde su complejidad femenina y también masculina y ese sea el camino de pensar la igualdad en la diferencia.

Barcelona, julio del 2000