La marea del Prestige, efecto colateral de la Guerra de Irak.
Por Víctor Sampedro Blanco, profesor de la universidad pública en Madrid y miembro de Marea Humana.

El Prestige ofrece, al menos, tres planos de lectura: local, estatal y global. Comprenderlas y relacionarlas pueden servir para mantener la movilización social en marcha. El escaso valor electoral de la catástrofe en los próximos comicios municipales, que no se celebrarán en Galiza hasta 2004, y la decreciente espectácularidad mediática irán minando su visibilidad en la esfera pública. La alfombra de bombas sobre Irak también ocultará las sucesivas mareas negras. Por ello intentaré conceptualizar la crisis del Prestige como efecto colateral de la guerra de las petroleras .

A nivel local podría interpretarse el Prestige como posible catalizador de la emergencia de una cultura de la protesta cívica, hasta ahora desconocida, marginal o marginada en Galiza. De mantenerse, socavaría, al menos, el clientelismo caciquil y la resignación secular de la que se alimenta. A nivel nacional, el Prestige ha proyectado simbólicamente a la sociedad civil del voluntariado, frente una clase política indolente (demostraron que no les dolía el drama ecológico y social) y prepotente (creen que pueden decir y hacer lo que les venga en gana, por incongruente e irresponsable que resulte). Por desgracia, esos adjetivos no se ajustan sólo al gobierno autonómico y central del PP. La negativa del PSdG a formar parte de la plataforma Nunca Máis, la del PSOE a plantear una moción de censura en el Congreso, la ausencia de los eurodiputados socialistas españoles que impidió crear una comisión específica en el Parlamento Europeo... justifican la sospecha ciudadana de semejanza entre quienes podrían enfrentarse a una crisis semejante en el futuro y quienes ya gobiernan. Habrían mudado las formas, pero no las prácticas con las que se afrontaron los escándalos de las dos últimas legislaturas del PSOE: opacidad en la toma de decisiones, deriva de responsabilidades y minimización de costes políticos. La debilidad de los resortes políticos y mediáticos de las otras fuerzas de la oposición ha diluido sus iniciativas.

Un tercer nivel de lectura, el global, ha sido esbozado por algunos columnistas y líderes de opinión, vinculando la marea negra con la globalización capitalista. Esa conexión resulta obvia cuando se constata que la crisis obedece, en gran medida, a los imperativos del credo neoliberal globalizador: Estado mínimo y, por tanto, disminuido en su capacidad para afrontar los riesgos ecológicos de un mercado en manos de multinacionales, sin legalidad ni responsabilidad social alguna. A casi dos meses del desastre no ha habido una sola dimisión y sólo está en prisión el capitán griego del Prestige: ni rastro del propietario libio del buque, ni de la compañía de fletes griega, ni de la aseguradora británica que lo abanderó en las Bahamas, ni de la firma gibraltareña que fletaba la carga, que pertenecía a una petrolera ruso-suiza...

La debilidad estructural de los grupos antiglobalizadores les ha impedido transformar la indignación popular y el voluntariado en rebeldía. Pocas veces se ha percibido, como durante esta crisis, el abismo entre el lenguaje político-mediático y el discurso de la calle. Pero las interpretaciones críticas no han surgido de quienes defienden la Tasa Tobin, la Consulta Social Europea, el Foro de Porto Alegre o la Desobediencia Global. Por eso, las críticas al mercado global de crudo - apenas esbozada en algunos medios - no tocaron el tema de fondo: el carácter excedentario de las poblaciones afectadas. Tanta indolencia e irresponsabilidad de los gobernantes no son una prueba de incompetencia política, sino de prepotencia neoliberal: el Estado abandona a su destino a los sectores improductivos e ineficientes. Aún más, los "desastres" y las "crisis" han de servir para realizar ajustes estructurales, impuestos desde hace tiempo por Bruselas o algún otro ente tecnocrático, alejado del control y la participación de los ciudadanos. Permítaseme una comparación. La Xunta ha extremado el cuidado y las inversiones en el Camino de Santiago para atender a la marea de peregrinos que se repite cada cuatro años. Es casi el mismo ciclo que el de las mareas negras en las costas gallegas. Sin embargo, aún carecemos del desarrollo de un plan de riesgos, que además sufrió recientes recortes en las infraestructuras para afrontar crisis como la del Prestige. La UE lleva décadas intentando recortar las licencias y las cuotas de pesca, así como el excesivo peso del sector primario gallego. La Xunta, en sintonía, anuncia próximas inversiones para convertir A Costa da Morte en un parque temático. Sus únicas propuestas políticas han sido indemnizaciones y subvenciones para desarrollar el turismo en la zona. Intentan transformar a mariñeiros y redeiras en mediopensionistas y luego en siervos del agroturismo.

La debilidad de los grupos antiglobalización y su falta de coordinación explican que se hayan visto sobrepasados por los voluntarios que se lanzaron a las playas tras ver las imágenes de alguna televisión y contrastar las mentiras oficiales. Ahora bien, por miopía intelectual se ha desprovechado la posibilidad de realizar una crítica movilizadora, que evidenciase lo que todos sentían en carne propia o vecina y no alcanzaban a entender: ¿Por qué se dejaban "en manos de Dios y las corrientes marinas" toneladas de veneno? Sería absurdo inculpar al PP de generar esta crisis a propósito, con el fin de forzar la reconversión de todo el sector pesquero. Pero era una tarea pendiente, por imperativo de Bruselas, de todos los conselleiros de Pesca. Ante la tragedia y sin haber tomado una sola medida efectiva, Manuel Fraga Iribarne declaró que "no hay mal que por bien no venga". Sabe que las ayudas ampliarán las redes clientelares del voto cautivo del PP y que, a medio plazo, será más sencillo desmantelar los sectores ineficientes de la pesca gallega. Todavía no ha recibido una crítica serena y radical de las raíces de su indolencia e irresponsabilidad. Dicha crítica hubiese conectado con todos aquellos que nunca han asistido (ni a este paso asistirán) a las contracumbres y a los foros sociales, pero que se saben poblaciones amenazadas por la globalización, aquí y ahora.

Algunos calificamos, sin lograr demasiado eco, la marea negra como arma de destrucción masiva del capitalismo globalizado. Los efectos del Prestige sobre el ecosistema marino y humano están siendo devastadores. Por lo menos, nos afectan bastante más que los supuestos silos nucleares y bioquímicos de Sadam Hussein. La conexión entre el tráfico fraudulento de hidrocarburos y el origen de la guerra con Irak también resulta evidente. La petrolera cuyo crudo transportaba el Prestige era la cuarta compañía en importancia de Rusia, con conexiones previas en el tráfico de armas, la mafia y diversos paraísos fiscales. Después del siniestro del Prestige, mejoró aún más su posición comprando, gracias a sus contactos con Putin y a precio de saldo, una petrolera competidora. La guerra del Golfo no habría sido posible sin la aquiescencia del Kremlin, la que se avecina contra Irak tampoco. En suma, los militares españoles, que brillaron por su ausencia en las costas de Galicia hasta bien entrada la tercera marea negra, defienden a las mismas petroleras (e intereses políticos afines) que nos inundan de veneno el presente y el futuro.

Así de simple y crudo (también de fuel). Porque por/con petroleo se ganaron las elecciones en USA y, a partir de entonces, George Bush Jr. comenzó a practicar el unilateralismo. ¿Se acuerdan de los escribas adláteres que tras el 11-S celebraban su apertura al mundo? Son los mismos que ahora jalean el plan norteamericano de cortar alianzas con Arabia Saudita y recomponer el mapa de Oriente Medio. Sus objetivos no pueden ser más claros: avisaron que quien no participase en la "coalición internacional" no disfrutarían de los yacimientos irakíes. Rusia, que ya sólo muestra su poder ante los chechenos, volverá a dar un cheque casi en blanco al Pentágono.

Desde la crisis de la mili, las FAS no habían caído en tal descrédito como el provocado por su inactividad durante el primer mes de mareas negras. Los soldados no fueron movilizados para evitar la sensación de emergencia nacional, en consonacia con la estrategia del Gobierno de negar la catástrofe. Se buscó la proyección internacional de las tropas para, a la vez, servir de cortina de humo del Prestige: Las fotos de la Marina en el Índico asaltando un barco coreano que parecía transportar armamento "terrorista". Pero resultaron ser misiles destinados a un país"aliado", por lo que se le devolvieron al día siguiente . Sin haberse pasado por O Grove, "asestaban un golpe" a Al Qaeda en las costas de Yemen. Un par de días bastaron para invalidar las definiciones de soberanía y de riesgo nacional que maneja el Ministerio de Defensa, ahora desvelado sólo como Ministerio de la Guerra. El ministro Federico Trillo ("las playas de Galicia están esplendorosas") ya había demostrado su noción de la soberanía nacional enviando un cazabombardero a la contracumbre que se celebró en Barcelona en mayo de 2002: los antiglobalizadores equiparados a las tropas terrestres de Bin Laden. Confundiendo las tareas policiales con las militares (que también incluyen frenar "la avalancha" de inmigrantes), acaecieron el estrambote neocolonialista de Perejil y los banderazos en la Plaza de Colón. La patria, parecen decir, se defiende luchando contra el subversivo, el moro y el separatista. Frente a tales amenazas, los buques monocascos, que durante el primer mes del Prestige siguieron navegando a pocos kilómetros de Fisterra, no representan riesgo alguno. La estrategia actual de reemplazar en la recogida de chapapote a los voluntarios por los soldados intenta limitar el contacto directo de miles de jóvenes con la tragedia y evitar que propagen su testimonio. Repito, al principio, entre Yemen y Muxía, Federico Trillo no dudó a dónde debían acudir las FAS.

La guerra global permanente, decretada por USA el 11-S, se mueve con y por petróleo. El lobby norteamericano de las petroleras impulsó a George Bush Jr. como presidente y en su equipo está representado en las más altas instancias que dirigen la guerra contra Irak. El Imperio, por emplear el término de T. Negri, adopta los rasgos que Mary Kaldor señala en las "nuevas guerras". Según esta autora, los conflictos bélicos más recientes (p.e. las guerras civiles de África o la ex-Yugoslavia) evidencian la interrelación de las dimensiones económica y bélica de la globalización. Cuatro distinciones, más o menos claras durante la Guerra Fría, se han borrado, primero en los conflictos étnicos en países "fallidos" y actualmente en la guerra de contra-insurgencia global que lidera la potencia estadounidense. Sorprende su paralelismo con los sucesos del Prestige:

1) Se borra la distinción entre actividades bélicas públicas (dirigidas por el Estado) y las organizadas por bandas privadas. De igual modo, TRAGSA, empresa pública encargada de limpiar las costas cuenta como accionista al Ministro de Medio Ambiente, Jaume Mata.

2) Se borra la distinción entre las dimensiones internas y externas de los conflictos. En la crisis del Prestige las responsabilidades medioambientales, económicas y políticas se diluyen entre actores de diferentes nacionalidades, ante la impotencia estatal y la ausencia de una legislación internacional.

3) Se borra la distinción entre lo económico y lo bélico. La globalización retoma las economías de guerra y la guerra económica, aceptando la vuelta de la coacción en las relaciones mercantiles. La Marina portuguesa impidió el remolque del Prestige frente a sus costas, medida que parece haber decidido el alejamiento del buque hacia aguas donde ningún ejército pudiera intervenir. Su hundimiento, intencional o no, se produce allí donde no existen ni regulación supranacional ni tropas que la implementen: el mar, sin guardacostas, sin nacionalidad, convertido en vertedero. Y, finalmente...

4) Se borra la distinción entre tareas civiles y militares, entre soldados profesionales y voluntarios. El verdadero ejército popular vistió el mono blanco de los voluntarios desde la segunda semana de la crisis. Dos meses después, los militares profesionales intentan aprovechar su legitimidad y restarles protagonismo: visten monos blancos, pero a sus espaldas muestran el logotipo de las FAS.

Estos paralelismos sugieren que la movilización por la catástrofe del Prestige puede y debe continuarse con la oposición a la guerra contra Irak. Será un "ataque preventivo", entre cuyos costes ha de incluirse la falta de medios de prevención y anticontaminación, evidenciada durante estos meses negros. Como decimos en Marea Humana: ESTA ES NUESTRA GUERRA. ESTA ES NUESTRA MAREA.