01 Feb '09 -Epílogo para un libro no escrito [con respuesta]

Por Patricio Rascón y Matías Escalera Cordero




I. EPÍLOGO

Queridos lectores…
Queridos amigos…

Soy Patricio Rascón.
Soy vigilante de seguridad.

Quienes no me conozcan, habrán pensado que soy un tipo fuerte y de hombros anchos. Nada más lejos de la realidad: mido 1’67 cm., y no paso de los 70 kilos. Unas fiebres tifoideas, a los seis años de edad, me dejaron tan débil que perjudicaron mi crecimiento. Me crié siendo un niño enclenque y enfermizo.

No llegué a hacer estudios secundarios. Y, a partir de los catorce años, me vi abocado a una infinidad de trabajos inestables y no cualificados. No aprendí ninguna profesión.

Tuve a mi primera hija muy joven; pocos años después, nació la segunda. Ello implicaba sacar fuerzas de donde no las tenía y trabajar en lo que saliese. Peleé todo lo que pude para que mis hijas tuvieran una infancia mejor que la mía. No obstante hubo temporadas en las que estuve en el paro. La última de ellas fue muy larga, agoté el subsidio, y, mis hijas, mi mujer y yo, tuvimos que sobrevivir con el escaso sueldo que mi compañera ganaba como empleada de hogar, con la ayuda de la familia y de los servicios sociales.

Emigramos a Mallorca. Seguía realizando trabajos precarios. Y, la última vez que me quedé en paro, tenía cuarenta y tres años. Desesperado, sabiendo la dificultad que, a mi edad, suponía conseguir un empleo, decidí invertir parte de la indemnización del despido –improcedente– en un curso para obtener el título de vigilante de seguridad. Fue una huida hacia delante. Y, desde entonces, no he parado de currar.

El problema es que mi talante y mis convicciones son libertarios, y que mi salud mental ha sufrido las consecuencias de esta insalvable contradicción. Alguien que se considera un ser libertario tiene que vivir de un oficio en el que las “medidas coercitivas” y la delación están a la orden del día; especialmente si se trata de emigrantes, de gitanos o de indigentes.

Por otra parte, he tenido la suerte de ver publicados tres poemarios; en realidad, dos, si descontamos éste, que jamás será publicado. .

Escribir poesía me sirve de catarsis, y leerla me serena. Pero no puedo más, la poesía ya no me resulta suficiente. Estoy harto de tomar ansiolíticos y antidepresivos, de los cuales sólo sacan provecho los fabricantes y las farmacias… Necesito ayuda... La gente que me rodea a diario en el ejercicio de mi profesión, suele ser racista, xenófoba, ignorante y malvada… Son capaces de sobrealimentar a un gato, hasta hacerle reventar, y, sin embargo, no dudan en pegar y maltratar a un crío marroquí por el motivo más insignificante.

No aguanto más abusos, pero me siento incapaz de evitarlos; tengo miedo… ¿Soy un cobarde?

He pensado pedir la excedencia y buscar otro trabajo que no tenga nada que ver con éste; pero todos sabemos quiénes pagan los momentos de recesión y de crisis, como el que vivimos, y, con mi edad y mi escasa formación, es más que seguro que no encontraré nada, ningún otro trabajo que me permita huir de esta rueda en que me siento atrapado. Tampoco podemos vivir, mi familia y yo, de la modesta pensión de mi mujer.

No puedo más.

Si este libro fuese escrito; ojalá que sus páginas sirviesen para algo más que para satisfacer vuestra necesidad de belleza, o encarecer mi propia vanidad.

Si la poesía, si este libro que no ha sido escrito, no lo hacen; por favor, ayudadme vosotros.

Responded

…………………………………………………………………………….


II. RESPUESTA


Querido Patricio…

Desde que Mauricio Vidales me dio tu libro,
Parte de paz, y me lo hizo leer, allí, en Moguer (aún no te conocía), al segundo poema, supe que me encontraba con la obra de uno de esos hombres justos que sostienen el mundo, según creen los místicos de la Cábala. Y, en cuanto os vi, a ti y a tu mujer, ya no tuve más dudas, estaba seguro de ello.

Pocas cosas he aprendido en mi vida, pero sí a reconocer a una persona justa y buena.

A lo largo de los años, he conocido, o creído conocer, a algunos; a menudo por lo que son o hacen cada día, o por lo que no son o no hacen cada día; y sé que tú eres, sin duda, uno de ellos... No por lo que dices, de modo tan limpio y franco –tan pacífico incluso: iba a añadir–, sino por lo que eres y haces, y por lo que no eres y no haces, cada día.

El hombre justo que se pregunta si es un cobarde, según mi experiencia, no es un cobarde; pues los cobardes jamás se lo preguntan, simplemente miran a otro lado, atribuyen a otros su responsabilidad, o simplemente se escabullen; pero jamás se preguntan si son cobardes.

Los justos sois como los árboles, tan callados y discretos como ellos en medio del bosque; y, cuando se desea saber la fortaleza de un árbol, uno no mira la copa, quien lo haga así, casi con toda seguridad, se confundirá; uno debe inclinarse y mirar hacia la raíz.

Es en la raíz donde se encuentra la respuesta. Y vosotros sois la raíz del mundo, y si desaparecieseis, si os rindieseis, el resto moriríamos aún más. Por eso, no debes rendirte. Sois imprescindibles, vuestro sufrimiento y resistencia es –siento decírtelo– imprescindible, tan imprescindible como la existencia de los que nunca se rinden y desisten. Os necesitamos para que el mundo no sea engullido por el mal absoluto.

Y, en esa tarea, aunque, a menudo, lo parezca, no estás solo –no estáis solos–, aún quedamos quienes sabemos reconocer a las personas como tú, y apreciarlas en su inmensa e inagotable valía. Tal vez, no sea suficiente, pero es todo lo que tenemos: llámalo esperanza (esa hermosa palabra que, hace tiempo, nos dejamos arrebatar, no sé bien por qué). O llámalo, si no, solidaridad y hermandad entre los que no desesperan.

Así, pues, si la poesía, si ese libro que jamás será escrito, no te ayudan; nosotros lo haremos.

No estamos solos (¿o sí?: y las palabras no bastan)

Salud, y un fuerte abrazo; el mismo abrazo que doy al árbol.

Matías


POST SCRIPTUM

Normalmente, sostengo que la poesía no es más que literatura; de hecho, no me gusta la palabra poeta; sin embargo, a veces, cuando escribo poesía, o cuando respondo a un hombre justo, reconozco que no sé trazar bien la línea que separa verdad y estilo: lo que, para mí, es un problema. Aunque, después de todo, ¿qué no es un problema en este puñetero mundo? O ¿habría, acaso, estilo sin un problema que resolver?

Editado por administrador, el día 01 Febrero '09 - 22:31, en Critica Comentario.

Nadie ha comentado esta entrada aún.

Introduce un comentario


Nombre:  
¿Recordar información personal?

E-mail:
URL:
Comentario: / Textile

Importante: responde a la pregunta anti-spam



  ( Registrar su nombre de usuario / Validarse )

Notificar: Sí, envíeme un email cuando alguien responda.