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ISSN 1886-2799

No soy dueña de nada
mucho menos podría serlo de alguien.
No deberías temer
cuando estrangulo tu sexo,
no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.

Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio:
ese desierto negro que tanto te asusta.

***

Si me lo pide me pongo en cuatro patas
en dos, en una
meneo la cola
doy vueltas
me hago la muerta
salto por una galleta
le lamo los pies.

Y es que me muero de gusto cuando me rasca panza arriba.

Soy la perra más perra
que jamás nadie haya abandonado.

***

Inmóvil
abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil
me miras con antiquísimos resentimientos.

Óyeme bien
soy inocente de tu pasado
no soy tu puta madre
ni tu enferma madre
ni tu loca madre
aunque sea puta loca.
No merezco recibir agresiones ajenas
retrasadas y caducas.
No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez
tengo forma, color y dimensiones propias.

Tampoco vengas a mí
llorando como un niño
cuando no lo eres
este regazo que te acoge también te desea.

No sobreactúes
a mí también me expulsaron del paraíso
antes de tiempo
y sin notificación previa
¿a quién no?

Anda hombre
levántate de ti.

Miriam Reyes.

 

 

 

 

Y ¿de qué me quejo?
me pregunto
al volver del trabajo
conduciendo mi coche
mientras me cruzo con un camión de cerdos.

 

Trámites

Veamos: sólo tiene
manchas violetas en torno a las muñecas
y el himen roto.
¿Algo más? Ya, la noche
dice usted que encerrada,
pero, ¿quién más lo ha visto?
o ¿quién nos asegura que no fue voluntario?
Y, en fin, ahora diga
¿de qué se queja usted exactamente?

***

Los cerdos son propensos al infarto.
Les dan tranquilizantes,
así llegan en buen estado al matadero.

Elena Castillo

 

 

 

Tercera enseñanza.

Materias que no se enseñan en la escuela:
Tener mucha paciencia. Cuidar la duna móvil
y el barro ajardinado de los días.
Beber el llanto seco. Comer óxido y pan.
Conducirse en los tanques del domingo violento.
Desvestirse con prisa. Cerrar con fuerza el grifo
caliente del deseo. Contener la náusea.
Leer a los suicidas, a los supervivientes
boreales del gulag, del holocausto.
Mirar lo que soñé en la distancia:
una casa en la playa hoy en ruinas,
guarida de las ratas y los yonkis.
No confundir molinos con gigantes.
Familia significa las voces de un pastor
que agrupa a su rebaño. Y también
perderse en lo nocturno por el monte,
pasar miedo, soltarse de la cuerda
colgada a un precipicio de abandono.

De memoria aprenderse y después olvidarse.

Isabel Pérez Montalbán.

 

 

 

Para gritar

Mi madre siempre deseó
una parcela en el campo:
"descansar
es invertir en calidad de
vida".

Para su último hogar
improvisó un alquiler
de cinco años y flores de
PLÁSTICO.

La muerte también tiene
fecha de caducidad.

Ha vencido el alquiler
y mi padre le ha comprado
su propia parcela en el campo,
en el pueblo.

La muerte también entiende
de clases.

Vuelven a encontrarse,
por arte del negocio inmobiliario.
Su última cita,
en el paraíso del cementerio municipal:
mi padre asiste al siniestro desnudo
de huesos desordenados.
Y el anillo de matrimonio.

Su esposa, mi madre,
en una paz brutal como nunca tuvo.
Todo en una bolsa de PLÁSTICO.
Sin más mística:
el espanto en una bolsa de BASURA.

Mi padre volvió a sentar
a su amante
en el asiento del copiloto.
Con cariño. Con la tragedia
instalada en el volante.
Con arcadas. Con amor.

Depositó la bolsa,
como el que regresa del supermercado,
en la propiedad, orgullo familiar,
en una bolsa de BASURA
de PLÁSTICO
de marca.

Tantas bocas viven
de la muerte.
Hasta mi poema vive de la muerte.
Mi ego liba de tu muerte.

Perdóname.
Mamá,
has tenido una nieta.

 

Enseñanza superior.

He necesitado cumplir los 25.
He necesitado licenciarme
en Filosofía,
y perseguir un doctorado,
y despellejar mi paciencia
en unas oposiciones,
para descubrir que lo más apreciable,
mi mejor joya:
mi COÑO.

Ahora me faltan años
y currículum
para retroceder en el tiempo
y ejercitar otras virtudes
y conquistar el mundo
en un abrir y cerrar de piernas.

Eva Vaz.

 

 

 

Contra el hombre.

Con tu cara de mierda fofa aguada
Con tu deseo básico instantáneo
Con tu desgana de mueble que se muere
Representas la raza más granada
La del exterminio cómico entre injertos
La de la tortura santa detenida a tiempo
Eres el hombre
Viscoso
Sin envase

Eres el hombre paranoico pútrido
Que se resuelve ante ataques invisibles
E intenta convencerse de su imagen
Blasón de macho con el puño fuerte
Galón dinero y a presumir de reyes
Para que no decaiga tu mástil folklórico
Tu discurso de putas aliviadas
Debajo de tu semanal costumbre

Eres el hombre que farfulla polla
Y con su firme arrebato de familia
Deja cocerse su impotencia cierta
Para gritar obleas y grilletes
Y sumergirse en el sueño de los calvos

Eres el vómito atroz evolutivo
De la inercia en estandartes ciegos
Repetidos en voraz tecnología
Auspiciados por pólvora cobarde
Y la suficiencia que engorda en los anales
La gloria acomodaticia en el recuerdo

¡Muérete aquí en plena lobotomía,
no dejes nunca de lavarte las manos
y al menor revés, déjanos, vete
a tu camposanto de héroes y tierras
princesas bellas y asaltos militares
atletas genios y ociosas barberías
muérete, calla y que te coman
los perros!

Lucía Nygaard.

 

 

 

Epílogo cantable: Despecharripios o carotina
(o de cómo nada necesita arreglo si se mira bien).

1.
Ahora que te vas
no te olvidaré en la vida
pero si te da por volver
seguro me pillas entretenida.
Y es que nada hay que temer
en este mundo que gira y gira
y todos junto a él.
Hoy aquí, mañana allí,
más tarde vete tú a saber.
Y es que del que se va
el cuerpo pronto se olvida:
qué le vamos a hacer
si finalmente ningún beso
dura más que la saliva
con que se inventa su placer.
El mundo gira y gira
y todos junto a él.
Esta boca ahora, ahora la de aquel,
y esta loca boca rota mía
(que ya no es la de ayer)
siempre se supo entretener.
Y es que en este mundo que gira
nada hay que temer
pues ¿qué coño pierde
quien nunca deseó poseer?


2.
Y ahora que levantas entre tú y yo
este muro esquivo de silencios
ha llegado el exacto momento
en que te silbe la canción
con que se escalan tus miedos.
 
Aunque bastante bien se sabe
que no hay palabra ni lamento
que a cubrir alcance
la ausencia de otro cuerpo
con todo su amor y sus artes,
también es del todo cierto
que no hay memoria que guarde
por demasiadas horas su recuerdo;
que del calor de una piel
a la delicia de alguna otra
la distancia es más corta
de lo que queremos creer,
sobre todo cuando importa
mucho más el placer
de recorrer esa derrota
usando los propios pies.
Y estas cansadas piernas mías,
estén en el camino que estén,
saben andar con la misma alegría
con tu silencio o sin él.

Igual que gocé de tus palabras
disfruto ahora tu ausencia también,
pero por si alguna vez me llamas,
aquí sigo, sin nada que temer.
Guarda, pues, tu silencio
que yo, por esta vez,
atesoro por el mismo precio,
tus jadeos y tu placer:
no quisiera ser yo el necio
que asustado echara a perder
el deseo con que otros cuerpos
seguro me volverán a querer.

Olga Valero.