ECUADOR
EL PROTAGONISMO DE LAS INDIGENAS
Gran paralización de protesta contó con la decidida participación de las
mujeres indígenas.

Por Alexandra Ayala Marín

(FEMPRESS) En protesta por las medidas económicas que el gobierno de Jamil Mahuad decretó por segunda vez en 1999, y que incluían la subida del precio de los combustibles, el país vivió, desde el 5 y hasta el 16 de julio, la segunda gran paralización en lo que va de este año. Comenzó con los gremios del transporte, pero en la segunda semana, el movimiento indígena fue protagonista principal: por la tercera «toma de Quito» en esta década, se obtuvo la derogatoria de las medidas y la apertura del diálogo. Y en esa
actitud simbólica, que trató de ser impedida por fuerzas armadas y policiales (a veces cruelmente, como esparcir vidrios rotos en las vías de acceso a la ciudad, armas terribles para pies descalzos), las mujeres tuvieron una presencia decidida, mayoritaria y valiente.

LARGA HISTORIA

Ellas se convirtieron en personajes principales de esa nueva pieza nacional que se estaba actuando. Vinieron a pie, sobre todo desde las provincias del norte de Quito; caminaron cientos de kilómetros, escalaron montañas y colinas, se desviaron de las rutas habituales para burlar vigilancias, pero llegaron. Las imágenes de televisión fueron elocuentes en esos días, y los medios destacaron el hecho. En los barrios populares de la ciudad, amas de casa solidarias repartieron lo que podían, comida o agua, a estas/os representantes de pueblos ancestrales que hoy constituyen el movimiento social más fuerte del país, capaz de negociar medidas económicas. Tres mujeres estuvieron delegadas por los dirigentes indígenas para buscar la cita con el Presidente de la República. Después, la decisión gubernamental fue abandonar las medidas dictadas y tratar de encontrar otros mecanismos
para paliar la crisis económica más grave de la historia del Ecuador.

Aparte de cualquier consideración positiva o negativa sobre el acuerdo, no se puede pasar por alto la participación de las indígenas, destacable hoy pero con muchos años de historia. Una de las más emblemáticas personas de las indígenas es Dolores Cacuango, fundadora y primera presidenta de la Federación Ecuatoriana de Indios -FEI- constituida en 1944; después, Tránsito Amaguaña tomó la posta, y hoy, junto a los cientos de mujeres que también integran -no obstante ciertas tradiciones patriarcales- las diversas organizaciones indígenas, está la primera indígena vicepresidenta del Congreso, que es también la primera representante de su grupo étnico en esa dignidad. Nina Pacari, abogada de profesión y con largos años de pertenencia a las organizaciones de su pueblo, es respetada sobre todo por su inteligencia y capacidad de trabajo, y por lo mismo, pieza clave de las
negociaciones parlamentarias entre su agrupación política, Pachacutik, y los partidos allí representados; sin embargo, también tiene la crítica de un sector del movimiento indígena. Antes, un tanto refractaria al trabajo con las organizaciones de mujeres del mundo blanco-mestizo, jugó sin embargo un importante papel en la inclusión de la perspectiva de género en la Constitución de 1998, como integrante de la Asamblea Constituyente.

RAZONES DE SU LUCHA

Y a pesar de estos logros, como para afirmar la historia de marginación y dar razón de ser a la lucha, las estadísticas son dramáticas. La mayor parte de la población indígena habita en el sector rural del país y constituye el 82 por ciento de los pobres e indigentes de ese sector. Esta pobreza afecta sobre todo a los hogares que tienen más mujeres: si entre los hogares del área rural que tienen mayoría absoluta de miembros de sexo femenino, el 37 por ciento está en condiciones de extrema pobreza, el
porcentaje se eleva a 59 entre los indígenas.

"Las mujeres del campo son las personas que más privaciones sufren en el Ecuador", afirma la publicación «Retrato de mujeres. Indicadores sociales sobre la situación de las indígenas y campesinas del Ecuador rural» (SIISE -Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador- y UNIFEM -Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer-, 1998). Y así lo ratifican, por ejemplo, los datos sobre educación y salud que, como los anteriores, se encuentran en el libro.

Entre las campesinas indígenas, son analfabetas el 49% (18% de las no indígenas y 32% de los hombres indígenas); sólo el 35% de las que tienen más de 12 años de edad, completó la primaria, frente a más de la mitad (55%) de las no indígenas y el 48% de ellos. En promedio, esperan 61 minutos para recibir atención en los muy escasos centros de salud que existen en el campo, tiempo mucho mayor que otros pacientes de ambos sexos (las no indígenas, 34' y los hombres indígenas, 27'). Respecto a embarazos, se hacen dos controles como promedio, y las no indígenas, cuatro; solo 27% reciben atención profesional durante el parto, frente al 47% de las no indígenas. Constituyen, sin embargo, el 82% de la población económicamente activa (54% las no indígenas). La pobreza obliga aunque las retribuciones sean muy escasas. Pero como su historia es de lucha, no le temen a largas
caminatas reales y simbólicas para hacer propuestas y reclamar derechos.