Mujeres africanas en situación de guerra
-Angola, Burundi, Congo, Ruanda, Sudáfrica, Zimbabwe

 
México DF, NOV 1999 (Román González/CIMAC).- En Europa, una de cada cinco mujeres sufre diariamente alguna forma de abuso, al tiempo que 20 por ciento de la población femenina mundial ha sido víctima alguna vez en su vida de violencia física o sexual, señala un estudio de Naciones Unidas.
 
Pero actualmente hay una dimensión de la guerra que escapa fácilmente a la atención de los hacedores de políticas, los políticos y la comunidad internacional: la condición de las mujeres en la guerra.
 
La región Southern Africa Development Community (SADC), es relevante respecto a otras partes del mundo donde las mujeres se hallan en medio de un conflicto armado. Los puntos en común de la experiencia de las mujeres en los conflictos armados, ya sea en Bosnia, Kosovo, Ruanda, Angola, la República Democrática del Congo (DRC) o Burundi, son muchos.
 
Para Hope Chigudu, autora de  “El impacto de la guerra para las mujeres en la Región de la Comunidad para el Desarrollo de Africa del Sur”, es paradójico que un conflicto armado dominado por los hombres afecte en mayor medida a las mujeres. Explica que las consecuencias son de naturaleza social, económica, psicológica, física y política.

“Un hecho de gran importancia pedagógica está dado porque algunas mujeres de gran fuerza han sabido usar su experiencia con la guerra para luchar por la igualdad y la participación activa en la vida política de sus países”, afirma.

El análisis, publicado en el Boletín de la Red Mundial de Mujeres por los  Derechos Reproductivos, señala que el impacto de la guerra sirve como testimonio de que, en lo tocante a la marginación y opresión de la mujer, no hay diferencia entre el
ámbito privado y el público, pues revela el trato inhumano y degradante al que son sometidas. Para los hombres, la guerra se vuelve una oportunidad para hacer público, desprivatizar, el trato inhumano que les dan.

El estudio de la región SADC destaca que esta tierra ha albergado las guerras más prolongadas y dañinas del continente africano. Entre éstas, destacan la sudafricana contra el Apartheid, la guerra civil en Angola que precedió a la guerra de la Independencia, los dos conflictos de autogobierno de Zimbabwe, el de posindependencia en Matebeleland y la actual guerra civil en la República Democrática del Congo.

También son relevantes, las guerras de Ruanda, Burundi, Uganda y Sudán. El flujo de refugiados y refugiadas de estas zonas hacia la región de SADC tiene graves implicaciones socioeconómicas y políticas. Zimbabwe, Malawi y sobre todo Tanzania,
han sido refugio seguro para el enorme flujo de hombres, mujeres y niños desplazados de los países de SADC.

Hope Chigudu explica que en el ámbito doméstico, las mujeres son maltratadas física y psicológicamente, pues la guerra perpetua este maltrato de modo más trágico e intenso.  Pone de manifiesto que las refugiadas del Congo durante la rebelión de
Kabila contra Mobutu son un ejemplo típico de la tortura física que sufren. “Numerosas mujeres, incluso niñas, fueron violadas por los militares del FAZ –ex tropas de Zaire- cuando éstos pasaban en su camino de retirada”.

También, están las golpizas: las propias fuerzas de Kabila (AFDL) que llegan presentándose como libertadores, informan haber atacado físicamente a las mujeres. “Habrían golpeado con un palo atravesado por un clavo a una mujer por llevar
minifalda, causándole múltiples heridas profundas”.

No solamente existe esta violencia hacia las mujeres, pues miles de mujeres fueron testigas de la muerte por inanición de sus hijos mientras se ocultaban de los grupos armados, agrega. El documento reitera que la guerra tiene terribles consecuencias, no solamente al dar forma a las actitudes masculinas hacia la mujer, sino también en la formación de la autoimagen de las mujeres. Como se sabe, las sociedades patriarcales educan al hombre para ser poderoso y tomar el mando. Pero cuando este estatus privilegiado es amenazado por fuerzas políticas en conflicto armado, los hombres tienden a descargar sus frustraciones sobre las mujeres, niñas y niños, a los que consideran indefensos y débiles.

Las humillaciones a que son sometidas las parejas de los varones derrotados en la guerra son difíciles de describir: Es común que, ante el fracaso militar, den escape a sus frustraciones violando y torturando a las mujeres.  Esta conducta, también se puede observar en Sudáfrica, donde los hombres que eran oprimidos por razones de raza y clase decidieron ejercer un dominio sobre las mujeres y menores.

También, las relaciones sociales de dominación de la mujer por el varón tienen un ejemplo ilustrativo en la guerra de guerrillas en Zimbabwe, donde los oficiales del ejército se conducían como si tuvieran derecho a que las mujeres les prestaran servicios maritales.

Las persistentes guerras civiles de Burundi, Ruanda, Congo y Angola han generado una gran flujo de refugiados, en su mayoría mujeres. Este fenómeno produjo lo que se conoce como el “casamiento por hambre”, en que las mujeres se casan por pura necesidad de supervivencia, como ocurre en Tanzania, donde las mujeres de Burundi se casan para sobrevivir.

El impacto que tiene la guerra para las mujeres de la SADC es un punto frecuentemente omitido y sin embargo, crítico. Para alcanzar un desarrollo económico y político en la región -que sea válido y duradero- es necesario salvaguardar la seguridad psicológica, social, económica y física de la mujer. Ningún cambio cosmético va a dar el resultado deseado hasta que se articule satisfactoriamente el papel activo de la mujer en el ámbito de la toma de decisiones.

Por otro lado, en los casos en que las familias permanecían juntas, era muy frecuente que las mujeres fueran las que traían la mayor parte del ingreso al hogar. A veces, por cierto que no siempre, los hombres se hacían cargo de algunas responsabilidades reproductivas, sobre todo de cocinar y cuidar a los hijos. A menudo tenían que recoger leña, moler los
granos o hacer cola para el agua (todas tareas tradicionalmente femeninas), sobre todo de noche, porque temían que las mujeres que se alejaran mucho de los campamentos de tránsito fueran violadas.

MAS ROSTROS DE LA VIOLENCIA

Otro aspecto es el de la manipulación de la religión y la cultura. El análisis señala que las creencias religiosas y las costumbres culturales de las personas son difíciles de comprender y de juzgar, especialmente aquellas relacionadas a la muerte.  Sin embargo, los estudios feministas has demostrado que la religión y cultura han sido manipuladas y utilizadas para dominar y marginar a la mujer.

Es importante reconocer que la violencia, tanto en tiempos de guerra como de paz, tiene consecuencias graves para la idea que la mujer se forma acerca del papel de iniciativa o liderazgo que puede jugar en la sociedad. Navanethem Pillay, la única mujer sudafricana del tribunal internacional de la ONU sobre Ruanda, lo dijo sucintamente: “En Africa también se imponen restricciones sociales a la mujer. Cuando es objeto de violencia o de mutilación genital femenina, uno no se atreve ni a soñar en emprender iniciativas o participar en la toma de decisiones.”

El documento señala que en una audiencia de la Comisión Sudafricana por la Verdad y la Reconciliación (TRC) se dio a conocer el proyecto militar de Vacuna contra la Fertilidad, que fue realizado por científicos de la Fuerza de Defensa Sudafricana (SADF).

El doctor Gooson, veterinario y patólogo, declaró ante el TRC: “Yo creí que estábamos participando en una guerra por nuestra supervivencia. Como el Departamento de Salud había dicho que había ‘demasiados negros’, en aquél momento creíamos que esto era legítimo. Si creábamos una vacuna contra la fertilidad, habríamos bajado la tasa de
natalidad y habría menos niños hambrientos”.

Estadísticas oficiales señalan que en 1998 en Sudáfrica se cometieron 104.1 violaciones por cada 100 mil habitantes comparado con 34.4 por cada 100 mil en Estados Unidos. En general, además de la pobreza e interminables guerras, Africa enfrenta a un enemigo incontrolable, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida).

Según datos del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), el continente africano –centro de epidemia- con más de 23 millones de hombres, mujeres, niñas o niños infectados, de los cuales dos millones mueren al año.