12 Ene '13 -Ellas dicen (33): poemas de Nieves Muriel

PAISAJE SONORO MIENTRAS LEO A ETTY HILLESUM EN UNA TARDE DE PRIMAVERA O LA HORA DEL TÉ CON HUPFELD Y MI HERMANA

Mientras mi hermana toca el piano, leo en la cama turca el libro de las horas de una joven muchacha judía de casi nuestra edad en el Amsterdan del 41.

El tiempo pasa.
Mi hermana ajena a estas cuestiones se inclina en la lectura de papeles escritos en la lengua que aprendió de nuestra abuela. A contraluz, su gesto leve –los labios apretados– me han sacado de golpe de Westerbork y el campo de altramuces; del brezal como un mar de fondo vallado con espinos; de la vida sin bicicletas y sin árboles.

Mi hermana no toca a Listz ni a Beethoven. Tampoco sabe de la existencia de Misha, pero golpea durante horas las teclas del piano proyectando en la punta de las yemas algo muy parecido en peso al aire que levanta el vuelo de una alondra. Entre nota y nota, el sonido se alarga hasta el vacío.

(De fondo, motores de automóvil; lavadoras; gorrionas en el balcón pidiendo el pan de cada día.)

Yo nunca tocaré el piano, aunque mi hermana también escribe poemas y de joven leyó a Galdós y a Baroja. De joven, ya más tarde, a Ravira y a Basabe; a Champourcín y a Szymborska; a Södergran; a Escudero y a Fedora Aberastury.

Algunas tardes mi hermana canta en nana los versos de su poeta favorita y yo la escucho quedándome dormida al borde de las horas sin sueño, de las tardes de té junto a mi hermana y ese alemán, tan guapo, que ha ocupado la habitación pequeña de la casa.

Él. Se deja acariciar durante horas.
Ella. Ella estudia obstinada cada tarde.

El tiempo pasa. La lluvia fina no cesa, mientras finjo que leo.


****


[DE LA SERIE ESCUCHADOS].


Escuchado a una muchacha que a otra le contaba distraída en el zoco de Dar el Rouadi. Era el domingo previo a la fiesta del Aid el Kebir. Era el otoño del año de la hégira de 1429, 2960 en el calendario tmazight y 2010 en mi vida.


¡Ay! Si Hassan me besara
de nuevo como anoche
yo no sé
yo no sé lo que hago.

Escuchado en los llanos del cortijo de Alcántara o lo que sabe el viento. Era septiembre de un año cualquiera en Dílar. Eran los duros días de la cosecha.


¡Ay! Si yo pudiera hacer
que como entonces
corrieses tras de mí
por entre los almendros.


Otro izran amoroso (Escuchado a las muchachas de Taounil a su regreso del bosque)

¡Ay!, mi amor se va en el barco
cruza el mar sin pasaporte.
¡Quién sabe si volveré a verle!


****


TE PROPONGO ESTE JUEGO


Dejaré mis sandalias
al pie de la vereda
que separa los campos
de mi padre y su hermano.

Haré que voy al pozo y
justo en la bajada de la loma
me inclinaré despacio
me sentaré en el suelo
me quitaré la falda y
esperaré desnuda
que regreses de Badis.

Tu dices en tu casa que vas
donde Abd-lkader
y caminas ligero.
Y buscas mis sandalias
mi sombrero de palma hecho en Adouz
igual que cuando niños
corriendo por el bosque de algarrobos.

A estas fechas de marzo
la cebada es tan alta
que ya alcanza mis hombros
y me roza los pechos de hace días.

Si me encuentras primero,
tendrás que darme un beso.
Si te encuentro primera,
te tocaré despacio.


Di que sí, di que sí,
que jugarás conmigo
hasta que el sol se vaya.


Poemas de Nieves Muriel.
Anterior entrega de la serie Ellas dicen aquí.

Editado por palabra, el día 12 Enero '13 - 21:53, en Enlaces de interes, Nueva publicacion, Poemas, Propuestas y proyectos, series.

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