La relación de las mujeres y el desarrollo en América Latina:
apuntes históricos de dos décadas. 1975-1995




      por Lola G. Luna
 
 
     Las mujeres son y han sido partícipes en la historia del trabajo y la producción de América y desde la primera mitad del siglo XX, en los inicios del capitalismo, se organizaron para mejorar sus condiciones laborales. Estos hechos discuten la posición teórica que ha mantenido que la mujer estaba al margen del desarrollo. Al mismo tiempo, las mujeres estaban excluídas como sujetos de derechos políticos y sociales, siendo también pequeños grupos de mujeres de sectores medios, que habían tenido acceso a la educación, las que con su lucha y reivindicación de la ciudadanía pusieron de relieve las contradicciones del liberalismo y su universalidad como doctrina de la libertad y la igualdad. En las luchas sufragistas están los orígenes del feminismo latinoamericano, que entre otras aportaciones, se reconoce por su crítica e influencia en los enfoques sobre la relación de las mujeres y el desarrollo, tanto desde perspectivas políticas como teóricas.

     Estos apuntes históricos pretenden reunir algunos hechos e interpretaciones de las dos últimas décadas en las que se han ido entretejiendo las relaciones entre el sujeto mujer , el desarrollo y la política, tanto desde instancias gubernamentales como no gubernamentales. En América Latina se ha dado la especificidad de una estrecha interpenetración del feminismo (como teoría, conciencia y movimiento social), los enfoques del desarrollo, la práctica política a través de la cooperación no gubernamental y sus Foros internacionales, y las Conferencias Mundiales de la Mujer promovidas desde Naciones Unidas. Recién ahora se puede comenzar a visualizar cómo encajan las piezas y podemos preguntarnos sobre las luces y las sombras de ese escenario en donde muchas mujeres, como nunca antes, se han constituído en actoras protagonistas, han producido conocimiento, han aplicado estrategias de desarrollo, han negociado y ejercido poder gubernamental y no gubernamental, han penetrado en las agendas de las Conferencias Mundiales de la ONU (Población, Medio Ambiente, Desarrollo Social, Derechos Humanos) y constituyen, como alguien ha dicho, un capital humano y social considerable. También se ha producido un caudal político importante de cambio social sigiloso, lento pero inexorable, a través las multiples constelaciones de relaciones de poder (familia, escuela, producción, salud e instituciones). Ese cambio no es vistoso y se olvida que está ahí, pero sigue avanzando, porque la insubordinación de las mujeres ha abierto grietas en la desigualdad a través de diferentes resistencias, al tiempo que está logrando intoducir propuestas en el poder institucional.        En algunas ocasiones anteriores he dado cuenta de las grandes líneas por dónde discurrían los estudios sobre las mujeres en América Latina . Desde los años setenta, una buena parte estuvieron orientados hacia diagnósticos sobre la condición de las mujeres pobres en el campo y en la ciudad, con vistas a mejorar su condición  en el desarrollo. Fueron claves a la hora de explicar la posición subordinada de las mujeres y la desigualdad en la división sexual del trabajo, los diversos significados contenidos en el concepto de reproducción, así como la concepción de la estructura patriarcal de la sociedad. La crisis de los ochenta fue una coyuntura importante en el impulso al conocimiento sobre las mujeres y el desarrollo, que dió como frutos revelar la importante carga asumida por el género femenino en ella, sin recibir contrapartida en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales. Desde la tendencia anterior se dió un despliegue interesante en la teoría, incorporándose nuevas herramientas como la variadas definiciones del concepto de género  y de diferencia , acompañadas de estrategias como el empoderamiento . En la década última el escenario de producción del conocimiento se extendió desde el movimiento social y asociativo (centros de mujeres de investigación y acción y ONGDs ), hacia las universidades. Actualmente, en muchos países existen programas de especialización y postgrados de estudios de mujeres y género, impulsados desde investigadoras anteriormente vinculadas a los centros de investigación para el desarrollo extrauniversitarios . En el balance de esos estudios realizado por Montecino - que ya anteriormente había mostrado su preocupación por el colonialismo cultural  - se señalan las ligerezas en adoptar conceptos, como ha sucedido con el de género, sin mediar una reflexión teórica del mismo que incorpore la especificidad y la diferencia latinoamericana. Llama la atención sobre la influencia del modelo norteamericano por varias razones que van desde los soportes financieros, la transnacionalización, las influencias teóricas, las hegemonías discursivas y la formación norteamericana de muchas de las investigadoras latinoamericanas. Montecino aboga porque en el momento actual de emergencia de los Estudios de las Mujeres y el Género en las Universidades, se de importancia a la reflexión de las orientaciones teóricas y a su inserción en los estudios universitarios. Así mismo señala el punto crucial en el que se encuentran dichos estudios ante la retirada de la financiación de dichos estudios por los fondos extranjeros y al mismo tiempo, por la creciente globalización portadora de multiplicidad de valores, signos y símbolos procedentes de distintas sociedades. Acaba señalando la necesidad de  "confrontar las grandes diversidades que existen en nuestros territorios, pero también debemos acercarnos a las semejanzas, a los elementos comunes que permiten una identidad" .

     Hasta llegar a esa encrucijada actual originada por movimientos contradictorios como la expansión internacional de la teoría crítica feminista y su tendencia actual hacía la contextualización y particularización de las diferencias de la diferencia sexual y por otro lado la dependencia cultural y financiera que a su vez ha posibilitado esa expansión, han transcurrido varias décadas en las que se dió un proceso complejo que intentaré explicar en grandes líneas a continuación en el caso de la relación entre las mujeres y la teoría del desarrollo.

1. La emergencia del sujeto mujer en las teorías del desarrollo o la modernización del maternalismo

     La vinculación entre la mujer y el desarrollo surgió al relacionarse el control del crecimiento de la población con el desarrollo, en las Conferencias de Población del Fondo de Naciones Unidas para la Población (FNUP) . de ahí surgieron políticas gubernamentales que en cada país se aplicaron con escasas diferencias pero con resultados desiguales. En este primer momento, se identificó a las mujeres como objeto de estudio y de políticas, sin considerarla como sujetos de desarrollo con autonomía y derechos. El énfasis estaba puesto en el rol materno, continuandose con una tradición cultural y política de maternalismo que hunde sus raices en la historia de la construcción del género y ha constituído un sesgo en la identidad de la mujer que la recluye en la maternidad como destino natural, pero ahora modernizándolo .

     Las políticas antinatalistas formaron parte de políticas de corte populista que instrumentalizaban el rol reproductivista de las mujeres populares urbanas y rurales, en una época en que aún no se habían desplegado organizaciones críticas con la subordinación de las mujeres . Junto con las políticas de población se comenzaron a aplicar proyectos y programas de desarrollo con diferentes orientaciones . Casi paralelamente (desde 1970) se va gestando el enfoque llamado MED (Mujer en el Desarrollo) en el seno de la Comisión Femenina de la Sociedad para el Desarrollo Internacional, que valoraba la participación de las mujeres del Tercer Mundo en la subsistencia familiar y consideraba que éstas no podían quedar al margen de los beneficios del desarrollo . La primera diferencia del MED con otros enfoques era considerar a las mujeres como sujetos de derechos y su posición subordinada como un obstáculo para el desarrollo. Tuvo su escenario más visible y punto de partida en la I Conferencia Mundial de la Mujer (México 1975) y desde la década de los setenta el MED ha sido el más influyente. Aunque su planteamiento ha ido evolucionando, los programas derivados de este enfoque han oscilado entre la búsqueda del productivismo de las mujeres pobres en el ámbito doméstico y el mercado, y la igualdad entre los sexos a través de la redistribución de la hegemonía masculina. Las bases del MED se encuentran en el libro, ya clásico, de la economista danesa Esther Bosarup, El rol de la mujer en el desarrollo económico (1970) que puso sobre la mesa los efectos del desarrollo (o modernización) en las mujeres del Tercer Mundo. Desde una visión dual de la sociedad, Boserup sostenía que la mujer formaba parte del sector arcaico y atrasado de las sociedades periféricas y por tanto permanecía marginal al desarrollo .
 
    La concepción de la marginación de las mujeres del desarrollo fue contestada en los años siguientes, por Benería y Sen , que entre otras autoras inscritas en la amplitud de la teoría feminista, señalaban que las mujeres nunca habían estado fuera de las estructuras de la produc-ción, ya fuera en niveles de desarrollo o de subdesarrollo, aunque sí situadas en los escalones inferiores, realizando trabajos aparentemente invisibles. En esa línea las formas de participación de las mujeres en la acumulación de capital desde las economías periféricas, eran mostradas por Carmen Diana Deere . Benería y Sen también planteaban que se había ignorado los procesos relacionados con la clase social de adcripción de las mujeres y la división sexual del trabajo. La tesis era que las mujeres pobres eran las más oprimidas por el capitalismo, pero lo más original de su planteamiento en aquel momento fue el despliegue que se hizo del concepto de reproducción (biológica, material y social) para explicar que la subordinación de las mujeres radicaba en las actividades realizadas en el ámbito cotidiano y que estaban asignadas por su rol genérico, estando agravadas, a su vez, en el caso de las mujeres pobres. La limitación de este enfoque estuvo en equiparar género a reproducción - y aunque admitía una cierta diferenciación en el sujeto unívoco mujer del discurso desarrollista - hacía causa de subordinación la opresión de clase, las raíces económicas, lo que no explicaba otras manifestaciones de aquella, como por ejemplo la violencia, sufrida por mujeres de diferente clase social, edad, etnia, nación, etc.

   Por otro lado, lo que iba a significar la incorporación de la mujer al desarrollo - como consecuencia del planteamiento original de Boserup y sus seguidor@as - se comenzó a vislumbrar en la década de los ochenta, a través de investigaciones sobre las nuevas industrias agrícolas, características del desarrollo en el agro, que comenzaron a utilizar mano de obra femenina y evidenciaron el incremento de la jornada de trabajo y de riesgos para la salud por las malas condiciones laborales .

2. Las ONGDs, el feminismo y el movimiento social de mujeres

     Una especifidad latinoamericana es la interpenetración que se ha producido entre los movimientos de mujeres, las ONGDs , las políticas de desarrollo, y la cooperación internacional. En l975 se inició de manera lenta y casi marginal la interoducción de la mujer en las políticas de cooperación. Se crearon organizaciones de mujeres, feministas y no feministas, para capaci-tar y concienciar a mujeres populares a través de programas de coopera-ción. De las ONG feministas surgieron críticas a las formas de integración de la mujer al desarrollo, así como propuestas de nuevas estrategias. A estos primeros escenarios se fueron incorporaron más tarde los programas de estudios de mujeres y género, de las Universidades.

     En la década de los ochenta la crítica señaló, que la cooperación para el desarrollo de la mujer había sido insatisfactoria, porque no se habían aplicado programas de largo alcance como los aplicados para los hombres, sino "microproyectos" de caracter puntual, con poco impacto en el cambio de las con-diciones de vida de las mujeres, pues se referían al ámbito doméstico e insistían en el rol tradicional femenino. Los proyectos llamados produc-tivos, tampoco abordaron un desarrollo integral y supusieron nuevas jornadas de trabajo. En cuanto a los fondos, dedicados al desarrollo para las mujeres, fueron calificados como "las migajas de la coopera-ción" . Otra de las conclusiones importantes fue que no se había avanzado en la democratización del proceso de elaboración y aplicación de los proyectos, ni en la participación de mujeres en lugares claves de decisión, contrastando con la mayor organización y avance en la inves-tigación por parte de las mujeres . En 1991 se concluía que la productividad había sido el objetivo de la integración de las mujeres al desarrollo, pero que el cambio de su posición genérica de subordinación dependía, no tanto de su integración, sino del vínculo que se establecía con aquel .

     La década de los 90 se inició con propuestas desde el Sur, a diferencia de las dos décadas anteriores en que las propuestas vinieron desde el Norte. Por entonces ya se habían acumulado nuevas estrategias políticas y mayor conocimiento por parte de las investigadoras, que en buen número se convirtieron en consultoras de las agencias financieras y de los organismos gubernamentales nacionales e internacionales. También había aumentado el número de ONGDs , la organización de las mujeres se había fortalecido y su importancia social y económica había ido en aumento. Al mismo tiempo la propuesta feminista más elaborada que se hizo a lo largo de la década, partía de la idea de que los programas de desarrollo impactaban de forma diferente a los hombres y las mujeres por la existencia de roles y de relaciones entre los géneros. Se trataba del enfoque "Género en el Desarrollo" (GED), inspirado en los diversos intereses de las mujeres ("prácticos" y "estratégicos" ) relacionados con su "condición" y "posición" en la relaciones de género . Este enfoque incorpora a la teoría del desarrollo nuevos elementos para explicar la subordinación femenina y promover el cambio, al plantear que desde los intereses prácticos se puede evolucionar hacia los estratégicos a través del empoderamiento. El empoderamiento o "empowermen" aplicado a las mujeres, surge en 1984 en la India, aunque su metodología procede de la educación popular desarrollada por el brasileño Paulo Freire. La red DAWN (Alternativas de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era) lo introdujo en la III Conferencia Mundial de la Mujer (Nairobi 1985). El empoderamiento se define como el acceso paulatino de las mujeres al control de recursos materiales (físicos, humanos o financieros, como el agua, la tierra, los bosques, los cuerpos, el trabajo y el dinero), de recursos intelectuales (conocimientos, información e ideas) y de la ideología (facilidades para generar, propagar, sostener e institucionalizar crencias, valores, actitudes y comportamientos). Todo ello supone ganancias en autoestima, educación, información y derechos, es decir, poder . La propuesta GED estaría formada por tres elementos: la toma de conciencia por parte de las mujeres de su subordinación, la organización autónoma para decidir sobre sus vidas y sobre el desarrollo que desean, y la mobilización para la identificación de sus intereses prácticos y estratégicos. A través de esta estrategia las mujeres ganan poder e influencia, acceso a los recursos materiales y no materiales, y participan en el cambio social. El logro de los intereses de género supone cambios estructurales desde abajo al mismo tiempo que no se violenta su cultura al aplicarse los programas de desarrollo según el contexto, porque se trata de planificar "con género", según la raza, la clase, la etnia, la edad y el contexto (historia colonial y posición actual en el orden mundial). Se trata de un cambio socio cultural de transformación del orden simbólico con que se espera ampliar el campo de actuación de las mujeres. A diferencia del MED y el enfoque de la equidad, no se trata de conseguir parte de la hegemonía masculina, sino de que las mujeres consigan poder poco a poco, evitando conflictos con el sector masculino, al tiempo que se desplaza la responsabilidad del cambio, de las mujeres como hacía el MED, hacia hombres y mujeres .

     Al mismo tiempo se comenzó a insistir en la importancia de "educar al norte en la cooperación con el sur", en que la solidaridad consiste en buscar las similitudes dentro del respeto a las diferencias y que la cooperación va más allá del mercantilismo, incorporando otras dimensiones como el trueque de valores, deseos, ideas, libros, etc.  . Pero la cooperación feminista para el desarrollo no ha estado aislada de las corrientes críticas sobre la burocratización de la cooperación y su cuestionamiento como vehículo de desarrollo. Como señal de la presencia también entre los movimientos de mujeres de algunos debates actuales, se produjo la intervención de una representante de la organización popular boliviana Bartolina Sisa, en el Taller "Cooperación y Género", que la "Red Entre Mujeres" convocó en el Foro No Gubernamental (Mar del Plata 1994), preparatorio de la IV Conferencia Mundial de la Mujer. La representante expresó la demanda de que los dineros de la cooperación fueran directamente a las beneficiarias, cuestión que se venía planteando en la prensa boliviana desde años anteriores .

3. La institucionalizacióm gubernamental del desarrollo para las mujeres y las Conferencias Mundiales

     La institucionalización gubernamental de las demandas de desarrollo para las mujeres, hasta el momento se ha realizado a través de instancias como las Conferencias Mundiales de la  Mujer  promovidas por la ONU, de las que salen directrices (Planes de Acción sin obligación legal) para que los gobiernos miembros, las agencias financiadoras, instituciones internacionales y ONGs  emprendan acciones. Los Foros No Gubermamentales, se realizan en el mismo lugar de las Conferencias y su objetivo es influir en los Planes de Acción de las Conferencias, negociando (haciendo lobby) con las delegaciones gubernamentales. Las Conferencias y los Foros No Gubernamentales son la culminación de un proceso de preparación. Otros Programas o Comisiones de Naciones Unidas (UNIFEM , PNUD , FNUD, FAO, CEPAL ), la OIT, la Comunidad Europea, y Direcciones Generales, Subsecrsobre laetarías, Programas o Institutos de la Mujer y otras áreas regionales y municipales, son también instancias desde donde se institucionalizan demandas y desde donde se implementan políticas para las mujeres. La penetración en las instituciones de las demandas, surgidas del movimiento internacional de las mujeres, es un proceso lento cuya  historia está por hacer. Ahora sólo me detendré en trazar algunos rasgos de las Conferencias Mundiales de la Mujer, que se refieren al desarrollo.

     En dos décadas de Conferencias Mundiales hay muchos papeles que dejan constancia de buenas ideas para aliviar la condición y mejorar la posición de las mujeres, pero desde la I Conferencia (México 1975) hasta la IV Conferencia (Beijing 1995), se continúa persiguiendo el triple objetivo de la I Década de la Mujer iniciada en México: "Igualdad, Desarrollo y Paz". De estos propósitos han surgido, especialmente en la segunda década, algunos Planes de Acción nacionales, implementados con escasez de recursos, si se comparan sus presupuestos con los gastos en defensa, que contradictoriamente atentan contra uno de los lemas, la paz. En estas dos décadas, lo referido al desarrollo, se puede sintetizar así: mucha ha sido la participación económica y social de la mayoría de las mujeres del mundo y grande su ausencia de las preocupaciones del desarrollo, aunque la igual-dad signifique  también ser beneficiarias de éste al igual que el hombre, según se dijo en la II Conferencia Mundial (Copenhague 1980). Durante la crisis económica de los años ochenta, la participación de las mujeres pobres (la mayoría en el mundo) en la sobrevivencia, aumentó hasta tres o más sus jornadas de trabajo (en la casa, en el comercio informal, en los servicios a la comunidad, etc.), sin embargo, los resultados de la "Encuesta mundial sobre el papel de la mujer en el desarrollo", presentados en la III Conferencia (Nairobi 1985), evidenciaron que muy poco se había avanzado. En la Conferencia se concluyó que los obstáculos existentes para el logro de la igualdad eran: crisis del modelo de desarro-llo, ajuste estructural, militariza-ción social y política y nula participación poli-tica de las mujeres en las grandes areas de influencia dónde se dictaban las políticas para su igualdad.

El contexto de los noventa, con el auge de una corriente conservadora y fundamentalista, visible ya en la Conferencia de Poblacióm de El Cairo (1992), hizo que el 40% del borrador del Plan  o Plataforma de Acción de las Mujeres (PAM) en la IV Conferencia Mundial (Beijing 1995) estuviera entre corchetes y que incluso algunos países cuestionaran los conceptos de igualdad y género. La consolidación del movimiento feminista y de las redes temáticas hizo que la discusión preparatoria del PAM fortaleciera las posiciones a favor de las mujeres y se evitara un retroceso en el discurso de la igualdad de Naciones Unidas. El avance de la influencia del Foro en esta última Conferencia Mundial fue indiscutible. Este había crecido de 6.100 participantes en México a 30.000 en Beijing, y de una protesta en la puerta de la Conferencia a ser interlocutoras por primera vez.

     La institucionalización ha ternido su intermediario en los Foros No Gubernamentales. A lo largo de dos décadas el Foro evolucionó e integró las diferentes posiciones iniciales que había en su seno en Mexico sobre qué era primero: si la liberación de las mujeres o el cambio social. Mas tarde avanzó en la crítica sobre el impacto de los proyectos de desarrollo (microproyectos de caracter doméstico y proyectos productivos), hasta que el Foro de Nairobi fue protagonizado especialmente por las mujeres del sur, aportando el enfoque GED para romper el circulo vicioso de "la mujer y el desarrollo" como un sujeto pasivo. En Beijing, finalmente el Foro dió respuesta a los tres ejes de las Conferencias: "Igualdad, Desarrollo y Paz" con la reflexión correspondiente sobre "Democracia y Ciudadanía, Modelos de Desarrollo y Políticas de Ajuste y, Violencia contra las mujeres". Las ONGs y ONGDS pudieron participar en la elaboración del PAM a través de un proceso de Foros preparatorios realizados desde niveles locales,  nacionales y regionales. En cada uno de ellos se discutió el borrador y se incluyeron recomendaciones, que tuvieron dificultades para ser incorporadas por falta de mecanismos reales que lo permitieran . Esta conclusión final es desesperanzadora, porque de nuevo se toca el techo de cristal institucional.

4. La "institucionalización" del feminismo latinoamericano

     Las imbricaciones anteriormente expuestas entre feminismo e instituciones gubernamentales y no gubernamentales creó a lo largo de estas décadas una dinámica compleja, porque la relación con Naciones Unidas, con el Estado, y con otras instituciones etc. requería de representación, de negociación, de ejercicio de poder. Para esa relación, los movimientos sociales históricamente han carecido de una estructura fuerte y de un liderazgo normatizado electoralmente y este ha sido un punto débil al tener que relacionarse con el sistema político desde formas informales de hacer política. Desde mediados de los ochenta y de la mano de la oenegeización , le vino una cierta estructura consolidada por redes, revistas, centros de investigación acción, así como una élite valiosa de investigadoras y lideresas políticas y sociales. En la década de los noventa se añadió la tendencia hacia el asociacionismo civil en la región centroamericana (El Salvador, Guatemala, o la Nicaragua postsandinista), de manera que se produjo un aluvión de ONGs procedentes de sus movimientos guerrilleros y de masas. Al mismo tiempo, la obtención de recursos por las organizaciones de la sociedad civil, como devolución de lo que la misma sociedad civil contribuye, algo que en los países europeos depende de las instituciones gubernamentales y de la Comunidad Europea (CE), en los países latinoamericanos, en cambio, procede mayormente de los dineros de la cooperación extranjera, por ser países en vías de desarrollo. Por tanto, el proceso de intersección del feminismo latinoamericano con el trabajo en los sectores populares, favorecido por las políticas para el desarrollo de la  cooperación internacional, ha producido, junto a bastantes logros, una situación complicada y a ratos dificil y confusa:  luces y sombras al mismo tiempo. Entre las primeras se pueden contabilizar logros más cualitativos que cuantitativos en desarrollo para las mujeres pobres, entre los que hay que contabilizar su influencia en conformar "el movimiento social de mujeres" . Los centros de documentación, de salud reproductiva, revistas, publicaciones, investigación y teoría, penetración académica, recursos humanos y especialmente expansión de la conciencia son avances también indiscutibles. Hoy, los recursos humanos del feminismo, sus proyectos, su teoría y creatividad supone un gran capital, que en resumen constituye el poder de las mujeres. Por ese poder ha logrado penetrar en diversos sectores políticos institucionales, sociales e intelectuales y aunque aparentemente parezca contradictorio, el que su presencia como movimiento social haya ido decreciendo, su importancia política ha ido en aumento; mantengo desde hace tiempo que el feminismo es ya un significante, es más que un movimiento social .

Entre las sombras manifestadas en los últimos años dónde el feminismo como movimientos social conserva su identidad, como es el caso de los encuentros continentales, está el debate que se dió sobre la autonomía en el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Cartagena de Chile, 1996) . Fue promovido por la corriente denominada autónoma y la discusión se planteó oponiendo autonomía a institucionalización (el feminismo que trabaja desde las ONGs y ONGDS). Esta polarización se reveló lejos de la realidad al optar un tercio considerable de las participantes por seguir un debate propio en el Taller Ni las Unas ni las Otras . Posiblemente fue saludable que las tensiones, quejas, desconfianzas, frustraciones, etc. salieran a la luz, y salieron, pienso, en el lugar adecuado, en el lugar fundacional, por doloroso que fuera. Pienso también, que el debate sobre la autonomía que se dió en Cartagena, no era nuevo , y que en el tema de fondo eran las vicisitudes del proceso de oenegización. Pero con todo el respeto que me inspira la particularidad y las diferenciaciones del feminismo latinoamericano, me atrevo a opinar, que en un momento de retirada de fondos internacionales hacia otras partes del mundo, el debate hubiera sido mucho más fructífero si se hubiera centrado en discutir abiertamente cómo seguir adelante con los proyectos de desarrollo para el sector popular de mujeres y con  los otros tipo de expresiones valiosas como los diversos medios de comunicación, centros de documentación, centros de salud, etc. que se han consolidado con los fondos internacionales, porque creo que la autonomía tiene mucho más que ver con la forma de utilización de las financiaciones en la relación con las instituciones donantes que con estar fuera o dentro de la "institucionalización". Otra cuestión dificil planteada, que forma parte del momento actual del feminismo, fue los problemas que plantea la representación del sujeto del feminismo, las mujeres. Su pluralidad en determinados momento puede ser tensionante, pero también se ha mostrado fuente de riqueza, de regadío fertilizador y con prñáctica en el cosenso como vía para una agenda común. Las crisis internas son ocasiones de revisión de la representatividad, de un replanteamiento de las relaciones exteriores del movimiento con la sociedad y la política, de hacer un estado del arte. Cada vez es más evidente, que los movimientos sociales pierden la fuerza de la rebeldía al entrar a formar parte del tejido asociativo, sea el que sea, porque la negociación y el juego de poder es constante. También es verificable históricamente que el grito rebelde la ola y sus burbujas (la eclosión del movimiento social) tienen una vida corta y a ellos sigue la acción concreta y operativa, en donde la ambivalencia entre la utopia y la lucha por el cambio cotidiano se produce en una tensión constante por encontrar los recursos materiales necesarios y legítimos. Pero los documentos procedentes de las Conferencias Mundiales de la Mujer, en los que han cristalizado tantas investigaciones realizadas desde enfoques feministas articulados a las teorías del desarrollo, así como los lineamientos trazados para las instancias gubernamentales nacionales, en las que ya comienzan a convivir feministas con mujeres aún lejanas de nuestro punto de vista, son resultados de los avances a través de esas tensiones.

     También es cierto, que hoy más que nunca, se mantienen los grandes interrogantes sobre la eficacia de los organismos gubernamentales y la conveniencia de participar en ellos, porque a lo largo de las dos décadas, se puede decir, que se ha continuado legislando en torno a demandas de derechos que están siendo reclamados desde la época de las sufragistas (como por ejemplo la igualdad en el trabajo) y aunque se han comenzado a reconocer otros (los  reproductivos), así como situaciones de subordinación (la violencia de género), visto desde una perspectiva histórica, da vértigo asomarse a la lentitud que supone la vía institucional en relación a la velocidad con que se ha dado el cambio de conciencia y actitud de las mujeres.
Actualmente surgen interrogantes acerca de si desde el Estado se pueden producir cambios en la posición de las mujeres , junto a afirmaciones más optimistas. estas últimas mantienen la importancia del impacto del discurso feminista producido en las instituciones y la globalización de las propuestas feministas a través de Beijing, junto a la importancia de incidir en el Estado, mientras se continúa la investigación y la teoría crítica .

     Son luces también, que en el hoy globalizador y ante la pregunta acerca de cómo y dónde incidir en el desarrollo para las mujeres y transformar la subordinación y con ella el mundo, se puede considerar la respuesta de bajar la mirada hacia lo cercano, lo local, lo pequeño , como una vía posible en la que las mujeres sea productoras de su propio desarrollo, lejos de fundamentalismos reproductivistas.

Barcelona noviembre 1998