Una mirada sobre
los sucesivos feminismos
Por María Salas
Sería un grave error identificar con el feminismo a toda acción en favor de la mujer, pero sería una injusticia histórica actuar en este campo sin conocer ni reconocer que las posibilidades que tenemos ahora las mujeres se deben, en gran medida, a la lucha de las feministas, a sus planteamientos y a sus logros.
Sin embargo, es frecuente que personas muy comprometidas en proyectos con mujeres desconozcan el movimiento feminista y no analicen reflexivamente qué le deben, en qué están de acuerdo con él y en qué discrepan.
Resulta también sorprendente que muchas mujeres ejerciten unos derechos recientemente adquiridos sin preguntarse quién y cómo ha logrado su reconocimiento legal y social. No deja de ser cuando menos curioso que en muchos casos las propias mujeres nieguen al movimiento feminista el respeto histórico que otorgan a otros movimientos sociales, como el sindical o el obrero.
Los responsables de DOCUMENTACIÓN SOCIAL, por el contrario, han pensado que un número de la revista dedicado a la mujer debería contar con un marco de referencia que sitúe al feminismo en su contexto histórico, con sus logros y sus fracasos, sus aciertos y sus equivocaciones. Tarea no fácil de realizar, porque aunque existen muchos estudios parciales, se encuentran pocos trabajos de síntesis global.
Simplificando mucho, en favor de la visión de conjunto, podemos decir que en el feminismo se observan tres etapas diferentes precedidas de un período de gestación.
LAS PRECURSORAS
Suele aceptarse que la primera
etapa del feminismo, como fenómeno social organizado, se inició
con la acción de las sufragistas, en un período que abarca
desde mediados del siglo XlX hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, pueden encontrarse
antecedentes en periodos históricos anteriores y muy especialmente
en el ambiente creado por la Revolución Francesa y sus declaraciones
en favor de la igualdad de todos los ciudadanos. Ya en aquel momento algunas
autoras, y también algunos autores, con toda coherencia trataron
de aplicar aquella igualdad también a las mujeres. El propio CONDORCET'
defendió este principio en su documento sobre La admisión
de las mujeres en la ciudadanía. Olimpia DE GOUGES insiste en su
Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, replica
al texto base de la revolución de título similar. En Inglaterra
Mary WOLLSTONECRAFT aborda la cuestión desde otro ángulo
en Reivindicaciones de los derechos de la mujer. La cuestión queda
planteada pero los frutos no se recogen todavía. Muy al contrario,
a Olimpia DE GOUGES, que había afirmado en el artículo X
de su Declaración que «si la mujer tiene derecho a subir al
cadalso también debe tener el derecho de subir a la tribuna»,
se le aplicó el primero sin llegar a conseguir el segundo, puesto
que, como es bien sabido, murió guillotinada bajo el «régimen
de terror» impuesto por Robespierre.
El advenimiento del régimen
napoleónico y la promulgación en 1804 del nuevo Código
ahogó la esperanza que la Revolución había despertado
en las mujeres y consagró u minoría de edad civil, social
y económica y su exclusión de los derechos políticos.
El Código de Bonaparte empeoró la situación de las
mujeres en toda Europa ya que la mayoría de los países lo
tomaron como modelo en su respectiva legislación.
Sin embargo, la semilla
de la aspiración a la igualdad estaba ya sembrada y sólo
esperaba el momento oportuno para dar sus frutos.
EL SUFRAGISMO
Los vientos de libertad levantados
por la Revolución encontraron un buen campo de cultivo en los Estados
Unidos. A favor de estos vientos las mujeres lucharon por la independencia
de su país junto a los varones y posteriormente se unieron a la
causa de los esclavos. Ello les llevó a ocuparse cada vez en mayor
medida de las cuestiones políticas y sociales.
Las mujeres aprendieron
a hablar en público defendiendo sus derechos al tiempo que los de
los esclavos porque comprendieron que eran cuestiones inseparables.
Con ello existían
ya las bases para un real y verdadero movimiento femenino; lo que hacía
falta era un impulso que le diese vida, una cabeza y un programa. La ocasión
fue el Congreso Antiesclavista Mundial celebrado en Londres en 1840. La
delegación norteamericana incluía cuatro mujeres, pero el
Congreso, escandalizado por su presencia, rehusó reconocerlas como
delegadas e incluso ocultó su presencia tras unas cortinas. Lucrecia
Mott y Elisabeth Cady Stanton, dos de las delegadas norteamericanas, volvieron
de Londres indignadas, humilladas y decididas a intensificar su campaña
por el reconocimiento de los derechos. En 1848 convocaron una convención
en la que Elisabeth Stanton pronunció un memorable discurso y pidió
el voto para las mujeres. En esta convención se aprobó la
Declaración de Séneca Falls, uno de los textos básicos
del sufragismo americano.
A partir de esta fecha las
mujeres de Estados Unidos empezaron a luchar de forma organizada en favor
de sus derechos, tratando de conseguir una enmienda a la Constitución
que les diera acceso al voto, la enmienda Anthony (llamada así por
el nombre de su redactora), que fue presentada a la Cámara en todos
los períodos legislativos, desde 1878 hasta 1896. En este año
decidieron cambiar de táctica para tratar de conseguir su propósito
Estado por Estado, ya que algunos se habían mostrado más
receptivos. En 1869 Wyoming había concedido el voto a las mujeres
sin apenas lucha; le siguió Colorado en 1893, después Utah
(1895) e Idaho (1896), y finalmente el Estado de Washington (1910). En
1918 la «enmienda Anthony» volvió a figurar en la agenda
del Congreso y esta vez dos tercios de los representantes votaron afirmativamente.
Se cuenta que Charlotte Woodward, firmante de la Declaración de
Séneca Falls, fue la única mujer que vivió lo bastante
para votar en las elecciones presidenciales de 1920.
Fue una lucha larga y penosa,
en la que muchas mujeres se pusieron a prueba, pero no llegó al
radicalismo de Gran Bretaña.
SUFRAGISMO EN INGLATERRA
En Europa, el movimiento
sufragista más potente y radical fue el inglés. Surgió
en 1951, sólo tres años después de la Declaración
de Séneca Falls, cuando un grupo de mujeres inglesas celebraron
en Sheffielo un acto público en el que pidieron el voto para la
mujer. Decididas a seguir procedimientos democráticos en la consecución
de sus objetivos buscaron el apoyo de los parlamentarios. El día
13 de febrero de 1861, el conde de Carlisle presentó su petición
en la Cámara de los Lores. Fue el inicio de un largo camino.
Posteriormente las sufragistas
inglesas consiguieron tener como aliado a John Stuart, que se casó
con una feminista, Harriet Hardy Taylor, y en 1869 escribió un libro
que se hizo famoso, La sumisión de las mujeres. Stuart' Mili presentó
a la Cámara de los Comunes en 1866 la primera petición oficial
del Comité por el Sufragio Femenino. }oro el verdadero paladín
de las mujeres en la Cámara baja inglesa fue Jacob Brigt, que incansablemente
una y otra vez insistía en presentar propuestas para obtener el
derecho político de las mujeres. En 1867 Jacob Brigt profetizó:
«SI los mítines carecen de efecto, si la expresión
precisa y casi universal de la opinión no tiene influencia ni en
la Administración ni en el Parlamento, inevitablemente las mujeres
buscarán otros sistemas para asegurarse estos derechos que les son
constantemente rehusados» (2~
Sin embargo, las sufragistas
inglesas siguieron todavía casi cuarenta años más
defendiendo la causa feminista por medios legales. En 1903, cansadas de
no ser tomadas en cuenta, cambiaron de estrategia y pasaron a la lucha
directa. La táctica que adoptaron fue interrumpir los discursos
de los ministros y presentarse en todas las reuniones del partido liberal
para plantear sus demandas. La policía las expulsaba de los actos
y les imponía multas que no pagaban, tras lo cual iban a la cárcel.
Allí eran consideradas como presas comunes y no políticas
como ellas hubieran deseado. Para atraer la atención pública
sobre su situación recurrieron a la huelga de hambre; Gladstone,
que era entonces primer ministro, ordenó que las alimentaran por
la fuerza, pero las feministas no desistieron, poniendo en práctica
lo que una de ellas había escrito: «Para todas las conquistas
en el campo de la libertad muchos hombres y mujeres han debido padecer.
Esta regla es también válida para nuestro caso».
Las feministas y la policía
inglesa entraron en una espiral de violencia. En julio de 1903, lady Pankhurst,
presidenta de la National Union of Women Suffrage, fue condenada a tres
años de trabajos forzados pero las sufragistas lograron su evasión.
El presidente Wilson la invitó a los EE.UU. Se había convertido
en una figura casi legendaria, pero eso no la libró de volver a
ser encarcelada en cuanto regresó a Inglaterra.
Mientras tanto, las sufragistas
iniciaron una serie de actos terroristas contra diversos edificios públicos,
sin cometer ningún atentado personal. La única víctima
mortal fue la militante EmilY Davidson, que en junio de 1913, en el hipódromo
de Epson, se arrojó a las patas del caballo del Rey que corría
en él en la carrera del Derby.
El funeral de Emily Davidson
fue un grandioso acto feminista. Entre las numerosas carrozas que seguían
al féretro iba una vacía con las cortinas bajas: era la que
hubiera correspondido a lady Pankhurst, que no pudo asistir por estar de
nuevo arrestada.
Este terrible acontecimiento,
aunque fue un paso más en el proceso, no puso fin a la 'lucha. Fue
preciso llegar al estallido de la Primera Guerra Mundial. Con este motivo,
el Rey Jorge V amnistió a todas las sufragistas y encargó
a lady Pankhurst el reclutamiento y la organización de las mujeres
para sustituir a los varones que debían alistarse; un buen ejemplo
del pragmatismo inglés.
Por fin, el 28 de mayo de
1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino, por 364 votos a favor y
22 en contra, después de cincuenta años de lucha y 2.584
peticiones presentadas al Parlamento.
FEMINISMO EN ESPAÑA
En otros países europeos
las mujeres lucharon también por conseguir el voto con menos dramatismo
y apoyándose en las conquistas de sus hermanas de Inglaterra y de
América.
En España el feminismo
entró tardíamente, cuando ya en Europa empezaba a perder
su fuerza inicial, y nunca adquirió gran desarrollo.
En 1920 existían
varias asociaciones feministas de diferente signo, de las cuales las más
importantes eran la Asociación Nacional de Mujeres Españolas,
presidida por María Espinosa, y la Unión de Mujeres Españolas
(UME), presidida por la marquesa de Ter. Para ellas eran temas prioritarios
la educación de las mujeres, la reforma del Código y el derecho
al voto.
La República, instaurada
en abril de 1914, dio satisfacción a la mayoría de sus demandas.
El 1 de octubre de este mismo año se aprueba en el Parlamento el
artículo 34 de la Constitución, que reconoce el derecho de
las mujeres al voto, después de un doloroso enfrentamiento entre
dos mujeres que se suponía deberían haber estado de acuerdo.
Clara Campoamor, del Partido Radical, defendió con calor el derecho
al voto como cuestión de justicia, y Victoria Kent, del Partido
Radical-Socialista, se opuso por una razón de oportunismo político,
suponiendo que las españolas se indinarían hacia un voto
conservador. Clara Campoamor consiguió una clara victoria, 161 votos
a favor de la ley y 121 en contra, pero debió pagar un alto precio
por ella ya que su propio partido llegó a abandonada posteriormente.
Hacia los años treinta
la mayoría de las naciones desarrolladas habían reconocido
el derecho al voto femenino, salvo Suiza, que no lo aceptó hasta
1970. El objetivo principal de las sufragistas se habían logrado
y el feminismo pareció entrar en una fase de recesión.
A pesar de su nombre las
sufragistas no defendían sólo el derecho al voto. Sus objetivos
eran más amplios, Ya hemos visto que las americanas lucharon contra
la esclavitud junto a los abolicionistas y en favor de la igualdad en sentido
muy amplio. Las feministas de esta primera época plantearon también
el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones;
la igualdad de derechos civiles; compartir la patria potestad de los hijos;
denunciaban que el marido fuera el administrador delos bienes conyugales,
incluso de lo que ganaba la esposa con su trabajo; pedían salario
igual para trabajo igual, etc. Todos estos objetivos se centraron en el
derecho al voto, que parecía la llave para conseguir los demás.
En resumen, las feministas
del siglo XlX y primeros años del siglo xx lucharon por conseguir
la igualdad de derechos respecto al varón argumentando que era persona
humana lo mismo que él. Se puso énfasis en los aspectos igualitarios
y en el respeto a los valores democráticos. En ese sentido se ha
puede decir que era un movimiento basado en los principios liberales.
Junto a este feminismo,
y a veces frente a él, se intentó desarrollar un feminismo
de clase, socialista y comunista, que se debatió entre la fidelidad
a la causa feminista y la fidelidad a los partidos políticos respectivos.
«Cuando las feministas socialistas tratan de empujar a sus camaradas
varones a llevar sus promesas a la práctica, entonces surgen las
ambivalencias y los conflictos. En ciertos momentos, las mujeres socialistas
no se atreven a insistir demasiado en sus objetivos feministas por temor
a perjudicar la causa socialista.
LA SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO
Durante muchos años
se ha pensado que los años veinte marcaron el final de una época
y que el feminismo quedó en suspenso durante décadas hasta
la eclosión en los años sesenta. Actualmente se están
llevando a cabo estudios que aconsejan matizar un juicio tan radical; ahora
se habla más bien de «crisis de transición entre dos
feminismos. Algo se movía sin duda cuando en 1959 Simone De Beauvoir
da el grito de alarma en El segundo sexo y algo estaba ador-mecido cuando
un libro tan importante no empieza a ser estudiado y comentado hasta después
de una década larga.
De cualquier forma, los
que hemos vivido el movimiento feminista de los últimos cincuenta
años recordamos bien cómo surgió la llamada segunda
ola y el interés que despertó en el mundo entero, lo mismo
entre los que se situaron a su favor como entre los que lo hicieron en
contra.
El detonante fue la publicación
del libro de Betty FRlEDAN, La mística de la feminidad que apareció
en Norteamérica en el año 1963 y en seguida se difundió
por todo el mundo occidental. La primera edición española,
de 1965, lleva un prólogo de Lily Alvarez. Poco tiempo después,
la propia autora viajó por diversos países explicando sus
planteamientos a través de conferencias, mesas redondas, entrevistas...
Su presencia en Madrid, en los momentos que se iniciaba la transición
política, dio ocasión a una de las primeras manifestaciones
públicas de grupos de feministas después de la Guerra Civil.
El mensaje central de Betty
FRIEDAN fue que «algo» estaba pasando entre las mujeres norteamericanas,
algo todavía indefinido, que ella denominó «el problema
que no tiene nombre. Eran muchas las mujeres que, a pesar de estar felizmente
casadas, sin problemas económicos y con hijos sanos, experimentaban
una asfixia interior tan misteriosa como intolerable. Era una sensación
de vacío que Betty FRIEDAN achacó a no sentir la propia identidad,
a saberse definida no por lo que se es sino por las funciones que se ejercen:
esposa, madre, ama de casa...
Según Betty FRIEDAN,
las hijas de las mujeres que realizaron aquel «viaje apasionado»
que supuso la lucha por el derecho al voto fueron atrapadas por la «mística
de la feminidad», que les hizo cifrar su felicidad en la dedicación
exclusiva al servicio de las personas que aman, ya que lo contrario sería
violentar su propia naturaleza femenina.
Para salir de esta trampa,
«de este confortable campo de concentración», las mujeres
deben romper las invisibles cadenas que les atan, tratar de desarrollar
todas sus potencialidades y lograr su propia autonomía incorporándose
al mundo del trabajo. Una vez planteado el problema, Betty FRIEDAN pasó
a la acción creando, en 1966, la NOW (Organización Nacional
de Mujeres), que consiguió afiliar en poco tiempo un elevado número
de mujeres en todos los Estados de la Unión, llegando a ser la asociación
feminista más influyente.
Hubo una gran movilización
de mujeres, unas veces en forma de manifestaciones masivas con aspectos
provocativos y humoristas y otras en forma de trabajo paciente y concienzudo,
que contribuyó a conseguir importantes reformas legislativas en
el campo matrimonial y familiar. Solo en la década de los setenta
el Congreso de los Estados Unidos aprobó 71 disposiciones relativas
al «problema de la mujer».
Esta movilización
general no fue exclusiva de los Estados Unidos sino que Se produjo en casi
todas las naciones, favorecida desde 1975, Año Internacional de
la Mujer, por la actuación de los Organismos Internacionales. Como
veremos más adelante, las mujeres españolas se incorporaron
a esta movilización feminista con gran entusiasmo y menos retraso
que en el caso del sufragismo.
La NOW, formada en su mayoría
por mujeres blancas, de clase acomodada, con estudios superiores, conectaba
con el espíritu liberal del primer feminismo. Consideraba que si
las mujeres ejercían los derechos adquiridos, los ampliaban y se
incorporaban activamente a la vida pública, laboral y política,
sus problemas tendrían solución. Aceptando este planteamiento,
muchas mujeres en el mundo entero centraron sus esfuerzos en desarrollar
una vida profesional compatible con sus funciones dentro de la familia,
dando lugar a lo que se llamó la «superwoman», por el
derroche de energía que se vio obligada a desplegar.
MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN DE LA MUJER
Poco a poco, incluso dentro
de la misma NOW, fueron surgiendo mujeres más jóvenes con
objetivos más revolucionarios que aspiraban a cambiar el sistema.
Abandonando las ideas liberales adoptan el planteamiento marxista. Las
mujeres son consideradas como el sexo oprimido. El culpable final de la
opresión de la mujer no son los varones sino el capitalismo. «La
liberación de la mujer no podía darse sin la liberación
general de otros trabajadores oprimidos y explotados bajo el capitalismo.
El capitalismo era concebido como responsable de la organización
injusta del trabajo que oprime al obrero y oprime a la mujer con la doble
jornada.» La escritora inglesa Sheila ROWBOTHAM expone estas ideas
en sus dos obras principales, Mujer, Resistencia y Revolución (1972)
y La Conciencia de la Mujer en el Mundo de los Hombres (1973), tomando
como antecedente la gran revolucionaria del siglo XIX, Flora Tristán.
Estos grupos intentan conectar con las mujeres de clase media y baja e
incluso se dirigen a las mujeres de color.
Los grupos se sentían
solidarios de la Nueva Izquierda y se unieron a todas las causas que promovía:
movimiento de protesta juvenil, defensa de los Derechos Civiles, pacifismo.
En seguida se encontraron con la misma dificultad que Sus hermanas del
primer feminismo socialista: por un lado sus propios compañeros
de partido les relegaban a los trabajos subordinados y por otra parte sus
reivindicaciones siempre tenían que supeditarse a los objetivos
más importantes de la lucha global. En consecuencia, decidieron
separarse y de esta decisión nació el Movimiento de Liberación
de la Mujer.
En cualquier caso, no tiene
duda que en un momento histórico el MLM tuvo un gran protagonismo
y colaboró al logro de diferentes metas feministas.
FEMINISMO RADICAL
Algunas mujeres tomaron otro
camino y se apuntaron a lo que se ha llamado el feminismo radical. Este
considera que la opresión de las mujeres es anterior al capitalismo
y no termina con él, como lO demuestra el hecho palpable de que
en los regímenes comunistas, entonces todavía existe res,
la mujer seguía siendo explotada. Por tanto, el origen de su explotación
no está en el capitalismo sino en el patriarcado. En 1971, Kate
MILLET publica Política sexual donde define el patriarcado como
«una institución en virtud de la cual una mitad de la población
(es decir, las mujeres) se encuentra bajo el control de la otra mitad (los
hombres).
Las radicales identificaron
como centros de dominación patriarcal esferas de la vida que hasta
entonces se consideraban «privadas». A ellas corresponde el
mérito de haber revolucionado la teoría política al
analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad:
lo sintetizaron con un eslogan: «1o personal es político».
El feminismo radical puso
en práctica una forma de organización y trabajo que tuvo
mucho éxito: los grupos de autoconciencia, en los que se impulsaba
a cada participante a exponer su experiencia personal de opresión
con la finalidad de que tomara conciencia de ella y la analizase en clave
política con vistas a lograr una transformación de la situación.
Estos grupos de autoconciencia
pagaron el mismo precio que todos los grupos que excluyen a priori cualquier
tipo no sólo de jerarquización sino incluso de división
de funciones. En el prurito de que cada participante debía tener
la misma consideración, el avance se hacía casi imposible
porque la última recién llegada podía poner todo en
cuestión y obligar al grupo a empezar de nuevo.
FEMINISMO DE LA DIFERENCIA
Algunos grupos de feministas
radicales fueron evolucionando hacia el feminismo de la diferencia, que
aboga por identificar y defender la identidad propia de la mujer y marcar
bien sus señas diferenciales. Consideran que los varones, debido
a su psicología, son agresivos, guerreros, depredadores. Las mujeres
no deben entrar en ese juego m m-tentar imitarlos. Una de sus teóricas,
la italiana Carla Louzi, afirma que «la meta de la toma del poder
es totalmente vana». Y la francesa Luce Irigaray considera inútil
o incluso nocivo empeñarse en obtener la igualdad. En Francia y
en Italia existen notables partidarias del feminismo de la diferencia.
Sus críticos dudan de que puedan construir la identidad femenina
y a un tiempo destruir el mito «mujer».
Las teóricas de cada
una de las tendencias señaladas debaten entre ellas y en ocasiones
se niegan mutuamente el título de feministas. Mientras tanto, los
grupos feministas de base siguen su trabajo a menudo utilizando los diferentes
lenguajes de forma alternativa y a veces hasta simultánea.
LA SEGUNDA OLA DEL FEMINISMO EN ESPAÑA
Fue alrededor de los años sesenta cuando las mujeres españolas empezaron a reclamar públicamente los derechos que se le venían negando desde la terminación de la Guerra Civil, cuando, como es bien sabido, perdieron todos los derechos que habían conseguido durante la segunda década del siglo y sobre todo durante la República.
ANTECEDENTES
Anteriormente, algunas mujeres
habían actuado e, título individual. En 1948, después
de unos años en los que nadie en España habló sobre
el tema, María CAMPO ALANGE se atrevió a escribir La secreta
guerra de los sexos. Fue un acto de valentía, porque el ambiente
no era propicio. En 1961 volvió a la carga con La mujer como mito
y como ser humano, que fue seguida por una obra de mayor envergadura, La
mujer en España. Cien años de su historia.
En 1956, tres asociaciones
religiosas, las Mujeres de AC, las Congregaciones Marianas Universitarias
y un grupo de universitarias de la Institución Teresiana, constituyeron
una asociación llamada Amistad Universitaria, que fue durante años
un lugar de encuentro y debate y donde se intentó fijar las bases
de un feminismo cristiano en una línea que resultaba progresista
respecto a la postura oficial, a la mantenida por la Iglesia católica
y la que predominaba en el conjunto de la sociedad española de aquel
momento.
Por otra parte, ya en la
década de los sesenta, el despegue económico de España
y los Planes de Desarrollo hacen necesaria la incorporación de la
mujer al trabajo y, como consecuencia, en 1960 las Cortes franquistas aprueban
la Ley de los Derechos políticos, por el trabajo de la mujer, por
la que se eliminan la mayoría de las discriminaciones impuestas
anteriormente en el campo laboral. Para preparar el proyecto de ley se
realizaron diversos estudios, que pusieron de manifiesto la precaria situación
de la mujer española.
Estos acontecimientos dieron
lugar a que fuera cristalizando una corriente de opinión favorable
a las tesis feministas y a que las propias mujeres fueran tomando conciencia
de sus problemas, aunque' no pudieran asociarse para reclamar sus derechos.
En aquellas circunstancias,
María Campo Alange reunió en su casa a un grupo de ocho mujeres
de procedencia universitaria con la idea de fundar un grupo feminista informal
en la imposibilidad de constituir una asociación. De esta manera
en el año 1960 nació el SESM, que antes del cambio democrático
publicó algunos libros y · numerosos artículos sobre
la problemática femenina y después, cuando se pudo, participó
en actos y reuniones de signo feminista o relacionados con la mujer.
Mientras tanto, todavía
en la clandestinidad, empezaron a reunirse periódicamente diferentes
grupos de mujeres para formular objetivos comunes y preparar estrategias
de acción, dentro de la oposición democrática al régimen.
EL «BOOM» DE
LOS AÑOS SETENTA
En 1975, declarado por la
ONU Año Internacional de la Mujer, el movimiento de mujeres progresistas
estaba ya en plena efervescencia en España. No hace falta recordar
que fue un año muy peculiar. Después de cuatro décadas
de régimen autoritario empezaría a ser inminente un cambio
político, todavía de signo incierto. En todos los ambientes
habla grupos que se organizaban con vistas al próximo futuro. Las
mujeres aprovecharon el momento y a finales de año, a favor de una
cierta permisividad de las autoridades gubernamentales, organizaron en
Madrid, en el colegio Montserrat, las Primeras Jornadas de Liberación
de la Mujer, a las que acudieron más de quinientas mujeres de toda
España que, durante tres días en largos debates, intentaron
perfilar su ideología. No fue tarea fácil. Se encontraban
allí juntas por primera vez mujeres que hacían un planteamiento
intelectual del problema con otras volcadas en la acción directa;
jóvenes que se asomaban por primera vez al feminismo con veteranas,
si no de una acción que hasta entonces había sido imposible,
sí en el pensamiento y en la discusión. Había incluso
mujeres, como María Campo Alange, que recordaban los inicios del
feminismo en España y que hablan escrito sobre ello.
Al año siguiente
se organizaron en Barcelona las Primeres Jornades Catalanes de la Dona.
En ambas Jornadas se manifestaron claramente las dos tendencias que existían
en los incipientes grupos feministas españoles: la que abogaba por
una acción política simultánea a la acción
feminista (la llamada doble militancia) y la que consideraba al feminismo
como una alternativa global a una sociedad dominada por el hombre. Por
debajo de esta división muy clara empezaban a perfilarse las
diversas corrientes de feminismo que se estaban manifestando en Norteamérica
v en todo el mundo.
Es imposible dar cuenta
de los numerosos grupos feministas que nacieron, se formaron, se fragmentaron,
desaparecieron y volvieron a aparecer con características diferentes
durante aquella década. Varios nacieron arropados por los diversos
partidos políticos. El MDM (Movimiento Democrático de la
Mujer) fue creado por mujeres del PCE y por independientes "con la intención
de ser movimiento de masas y teniendo como campo de acción los barrios
periféricos de las ciudades".
En 1976 se crea la ADM (Asociación
Democrática de la Mujer) integrada por mujeres militantes
o simpatizantes del PTE y de la ORT. A pesar de su origen, tuvo vocación
interclasista y propuso objetivos muy aceptables que podrían
atraer a muchas mujeres, aunque no fueran feministas. La inteligente acción
de su presidenta Sacramento Martí, estuvo a punto de conseguir que
la ADM se convirtiera en la gran asociación feminista de masas que
en España nunca hemos logrado tener· Dispusieron de una revista»
la Gaceta Feminista, de bastante calidad. Después de un cierto éxito,
agotada la fuente política de donde presumiblemente venían
los subsidios, la ADM fue decayendo hasta desaparecer.
·
Junto a estos grupos, que
propugnaban la doble militancia, estaban los que repudiaban esta colaboración.
Especialmente interesante entre ellos fue el que se organizó en
el despacho de la abogada Cristina Alberdi, que tomó el nombre de
Colectivo Feminista de Madrid, porque había otros grupos con el
mismo nombre en diferentes capitales de España.
Lidia Falcón, por
su parte, alzó una bandera diferente al propugnar que las mujeres
deben crear sus organizaciones políticas, con sus programas específicos
y sus estrategias particulares. Consecuente con sus ideas años más
tarde fundó un partido y se presentó a las elecciones.
Un carácter muy distinto
en la Asociación para la Promoción y Evolución Cultural
(APEC). Nada en su denominación indicaba que fuese una asociación
feminista, sin embargo sus fundadores se proponían que la clave
de esa evolución y promoción fuese í ó desde
el primer momento una revolución que afectase al concepto tradicional
de mujer. El alma de la asociación fueron el matrimonio formado
por Pilar Yzaguirre y Alvaro Meseguer. APEC se apuntó el tanto de
traer a España, con la colaboración financiera de la Fundación
March, a la famosa feminista americana Betty Friedan, que estaba entonces
en la cresta de la ola. El éxito fue estruendoso en todos los sentidos
de la palabra.
Fue esta una demostración
palpable de que el feminismo español quería conectar con
la poderosa nueva ola del feminismo americano en el que ya empezaban a
manifestarse las líneas de divergencia que se reprodujeron inmediatamente
en España.
LAS REFORMAS LEGALES
A pesar de estas divergencias
había algunas reivindicaciones inmediatas en las que todos los grupos
feministas estaban de acuerdo.
La presión de los
grupos feministas y las nuevas circunstancias que se vivían en España
hicieron que se promulgaran una serie de leyes favorables a la mujer.
La no discriminación
legal por razón del sexo, que tanto habían reclamado los
grupos feministas, quedó garantizada por la Constitución
de 1978, en forma general en el artículo 4, en el 32 con referencia
al matrimonio y en el 35 al referirse al trabajo.
En 1978 se despenalizaron
los anticonceptivos y se eliminaron los delitos de adulterio ¡ y
amancebamiento, que tradicionalmente desfavorecían a la mujer.
El Estatuto de los Trabajadores
de marzo de 1980 declara nulos y sin efectos los anteriores preceptos reglamentarios
y disposiciones que contengan discriminaciones en el empleo.
En el año 1981 se
aprobó la Ley del divorcio y en 1985 se promulgó la Ley de
despenalización del aborto, bajo tres condiciones,
reivindicación en
la que no todos los grupos feministas están de acuerdo y no sólo
por motivos religiosos. Algunas feministas italianas se oponen al aborto
por considerar que refuerza los privilegios masculinos... «la mujer
se pregunta: ¿Para placer de quién he quedado yo embarazada?
¿Para placer de quién aborto yo? Estos interrogantes contienen
las semillas de nuestra liberación: al formularlos, las mujeres
abandonan su identificación con los hombres y encuentran 1~. fuerza
necesaria para romper un silencio cómplice que es la coronación
de nuestra colonización.
En consecuencia; algunas
asociaciones feministas italianas en el debate sobre el aborto optaron
por pedir la despenalización y se opusieron a su legalización.
EL FEMINISMO DESPUÉS DE LOS AÑOS OCHENTA
A partir de los ochenta parece
como si el movimiento feminista haya ido perdiendo el vigor de que dio
muestras en las dos décadas anteriores. Algunos hasta se han apresurado
a pronosticar su pronta defunción a causa de los debates ~ das divisiones
internas.
Sin duda tienen razón
los que aducen que su presencia pública no es tan preponderante
como hace unos años y que los debates que se producen en torno al
sentido mismo del feminismo, su finalidad, sus objetivos y su estrategia
hayan llegado a un punto donde a veces podría parecer que ya no
se sabe de lo que se discute.
Sin embargo, la presencia
de 36.000 mujeres llenas de iniciativas y de vitalidad en el Forum de Huairu,
en el verano de 1995, con motivo de celebrarse en China la IV Conferencia
Internacional de la Mujer, dan que pensar y obligan a replantearse la cuestión
desde otra perspectiva.
Cierto es que no todas las
mujeres presentes en aquel Forum eran feministas, pero si muchas de ellas,
y no sólo representantes del Primer Mundo. como suele pensarse y
escribirse, sino que había feministas de Africa, Asia y Latinoamérica,
con planteamientos muy dinámicos y muy interesantes.
i
Quizás lo que
ocurre es que el feminismo ha entrado en una nueva fase más difícil
de analizar« por varias causas. En primer lugar, los acontecimientos
están demasiado cercanos y por ello los árboles no nos dejan
ver el bosque; por otra parte, el movimiento feminista que en los
años sesenta estaba
bastante polarizado en Norteamérica, se ha disgregado en diferentes
polos de acción y producción de pensamiento feminista (por
ejemplo, uno de ellos muy importante en Italia) y, además, una vez
alcanzados los objetivos primarios que afectaban a todas las
mujeres por igual,
ahora los intereses no siempre son coincidentes.
Esta última
afirmación podría ser objeto de discusión en ciertos
círculos feministas que consideran una batalla equivocada la emprendida
a favor de la igualdad de derechos, llevada a cabo por mujeres de la burguesía
liberal, que no pretendían cambiar las relaciones de poder sino
simplemente entrar en la dinámica del sistema. Lo cual probablemente
es muy verdad, pero sin aquel primer paso difícilmente
podrían haberse
dado los que han venido y vendrán después.
Yásmine Ergas
considera que el término "feminismo" no designa una realidad sustancial
cuyas propiedades puedan establecerse con
exactitud; por el
contrario, se podría decir que el término "feminismo'' indica
un conjunto de teorías y de prácticas históricamente
variables en torno a la constitución y la capacitación de
los sujetos femeninos.
El hecho cierto es que las
posturas del feminismo están lejos de ser unánimes. Un problema
básico sin resolver es cómo articular la lucha por liberarse
de la vieja afirmación antifeminista de que «la anatomía
es el destino» con la defensa de la propia identidad pro-pugnada
por el feminismo de la diferencia.
Sin embargo, a pesar de
la dificultad de abrirse paso en la multitud de manifestaciones diferentes
que se dan entre los grupos que se llaman feministas, pueden detectarse
algunos aspectos generales del feminismo actual.
GRUPOS PEQUEÑOS Y
DIVERSIDAD DE OBJETIVOS
FOMENTO DE LA INVESTIGACIÓN
UNIVERSITARIA
Ya vimos que, frente a grandes
organizaciones que tuvieron la iniciativa en los años sesenta, fueron
apareciendo multitud de grupos pequeños e informales en los que
las mujeres se reunían, intercambiaban experiencias, promovían
la auto concienciación, realizaban acciones puntuales y vivían
la solidaridad. Para muchas mujeres estos grupos llegaron a ser una alternativa
global a su necesidad de relación, para otras constituyeron un lugar
de encuentro y desahogo que no impedían otro tipo de relaciones
humanas. En los últimos años muchos de estos grupos se han
ido transformando en asociaciones de ayuda mutua que ofrecen apoyo a las
mujeres, muchas veces con programas subvencionados por organismos estatales.
En algunos casos es difícil marcar una diferencia clara entre los
grupos que se autodefinen como feministas y los que son más bien
reacios al término, pero trabajan activamente en favor de las mujeres.
Otro fenómeno que
hace menos visibles a las feministas en el mundo actual es que muchas de
ellas se han dedicado a realizar estudios sobre la problemática
de la mujer dentro de las universidades, lo mismo en España que
en otros países.
No fue tampoco fácil
que las universidades aceptaran albergar y financiar estos departamentos
de investigación. En España, el primero se creó en
1979, en la Universidad Autónoma de Madrid, dirigido por María
Ángeles Durán, bien secundada por Pilar Folguera. La Universidad
Complutense aprobó en el curso 1988-89 un Instituto de Investigaciones
Feministas que, desde el año siguiente, imparte un curso de Historia
de la Teoría Feminista, coordinado por Celia Amorós, catedrática
de Historia de dicha Universidad. La mayoría de las universidades
españolas tienen departamentos similares.
RECUPERACIÓN DE LA PROPIA HISTORIA
Las mujeres se han
hecho conscientes de que hasta ahora su historia ha sido ignorada por los
historiadores, aunque, como es obvio, la mujer ha estado siempre presente
en cualquier acontecimiento histórico de forma activa o pasiva.
En consecuencia, se han puesto a buscar los datos olvidados y a rastrear
las huellas de su presencia invisible. En esta tarea se afanan lo mismo
las profesionales universitarias utilizando todos los recursos de las ciencias
históricas, como las mujeres de la base, que recurren a los relatos
familiares y a la transmisión de información recibida oralmente
de sus mayores.
Estos estudios que
rescatan del Olvido a las mujeres están provocando un cambio total
de enfoque histórico, porque no se trata de escribir dos historias
paralelas, sino una sola que integre también la aportación
de las mujeres. Se ha llegado a afirmar que se esta gestando un cambio
parecido al que se produjo cuando el marxismo obligó a incorporar
a los estudios históricos los fenómenos económicos:
la perspectiva cambió totalmente. Lo mismo puede ocurrir ahora al
incorporar la intervención de las mujeres en la vida privada y en
la vida pública de los diferentes pueblos.
FEMINISMO INSTITUCIONAL
En los últimos años
muchos países han creado ministerios o departamentos ministeriales
encargados de las cuestiones relativas a la mujer. En España contamos
con el Instituto de la Mujer, que fue creado en el año 1983, a partir
de la Subdirección de la Condición Femenina, establecida
por el primer gobierno democrático en 1978. Cada una de las Comunidades
Autónomas tiene también su correspondientes organismo con
diferentes denominaciones.
Este feminismo institucional
tiene sus ventajas y sus inconvenientes: por un lado asegura la atención
oficial a las reivindicaciones feministas, pero, por el otro, facilita
que los grupos de base, confiados en su acción, desatiendan la lucha
o, todavía peor, se acostumbren a vivir de sus subvenciones.
El feminismo institucional,
que en muchos países está en manos de prestigiosas feministas,
ha hecho disminuir el síndrome de miedo al poder que ha caracterizado
al movimiento feminista durante muchos años.