Llamémosle editorial...
IMPOSIBLE DEJARLO PASAR
LAURA ASTURIAS. Tertulia.
Fueron tantas las cosas positivas vividas en mi reciente estancia en la República Dominicana. Destacan la amabilidad de su gente, esas innumerables sonrisas que me bendijeron a finales de noviembre, cuando tantas mujeres de nuestra región compartimos días soleados y bellísimas y estrelladas noches junto al mar durante el VIII Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe.
Y entre todo lo bueno de
esos días, también hubo momentos extraños. Me resultó
difícil (y hasta doloroso) observar a algunas feministas que se
autodenominan autónomas quienes, si bien en sus discursos exhortan
a la ternura y la sensibilidad, tienen prácticas más parecidas
al terrorismo y, según me enteré, se negaron a pagar su inscripción
y estadía durante el Encuentro pues esto les parece "patriarcal".
A ellas se les atribuye también el haber pintarrajeado la plaza
en la cual se realizó el cierre
del Encuentro, y alguien
me contó que la comisión organizadora tuvo que hacerse cargo
de desmanchar el lugar. ¡Qué vergüenza! Por cierto, esa
apreciación de "femi-terroristas" no es sólo mía:
fue compartida por muchas otras asistentes.
Fue molesto enterarme de que algunas mujeres del sur del continente llamaron "pendejas tercermundistas" a compañeras que no comparten ni su postura ni su ritmo en relación con la legalización del aborto en países que no son los suyos (cuando tampoco en el suyo está legalizado). Es comprensible el disgusto que otras puedan sentir respecto a la lentitud con que vamos avanzando en el tema en otros países, pero téngannos paciencia, hermanas. A cada quien le toca vivir lo suyo, a su propio ritmo, y no se valen los insultos cuando compartimos la región y, podría decirse, la mayoría de las metas. Respeto y tolerancia son la consigna aquí, como fue tantas veces reiterada durante el Encuentro.
Otro pelo en la sopa: el
día antes de salir de la Dominicana, dos amigas y yo visitamos una
tienda de artesanías (¡bellísimas!) en la calle Conde
en Santo Domingo. Cuando iba a pagar por mis compras, noté que el
dueño del lugar leía ávidamente una página
en un diario vespertino. Al percatarme de que era una reseña sobre
el Encuentro, le pedí el diario. Allí había un titular
que decía algo como "Lesbianas marchan contra la violencia" y aparecía
una foto de las compañeras lesbianas que participaron en la marcha
del 25 de noviembre. Sentí vergüenza e indignación ajenas
cuando leí, en un párrafo, algo que básicamente decía:
"La nota discordante la pusieron las mismas lesbianas, quienes pretenden
tener un espacio en el movimiento feminista..." (disculpen si la cita no
es textual: aunque lo intenté, ya no pude conseguir ese diario en
la calle Conde). Es obvio que el redactor de la nota (sí, fue
un hombre) piensa que las
lesbianas no tienen "derecho" a estar en el movimiento. Me indigna cada
vez más la homofobia en los medios de comunicación, quizás
porque es sólo un reflejo de la profunda homofobia que persiste
en nuestras sociedades.
Y hablando de medios de comunicación,
esto tampoco lo puedo dejar pasar: en el avión, a la vuelta, me
dieron un diario dominicano que contenía una voluminosa revista
de temas "sociales" en la cual me saltó a la vista el color lila
(ese color lindo que tanto nos gusta a las feministas) de un anuncio de
purificadores Payot, de París. Y se me fue el encanto al leer las
ofensivas palabras que resaltan en blanco, arriba del atractivo frasquito
de "Speciale 5, Purifiante, Solution Asséchante, Active Clearing
Lotion": "Nos perdonarán que seamos medio brutas, pero nunca que
nos veamos feas". Me pregunto: ¿cómo se vería un anuncio
dirigido a hombres que dijera "Nos perdonarán que seamos medio imbéciles,
pero nunca que nos veamos débiles"? Hagámonos un favor,
amigas: no compremos productos
Payot y ningún otro que nos ofenda desde la misma publicidad con
que pretenden vendérnoslos.
Por lo demás, sirva esto para reconocer los esfuerzos de las compañeras de la comisión organizadora del Encuentro. Yo no querría nunca estar en sus zapatos, porque es difícil ser moneda de oro y quedar bien con todo el mundo. Sé que ellas hicieron todo lo humanamente posible para que este Encuentro llenara tantas y tan variadas expectativas. Gracias por eso, amigas. En lo personal, me sentí muy bien en su cálido y sonriente país y les agradezco todo su trabajo y esfuerzos.
Y a las demás, a tantas otras, qué decir... Por lo menos, que me encantó ponerles finalmente una cara a tantas direcciones electrónicas y luego descubrirlas amigas, viejas amigas. Reitero (no me canso de hacerlo) que, aun con una que otra deficiencia, las mujeres somos maravillosas. Empezando por todas ustedes. Qué lindo fue conocerlas. Muy especialmente a Ana, quien vive allá por donde la virgen (sí, María) renunció al título, en Iquique, a 1,800 km. de Santiago de Chile.
Dejo a Erika Cervantes y Sara Lovera, de CIMAC, el espacio para informar sobre diversos aspectos del Encuentro. A las colegas y, más que eso, amigas de CIMAC fue, como cada vez, un placer volver a encontrarlas, ahora en el Caribe. Lucía Lagunes anda estrenando una preciosa pancita embarazada que no le impidió moverse al ritmo y espíritu del lugar, como también vi hacerlo, sin la tal pancita, a Erika y, no digamos, a Lydia Cacho, la cancunísima, quien trajo nuevas movidas de cadera de su reciente viaje a Senegal.
Dentro de algunos días vendrán las otras, las guatemaltecas de ~laCuerda~, con su propia versión del Encuentro.
Mi cariño, siempre...
Laura E. Asturias