12 Abr '11 -Un poema de Miguel Ángel Velasco

PARA EL INVIERNO DEL TIEMPO

Para que no se pierda mi mundo, yo he querido, de cuanto me fue aroma y vida buena, agavillar con mano demorada el apretado ramo. En él se juntan espigas de los días soleados, las flores frescas de un jardín umbrío, rosas devoradoras, y también espinas de mi tiempo. Para con su manojo hacer ofrenda a esa gala de amigos que atesoro, los que dan a mis días su sazón, y a esos otros amigos ignorados que tomen el escogido haz que les envío.

Desde la soledad uno ha aprendido a mendigar amor en las palabras, y a darles viva voz a los ausentes, a los que callan hondo. Para que el corazón de nuestra andanza halle abrigo en la próvida memoria, al calor de los otros. Para ya no estar solos. Otra gloria no hay que esa lumbre compartida, a resguardo del invierno del tiempo.

He visto, mientras tanto, al miedo de los hombres afanarlos en torva destemplanza de unos contra otros, a golpe de pregón con sus mercaderías, en impúdica puja por los mejores puestos de la plaza. Pero cae la noche sobre la triste lonja, y en turbia mescolanza se confunden los desmedrados frutos, tanta pocha hojarasca. No hay cuidado, al cabo nos espera un terreno seguro donde pujar más alto.


Un poema de Miguel Ángel Velasco. Texto publicado en la colección “Líneas de fuga, poéticas de la perplejidad”, proyecto comisariado por David Pérez, en 2001, con motivo de la Bienal de Valencia. Texto encontrado en el magnífico número 80 de la revista La bolsa de pipas, dedicado a Miguel Ángel Velasco.

Editado por palabra, el día 12 Abril '11 - 13:03, en Poemas.

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