MEDIO MILLON DE MUJERES DESPLAZADAS

            Las Mujeres desprotegidas deambulan por Colombia

           Texto publicado en la Revista Vientos del Sur
           6.5.2000

            "….Yo me vine para este barrio porque el 19 de noviembre de 1994 unos hombres vestidos con uniformes como
            los que usa el Ejército se nos presentaron a la finquita, le hicieron unas preguntas a mi esposo, lo aporrearon,
            se lo llevaron amarrado. Mi hija, desesperada, gritaba y lloraba como una loca que no le fueran a matar a su
            papá. Menos mal que no estábamos sino la niña menor, ella y yo. El otro día lo encontré muerto, en un lugar
            que quedaba por ahí, a tres horas de camino". Como esta mujer, hasta 1995 existían al menos 341.204 mujeres
            desplazadas por el conflicto armado en el campo colombiano, que representaban el 58.2% del total de
            desplazados en el país.

            La ley 387/97 establece que " es desplazado toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio
            nacional abandonando su localidad de residencia o actividades económicas habituales, porque su vida, su
            integridad física o libertad ha sido vulnerada o se encuentran amenazadas con ocasión de cualquiera de las
            siguientes situaciones causadas por el hombre: conflicto armado interno, disturbios y tensiones interiores,
            violencia generalizada, violaciones masivas a los derechos humanos, infracciones al Derecho Internacional
            Humanitario u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren
            drásticamente el orden público ". El drama de la mujer desplazada apenas acaba de empezar en el momento en
            que la despojan de su tierra, de sus familiares más queridos, y de su manera de vivir. Ahora tiene que volver a
            empezar.

            Qué les espera? Cuáles son las consecuencias sociales de su desplazamiento forzado?
            Estas son preguntas que tenemos que comenzar a plantearnos. Pues mientras que los barrios marginales de las
            ciudades se siguen llenando de desplazados, las mujeres callan y alzan la cabeza para poder levantar a las
            familias. Ellas son las víctimas silenciosas de la violencia. "Ellos me dijeron a mí que no me quedara en casa, que
            me fuera de ahí donde yo vivía. Me dijeron: 'Señora, usted de aquí se va', entonces yo creía que me iban a
            prender la casa entonces yo les dije: 'allá en aquella pieza tengo unas niñas'. Ellos me dijeron: 'no, aquí no se
            queda, usted aquí no vive más', entonces yo tuve que recoger mis trapitos e irme para otra casa vecina".

            La mujer desplazada: las cifras

            En su reporte de 1994, el Secretario General Representante de las personas desplazadas internamente para las
            Naciones Unidas, dijo: "las mujeres, en su papel de madres, han sido afectadas particularmente por la violencia
            y la situación económicamente adversa de los lugares a los que llegan. La situación de un gran número de
            viudas debería ser de preocupación para este cuerpo".

            En 1995, un informe de la sección de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Colombiana calculaba que
            existían, en promedio, 586.261 desplazados, que equivalían al 2% de la población total colombiana censada en
            1993. Las mujeres representaban el 58.2% de esa cifra: una cuarta parte ahora eran las cabezas de sus
            familias. La mitad de ellas ahora vivían en inquilinatos y tugurios, y el 39% habían dejado atrás a los cadáveres
            de sus esposos o de sus hijos.

            "Yo lo que quiero es que me digan si el compañero mío está vivo o está muerto. Que me lleven a donde está él.
            Cinco hijos y yo soy una mujer sola. Estaría muy agradecida de que me dijeran está vivo, está muerto..." El
            recrudecimiento de la guerra en los últimos dos años y la presencia cada vez mayor de grupos paramilitares han
            disparado las cifras de desplazados en el país.

            La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento CODHES dice: "desde 1985 a la fecha, se estima
            que en Colombia se han desplazado alrededor de un millón quinientas mil personas en desarrollo de una dinámica
            que sugiere la degradación del conflicto armado interno y una crítica situación humanitaria". Y tan sólo en el
            año de 1999, la Defensoría del Pueblo estima que se sumaron 276.479 personas desplazadas, que equivalen
            aproximadamente a seis hogares desplazados cada hora. "Vivir arrimada es terrible, aquí todo es diferente" : lo
            que les espera. "Yo no lloraba porque no quería que mis hijos me vieran llorar. Yo todo lo tomé a lo bravo, como
            a soportar. Y otra cosa, yo siendo una mujer campesina, que no había tenido un estudio, no podía conseguir un
            trabajo porque mis hijos estaban tan pequeños y estaba en embarazo.

            La cultura que nosotros teníamos fue maltratada, nuestras costumbres. Allá en el campo, los niños ayudaban en
            el trabajo en muchas cosas, ellos tempranito estaban afuera. Acá no, los niños se sienten ociosos porque no
            hay nada que hacer. A veces ellos me dicen: 'mami, quisiéramos que consigas algo donde todos pudiéramos
            trabajar, queremos superarnos de todo esto'". Al trauma de haber perdido a sus familiares y haber sido víctimas
            de la violencia, a las mujeres se le suma el desarraigo que causa el cambio de papeles en el momento en que
            debe asumir la carga económica del hogar. Esto choca profundamente con sus costumbres y su visión de
            mundo: "la mayoría de las mujeres campesinas desplazadas habían sido criadas en un esquema cultural rural de
            rígida separación de esferas masculina y femenina, donde la última se centraba casi exclusivamente en la
            gestión doméstica, la maternidad, y aquellas actividades agrícolas cercanas al recinto doméstico, y una
            indudable sujeción al mandato del hombre [...]

            Los límites del mundo del contacto con la sociedad, eran dados por los jefes de hogar, primero el padre y luego
            el esposo" . En una investigación realizada con los desplazados que viven en Bogotá en 1998, la Conferencia
            Episcopal determinó que para las mujeres jefes de hogar, la principal actividad antes del desplazamiento era el
            trabajo en el hogar (54%) mientras que el 20% estaba vinculada a la producción agropecuaria. La situación no
            es mejor para aquellas que todavía tienen a su esposo vivo: mientras que las mujeres, que en su mayoría se
            dedicaban a las labores del hogar, encuentran más fácil conseguir empleo como empleadas de servicio
            doméstico, "los hombres trabajaban antes en la agricultura y la ganadería, que son oficios de poca utilidad en el
            entorno urbano [...] Enfrentarse al desempleo en la ciudad y aceptar a las mujeres como proveedores
            económicos principales no era cosa fácil para los hombres" . Así, "muchas mujeres desplazadas terminan siendo
            las responsables de la supervivencia económica y emocional de la familia, mientras que los hombres se
            distancian o se refugian en el alcohol"

            Los aspectos psicológicos

            Según el investigador Alejo Vargas , los desplazados afrontan una trastocación del universo cultural y pérdida
            de identidad del territorio. Esto lleva a que el desplazado se aísle, sienta vergüenza de lo que le sucedió, sufra
            de un temor permanente, tenga dificultad de reconstruir un proyecto de vida y llegue a la depresión crónica.
            Las mujeres desplazadas deben afrontar, según la psiquiatra Bertha Lucía Castaño, la ausencia del cónyuge o
            de los hijos, el hecho de tener que inventar historias a los hijos pequeños para justificar su ausencia, y el
            desmembramiento de la familia cuando los hijos deben salir en busca de mejores oportunidades. Además, deben
            elegir entre alternativas laborales denigrantes como la prostitución y, como ya se había hablado antes, de la
            redistribución de los roles que lleva, en algunos casos, a tensiones que llevan al desmembramiento familiar.

            La respuesta de las ciudades

            La Conferencia Episcopal en 1995 recomendaba al gobierno que incluyera a los desplazados en la Red de
            Solidaridad Social y que priorizara la situación de la mujer. Pero los gobiernos distritales todavía no atienden a
            los desplazados como se debe: un informe del Codhes de este año dice que "A pesar de que Bogotá es la ciudad
            con el mayor número de desplazados en el país, no existen políticas claras, ni de la administración distrital ni del
            gobierno nacional, para la prevención, protección, atención humanitaria y recuperación socio económica y
            psicosocial de las personas desplazadas y, por el contrario, se asume la decisión de no reconocer esta
            población cuya situación de vulnerabilidad tiene relación con la violación de sus derechos fundamentales. La ley
            387, que se creó para prevenir y atender el desplazamiento, lleva ya casi tres años sin reglamentarse.

            En el caso de la administración local, este desconocimiento se hace visible en el Plan de Desarrollo adoptado
            para el período 1998-2001 y en un discurso oficial reiterativo que se limita a homologar a los desplazados con
            los pobres a quienes ofrece propuestas genéricas de "desmarginalización" y ampliación de la cobertura de
            servicios básicos con el supuesto de que así atiende también a los desplazados" . Los desplazados que llegan a
            las ciudades necesitan de la protección del Estado y de las administraciones distritales, que deben dejar de
            verlos como un problema para la tranquilidad de sus ciudades. Y las mujeres, en su condición de jefes de y lazos
            de las familias, deben ser una prioridad en las políticas de protección y asistencia para el desplazado. Es hora
            de tomar a estas casi 500.000 víctimas silenciosas en serio.