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Abrir los ojos en este mundo.

Antonio Orihuela.

¿Cómo puede haber algo después de la aniquilación?
Réplica: no estamos después.
Carlos PIERA

 

La poesía española que hoy se publicita, se premia y se vende hasta en los catálogos de las superofertas de los grandes centros comerciales brinda un paisaje de desolación, desánimo y putrefacción tales que uno, cuando se acerca, pareciera haber confundido este camino con el de la pescadería. Discursos vacíos, caudillismo, corrupción, ausencia de perspectiva social, simulacro y componendas bordan un mundo en el que viven agazapados mediocres intelectuales agarrados a vulgares prebendas. La única fuerza de esta poesía está fuera de ella, en los que le dan vida desde el autoritarismo, así confirma su existencia por la simple práctica del terror. En esta situación, de nacionalsocialismo, la supervivencia de toda aquella expresión ajena a la norma, solo es factible desde un situarse conscientemente en los extremos y desde allí, intentar respirar (con consciencia y con dignidad radicales), a sabiendas de que todo el espacio ha sido ocupado. A los que practicamos una estética política radical nos daban por muertos. Esa era la consigna formulada por los sucesores de la tradición autoritaria española para continuar desplegando los últimos avances del Estado mafioso.

Difícil acomodo es este, condición de muerto y ubicación subterránea ¿Pero, entonces, cómo es posible que, desde mediados de los noventa, en plena naturalización del conservadurismo político, hayan ido cobrando visibilidad estos discursos antagónicos? Tal vez porque la situación de la poesía española no pueda ser más calamitosa: agotada, huidiza de su propia realidad histórica, sin horizonte ni capacidad crítica, ajena al acontecer social y político cuando no perdida en los mitos de su aldea (igualmente intolerantes, pobres, reaccionarios), solo es capaz de alcanzar la relevancia que la cultura mediática es capaz de ofrecerle. Tras ese cristal, con las convenientes operaciones quirúrgicas, aparece renovada cada seis meses, ni siente ni padece, ni coge polvo ni se contamina de mundo. Su reino es, como el de Michael Jackson, Neverland.

En el extremo a esta larga noche de tinieblas, una otra poesía cobra visibilidad como proyecto social gracias a su carácter crítico, su apelación a una transformación de las formas de vida y su naturaleza antidogmática expresada como voluntad de liberación de toda opresión, toda explotación, todo vasallaje. Y en el extremo, una poesía antagonista, construida sobre la articulación de este saber, este atisbar las débiles puertas que conducen al jardín iluminado desde la vergüenza de nuestro inmundo y su cirrosis platónica crónica. La poesía no ya como un arma sino como simple verdad horizontal, deslumbradora.

Reunamos fuerzas para poder pensarla y sospechemos de la poesía que se nos aproxima desde la seducción o el ilusionismo. Importa solo la que nos proponga un avecinamiento, lleno de dudas, a la necesaria transformación de la sociedad. Una poesía que quiera acompañar al consultante en lo que resuelva como hacer a favor de su transformación individual y colectiva, no una poesía que ya haya resuelto por todos nosotros los problemas y se nos exhiba como lenguaje que marcha delante de nosotros a donde tal vez ni siquiera queramos ir. Una poesía que muestre lo imposible y lo invisible solo podrá ser considerada, contra nosotros, extrema. Pero lo imposible y lo invisible no es un territorio utópico o un lugar de las palabras, lo imposible y lo invisible son la corteza de todo nuestro hacer cotidiano.

Tomar conciencia de esto sería abrir los ojos en este mundo, ser expulsado de la muerte en vida que transitamos como único vivir, romper el cristal del deseo porque todo está al otro lado: la vida, los afectos, los vínculos, la asamblea. La poesía solo tiene un camino para ir a la vida: reconocer al otro, romper el espejo. Toda poesía que niega al otro abre el camino para Auschwitz El mundo inaceptable de hoy está lleno de poesía inaceptable, criminal; de una poesía que se debate entre la complacencia y la lucha dentro del lenguaje. La primera busca el poder positivamente, la segunda dialécticamente, en sus batallas contra el sistema no hay heridos, ni muertes, ni olor a pólvora. Las batallas dentro del lenguaje son como las batallas dentro de la playstation, sólo satisfacen a sus usuarios. Es fácil pero no es real.

Desde estas posiciones es imposible articular ninguna categoría política o peor aún, desde ellas es posible sentarse en cualquier mesa o participar en cualquier concilio. La naturaleza de esta poesía hará posible que cualquier ascua, desde la más revolucionaria hasta la más reaccionaria, nos ase esta sardina.

De igual forma, si aceptamos el siguiente enunciado: El lenguaje es para nosotros carne que habla, la primera y más fundamental forma de vinculación. Nada hay sagrado en las obras del hombre; sí en los vínculos (Riechmann, 2003) nuestro compromiso no se puede clausurar en torno al principio de identidad y realidad porque, sencillamente, quien crea eso esta haciéndole el juego al discurso dominante. Ni la identidad ni la realidad pueden entenderse como cerradas y definitivas y por eso mismo son susceptibles de reflexión crítica y conflictiva. Quien se plantee el problema de la identidad y la realidad naturalizadas desde el orden establecido NO está aceptando ni sus condiciones, ni su construcción. Por el contrario, se sitúa enfrente, antagónicamente al así son las cosas y así se las hemos contado para, precisamente, refutar el estado de cosas establecido y su reproducción espectacular. No se está luchando aquí contra el significado sino contra su acepción dogmática y represora, contra el miedo a la libertad y a la responsabilidad desde un discurso que aspira a ser vinculativo, histórico, contingente y precario. “Un discurso que propone formas fragmentarias sostenidas en la certeza de las situaciones que se quieren abrir, en las vidas que se desean potenciar, en las crisis de los sentidos del mundo que nos someten y destruyen (de Vicente, 2003:24)”. Y que culmina en un proyecto no personal, no literario, no lingüístico, si no político.

Es absurdo, desde el lenguaje, renunciar a los vínculos para abrir sólo las conciencias como si las conciencias se pudieran desgajar de los cuerpos esclavos. Quebrar conciencias sin cuerpo es como vender frigoríficos en el polo, un desperdicio, pero, ¿a cambio de qué?.

El poeta que se crea eso del preconsciente, el ser en el lenguaje, el no lugar, el signo autónomo, etc. es porque sencillamente ya ha sido comprado para entonar la ceremonia colectiva de la confusión desde alguna cátedra de metafísica, que él no sepa de este particular, tampoco debe extrañarnos ¿En la afirmación de la propia verdad interior encontramos el sujeto no sujeto, el sujeto libre o lo que encontramos no es sino ideología burguesa en estado puro, manifestando su espíritu? Que todos ellos digan lo mismo y estén constantemente escribiendo el mismo poema será lo que tendremos que apreciar como expresión de libertad de la lengua con respecto al poder, por eso el discurso de este contrapoder metafísico también lleva uniforme

¿Para qué quieren estos poetas las palabras? Sin duda para abrigarse con ellas de la nieve que cae en sus poemas, para explicarnos su sentir y a continuación el fluir de su identidad entre los versos y en definitiva para convencernos de que la felicidad está en trasladarse a ese noúmeno donde únicamente es lícito luchar (a muerte si es preciso) contra el lenguaje, y allí arriba olvidar que le esperan a uno todas las servidumbres de la vida diaria. Los obreros borrachos de antaño o los explotados fascistizados de hoy practican sus técnicas de alineación mucho mejor y sin necesidad de leer a Voloshinov.

El lenguaje es para nosotros comunicación transformativa de la situación social de exclusión, opresión y depresión que se vive bajo el capitalismo. Nuestra responsabilidad es construir, también con él “el orden de la cooperación libre y liberada. El orden de la vida... que el Capital hace imposible (Del Campo, 2003)”.



BIBLIOGRAFÍA:


DE VICENTE, C. (2003). Poesía Política: la lógica de una estética radical. Zurgai. Bilbao. Dic. 03. pp:24-30.
GARCÍA DEL CAMPO, J.P. (2003). Un mundo (en) guerra. El Nudo de la Red. Nº 2. Madrid.
RIECHMANN, J. (2003). Un zumbido cercano. Editorial Calambur. Madrid.