NARRADORAS IBEROAMERICANAS: EL RIESGO DE ESCRIBIR
Narradoras de fin de siglo: entre la estética
complaciente y las formas de desobediencia
Encuentro Iberoamericano de Mujeres Narradoras
en Perú
LIMA Perú, AGO 1999 (Ana María Portugal, corresponsal/CIMAC).- Entre la estética complaciente y formas de desobediencia se mueven las narradoras del siglo, algunas de las cuales, escritoras de doce países de América Latina, España y Portugal fueron convocadas en Lima, Perú por Sociedad y Comunicación a un Encuentro Iberoamericano de Mujeres Narradoras que se realizó los días 18, 19, 20 y 21 de agosto en el Museo de la Nación de la capital peruana.
El solo anuncio de esta actividad provocó una exagerada reacción de parte de un grupo de consagrados caballeros de las letras peruanas, que expresó su discrepancia y hasta rechazo a lo que calificó de un "evento marginal" que no tenía nada que ver con la Literatura (en mayúscula). Otros no menos ilustres concluyeron que el encuentro olía a "ghetto".
Al margen de estos y otros
exabruptos, el escenario fue propicio para constatar, más allá
de la bizantina polémica si existe o no una literatura femenina,
el desarrollo que ha alcanzado el trabajo
creativo de un grupo cada
vez más numeroso de mujeres que ha asumido el oficio de escribir.
Ellas expusieron su obra y dialogaron con un público atento compuesto
en su mayoría por mujeres jóvenes, muchas de ellas estudiantes
de literatura.
Al lado de nombres ya consagrados
como Margo Glantz, Carmen Boullosa y Laura Esquivel de México, Diamela
Eltit de Chile, Cristina Fernández Cubas y Lucía Etxebarría
de España, participó
una interesante promoción
de literatas como Carmen Ollé, Mariella Sala, Rocío Silva
Santisteban y Pilar Dughi del Perú; Natasha Salguero de Ecuador;
Luiza Lobo de Brasil, Isabel Meza de Bolivia, Claudia Hernández
de El Salvador.
Un territorio igualmente
polémico, el de la crítica literaria con perspectiva de género,
fue el telón de fondo para un acercamiento atrevido y novedoso tanto
a las clásicas como a las novísimas
escritoras de este continente.
Fue un espacio que sirvió
para nombrar y ubicar en su verdadera dimensión a una Elena Garro,
la madre del realismo mágico y por lo mismo la primera antes que
García Márquez; a una Clarise
Lispector, revolucionaria
de la palabra en la cuentística de Brasil, mediante el penetrante
y apasionado texto de la argentina Gladys Ilarregui.
Igual que a la chilena Mercedes Valdivieso, quien se atrevió a escribir la primera novela feminista “La brecha” en 1961 y cuya recuperación estuvo a cargo de Eliana Ortega; a la venezolana Teresa de la Parra, que en los años veinte desenmascaró las trampas del matrimonio y la familia en su novela Ifigenia, de acuerdo al análisis de Carmen Boullosa.
Justiciero rescate de la
memoria histórica, en el que no podía faltar Sor Juana Inés
de la Cruz, con "El jeroglífico de la pasión" de Margo Glantz;
o la puesta en valor de Helia Correia de Portugal del aporte de las mujeres
al nacimiento de la narrativa portuguesa en los siglos XV y XVI, y aún
antes, con el género de las Cantigas, hasta llegar a siglo XX con
las Nuevas Cartas Portuguesas, libro
de anunciación del
nuevo feminismo y en el contexto de la caída del régimen
de Salazar.
Este recorrido fue completado
con una visión actual de la narrativa de mujeres que se mueve, según
la argentina Susana Reisz, entre "la estética complaciente y formas
de desobediencia". "¿Es posible
el diálogo?", terminó
diciendo.
Fue inevitable hablar de
una literatura de best-sellers asociada a nombres como Laura Esquivel,
Angeles Mastreta, Isabel Allende, y Marcela Serrano. ¿El mercado
amenaza con normalizar,
banalizar y/o degenerar
la literatura escrita por mujeres? ¿Qué significa la censura
y autocensura para el trabajo creativo?
Se dice que la literatura
de mujeres está de moda. ¿Verdadero o falso? La editora y
escritora Lea Fletcher de Argentina, al dar a conocer los resultados de
una investigación emprendida hace más
de una década que
rastreó el número de autoras y obras escritas por mujeres
en Argentina desde el siglo pasado hasta el presente, demostró que
el número de libros publicados por mujeres hasta
hoy alcanza a los 600. Sin
embargo, apenas unos cinco y seis nombres son conocidos o resuenan en las
reseñas de diarios y revistas de Argentina.
Al parecer las mujeres leen
más que los hombres, o se interesan más por la literatura,
como advirtió la chilena Raquel Olea, refiriéndose al fenómeno
de la llamada literatura femenina. A su vez, todo parece indicar que también
escriben más. Hace un
tiempo la escritora española
Clara Obligado, hacía notar el fenómeno de la lectoría
y autoría femeninas que en España
empieza a ser notable.
Obligado a igual que Fletcher
se dedicó a contar, en este caso, cuántas reseñas
de libros de mujeres aparecen en los suplementos
literarios de los periódicos
de más venta. El resultado, según ella fue deprimente, como
lo fue cuando descubrió que en la encuesta
que hizo El País
en 1997 a críticos y escritores de gran prestigio (todos hombres),
sobre cuáles eran, para ellos, los mejores
escritores del siglo, ninguno
mencionó a una mujer.
¿No será que
la literatura escrita por mujeres debe demostrar permanentemente que es
"seria", que es "profesional"? (La
mediocridad no es patrimonio
solo de las mujeres). La escritora todo el tiempo debe dar explicaciones
o posicionarse, según
Obligado. Los prejuicios
que se yerguen en su contra no funcionan cuando se trata de juzgar la escritura
masculina, territorio tomado y normado por los hombres, quienes ven a las
mujeres que intentan acercarse a sus predios como intrusas.
En la vida como en otras
dimensiones del quehacer humano, la mujer es "la Otra", de acuerdo con
Simone de Beauvoir. Somos las
"extrañas" y en último
término no "humanas" porque solo nos es posible tener una identidad
y una existencia a la medida del
hombre. Siguiendo a Beauvoir,
si las mujeres somos definidas exclusivamente por referencia al hombre,
la presencia de una
literatura que escapa al
canon oficial no es literatura seria, es literatura femenina, o mejor dicho
subliteratura, puesto que lo
femenino constituye un ámbito
devaluado que se define en la secundariedad y en el mundo de la irracionalidad.
Estas y otras reflexiones me rondaron durante los cuatro días que duró el Encuentro Iberoamericano de Escritoras. Y más de una vez me pregunté si no habremos caído en la trampa del patriarcado al descalificar (y en eso las mujeres podemos ser más feroces que los hombres) sin atenuantes a aquellas escritoras que por el hecho de ser más leídas y/o figurar en la lista de best sellers, no merecen ser consideradas escritoras, de acuerdo a los parámetros trazados por la crítica que no por casualidad es mayoritariamente masculina.
Algún día será
posible hablar de relaciones de reciprocidad entre mujeres y hombres. Es
decir relaciones no asimétricas regidas por
el respeto, la libertad
y la autonomía. Entonces los ámbitos de la creación
y la cultura podrán medirse bajo parámetros menos
interesados y no teñidos
de sexismo.
Por el momento, celebremos el atrevimiento de las mujeres de tomar la palabra y exponerse en una proporción no antes vista.