COLOMBIA: MUJERES POR LA PAZ

LUCHAN POR ACABAR CON 35 AÑOS DE GUERRA. SON PROTAGONISTAS DEL DIFÍCIL PROCESO NEGOCIADOR QUE SE INICIÓ HACE U AÑO EN COLOMBIA, CON LA MUERTE SIEMPRE CERCA Y SIN MIEDO, JUZGAN EL PRESENTE Y EL FUTURO DE SU PAÍS


 

MARIA EMMA MEJÍA. UNA POLITICA DE RAZA
ANA TERESA BERNALUNA LIDER SOCIAL
PIEDAD CORDOBASENADORA SECUESTRADA
GLORIA CUARTASUNA ALCALDESA EN MEDIO DE LA MUERTE


TEXTO: Sol Alameda
El País 14/08/99

"Se acaba Colombia, señora", dijo el taxista. Luego, en el trayecto desde el ae-ropuerto aun hotel del norte de Bogotá, fue explicando sus razones. Dijo que la negociación es una farsa; que ·las FARC sólo están perdiendo el tiempo mientras ganan más territorio; que na-die cree ya que el grupo guerrillero más gran-de de Colombia, y el más antiguo -dura 40 años-, defienda los intereses del pueblo, sino sus propios intereses, ganados en la relación con el narcotráfico; que los paramilitares y el ejército son una misma cosa; que los pol/ti-cos, desde que él lo recordaba -y tenía más de 60 años-, han actuado siguiendo sus propios intereses personales: "Una parranda de pícaros, eso es lo que son. Y los que no lo eran, fueron asesinados'.
Unos dias más tarde, lo que pareció la vi-sión pesimista de un hombre harto de esperar soluciones se mostró como una realidad pal-pable. A comienzos de julio, las Fuerzas Ar-madas Revolucionarias de Colombia (FARC) intentaron tomar la capital del país: los muer-tos entre guerrilleros y soldados se contaron por centenares. La negociación para la paz se paralizó, y el presidente Andrés Pastrana, el Estado, apareció como un dirigente burlado. Parecía que todos los esfuerzos habían sido inútiles y que la guerra volvía en toda su cru-deza. Por detrás sonaba la amenaza de Ma-nuel Marulanda, alias Tirofijo, dirigente de las FARC: "Si la negociación fracasa, estamos preparados para la guerra total".
Ante la ofensiva de la guerrilla, los empre-saríos reaccionaron exigiendo mano dura; los militares, más asmas y efectivos para la lucha; la Iglesia llamó a la calma, y el 65% de los ciu-dadanos pidió la intervención de Estados Unidos en el sangriento conflicto.
Nadie sabe qué ocurrirá mañana. Algunos confian en que se produzca ese cambio súbi-to que a veces acontece tras el estallido de una crisis total. Y que eso lleve a la sensatez, para que la negociación por la paz comience de una vez por todas y no se vuelva a los conti-nuos aplazamientos que se han sucedido a lo largo del mes de julio.
Unos pocos días antes de que la situación colombiana diera esta nueva vuelta de tuerca, EL PAIS entrevistó a cuatro mujeres que lle-van años trabajando por la paz. Tres de ellas han sido amenazadas de muerte, una ha sido secuestrada recientemente, dos intervienen en el proceso de paz de manera activa; todas co-nocen a la guerrilla de cerca y tratan de bus-car caminos que acaben con un torbellino de muertes y de horror que ya dura 30 años.

MARIA EMMA MEJÍA

Es un símbolodel proceso de paz. Tiene 46 años y fue periodista antes de ocupar varios ministerios. Conoce bien a la guerrilla.

UNA POLITICA DE RAZA

 La foto abrazada a Joaquin Gómez, uno de los lugartenientes de Tirofijo, dio la vuelta al mundo a principios de año, al iniciarse las negociaciones entre el Gobierno de Pastrana y los guerrilleros de las FARC. Esta mujer, que si fuera flor sería una orquídea blanca, es la figura más relevante del Partido Liberal dentro y fuera de su país. Y una buena conocedora del fenómeno guerrillero. Por eso no es extraña su presencia en los momentos en que se fijaron los 12 puntos de la agenda en los que se basó el acuerdo de paz.
Ha sido dos veces ministra, de Educación y de Exteriores, y embajadora en Madrid. Apunta una teoría que explica porqué la crisis endémica de Colombia ha tocado fondo, haciendo inevitable un acuerdo de largo alcance, un cambio que incluye el modo de hacer política: "Hasta ahora había dos Colombias. Una era la Colombia de la buena situación económica, del crecimiento y la inversión extranjera, de la estabilidad y la ortodoxia en el marco macroeconómico. Y ese país convivía con la otra Colombia violenta, con una situación muy dura de guerrilla, con una descomposición tremenda, con el paramilitarismo. Y ha sucedido que, a causa de la crisis económica, los dos países se han juntado. Creo que es el momento de los consensos nacionales, de convocar a la nación".
A la pregunta de si los males de Colombia -el narcotráfico, la guerrilla, las desigualdades sociales- sólo aparecen como insostenibles por el estallido de la crisis económica, que golpea sobre todo a la mitad poderosa del país, reconoce: "Nos habíamos acostumbrado a vivir así, en dos planos paralelos».
Ahora también está claro para todos que el Estado no puede ganar a la guerrilla por las armas, y cita el caso de Vietnam. "Por eso hay que seguir hablando; dice. Éste es un proceso que requiere de ciertos acuerdos, más comunicación: con los militares, con los partidos, con las ONG. Pero la credibilidad del proceso, y del propio presidente para conducirlo, se ha deteriorado en menos de un año. En su opinión, la preocupación mayor no son las FARC, porque algún día se llegará a un acuerdo. El problema de Colombia es mucho más que eso: es el de los paramilitares, de las tierras, del desplazamiento de personas, ese millón y medio de colombianos que deambulan por el país sin saber adónde van, y que son los violentos del siglo XXI.
Tiene 46 años, pertenece a una familia poderosa de Medellin. Fue periodista y cineasta antes de que Luis Carlos Galán la encandilara con su proyecto. Él era un político honrado que abandonó el Partido Liberal acusándolo de corrupción, y que cuando regresó a él, como seguro ganador de las elecciones presidenciales, fue asesinado.
El actual potencial político de María Emma comienza un poco más tarde, en los primeros años noventa, cuando Gavíria la nombró consejera de Interior para Medellin y era una de las pocas personas que podía entrar en ciertos barrios sin correr peligro. Gracias a eso, una chica rica como ella pudo conocer una parte de su ciudad por la que nunca había transitado. "Era como traspasar el muro de Befiin. Allí no entraba la policía. Escobar había penetrado y formado su ejército con aquellos jóvenes sin destino".

La primera vez que se encontró con ellos llevaban la cara tapada con un pañuelo. ¿Es que acaso todos tienen gripe? Ellos, desconcertados, le mostraron el rostro. Tres años después, Mejia logró sacar a Escobar de allí, aunque ella se dejara por el camino muchos amigos muertos. Y desmilitarizó a más de mil guerrilleros del M19. Entonces cuajó como una política de raza. Hoy sigue viviendo de aquella renta, aunque mermada por su apoyo a Samper, el presidente que se enfrentó a una investigación por haber financiado su campaña electoral con dinero del narcotráfico, lo que aceleró la terrible situaciõn que hoy se vive en Colombia.
-A veces parece, visto desde aquí, que las FARC están jugando al ratón y al gato con el Estado.
-Quieren negociar. Manuel Marulanda no quiere ser guerrillero el resto de su vida. Él se ve similar a Mandela, a Arafat. Es un campesino sencillo, des-confiado, fuerte, capaz de aguantar 40 afios de insurgencia; pero en este momento de su vida lo que desea es prota-gonizar un proceso histórico. Que la historia hable bien de él. Es sincero porque no tiene nada que perder. Y desde luego el narcotráfico le ha dañado. Pero ha defendido al país frente a una sociedad enormemente injusta, con una iniquidad mayor de la que existe en ningún otro país de Latinoamérica, con una concentración de riqueza mayor que en ninguno, con un sistema político muy cerrado. Ésta es la segunda democracia de América, pero cuándo nos hemos abierto al país? En cambio, cuando la guerrilla se abrió e hizo el par-tido Unión Patriótica, aniquilaron a más de tres mil candidatos. Fue un genocidio que todavía no ha sido reconocido por las Naciones Unidas.
Vive en la zoana más exclusiva de Bogotá, en una casa rodeada de guardaespaldas, desde cuyos ventanales se ve la ciudad medio sumergida en una niebla fantasmagórica. Es amable y fría, pero cuando habla de las FARC parece vibrar levemente, como si recordara un sueño perdido. "Los 12 puntos que acordamos con ellos conforman un proyecto de nación distinta", dice. "Si, yo tengo fe en la negociación, aunque pasaremos por muchas fases y no sé cuánto tardaremos en lograrlo". Y destaca el acuerdo sobre la unidad de la nación como uno de los más importantes. Algo lógico si se tiene en cuenta el control territorial que ejerce la guerrilla en amplias zonas del país.
-¿Habrá que seguir negociando en medio de la guerra?
-Si. La guerrilla nunca ofrecerá una tregua; cuando lo ha hecho, les han matado. Esta nación, históricamente, ha engañado a esa gente. Tenemos que entender que esto no será, como con el M19, una inserción de la guerrilla a nuestro sistema. Esto será más dificil y más costoso; hay que hacer un nuevo sistema donde que-pamos los dos.
Pero hay que saber hacerlo, y en ese punto María Emma es crítica con el presidente Pastrana, que quiere -según ella- hacer la negociación con sus amigos: su secretario personal, su secretario en el gabinete, su alto comisionado... Prescindiendo del Partido Liberal, de los grupos sociales, de los militares. Ella misma ha sido apartada en la segunda fase del proceso, aunque al principio era la gran personalidad que se citaba después del alto comisionado para la paz. Algunos dicen que su protagonismo en la primera parte del diálogo -las famosas fotos abrazada al guerrillero- ha sido la causa.
Si el Partido Liberal, como dice Piedad Córdoba, es un extraño entramado donde se mezclan gentes con buenas intenciones junto a miembros de la ultraderecha, paramilitares y amigos del narcotráfico, María Emma es una liberal que toma distancia, se muestra crítica y acepta lo que es una opinión extendida: que uno de los mayores males de Colombia ha sido tradicionalmente su clase política.
-Han sido 180 años de liberales y conservadores, unas ideologías muy cerraadas que tenían el control de la nación; se tumaban en el poder, y si había problemas, se arreglaban entre ellos. Por primera vez tratamos de construir una oposición. Es difícil, porque las bancadas [escaños] no son disciplinadas, como en Europa. Ahora, en el Congreso, a pesar de la mayoría liberal, los proyectos políticos del Gobiemo los vota quien quiere. Ya sabe que hubo el Proceso 8.000 [donde se demostró la relación de diputados y senadores con la corrupción y el narcotráfico], que ha tenido un coste tremendo. Pero eso nos ha permitido una autocrítica. En Colombia, uno siempre dice que no puede llegar nada peor, pero llega siempre, ha llegado lo peor... Los jóvenes pensamos que hay que hacer política de otro modo. La modemidad y la transparencia tienen que llegar. Si no seremos nosotros los abandonados. Cuando veo a tantos jóvenes en la insurgencia o al servicio del narco me digo: ¿en qué les fallamos?
-¿No lo sabe? El 70 % de los implicados en el Proceso 8.000 por relaciones con el narto y la corrupción pertenecía al Partido Liberal.
-Es que hemos estado en el Gobierno los últimos 12 años.
-Durante los cuales ha crecido la corrupción, el narcotráfico; se ha ido pudriendo la sociedad. Y todo ante la indiferencia o la complicidad del Estado.
-El narco ha sido nuestro peor enemigo. Es el culpable del fortalecimiento de la insurgencia, del paramilitarismo y la autodefensa de los terratementes; del deterioro ético y moral de una nación entera. La Mafia, como hemos visto en Italia y Estados Unidos, es imposible de vencer. Colombia lo logró con Pablo Escobar y otros carteles grandes, pero ahora tenemos una Mafia que se va mi-metizando, que aprendió que cuanto más calladita esté, mejor le va. Acabar con ellos es muy difícil. No hemos logrado que el dinero de la droga deje de producir daño; que las buenas tierras de Colombia sean ahora de los grandes terratenientes, que están asociados con la guerrilla o con los paramilitares. Pero no creo que el Estado haya sido cómplice. -El narco, ¿compró políticos?
-Si. Y a gente de la economía, del deporte. Pero cuando te preguntas adónde está el dinero del narco, pues está en la gran banca internacional. ¿No es eso igualmente ilegal? En fin, el narco es lo peor que le ha podido pasar a Colombia porque socavó la ética de la nación.
-Escuchándola parece que usted no ha tenido nada que ver con la clase política.
-¿Si? Puede. Pero los políticos somos responsable de todo lo que ha sucedido en este país. Lo malo es que la negociación es como una burbuja, que se infla y de pronto se hunde. El pro-ceso es errático. En las encuestas es dramático leer que la gente habla de salida militar, o de que vengan los gringos; cualquiera que les pueda arreglar esto. Y puesto que hasta ahora nosotros no pudimos arreglarlo, quizá la intervención internacional nos ayude. Irlanda la tuvo, y Bosnia, y Centroamérica. ¿Por qué no Colombia?

ANA TERESA BERNAL

Quiere movilizar a la sociedad civil contra la guerra. Tiene 40 años y es una de las negociadoras en nombre del Consejo de Paz.

UNA LIDER SOCIAL

 Como todas las personas con las que El País se entrevistó en Bogotá, llega custodiada por guarda-espaldas. Es una líder social conocida en toda Colombia desde que, el 26 de octubre de 1997, propició una votación a favor de la paz. Diez millones de colombianos la apoyaron. Era una apuesta casi personal de Ana Teresa, que deseaba demostrar que sus compatriotas no se han habituado a vivir en medio de la violencia.

"En 1996, todos sentiamos que el país estaba peor que nunca. La guerra se intensificaba, no había nada de diálogo, y surgió la idea de crear un espacio de paz. Le dimos un nombre: Mandato Ciudadano por la Paz. Entonces, en la oficina de Ana Teresa trabajaban sólo seis personas, pero por todo el país habían conseguido crear una red. "Y sí, dice con ese modo de hablar tan expresivo de la gente de Colombia, "la votación fue una belleza, y marcó un antes y un después". Hasta el presidente Pastrana ha recurrido a esa votación en apoyo de su actitud negociadora: "Mi propuesta está avalada por 10 millones de votos", dice.
La guerrilla también reaccionó a la votación. El ELN se ofreció a dialogar. Este grupo, 3.000 o 4.000 hombres armados, es una guerrilla ciudadana. Se ha nutrido de sacerdotes comprometidos con la teología de la liberación y de jóvenes con cierta educación. Sus primeros plan-teamientos fueron socialistas, tipo revo-lución cubana. Las FARC, en cambio, están integradas por campesinos, y tie-nen 14.000 hombres armados. Mucho más arrogantes, ofrecieron un diálogo con el Gobierno. "Una de las diferencias entre las dos guerrillas es que las FARC no hablan nunca de sociedad civil; ellos creen que representan al pueblo colom-biano, aunque éste no lo quiera. Tam-bién el Gobiemo se cree el representante de la sociedad. Y esa creencia, que no es cierta, es lo que les une. Por eso ambos pueden hablar de tú a tú y en nombre de todo el pueblo de Colombia».
Ana Teresa, de 40 afios, casada, madre de un hijo, tiene hoy tanto peso en la so-ciedad en la que vive que será una de las personas que participarán en la negocia-ción por la paz entre el Gobierno y las FARC. Ha sido elegida para hablar en nombre del Consejo Nacional de Paz, un órgano asesor del Gobierno. Su ventaja es que todo el mundo conoce su imparciali-dad, algo que le costó mucho demostrar. Al principio, en un país donde existe una lógica de guerra, ella y sus colaboradores eran mirados con prevención. "El tema de la paz; dice, "en Colombia es recien-te. Y nadie podía creer que uno trabajara porla paz con sinceridad. Pensaban que detrás había un interés político o una or-ganización armada~. Le tocó defenderse
de ser señalada como militante del M19, aunque nunca perteneció a ese grupo. "Me aUanaron la casa, me amenazaron, me persiguió el ejército. Incluso tuve que salir del país y pasar más de dos meses en Holanda. Ahora todos saben que soy im-parcial, que mi único objetivo es la paz, y eso me da libertad para decir lo que pien-so a todo el mundo".
-Ese peso en la sociedad, su prestigio, ècree que la protegen?
-Aquí matan a los famosos y a los anónimos. Pero sigo viva.
Es una mujer bajita, redondeada, de extracción humilde y serenidad pasmosa. Pasó su calvario particular hasta saber lo que quería. A los 13 años se enroló en un partido maoista, cuyo brazo armado se llamó EPL. Piensa que entonces, en Co-lombia, para alguien inquieto era fácil caer en ese tipo de simpatias. En 1979 entró en el Movimiento Firmes, dirigido por García Márquez. Pero entendió que las cosas no son blancas o negras en 1985. El M19, una guerrilla que hablaba de diálogo todo el tiempo, tomó el Pala-cio de Justicia, y más de cien personas murieron quemadas en su interior; suce-dió bajo la mirada indiferente de Belisa-rio Betancourt, un presidente que tam-bién hablaba de diálogo. Así compren-dió que en su país, cuanto más se necesi-taba la paz, más se recrudecia la guerra, y que ella sólo iba a hablar de paz.
Falta mucho para que termine la gue-rra, pero a veces sueña que lo verá. Hasta ahora, los intentos de acabar con la vio-lencia de la guerrilla por la fuerza siem-pre han fracasado, y Ana Teresa espera que esto no lo olvide nadie. Y tampoco que el único modo de lograr la paz no sólo depende de los factores de la guerra (las FARC, el ELN, el Gobierno), sino de la sociedad civil. "La sociedad debe le-vantarse y demostrar a los actores de la guerra que no nos representan~.
-¿Sabe usted qué pretende conseguir la guerrilla del Estado?
-Creo que no aspiran a un régimen socialista. Si quieren reformas agrarias, que nunca ha habido en Colombia. Y muchos beneficios; no se van a desmo-vilizar por nada. No están perdiendo la guerra. Esperan negociar muy alto, y
eso quiere decir que es posible que quieran control territorial, que quieran poder, participación en el Gobierno. Seguramente no entregarán las armas, sino que lo arreglarán para formar parte de las fuerzas policiales. Habrá que dar-les mucho. Pero vale la pena que Co-lombia, nuestro país, pueda respirar. Lo que cedamos siempre será menos de lo que nos está costando la guerra.

PIEDAD CORDOBA

Su voz es la oposición. Contra la corrupción, contra el viejo estilo de gobernar, contra los partidos clásicos.
Muchos la temen.

SENADORA SECUESTRADA

 Mientras toma un café se le saltan las lágrimas: «Tengo que enviar a mis hijos fuera de Colombia. He tenido conocimiento de que están tratando de cogerme a uno de ellos. El mayor estudia medicina, y en 1995 ya le tuve que sacar porque el narcotráfico me puso tres bombas. Pero ahora está a punto de acabar la carrera, no quiero que pierda el curso". A la senadora Piedad Córdoba, los problemas familiares se le mezclan con asuntos tan serios como la vida y la muerte. Es lo que pasa en Colombia a muchas personas. Y también que las tragedias se solapen unas a otras rápidamente. Ella misma, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, acaba de salir de un secuestro, que ha durado 15 días, en manos de los paramilitares. Pero ya sólo le preocupan sus hijos.
Tiene 43 años, nació en Medellín, "en una familia pobre y negra", dice. Hace menos de un mes pensó que su secuestrador, Carlos Castaños, el jefe de los paras, iba a matarla. ¿Pero por qué fue ella la secuestrada? Porque es una política que no se ha cansado de denunciar la relación entre las fuerzas armadas de su país y los paramilitares. «Debemos decir; repite una vez más, "que hay una serie de militares y policias que son unos hampones y coautores de delitos". Esta postura la convertia en la persona adecuada para que Castaños hiciera llegar su mensaje al Gobierno; que los paras quieren participar en la negociación de paz entre el Gobierno y las FARC, el grupo guerrillero más importante de Colombia, que ha exigido a Pastrana la desmovilización de los paramilitares.
Piedad ha perdonado a sus secuestradores. Porque, aunque esa vaina le va a acompañar toda la vida, su país necesita la reconciliación. Lo que más le duele es la certeza de que en su secuestro participó gente importante: militares, policías, personas de sectores poderosos que quieren forzar una salida a los paras. "Esa gente que está en mi propio partido".
El secuestro le ha dado un nuevo valor para llamar a las cosas por su nombre. "Soy una mujer de pensamiento socialista, y aunque esté dentro del Partido Liberal, te digo que ése es un partido corrupto, absolutamente premodemo". Sus discusiones dentro de su grupo político son de tal categoría que está llegando el momento en que se plantea abandonarlo. "Es como estar en una casa de prostitutas siendo señorita. Una diciendo: no, mire, que yo soy señorita; pero ¿quién va a creerte? Hace unos días se votó en el Senado una ley para privatizar la educación. Después de una discusión que fue para desmayarse, fui la única del Partido Liberal que votó en contra".
Piedad Córdoba se atreve a decir lo que muchos piensan: que en el proceso de paz, en vez de con los paras y los grupos de autodefensa, con quien hay que hablar es con los empresarios que los patrocinan abiertamente. "Aquí, si vas a un cóctel, te dicen que Castaños es un tipo valioso, y justifican sus ac-tuaciones por la ineficacia del Estado. A los colombianos nos ha tocado unos empresarios de lo peorcito que hay. "Quieren hacerse ricos, y nada de educación ni seguridad social. Si se intere-san por el proceso de paz es para que no los secuestren".
Esta mujer controvertida, que lleva un maquillaje suave sobre la piel mulata, el pelo estirado, ha exigido públicamente la liberación sin condiciones de los secuestrados por el ELN. El segun-do grupo guerrillero de Colombia tiene en su poder, por ejemplo, a varios pasajeros de un avión de Avianca y a los feligreses que asistian a una misa. Piedad, que conoce bien el ELN, mantiene que los elenos, como se les conoce coloquialmente, al ser apartados de la negociación se han visto abocados a llamar la atención sobre ellos, realizan-do unas acciones demoledoras para la paz. El presidente Andrés Pastrana se molestó por la intervención de la senadora, y exigió que los políticos se abstuvieran de intervenir en el proceso de paz. Ella, ante nosotros, contraataca di-ciendo que Pastrana lo que quiere es que le dejen gobernar sus cuatro años; que la guerrilla mate y secuestre un poquito menos, pero que siga ahí. "Porque aquí los gobernantes necesitamos tener algo que nos haga diferentes a la regla" imaginas el día que a los pa-ras les dé la gana, y a los narcos, y hagan que todo explote?".
Y termina: "Además, soy la porta-voz de la oposición, pese a quien pese, y puedo decir al presidente lo que considere oportuno".
Lo curioso es que la senadora hace oposición por primera vez en su vida. En su país, hasta ahora, los dos partidos, el Liberal y el Conservador, se repartian el poder durante décadas, al margen de quién gobernara. Era su forma de hacer politica. Esto, tan extraño visto desde un pais europeo, es tan cierto como que la senadora Piedad Córdoba tuvo que pedir a algunas amigas españolas que le explicaran en qué consiste eso de hacer oposición.

GLORIA CUARTAS

Su antiguo municipio fue un experimento en busca de la paz. Intentó el acuerdo de todas las partes. No lo logró. Sigue luchando.

UNA ALCALDESA EN MEDIO DE LA MUERTE

En 1995 hubo un momento en el cual lo que teme Piedad Córdoba, que toda la violencia explote, ocurrió en Apartadó. Gloria Cuartas era alcaldesa en esa zona del Urabá, y el torbellino de muerte fue indescriptible. Hasta los colombianos, tan habituados a la violencia, consideran esos años como los peores vividos hasta ahora. Urabá fue el infierno.
Tras una masacre en la que murieron 36 personas, conocida como masacre de Chinita, Gloria, entonces de 34 años, llegó al municipio gracias al consenso alcanzado entre la Iglesia, los dos partidos (el Liberal y el Conservador) y las FARC (instaladas allí desde los años sesenta). Se trataba de evitar que la espiral se disparara.
Fue inútil. Los muertos se multiplicaron. En el primer año hubo 48 asesinatos cada 48 horas. Hoy, la antigua municipe, que vive en Quito y trabaja para la Unesco, en la sección para la mujer en Latinoamérica, dice: "En el Urabá se estableció un plan de muerte que fue llevado a cabo con todo rigor, ante el consentimiento de las autoridades. Comenzó siendo presidente Gavi-ria y continuó con Samper. El 12 de agosto de 1996 advertí a las autoridades de la llegada de los paramilitares, llamados por los industriales bananeros. Contaban con la connivencia del ejército, que a unos pocos kilómetros observaba indiferente las matanzas'.
El Urabá está en la frontera de Panamá. Es uno de los pasos de la droga hacia Estados Unidos. Esa circunstancia, y el auge de la Unión Patriótica (UP), un partido propiciado por las FARC y que consiguió muchas alcaldías, unido a las acciones de las FARC contra los industriales bananeros, lo convirtieron en un polvorín. CE1 plan de muerte se realizó a conciencia. En todo el departamento, de 100.000 habitantes, en el plazo de dos años fueron asesinados 1.200 miembros de la UF'. Los cadáveres aparecian tirados en las plazas de los pueblos sin que nadie se atreviera a recogerlos» o amontonados en fosas por los asesinos. La alcaldesa ayudó muchas veces a los vecinos a bus-car a sus muertos por el campo.
Gloria Cuartas se convirtió en un mito. Nunca se calló, ni dentro ni fuera de Colombia. La Unesco la nombró alcaldesa de la democracia. Ahora, desde Qpito, regresa a Colombia a menudo, y trabaja por la paz junto a una comunidad de monjas españolas, las javerianas. Habla lentamente, como si hubiera asimilado todo hace mucho tiempo. Sus palabras están teñidas de cierta paz espiritual. Es laica, pero toda su vida ha estado cerca de la teolog[a de la liberación.
Comenzó su mandato convocando a todo el mundo a unas mesas de con-certaci6n en las que se trataba de mitigar los problemas reales de la gente. Su relación con la guerrilla era buena. "Conozco a las FARC. Su actuación en la zona de Urabá no era legal, pero durante años se convirtió en legitima para los ciudadanos. Pienso que la democracia empieza por lo local, y döe que había que hablar con los guerrilleros, hacer planes con ellos, porque históricamente estaban en la región y eran un factor social. Todo fue bien hasta que los paras llegaron. Ella, tratando de salvar el con-senso» habló dos veces con Carlos Cas-taño, el jefe de losparas. La amenazó de muerte. Poco después salió milagrosa-mente ilesa de un atentado.

Durante años, Gloria Cuartas tuvo claro quiénes eran los malos de la situación. Hoy reconoce que después de 1980 la guerrilla co-menzó a degradarse. "Lo que no le perdono a la guerrilla es que nos robara la revolución». A mitad de los ochenta, las FARC empezaron a dedicarse más a lo militar, abandonaron las cuestiones sociales que hasta enton-ces las jusfificaban. "Y con la llegada de los paras comenzaron las luchas territoriales entre ambos grupos, y eso fue lo que creó la espiral de muerte".
Gloria Cuartas piensa que hoy en Colombia todo sigue igual que en Apar-tadó. "Entonces creí que lo que empezamos allí, el consenso, podía ser un espejo para todo el país» una manera de trabajar todos para la paz. Ahora veo que si, que ha sido un ensayo, pero en el peor sentido: lo que allí sucedió es lo que sucede en todas partes. Nada ha mejorado".
No entiende la agenda de paz del presidente Andrés Pastrana. No se puede jugar a la guerra y a la paz al mismo tiempo. Piensa que no van a tener paz, sino una paz light para todos, porque los temas de fondo no se van a tocar. Tampoco cree que la guerrilla asuma con seriedad el proceso. "Todo es men-tira por ambas partes. Se necesitafia la solidaridad de todos, pero el tejido social está destruido, el país está des-membrado. Y los guerrilleros han perdido su oportunidad. Si no hacemos un esfuerzo, estoy convencida de que la salida es un Fujimori. Sin embargo, la paz es tan necesaria que tengo que creer en ella. No puedo evitarlo, por-que si no me tengo que morir". ·