PARTIDO

Contribución del MAI
al debate sobre el
Partido Comunista

 

 

Cuando el MAI decidió difundir a través de su página web la Tesis de Reconstitución del Partido Comunista , elaborada por el Partido Comunista Revolucionario (PCR), después de haberla estudiado y aceptado como esencialmente correcta, fue porque consideró que trataba acertadamente la cuestión fundamental de la recuperación del Partido Comunista como instrumento imprescindible de la revolución proletaria, y porque recogía, en lo sustancial, nuestro propio punto de vista sobre las condiciones, los requerimientos y las tareas que dan contenido a la etapa de preparar la revolución socialista, etapa de la lucha de clases en la que nos hallamos inmersos actualmente.

En las condiciones históricas de finalización de un ciclo revolucionario y de transición hacia otro, han aparecido numerosos elementos nuevos y originales que no hallan precedente en la experiencia anterior del proletariado que pudiera permitirnos “calcar” las soluciones a los problemas que plantean. A nuestro entender, la Tesis de Reconstitución sí resuelve esos problemas o, al menos, da la pauta para que puedan ser resueltos de manera satisfactoria, situando la teoría del partido de nuevo tipo proletario a la altura de la experiencia acumulada en ese ciclo pasado y de los requisitos necesarios para iniciar la nueva ola revolucionaria. La Tesis de Reconstitución defiende que el Partido Comunista es condición imprescindible y punto de partida de esa nueva oleada, y en esta cuestión cardinal se diferencia de las posiciones hoy dominantes en el movimiento de vanguardia, que continúan empleando la vieja receta de que el punto de partida del movimiento revolucionario debe ser la práctica de masas. La aplicación de la Tesis de Reconstitución condujo a los camaradas del PCR a profundizar en el significado teórico y en las consecuencias prácticas de esa visión actualizada del proceso revolucionario, hasta formular sus conclusiones en lo que denominan Nueva Orientación , cuya principal consideración consiste en reconocer el déficit teórico del marxismo tal como lo hemos recibido de la experiencia anterior y la necesidad de su Reconstitución como ideología de vanguardia, como condición sine qua non de su Reconstitución política. Este desarrollo provocó la incomprensión del ala derecha de ese partido, que fue incapaz de asumir esas conclusiones como resultado de la aplicación de la Tesis de Reconstitución y que terminó escindiéndose para retornar a la defensa de posiciones políticas anteriores, como la “unidad comunista”, y para volver a la “casa común” de la vanguardia, el movimiento espontáneo “de masas”. Este grupo derechista ha querido, también, desmarcarse teóricamente de la línea de construcción partidaria que defendió durante años elaborando y difundiendo su crítica a la Tesis de Reconstitución del PCR. Nosotros la hemos traído aquí como parte del debate, al mismo tiempo que la Nueva Orientació n, que cae también bajo el punto de mira de esa crítica, con el fin de que la vanguardia pueda contrastar vis a vis todos los puntos de vista. Creemos que, en estos momentos de clarificación ideológica de la vanguardia, lo honesto es dejar que cada cual hable por sí mismo, para luego atender a lo que cada uno opina de cada cual. Y esto es lo que nosotros haremos con esta pequeña contribución al debate sobre el Partido Comunista. Esta contribución es pertinente también porque nuestra experiencia nos ha conducido a similares conclusiones y ha provocado idénticas consecuencias políticas y organizativas (de las que ya dimos cuenta en la Editorial del anterior número de El Martinet e).

Para resumir, desde nuestra práctica podemos asegurar que, hoy por hoy, el movimiento comunista se divide entre quienes, por un lado, en su labor parten de la teoría revolucionaria, de los problemas que ésta plantea y posponen el objetivo de conquistar a las masas, según el principio leninista de que no hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria; y quienes, por otro, se dirigen directamente al movimiento de masas, con el fin de construir todos los instrumentos de la revolución, incluidos la teoría y el propio movimiento revolucionario, de manera simultánea, como es el caso de nuestros propios renegados derechistas, ahora Unión Proletaria (UP), que tratan de ganar para la revolución a los trabajadores de Cortefiel amenazados de despido pidiendo telegramas de solidaridad, al mismo tiempo que apelando a la del patrón, a quien suplican que no deje en la calle a los pobrecitos empleados que le han servido fielmente durante tantos años.

 

Los cuatro puntos: “ideologismo”

La escisión derechista del PCR resume su crítica en Los cuatro problemas principales de la Tesis de Reconstitución del Partido Comunista . Los dos primeros tratan de esto, precisamente: ¿es la ideología lo principal?; ¿las tareas se realizan simultáneamente o según un plan que las ordena?

A la primera pregunta responden negativamente y acusan al PCR de desviación “ideologista” por sostener lo contrario. Para nosotros, sin embargo, resulta del todo incomprensible que alguien autodenominado marxista-leninista cuestione la posición dirigente, de vanguardia, de la teoría revolucionaria. Poner en cuestión tesis como que “el Partido Comunista debe fundarse en la ideología” no sólo supone, a nuestro entender, romper con la posición de partida lógica del comunismo (la tesis leninista de que el primer cometido de los comunistas es el de llevar la teoría revolucionaria al movimiento), sino también con las raíces del comunismo como fenómeno histórico. ¿No nació éste con las Veintiuna condiciones de la Komintern?; y esos veintiún puntos, ¿no eran un cuerpo ideológico de ruptura y de deslindamiento con la socialdemocracia? Así, el movimiento comunista internacional no sólo nació desde la definición ideológica de elementos de ruptura política, sino también desde la escisión, y no desde la unidad, desde la ruptura con el viejo movimiento obrero.

Estos señores también censuran la tesis de que la labor revolucionaria consiste en “integrar la verdad universal del marxismo-leninismo en la práctica concreta”, tildándola de idealismo. ¿No saben que ésta es una formulación de Mao? Entonces, cuando se alteran tanto ante quienes queremos abordar el estudio del Ciclo de Octubre como ciclo histórico cerrado y el de sus premisas ideológicas y políticas, con el fin de hallar los límites o las insuficiencias que expliquen la derrota final, erigiéndose en los grandes adalides de la obra de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao, que sienten amenazada, ¿por qué no explican que son ellos quienes primero han atacado, en este caso, a Mao?; ¿por qué se proclaman como los sacerdotes de los iconos de los grandes líderes de la revolución al mismo tiempo que liquidan su pensamiento?; ¿cuándo resolverán estas contradicciones?; ¿por qué no lo hacen, como sería lo suyo, antes de ir a embrollar a los trabajadores de Cortefiel ? Por nuestra parte, reconocemos que ese tipo de formulaciones (como la de Mao, u otras, como la idea de definir la Reconstitución ideológica como depuración del marxismo de “contaminantes”, porque presupone la teoría pura y acabada, y que nosotros hemos empleado marginalmente en alguna ocasión) son peligrosas por imprecisas y porque, efectivamente, pueden introducir elementos filosóficos ajenos al materialismo dialéctico: en el caso de la cita de Mao, el idealismo subjetivo de corte platónico. Sin embargo, en nuestra opinión, esas fórmulas no pueden interpretarse en abstracto, no deben descontextualizarse, como han hecho los críticos de la Tesis de Reconstitución. De hecho, este tipo de fórmulas han ido desapareciendo de los documentos del PCR. A nuestro entender, se trata de los primeros intentos imperfectos de plasmar una idea nueva, para lo cual es inevitable, a veces, el uso de formas viejas, recogidas de influencias reconocidas y aceptadas –el maoísmo, en este caso–, cuando la nueva definición aún no está del todo madurada ni perfilada en todos sus elementos. Pero lo importante es que, desde la Tesis de Reconstitución , vista en conjunto, no puede interpretarse la construcción del Partido Comunista como “realización de la idea” hegeliana –interpretación en la que se han empeñado sus “críticos”–, ni tampoco que la práctica de masas no juegue ningún papel en esa construcción. Y, en cualquier caso, domina siempre la idea correcta –al igual que en Mao– de que la “verdad universal” no son sino los principios del marxismo-leninismo y del socialismo científico, el conjunto de normas extraídas de la experiencia práctica de la revolución que es preciso respetar y aplicar independientemente de las circunstancias de tiempo y lugar, en tanto que leyes de la transformación social. Deberían releer la Tesis con menos prejuicios, o con menor distracción.

Los críticos del PCR abogan por el “contenido de práctica revolucionaria” del marxismo-leninismo, por “su contenido realmente transformador de la realidad social” (¿el marxismo-leninismo, la teoría, transformando la realidad?; ¿no consiste en esto, precisamente, el idealismo hegeliano? ¿Aclararán esta nueva contradicción?), que debe ser llevado de manera inmediata a la práctica. De este modo, su verdad “se demuestra en lo concreto, sólo se puede demostrar en la misma práctica política revolucionaria”, por lo que no es posible “la ideología como base previa a la unidad” porque “es una reclamación con contenido meramente abstracto que no sitúa una vinculación concreta de propuestas y acción transformadora concreta”. Es, entonces, en “estas propuestas” “donde se verá la verdadera unidad ideológica”. En resumen, la práctica en el puesto de mando. Pero, ¿qué práctica, qué política? ¿La propia práctica lo decidirá? Una lección elemental del marxismo-leninismo consiste en que si la ideología proletaria no está al mando de la política, lo estará la ideología burguesa. Para el marxismo, la tesis de “la política al mando” es una falacia (o una nueva descontextualización de una frase de Mao, quien dijo que la política debía estar al mando respecto del fusil y la economía , y la ideología respecto de la política). Sin embargo, estos señores quieren justificar su huida hacia el movimiento práctico de masas y su política de unidad de acción a cualquier precio. No en vano han caído en el lodazal del movimiento en pro de la III República, firmando manifiestos y programas mínimos con todo tipo de organizaciones pequeño burguesas y revisionistas, con quienes, al parecer, han hallado, por fin, su tan anhelada “vinculación concreta” con la realidad social (del reformismo) y la “verdadera unidad ideológica” (con la contrarrevolución). Con estos nuevos compañeros de viaje, han renunciado a la propaganda por la Dictadura del Proletariado y se dedican a contaminar la conciencia de las masas con la ilusión de una “verdadera democracia” como paso previo y necesario al socialismo. Lo cual demuestra la degeneración de estos señores en el oportunismo más prístino, haciendo todos los honores a la definición clásica de Engels de esta desviación:

“El olvido de los grandes problemas esenciales ante los intereses pasajeros del momento; la carrera tras los éxitos efímeros y la lucha en torno a ellos, sin preocuparse de las consecuencias ulteriores; el abandono del futuro del movimiento, el cual se sacrifica al presente, todo ello puede tener móviles honestos. Y el oportunismo ‘honesto' puede resultar el más peligroso de todos los oportunismos.” ( Crítica del Programa de Erfurt . Comentarios a las “Reivindicaciones políticas”).

Por cierto, si la unidad de acción política es el único modo de vincularse con lo concreto, de evitar caer en el idealismo y de reconocer “la verdad”, entonces, ¿por qué Marx y Engels rehusaron incorporarse al SPD surgido de la unión de las dos principales corrientes del socialismo alemán, en el Congreso de Gotha de 1875? Por motivos ideológicos. ¿Y por qué Engels no se incorporó al SPD en 1891, cuando su línea política ya se reconocía de inspiración marxista? Parece que Engels no rendía tanta pleitesía ni a la unidad, ni a la “acción transformadora concreta” inmediata. Prefirió “encerrarse” en su estudio para elaborar verdadera propaganda comunista y, sobre todo, para terminar de publicar El capital de Marx, para él la cuestión más importante en ese momento, desde el punto de vista del largo plazo. ¿Por qué Lenin y los bolcheviques terminaron rompiendo la unidad y la “vinculación concreta de propuestas y acción transformadora concreta” del POSDR para reconstituir el partido marxista revolucionario de Rusia, en 1912 (aunque, de hecho, la ruptura fue muy anterior)? Para salvaguardar la independencia política del proletariado a través del partido construido en torno a la ideología revolucionaria, para aplicar el programa de “acción transformadora concreta” claramente separados, de cara a las masas, de los liquidadores y traidores. ¿Cuándo explicarán estos señores todas estas anomalías de su línea política en relación con el verdadero ejemplo de nuestros clásicos, que tan furibundamente parecen querer defender? Finalmente, si la práctica es el criterio de la verdad, como cacarean tan a menudo, si los proyectos políticos “se demuestran en lo concreto”, ¿por qué se empeñan en repetir experiencias fracasadas?; ¿por qué tratan de reeditar, casi exactamente en los mismos términos, el proyecto de “unidad comunista” de 1984, cuando ha demostrado ser un verdadero fiasco?; ¿por qué se empeñan en “bajar” a las masas sin teoría, sólo armados con los lugares comunes que ya utilizaron decenas de grupúsculos que, como el suyo, llevan décadas fracasando en organizar un movimiento revolucionario desde el movimiento obrero práctico? ¿Cuándo van a explicarnos y a explicarse a ellos mismos tantas incoherencias, tantas contradicciones?, ¿cuándo van a demostrar un mínimo de respeto por esas masas que tanto fervor les producen?

La cuestión de “la ideología al mando” es la cuestión de la independencia política del proletariado porque es la única “garantía” para una correcta correlación entre los medios y el objetivo final, y para evitar caer en el oportunismo, tal como lo define Engels. Dar por supuesta la ideología y subordinarla a un criterio práctico conducirá al aplazamiento permanente del objetivo, a obviar que todo se hace para alcanzar el objetivo del socialismo y el comunismo a través de la Dictadura del Proletariado; y, aquí, obviar es olvidar y dejar de lado la educación de las masas en ese objetivo. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la UP. Los sectores más conscientes del proletariado sólo pueden iniciar una andadura política independiente desde posiciones ideológicas independientes, organizándose en torno a ellas. Otra cosa es oportunismo o ciencia ficción, algo que no se corresponde con la experiencia histórica del movimiento comunista internacional (y, por consiguiente, un punto de partida revisionista respecto de esa experiencia). Y el desarrollo independiente de esa andadura sólo es posible desde la línea política revolucionaria elaborada desde esa ideología, desde el análisis concreto de la situación concreta, es decir, atendiendo a la correlación real de fuerzas de clase y al estado de la lucha de clases en función del objetivo final. Ésta es la política verdaderamente proletaria que la vanguardia debe llevar al movimiento práctico. Esta línea se dilucida en el terreno teórico, fundamentalmente, y en el marco de la lucha de dos líneas. Ir directamente al movimiento práctico sin línea política independiente, sin un análisis propio de la correlación política entre el estado de todas las clases y la lucha de clases proletaria por el socialismo, sino sólo reproduciendo análisis de otras clases, como están haciendo todos los destacamentos autodenominados “comunistas”, supone la búsqueda de un acuerdo preliminar desde “bases políticas concretas”, que son las bases propuestas o impuestas por otros intereses de clase ajenos al proletariado; significa excluir la posibilidad de combatir a fondo las insuficiencias y limitaciones de esas bases y, por tanto, liquidar el plano teórico de la lucha de clases proletaria; significa, en consecuencia, renegar de la lucha de dos líneas como motor del desarrollo político e ideológico del proletariado (que es sustituido por el agregado de fuerzas sobre las “bases políticas concretas” de la unidad y la suma de reivindicaciones), pues la unidad desde “lo concreto” exige el respeto hacia un programa mínimo de acuerdo estratégico –no sólo táctico– con otras clases o con el revisionismo, con el consiguiente paso a la retaguardia de ese movimiento político que se pretende promover.

Ir directamente al movimiento práctico sin línea independiente significa, también, identificar línea política con programa –como ha terminado haciendo la UP–, es decir, elaborar la política desde las reivindicaciones inmediatas de las masas y no desde el análisis de las relaciones entre todas las clases sociales, desde la descripción del eslabón desde el que establecer la táctica que permita construir el movimiento de transformación revolucionaria hacia el objetivo de clase; por lo que, finalmente, nos hallamos ante la reducción de toda la realidad social objetiva, de todo el conjunto de contradicciones de clase, a la relación unilateral en el plano meramente económico, a la contradicción específica entre el obrero y el patrón, ante la identificación de todo el conjunto del proceso social con el movimiento obrero práctico de resistencia , ante la identificación simplista entre práctica social y práctica de masas. El origen de esta desviación sindicalista está en la liquidación del punto de vista leninista hacia la práctica social:

“La socialdemocracia (el comunismo) representa a la clase obrera no sólo en su relación con un grupo determinado de patronos, sino en sus relaciones con todas las clases de la sociedad contemporánea, con el Estado como fuerza política organizada. Se comprende, por tanto, que los socialdemócratas (los comunistas) no sólo no pueden circunscribirse a la lucha económica, sino que ni siquiera pueden admitir que la organización de las denuncias económicas constituya su actividad predominante.” (Lenin, ¿Qué hacer? , capítulo III, a).

La lógica economicista en el trabajo práctico acarreará nuevas consecuencias: la pérdida de sustantividad del Partido Comunista y de sus requisitos de Reconstitución para permitir ser identificado con cualquier destacamento de vanguardia prepartidario (como, por ejemplo, lo que salga del Congreso Extraordinario que ha convocado, “en fechas a determinar”, el Comité Estatal del CEOC “para la Constitución del Partido marxista-leninista”); la concepción del proceso de construcción política como frente sindical y/o como frente único, sin sitio ni papel para una organización independiente de él , y, finalmente, esta vez sí, la deriva en el idealismo, en el verdadero “ideologismo”, pues se pretende que el grupúsculo comunista conquiste ese frente político desde la ideología pura, ya que ésta no ha sido traducida previamente en línea política y dado que se ha aceptado el análisis del proceso realizado por otros y su programa reivindicativo. Pretender la conversión revolucionaria de ese frente desde la propaganda pura y simple de los principios generales del comunismo en el seno del movimiento espontáneo de masas (si es que siquiera esto se intenta, que lo dudamos), sin otros referentes político-organizativos independientes, supone otorgar un poder mágico o esotérico de transformación a las ideas, es pretender que las ideas pueden cambiar el mundo, como han terminado confesando sin querer los autores de la crítica de la Tesis de Reconstitución .

Resumimos nuestra posición en este importante debate en torno a la cuestión de “la ideología al mando” con palabras de Lenin, extraídas de su ¿Qué hacer? , donde sintetiza las tareas de la vanguardia en el periodo de preparar la revolución y donde subraya la importancia de la teoría en este cometido. En primer lugar, el principio de lucha de dos líneas, de la lucha de clases teórica, como primer factor de construcción del partido revolucionario:

“(…) nuestro partido sólo ha comenzado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo.” (cap. I, d).

Los críticos del PCR no quieren abordar esta tarea por “ideologista”, y prefieren subirse al carro de las otras “tendencias del pensamiento revolucionario” que buscan “desviar el movimiento del camino justo”, aceptando sus condiciones políticas y, sobre todo, ideológicas. En consecuencia y en segundo lugar, no perciben que:

“En estas condiciones, un error ‘sin importancia' a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual ‘matiz' puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa (léase, del movimiento comunista en el Estado español) por años y años.” (Ibid.).

Aceptar de manera oportunista “matices”, como lo adecuado de una III República o que China es un país socialista, “matices”, entre otros varios, con los que han terminado tragando estos “críticos” para ser aceptados en el círculo de sus nuevos amigos revisionistas y pequeño burgueses, causará “los más desastrosos efectos” si no son denunciados y combatidos en el plano teórico de los principios ideológicos y en el plano político de la línea revolucionaria correcta adecuada a las condiciones de la revolución en el Estado español (Socialismo y Dictadura del Proletariado).

El documento de crítica a la Tesis de Reconstitución es superficial y premeditadamente manipulador. De la lectura de los documentos del PCR no emerge un proyecto desde la ideología pura, ni desde la definición previa de la ideología como “base de la unidad”, como pretenden estos señores. De lo contrario, no tendría sentido la propuesta que defiende el PCR de Reconstitución ideológica como condición previa del Partido Comunista. Lo que propone esta organización es la unidad sobre la base de las tareas comunes que se consideran necesarias para alcanzar los objetivos establecidos, la unidad sobre la base del Plan de Reconstitución . Naturalmente, esto presupone una posición ideológica irrenunciable, pero ésta no lo cubre todo: es en torno a la definición y aplicación de ese Plan que se delimitan los campos de la revolución y de la contrarrevolución. Algo, por cierto, que conocen muy bien estos señores, pues finalmente han renegado de él para sumarse al carro del oportunismo.

Por otra parte, y desde una perspectiva más general, este debate sobe el papel de la ideología en la construcción de los instrumentos revolucionarios del proletariado nos sitúa en disposición de describir una panorámica general de los sectores en los que se divide actualmente el movimiento comunista, desde el punto de vista de su posición en ese debate. En primer lugar, están quienes, como los críticos del PCR, consideran que el punto de partida de todo el proceso revolucionario es el movimiento espontáneo de masas, la lucha de resistencia por reivindicaciones inmediatas. Para este sector, la teoría proletaria no es el referente político y organizativo principal, sino un componente más del movimiento que esperan que éste adopte como guía de manera “natural”, a condición de que todos los comunistas se unan desde la unidad de acción dentro del movimiento y pugnen por su hegemonía. El problema de la crisis ideológica del comunismo, por lo tanto, no existe para ellos: las diferencias y los “matices” se resuelven desde la voluntad subjetiva, alcanzando acuerdos tácticos sobre las cuestiones candentes. Este sector es el mayoritario en la configuración actual del movimiento de vanguardia, representa una desviación de derecha y su línea es la más peligrosa para el futuro de la revolución proletaria. En segundo lugar, están quienes sí consideran que hay que partir de la ideología y que ésta es la única “base previa de la unidad” partidaria. La “unidad comunista” no se realizaría dentro del movimiento práctico, sino fuera de él, y la Reconstitución del Partido Comunista se reduciría a esa unidad de la vanguardia, con lo que, una vez conseguida, se pasaría directamente a la conquista de las masas. En este caso, no se percibe, tampoco, la necesidad de la Reconstitución ideológica. Este sector izquierdista está conformado generalmente por organizaciones maoístas, que consideran la aceptación del maoísmo como único requisito de Reconstitución. Esta línea de construcción política es menos peligrosa porque reconoce la ideología como el punto de partida correcto que debe adoptar la vanguardia. Finalmente, estamos quienes compartimos la tesis de que todo comienza desde la teoría revolucionaria del proletariado, pero consideramos que ésta transita hoy por una etapa de crisis como teoría de vanguardia debido a las consecuencias de la derrota del ciclo de la Revolución Proletaria Mundial que abrió Octubre. En consecuencia, existe el problema de la Reconstitución ideológica, que debe ser la tarea primera y principal que aborden los comunistas. El Plan de Reconstitución es, por consiguiente, el punto de partida, punto de partida que incluye tanto la tarea del Balance del Ciclo de Octubre, cuyo cometido consiste en que el comunismo recupere su posición de teoría de vanguardia, como el objetivo de elaboración de la línea política revolucionaria, de los requisitos para el programa de la revolución socialista y la táctica para que estas tareas sean obra del conjunto de la vanguardia y no de algún grupúsculo aislado. De este modo, para este sector, el punto de partida no es “inmaterial”, puramente ideológico, sino la realidad de un movimiento político organizado alrededor de las tareas del Plan de Reconstitución, en definitiva, el punto de partida sería el movimiento comunista como vanguardia en la realización de las tareas que doten al proletariado de su independencia política como clase en la actual etapa de la revolución. Únicamente desde la existencia de tal movimiento puede hablarse del proletariado como clase independiente. Mientras tanto, será una clase sometida a intereses extraños y sus masas sólo servirán de carne de cañón en las confrontaciones entre otras clases. A nuestro entender, la Tesis de Reconstitución y la Nueva Orientación del PCR definen de manera acertada los fundamentos de ese Plan en torno al que se puede generar el movimiento comunista que resuelva los problemas de la preparación de la revolución socialista, principalmente la Reconstitución ideológica del comunismo y la Reconstitución del Partido Comunista.

Entonces, como, en resumidas cuentas, la cuestión crucial gira en torno a la ideología y a la postura que adoptemos ante ella, para favorecer la mejor comprensión del calado del asunto, ilustraremos la polémica con la ayuda de Lenin. Todo el mundo conoce la tesis central de ¿Qué hacer? , que el movimiento obrero no puede elaborar por sí mismo la teoría del socialismo científico y que ésta debe ser introducida desde fuera:

“Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Ésta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la teoría del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales.” (cap. II, a).

Sin embargo, en la obra de Lenin –y en la de otros autores clásicos– pueden encontrarse pasajes en contrario:

“El comunismo ‘brota' de todos los aspectos de la vida social sin excepción alguna, sus gérmenes existen absolutamente en todas partes, ‘el contagio' (…) ha penetrado muy hondo en el organismo y lo ha impregnado por completo. Si ‘se tapona' con celo especial uno de los escapes, ‘el contagio' encontrará otro, a veces el más inesperado. La vida acabará por imponerse.” (Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo , cap. X).

Evidentemente, sendos fragmentos representan posiciones de principio antagónicas, que introducen elementos de ambigüedad en la obra de Lenin que han creado y continúan creando mucha confusión entre la vanguardia. No en vano cierto oportunismo de derecha se ha disfrazado de “izquierda” legitimando su actividad en virtud de la cita de este tipo de pasajes. El caso es que esta ambigüedad ha alimentado el debate sobre el papel de la ideología en la labor de la vanguardia y sobre la relación entre la teoría y el movimiento de masas. No es posible afirmar que el movimiento espontáneo sólo genera tradeunionismo y, a continuación, que el comunismo “brota de todos los aspectos de la vida social” espontáneamente (si entendemos el comunismo como una teoría y no como una “actitud” voluntarista). Porque, si el comunismo debe ser elaborado “desde fuera”, y luego ser llevado al movimiento, entonces, la primera tarea de la vanguardia es de carácter teórico, y no puede dirigirse inmediatamente a la conquista de las masas. En cambio, si el comunismo “brota espontáneamente”, entonces, la vanguardia puede simultanear ambas tareas. Desde nuestro punto de vista, la primera postura es correcta (aunque estamos de acuerdo con el PCR en que ya no son los “representantes instruidos de las clases poseedoras” quienes hoy elaboran la teoría, pero sí que este trabajo continúa realizándose “desde fuera” del movimiento práctico) y la segunda falsa; sin embargo, ésta es la que predomina hoy en día entre la vanguardia. Este tipo de debates candentes nos puede dar, igualmente, idea de la importancia del Balance del ciclo revolucionario concluido, cuestión en la que el MAI ha insistido y continuará insistiendo. A priori , no nos cabe duda de que Lenin es coherente, ni de que este tipo de afirmaciones contradictorias sólo pueden hallar su explicación en el contexto de la marcha de la revolución, de sus etapas y de las circunstancias que la rodearon. Pero, falta este estudio. Hasta ahora, salvo escasas y honrosas excepciones, la historiografía de la revolución ha escamoteado estos problemas y sólo ha perseguido denigrarla o defenderla a toda costa. Lo mismo cabe decir de la biografía de sus líderes. Pero estos aspectos, quizá secundarios hasta hoy, debido a las obligaciones propagandistas de la lucha de clases, pasan ahora a primer plano y su aclaración es de la mayor importancia para la recuperación del movimiento comunista revolucionario.

 

“Esquematismo”

El segundo reproche que los “críticos” dirigen a la Tesis de Reconstitución y a la Nueva Orientación es el del “esquematismo de los procesos”, el de confeccionar un plan rígido que impone una “teoría de las fases” que niega los saltos cualitativos e impide la capacidad de adaptación de la vanguardia a las circunstancias del proceso social. Algo absurdo. No nos detendremos mucho en ello porque el lector tiene ante sí los documentos y podrá por sí mismo comprobar la iniquidad de tales acusaciones. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que los argumentos empleados por estos señores suponen, en la práctica, la liquidación de la planificación en la actividad de la vanguardia. Y es que su propuesta de plan consiste en “apreciar la multiplicidad de las contradicciones en un mismo proceso que genera tendencias de desarrollo”. ¡Vaya plan! Un “plan” de expectativas de las tendencias espontáneas que genera el movimiento espontáneo de las masas. Sí, señores, todo un plan de retaguardia. ¡Y con grosero cinismo se atreven a afirmar que el plan del PCR es “táctica-proceso”! ¿Y qué es intervenir en las “tendencias de desarrollo” del movimiento sino estar pendiente de la coyuntura del proceso y definir las tareas en función suya y de sus “tendencias de desarrollo”? Táctica oportunista. Que los trabajadores de Cortefiel se mueven, ellos piden telegramas de apoyo para “desarrollar la tendencia” de estos proletarios hacia la “lucha de clases”; que aparece un movimiento por la III República, ellos se suman para acentuar la “tendencia democrática” de las masas; que varios grupúsculos quieren unirse para fundar el enésimo “definitivo partido comunista”, ellos los primeros para salir en la foto y los que más alto vociferan sobre la necesidad de sostener la “tendencia a la unidad” comunista. Esto sí es “táctica-proceso”. Todo plan prevé fases de desarrollo, y normalmente el paso de una fase a la siguiente viene acompañado de un salto cualitativo. Esto no es difícil de entender, salvo, por lo que se ve, para estos “críticos”. Todo plan es un intento de anticipación de los acontecimientos y de las necesidades, elaborado desde la experiencia anterior en procesos similares, en orden a unas circunstancias actuales concretas y siempre en función de un objetivo que se desea alcanzar. Nadie inicia seriamente una empresa sin un plan en estos términos. Ni en la industria, ni en la guerra, ni en la revolución. La teoría de las “tendencias de desarrollo” sólo contempla una de las tres condiciones de todo plan bien concebido, la relativa a las “circunstancias actuales concretas”. La teoría de las “tendencias de desarrollo” no puede servir de base para ningún verdadero plan revolucionario porque se somete al corto plazo y a la espontaneidad. La política basada en las “tendencias de desarrollo” del movimiento concreto pierde de vista la gran tendencia general hacia el socialismo que genera el capitalismo como sistema. La teoría de las “tendencias de desarrollo” es la proyección natural, hacia la actividad política, de los mecanismos sociales de funcionamiento del mercado capitalista, donde no existe plan y donde todos los ajustes se realizan en función de las “tendencias” cambiantes que produce el juego de la oferta y la demanda. Los “críticos” trasladan a la política lo que sus mentes burguesas mejor saben reflejar de la sociedad burguesa, la espontaneidad en el desarrollo de las cosas. El plan es la forma concreta en que se vinculan las condiciones objetivas y subjetivas reales con el objetivo último, y no puede prescindir, en virtud del análisis de esas condiciones, de una visualización hipotética del desarrollo de los acontecimientos hasta alcanzar ese objetivo. De lo contrario, sería imposible la rectificación del posible error en el análisis. Esta rectificación es profunda y verdadera sólo cuando se tienen delante las premisas sobre las que se sostiene y las consecuencias que se derivan, sólo si se contempla desde el amplio recorrido que recoge el marco del plan. La prueba de que existe un margen de rectificación y ajuste del plan, aunque éste sea pormenorizado, es precisamente la evolución del plan del PCR desde la Tesis de Reconstitución hasta la Nueva Orientación , como puede comprobar por sí mismo el lector.

Hablando de la planificación y de la visión por etapas de los procesos que comporta, traemos aquí una cita de Lenin que permitirá arrojar luz sobre la polémica (además de añadir nuevos elementos de juicio a la anterior sobre la relación de la vanguardia con la ideología):

“La vanguardia proletaria ha sido conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia la victoria. Pero eso está aún bastante lejos de la victoria. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar sola la vanguardia a la batalla decisiva cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado todavía una posición de apoyo directo a esta vanguardia (…), sería no sólo una estupidez, sino, además, un crimen. Y para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de trabajadores y oprimidos por el capital lleguen a adoptar esa posición, la propaganda y la agitación son insuficientes de por sí. Para ello es imprescindible la propia experiencia política de las masas. Tal es la ley fundamental de todas las grandes revoluciones (…).
La tarea inmediata de la vanguardia consciente del movimiento obrero internacional, es decir, de los partidos, grupos y tendencias comunistas, consiste en saber llevar a las grandes masas (…) a esta nueva posición suya, o, mejor dicho, en saber dirigir no sólo su propio partido, sino también a estas masas en el transcurso de su acercamiento y de su paso a esa nueva posición. Si la primera tarea histórica (ganar para el Poder soviético y para la dictadura de la clase obrera a la vanguardia consciente del proletariado) no podía ser cumplida sin la victoria ideológica y política completa sobre el oportunismo y el socialchovinismo, la segunda tarea (que pasa ahora a ser inmediata y que consiste en saber llevar las masas a esa nueva posición, capaz de asegurar el triunfo de la vanguardia en la revolución) no puede ser cumplida sin acabar con el doctrinarismo de izquierda, sin corregir por completo sus errores y desembarazarse de ellos.” (Ibid.).

Independientemente de alguna nueva ambigüedad de Lenin, como es la de equiparar a la vanguardia constituida en partido –que presupone la tarea de su conquista ideológica cumplida– con los “grupos y tendencias comunistas” –que traducen estar todavía en esa labor prepartidaria– y el peligro que conlleva encomendarles la misma misión, ambigüedad o “matiz” de importantes consecuencias sobre las que no vamos a entrar y que reclama nuevamente la necesidad del Balance, lo importante es el resumen que nos ofrece Lenin de la experiencia del partido bolchevique y de las etapas fundamentales de la revolución rusa. Experiencia que nos permite planificar los pasos de nuestra actividad política como vanguardia desde “la ley fundamental” de la revolución; es decir, primera fase : ganar a la vanguardia ideológicamente para el comunismo desde el “ajuste de cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario que amenazan con desviarla del camino correcto”, aprender a dirigir el propio partido revolucionario, labores de propaganda y agitación; segunda fase : ganar a las masas para el programa comunista, aprender a dirigir y dirigir el movimiento de masas, labores de organización revolucionaria de las masas, etc. Es un plan general, pero establece etapas y tareas específicas y diferenciadas para cada etapa, de modo que “es necesario culminar cada premisa para poder pasar a la siguiente premisa”, como recriminan incrédulamente los “críticos”. Sí, señores, es preciso resolver, en lo fundamenta l, las tareas más sencillas, más al alcance de la vanguardia, para crear condiciones para emprender las siguientes, más onerosas, con mayores garantías. ¡En esto consiste un plan! Pero como los “críticos” han liquidado el Plan de Reconstitución, han preferido dirigirse al movimiento práctico con un “plan” mucho más “sencillo”: ganar a la vanguardia y a las masas a la vez; crear el partido, el frente único y el frente sindical “de clase” al mismo tiempo; improvisar una salida honrosa cada vez que cambie la “tendencia de desarrollo” y haya que adaptarse a la nueva situación, y una explicación para justificar cada nuevo fracaso. Como redomados empiristas, no creen en el socialismo científico, en la capacidad de la vanguardia, desde el materialismo histórico, para conocer –siguiendo el ejemplo de Lenin– las leyes universales de la transformación consciente de la sociedad. Por esta razón, han liquidado el Balance y el Plan del PCR, y ahora también la necesidad, en general, de la planificación para toda empresa revolucionaria. Por eso concluyen con afirmaciones como que el plan “no se demuestra en el concepto, pues el concepto es reflejo de lo concreto”. Sólo un empirista creería que un plan marxista busca autolegitimarse desde la especulación conceptual, sin medirse antes con la práctica; sólo un empirista puede decir que el plan “refleja” sólo lo concreto, olvidándose del papel que juega en su elaboración la síntesis teórica de la experiencia anterior y olvidándose de la relación que guarda “lo concreto” actual con el objetivo final. Pero esto tiene que ver con el déficit dialéctico del pensamiento de estos señores y, en consecuencia, con la incomprensión del punto de vista marxista sobre la relación entre teoría y práctica. Esto se demuestra en los dos últimos puntos de su crítica de la Tesis de Reconstitución .

 

Sobre la dialéctica

El punto en el que los “críticos” atacan la Tesis de Reconstitución desde la filosofía “dialéctica” parte del presupuesto, reiteradas veces afirmado pero nunca demostrado, de que esa Tesis es idealista y no tiene en cuenta la realidad concreta, cuando, en realidad, la Tesis de Reconstitución es fruto de un análisis de las condiciones en que se encuentra actualmente la relación de la vanguardia con las masas tras la derrota del Ciclo de Octubre. Pero esto se les escapa a estos señores, pues para ellos la realidad social sólo es la realidad empírica de las masas trabajadoras en su movimiento económico, es decir, en su existencia como clase explotada y en su lucha de supervivencia para la defensa de esas condiciones de existencia. Todas las demás esferas sociales les son ajenas porque para percibirlas se requiere cierto ejercicio de abstracción, que ellos eluden o son incapaces de realizar. En el fondo subyace una concepción del mundo positivista, que no ve la realidad como entramado de relaciones sociales, sino como agregado de datos. Es por eso que atacan la definición del Partido como relación entre vanguardia y masas , como unidad dialéctica de estos dos elementos contradictorios, que es la idea que defiende la Tesis de Reconstitución . Dicen que esta definición es mero “concepto” que no se concreta objetivamente. La misma cantinela de siempre. Pero la Tesis sí dice que esa relación se concreta en organización, en vínculos organizativos de todo tipo (vanguardia organizada y correas de transmisión hacia el movimiento práctico, etc.), pero que esa organización está subordinada al desarrollo de la contradicción, y ésta al desarrollo general de la lucha de clases. ¿Cómo pueden decir que, en sus análisis, el PCR no tiene en cuenta el conjunto de las contradicciones sociales? Y lo más triste es que intentan recurrir a Lenin para justificar sus despropósitos. Primero, reconocen que, para éste, el comunismo es “la fusión del socialismo con el movimiento obrero”, lo que les pone en dificultades, pues Lenin ya habla de “relación” entre elementos. Para salvar del hundimiento a su crítica, añaden, en segundo lugar, que, inmediatamente, Lenin concreta esa definición, esa relación, señalando que el comunismo se asigna como tarea la de “introducir en el movimiento obrero espontáneo determinados ideales socialistas, ligarlo con las convicciones socialistas”. Naturalmente, Lenin no dice sólo esto. Pero es indicativo que estos señores no digan más, puesto que el cuadro que nos presentan sí es idealista: una vanguardia sin vínculos orgánicos con las masas, ligada a éstas sólo por la propaganda, por las ideas. ¿Son las ideas las que “fusionan” al movimiento con la vanguardia, señores?, ¿es ésta la “concreción” que buscan? No nos extraña, pues han reducido al Partido a uno solo de sus extremos, a uno solo de los contrarios que configuran su unidad dialéctica, a la vanguardia como simple organización de propagandistas, de la que el movimiento de masas es orgánicamente –y políticamente– independiente. Lo cual es de prever en mentalidades positivistas, incapaces de ver al Partido más allá de una organización concreta formada por la unión de individuos ligados por un programa y unos estatutos, es decir, como dato “objetivo” observable empíricamente.

El bochorno intelectual aumenta cuando estos señores tratan de fundamentar su crítica desde una perspectiva ontológica. En esta ocasión, recurren a Plejánov, para quien “el materialismo reconoce la unidad del sujeto y el objeto, pero de ningún modo su identidad”. En su obra de vergonzosa simplificación de los problemas del comunismo moderno, estos señores han reducido, también, el materialismo dialéctico a materialismo sans phras e. Un error, por cierto, muy frecuente entre los “marxistas” presentes y pasados, ya que es cierto que, en nuestra tradición, ha calado el absurdo de que el “materialismo consecuente” es el materialismo dialéctico, con lo cual, lo único que se ha conseguido es constreñir el pensamiento marxista a un marco gnoseológico burgués, con las graves consecuencias que esto puede acarrear y que, de hecho, acarreó. He aquí un argumento de peso más para poner en la balanza en pro del Balance del Ciclo de Octubre. Pero prosigamos con los criticadores y, en primer lugar, con su maestro en temas filosóficos, el “pensador materialista” Plejánov. Ya hemos visto qué pensaba Plejánov, pero, ¿qué pensaba Lenin de Plejánov?

“La dialéctica es precisamente la teoría de conocimiento (de Hegel y) del marxismo. Este es el ‘aspecto' del asunto (no es un ‘aspecto', sino la esencia del asunto) al que Plejánov, por no hablar de otros marxistas, no prestó atención.” (Lenin, Cuadernos filosófico s. “Resumen del libro de Hegel Ciencia de la Lógica ”).

Y más claramente y con consecuencias de mayor alcance, dice Lenin:

“1. Plejánov critica el kantismo (y el agnosticismo en general) más desde un punto de vista materialista vulgar que desde un punto de vista materialista dialéctico, por cuanto rechaza simplemente sus opiniones a limine [de golpe], pero no los corrige (como Hegel corregía a Kant), profundizándolos, generalizándolos y ampliándolos, mostrando la conexión y las transiciones de todos y cada uno de los conceptos.
2. Los marxistas criticaron (a principios del siglo XX) a los kantianos y a los discípulos de Hume más a la manera de Feuerbach (y de Büchner) que de Hegel.” (Ibid.).

Para los redactores de la crítica de la Tesis de Reconstitución , Hegel es el demonio. Pero fue cuando estudió a Hegel (1914-15) y penetró mucho más en la dialéctica cuando Lenin comprendió las insuficiencias del pensamiento de gentes como Plejánov. El déficit dialéctico fue una característica del pensamiento de la II Internacional y de las generaciones de dirigentes proletarios ligadas a ella. Ni siquiera Lenin está exento. Recordemos que también participó en esos debates de principios del siglo XX contra los neokantianos. ¿Habría que aplicarle a él y a su Materialismo y empiriocriticismo (1909) –posteriormente, libro de cabecera de varias generaciones de comunistas “ortodoxos”– el mismo diagnóstico de precariedad dialéctica? Tampoco abriremos esta polémica, pero, ¿no crecen a cada paso los motivos para el Balance?

Los “críticos” mencionan la dialéctica para acusar a los del PCR de practicar la “identidad absoluta” y, también –aunque no se sabe cómo ni por qué–, el “antagonismo absoluto”. Achacan estos “errores” a la nefasta influencia de Hegel. Y, aunque no saben de dialéctica ni conocen a Hegel, osan explicarlo: “Precisamente en el sistema hegeliano, la identidad de dos elementos conduce a la supresión de uno de ellos identificando al suprimido con el conservado”. De aquí, deducen que el PCR resuelve la contradicción entre conciencia y materia no “con la unidad y lucha de contrarios, sino con la identificación de la materia con la conciencia”. ¡Y lo ejemplifican añadiendo que, para ese partido, “la conciencia es el estado superior de la materia”! ¡Menuda sarta de mentiras! Por ventura, el lector comprobará que el PCR considera, en la Nueva Orientación , a la sociedad comunista como próxima forma superior de la materia en su eterno movimiento, aunque por el momento es su organización social en clases su forma más avanzada. La conciencia sólo es un “atributo”, una forma surgida en un momento de su evolución, en el de la forma social de su desarrollo, en la que está integrada y a cuyas contradicciones generales se subordina. La visión de la conciencia como forma superior de la materia es una visión burguesa que, precisamente, el PCR reprueba.

En cuanto a Hegel, cualquier bachiller sabe que su modelo dialéctico no es el que nos muestran estos manipuladores. El modelo hegeliano es triádico, no dual ( tesis-antítesis-síntesis ), y su mecánica no consiste en la “supresión” de uno de los elementos y la identificación con su contrario. Así es como explican la dialéctica los manuales revisionistas soviéticos. En Hegel, la lucha de contrarios conduce al Aufhebung , que significa cancelación de la contradicción, inclusión (conservación) de los contrarios y elevación en una síntesis superior. Esa categoría no contiene la acepción de “supresión” de uno de los elementos por su contrario.

Finalmente, la cuestión de los conceptos de “unidad” e “identidad”, con los que estos señores se han hecho un lío. Así, siguiendo a su maestro Plejánov, consideran que el concepto de “identidad” no es una categoría dialéctica y que sólo a la de “unidad” le corresponde este privilegio. De ahí las constantes amonestaciones por “identificar” a los contrarios. Veamos, sin embargo, lo que dice un verdadero pensador dialéctico, alguien que, a la sazón, sí forma parte, sin la menor sombra de duda –no como Plejánov–, de la tradición y de la historia de nuestro movimiento; veamos qué dice Mao sobre las categorías principales de la dialéctica:

“La ley de la contradicción en las cosas, esto es, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley fundamental de la naturaleza y la sociedad y, por consiguiente, también la ley fundamental del pensamiento (…). Según el materialismo dialéctico, la contradicción existe en todos los procesos de las cosas objetivas y del pensamiento subjetivo, y los recorre desde el comienzo hasta el fin; esto constituye la universalidad o carácter absoluto de la contradicción. Cada contradicción y cada uno de sus dos aspectos tienen sus respectivas características; esto constituye la particularidad o relatividad de la contradicción. Sobre la base de determinadas condiciones, entre cosas contrarias existe identidad y, por lo tanto, ambas pueden coexistir en un todo único y transformarse la una en la otra ; esto también constituye la particularidad o relatividad de la contradicción. Pero la lucha de los contrarios es ininterrumpida, y está presente tanto cuando los contrarios coexisten como cuando se transforman el uno en el otro; especialmente en el último caso la lucha se manifiesta de una manera más evidente ; esto también constituye la universalidad o carácter absoluto de la contradicción.” ( Sobre la contradicción , cap. VII. La cursiva es nuestra –N. de la R.).

Así resume Mao la caracterización y la interrelación de las principales categorías de la dialéctica, mostrándonos que la “identidad” no sólo es posible, sino también un momento necesario de la contradicción . De hecho, sin “identidad” no podría haber transformación mutua de los contrarios y, por tanto, no podría haber movimiento , desarrollo de las cosas; de hecho, como dice Mao, la lucha de contrarios “se manifiesta de una manera más evidente” cuando se produce ese proceso de mutua transformación, es decir, cuando queda remarcada su “identidad”. La unidad de la contradicción es preservada por la identidad en la permanente y absoluta lucha de contrarios. Los elementos de la contradicción no existen separados, sólo son representados como “momentos” del proceso para su mejor aprehensión cognitiva; pero, poner esta representación intelectual en sustitución del proceso real es un recurso metafísico que conduce al idealismo, como les ha ocurrido a estos “críticos”, que no pueden entender un fenómeno que sea idéntico y opuesto al mismo tiempo. Por esta razón, no comprenden la naturaleza del Partido Comunista ni la Tesis de Reconstitución , que explica la unidad dialéctica que conforma el partido revolucionario del proletariado, la contradicción entre la vanguardia y las masas.

Siguiendo a Mao, podemos representar la dialéctica, la contradicción, mediante la siguiente fórmula: unidad = lucha + identidad , donde la “lucha” constituye, en general, el aspecto principal (“absoluto”) y la “identidad” el secundario (“relativo”) de la contradicción. De este modo se combinan las categorías dialécticas, incluyéndose entre sí, a diferencia de su percepción metafísica, que excluye la “identidad” al asimilarla al concepto de “unidad”, entendida ésta como relación abstracta y externa de los contrarios. Sin embargo, la “unidad” sin “identidad” sólo se limita a ofrecer el escenario para la lucha de los contrarios, pero permaneciendo éstos siempre separados, sin identificación ni transformación mutua. En estos términos, la lucha no puede servir de base del movimiento porque, siempre según Mao, el salto cualitativo, el desarrollo de las cosas, tiene lugar únicamente cuando los contrarios se identifican , cuando la lucha provoca que uno se transforme en el otro , ocupando el aspecto principal de la contradicción (Ibid., IV). Por el contrario, los “críticos” nos ofrecen, en cambio, una visión estática del mundo en la que la contradicción se reputa eterna y sin solución (o bien, una “solución” que, en este caso sí, sólo puede concebirse como “supresión” de uno de los elementos por el otro). La lucha, entonces, se presenta como oposición entre dos elementos externos, que no pueden llevar el antagonismo hasta su extremo porque no se contempla el retorno hacia su identidad y porque se teme su divorcio completo y su “salida del escenario” de su unidad dialéctica. Por este motivo estos señores temen lo que denominan “antagonismo absoluto”, por eso tienden hacia el eclecticismo filosófico y hacia la política de conciliación y “unidad de acción” con los enemigos de clase, para negar la forma extrema de la lucha de clases proletaria, la guerra revolucionaria, y conformarse con la simple lucha de resistencia, que no puede conducir por sí misma el antagonismo entre las clases hasta sus últimas consecuencias; por eso liquidan la lucha de dos líneas ideológica del comunismo en favor de la “vinculación concreta de propuestas y acción”, es decir, en favor de la vinculación con el reformismo y su programa mínimo pequeño burgués.

No es de extrañar, pues, que, con este equipaje filosófico, estos “críticos” no comprendan tampoco la relación dialéctica entre materia y conciencia (y que terminen “suprimiendo” la conciencia subsumiéndola en la materia), y se comprende que, desde su punto de vista metafísico, acusen al PCR de “identificar” la materia con la conciencia, pues no conocen el sentido de esta categoría dialéctica, y que se escandalicen cuando ese partido propone la necesidad de la“escisión” de la vanguardia proletaria del movimiento práctico como condición para la “fusión” del comunismo con el movimiento obrero, pues no comprenden la correlación dialéctica entre “identidad” y “lucha”.

La concepción del mundo que pone de manifiesto esta visión metafísica de la dialéctica no es más que el reflejo, en la ideología, de la experiencia unilateral de la lucha de resistencia de las masas y del trabajo en el movimiento obrero espontáneo como única actividad de la vanguardia, donde la posición permanentemente defensiva del obrero frente al capital le impide superar por sí mismo el horizonte de su antagonismo inmediato con el patrón y de su lucha por conservar sus condiciones de existencia. La permanencia en este escenario limitado de la lucha de clases se corresponde con una ideología que concibe la realidad social dada como permanente y eterna, ideología que ha encontrado en estos señores a sus últimos teóricos. Por otro lado, las consecuencias de esa interpretación de la dialéctica son catastróficas para el pensamiento marxista porque lo reducen al materialismo vulgar, para quien la materia ocupa siempre la posición principal en su contradicción con la conciencia y para quien ésta es siempre “reflejo” de aquélla, sin poder transformarse jamás en el aspecto principal de esa contradicción. Desde estos términos, jamás habrá revolución, jamás cobrará protagonismo la actividad consciente de la clase revolucionaria sobre la sociedad y su determinación económica, jamás encontrará justificación la Dictadura del Proletariado como instrumento de la conciencia social para transformar la materia social, y todas las esperanzas de cambio se depositarán en la evolución gradual de la economía y en la política de reformas. No es, pues, extraño, sino lógico y natural, que los “críticos” del PCR hayan dejado de ser marxistas para convertirse en republicanos. En definitiva y como se puede colegir de todo esto, en última instancia, el tratamiento metafísico de la contradicción no es sino la forma filosófica que adopta la teoría revisionista “de la fuerzas productivas”.

 

Teoría y práctica

Estos señores no comprenden la dialéctica marxista, entre otras cosas, porque tampoco comprenden el papel de la formación teórica en la construcción de la vanguardia. Reprueban el aprendizaje libresco de la teoría, pero se trata de una añagaza más para negar la teoría y su verdadero papel en la lucha de clases. Y como aborrecen los libros y no se han acercado a ellos para aprender dialéctica, no comprenden tampoco la relación específica entre teoría y práctica, ni mucho menos el estado actual “concreto” en que se encuentra esa relación, en atención, sobre todo, al estado actual de las contradicciones sociales, en general, y al estado de la relación entre la vanguardia y las masas, en particular. Mao también nos puede ayudar en el tratamiento correcto de esta contradicción:

“Es verdad que las fuerzas productivas, la práctica y la base económica desempeñan por regla general el papel principal y decisivo; quien niegue esto no es materialista. Pero hay que admitir también que, bajo ciertas condiciones, las relaciones de producción, la teoría y la superestructura desempeñan, a su vez, el papel principal y decisivo. Cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se hace imposible sin un cambio de las relaciones de producción, este cambio desempeña el papel principal y decisivo. La creación y divulgación de una teoría revolucionaria desempeña el papel principal y decisivo en determinados momentos , refiriéndose a los cuales dijo Lenin: ‘Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario'.” (Ibid., cap. IV. La cursiva es nuestra –N. de la R.).

En otras palabras, en el actual contexto de crisis general del capitalismo, con un auge relativo de las luchas de resistencia de las masas, y en las circunstancias por las que atraviesa el movimiento comunista, de crisis en el terreno práctico como movimiento revolucionario y de crisis en el plano ideológico como teoría de vanguardia, el aspecto principal de las contradicciones entre teoría y práctica y entre vanguardia y masas ha pasado a situarse en las esferas de la teoría y de la vanguardia, respectivamente, de modo que las tareas que pueden garantizar la futura transformación del movimiento de masas en movimiento revolucionario y del capitalismo en socialismo se concentran en esas esferas, bajo la forma de construcción de un movimiento de vanguardia que aborde los problemas de “creación (Reconstitución) y divulgación de una teoría revolucionaria” y de organización de la fusión de esa teoría con el movimiento obrero, bajo la forma de Partido Comunista. Y todo esto como condición imprescindible para que la práctica revolucionaria de las masas pueda volver a pasar a primer plano bajo la forma de conquista del poder y de destrucción del Estado y del sistema capitalista.

Ésta es la situación ante la que nos encontramos actualmente los comunistas. El análisis materialista y dialéctico de la realidad que vivimos así lo indica. Hablar de la relación teoría-práctica en abstracto, como hacen estos aficionados a la crítica dogmática, es humo. Además, su “análisis” se circunscribe al estrechísimo vínculo entre grupúsculo de vanguardia y movimiento sindical, porque son incapaces de elevarse hacia una perspectiva más alta que integre la relación de toda la vanguardia con el conjunto del movimiento social, en todos sus aspectos. La teoría, la conciencia, ha pasado a ocupar el aspecto principal en su relación con el movimiento social práctico porque la experiencia de la lucha revolucionaria del proletariado, en su antagonismo con el capital, alcanzó su punto crítico de “retorno” tras maximizar y agotar los recursos teóricos, políticos y materiales que le sirvieron de base, de plataforma de lanzamiento, para iniciar ese primer gran recorrido histórico de la Revolución Proletaria Mundial. Durante el Ciclo de Octubre, el proletariado se convirtió en la clase de vanguardia del progreso social, ocupó el papel principal en las contradicciones sociales, y su posición política e ideológica determinó todas y cada una de las esferas de la vida. Pero, finalmente, fue derrotado y ha pasado a ocupar una posición de “identidad” con el capital como clase subalterna. Hoy, las contradicciones que mueven el mundo no están determinadas directamente por la posición del proletariado; hoy, las luchas de los pueblos oprimidos y las pugnas entre las potencias no están condicionadas por la lucha de clases del proletariado. Toca, por tanto, recapitular, especialmente sobre el conjunto de aquella experiencia, para que las bases de las que parta la nueva ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial sean aún más amplias, lo suficiente como para que, en el próximo ciclo revolucionario, el proletariado no sólo recupere el papel principal en la confrontación social, sino, sobre todo, para que su lucha antagónica con el capital encuentre una nueva unidad en un plano de síntesis superior que signifique, no el nuevo “retorno” del proletariado a su “identidad” de clase explotada en una sociedad de antagonismos de clase, sino su retorno como humanidad emancipada en la sociedad sin clases, el Comunismo.