LÍNEA GENERAL |
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Los límites objetivos del modo de producción capitalista |
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Yo había respondido a la posición de que los límites son subjetivos diciendo que esto implicaría que el modo del producción capitalista (CMP) es eterno, es decir, la misma posición concebida por la clase burguesa. Un compañero no estaba seguro de que las categorías de la economía sean objetivas. Yo mantendría que esto es semejante a la falta de asimilación de El capital que existía dentro de la II Internacional porque expresa escepticismo en cuanto al contenido y al método de El capital. Dicho escepticismo proporcionaba el fundamento por los debates en aquella época; estos debates se habían fijado en los esquemas de reproducción (es decir, las relaciones de intercambio entre los departamentos de la producción) en vez de haberse concentrado en la producción del valor y la acumulación de capital como una relación social. El escepticismo mencionado ha continuado hasta la actualidad: en primer lugar debido a la falta de desarrollo de las categorías de El capital por el proletariado internacional; y en segundo lugar porque el renacimiento de la economía política clásica, iniciado en la década de los setenta del siglo pasado, se ha encontrado haciendo frente a un callejón sin salida. Los dos están interrelacionados y se deben a la influencia nefasta de revisionismo filosófico dentro del proletariado internacional y entre los autoproclamados economistas marxistas (aislados del proletariado), quienes se preguntan: ¿qué quería decir Marx en El capital?
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Comentarios a ‘Los límites objetivos del modo de producción capitalista’ |
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Camarada Haywood: Sólo un par de comentarios a tu escrito relacionado con nuestro pequeño debate sobre las condiciones de la Revolución Proletaria. En primer lugar, un comentario general. Veamos. Con el fin de hallar un modo de ponernos de acuerdo, un terreno común desde el que mejor comprender nuestras diferencias para limarlas, diría que: Sí estaríamos de acuerdo si límites objetivos = crisis. Parece que, desde el punto de vista de tu toma de postura, te inclinas abiertamente por la primera opción. Sin embargo, no está tan claro desde los términos teóricos de tu planteamiento, que abren la tendencia a la posibilidad de la segunda opción. El último párrafo de tu escrito es el que mejor expresa esta especie de dualismo. Aún así, es el más claro y el que mejor sitúa el problema, y, probablemente, el que suscribiría personalmente al cien por cien. Lo que ocurre es que, puesto que si, como se dice, “los límites de la producción de plusvalía” no conducen al “colapso que abrirá la puerta a un nuevo tipo de sociedad”, no se explica qué papel juega, entonces, esa ley del capital en el proceso de transformación social, cómo influye en ésta. Si el papel que juega es el de crear las condiciones de la crisis económica como caldo de cultivo para la crisis revolucionaria, entonces, no se justifica la importancia del debate, pues entre marxistas es absurdo discutir si el capitalismo sufre crisis. El debate real no consiste en comprender las condiciones de la crisis como objetivo, como punto de llegada de nuestro análisis, sino en comprender que la crisis es el presupuesto del análisis, es el punto de partida para plantearse “puntos de llegada” de más largo alcance. En otras palabras, para plantearse el papel del factor subjetivo en ese contexto objetivo de crisis dado. Y esto, que es lo crucial, es lo que no se resuelve, ni siquiera se plantea, pues, efectivamente, no se profundiza en la relación entre la crisis capitalista y el sujeto revolucionario. Se dice que éste debe ser una “fuerza material”, “objetiva”, que exprese la “unidad de la consciencia con las condiciones objetivas”, pero sólo como planteamiento, sin mayor explicación de qué significa esa unidad, ni orientación sobre el camino para conseguirla. En resumen, si nuestro debate era para confirmar que el capitalismo crea condiciones materiales para la revolución, podemos darlo por zanjado. Lo que ocurre es que no está tan claro. Tu texto, tanto por el punto de partida, como por el planteamiento de los argumentos y el contenido de los mismos, deja en el aire el interrogante de si, en realidad, no tenemos delante una defensa, más o menos soterrada, más o menos inconsciente, de la teoría determinista del derrumbe capitalista. Y ya paso a los comentarios más específicos de tu documento. Por otro lado, siguiendo con este tema, hay alguna afirmación en tu documento que, a pesar de ser correcta, parece que tratas de darle cierta connotación implícita en la dirección de la tesis del determinismo económico. Por ejemplo, dices que el capital productor de interés es parasitario y que contribuye al estancamiento económico, y, en este punto, estableces el paralelismo con la usura de la antigüedad y el feudalismo, diciendo que ésta “socavó” las bases económicas de esas sociedades. Claro, esto no puede ser interpretado más que en el sentido de que esa forma contribuyó a la ruina, al derrumbe de esos modos de producción esclavista y feudal. ¿Lo mismo debe ser aplicado al capitalismo? Parece que es esto lo que se quiere decir: que las formas económicas derruyen por sí solas el edificio social. Naturalmente, también podemos limitarnos a la interpretación textual: el interés y la usura sólo “socavan”, crean condiciones para el debilitamiento del sistema, etc. Esto es correcto –aunque históricamente menos decisivo de lo que se pretende–, pero…, ¿y qué?; ¿tan importante es este análisis?; ¿es esto lo que está en el orden del día de la revolución? Cambiando de tema, quiero centrarme ahora en algo específico que, a mi entender, contiene la semilla de esa ambigüedad, de ese dualismo, en tu posición. Creo que es lo que explica por qué en tus posicionamientos políticos te inclinas por la lucha de clases como lo decisivo y eres receptivo a la cuestión de la conciencia como cuestión crucial del orden del día, y, sin embargo, en tus planteamientos teóricos te deslizas hacia el economicismo, hacia el determinismo, hacia la teoría de las fuerzas productivas, en definitiva. Para anticipártelo de una manera resumida, en mi opinión, cometes el doble error de reducir la Fuerzas Productivas a los Medios de Producción, y los Medios de Producción a mera Tecnología. Estos errores son muy comunes, y característicos del revisionismo moderno, tanto jruschovista como dengxiaopinguista. Se trata del punto que dedicas a refutar la tesis de que la guerra es un recurso del capital para solucionar en parte sus problemas de acumulación, sus crisis (tercer párrafo de tu texto). Empiezas diciendo, entre otras cosas, que la guerra no puede destruir las fuerzas productivas –algo ya de por sí extraño– porque éstas son una unidad de “cosas externas”, valores de uso que sí pueden ser destruidos, y el conocimiento humano, que no puede ser destruido. En tus argumentaciones insistes mucho en la unidad de las cosas, y en su carácter material-objetivo; sin embargo, en la práctica, en tu manejo de los conceptos mantienes las cosas desunidas y, a la vez, sustituyes lo concreto por abstracciones. Es el reflejo de ese dualismo metodológico que antes comentaba. Por ejemplo: hablas de las fuerzas productivas o de los medios de producción como unidad de cosas externas y de conocimiento, y que, unas, las primeras, como valor de uso, pueden ser destruidas, pero no como conocimiento. Entonces, ¿qué significa esto?, ¿qué ocurre?, ¿que cuando la guerra destruye la máquina el conocimiento, cual alma espiritual, huye de entre los hierros retorcidos para refugiarse en el limbo indestructible de la sabiduría humana? Creo que eres tú quien cae en una teoría subjetiva del valor, pues, según tú, las cosas son la unidad de valor de uso y conocimiento, cuando Marx habla de valor de uso y valor, es decir, trabajo humano. Y si destruimos el valor de uso, destruimos el valor, es decir, el trabajo humano contenido en la “cosa externa” (y que sólo puede existir dentro de esta cosa, siendo su nacimiento y su muerte el mismo nacimiento y muerte que el de la “cosa externa”), y obtenemos la opción de tener que sustituirlo con más trabajo humano. De ahí que la guerra desatasque los cuellos de botella que forma el capital. Aquí sí hay verdadera unidad (valor de uso-valor), aquí ningún principio interno escapa de la materialidad de la “cosa externa”, porque ésta es toda materia, no dualidad materia-espíritu (conocimiento). En cualquier caso, el conocimiento es también una relación social objetiva, materialidad, no una abstracción escapista, y no sólo porque si destruimos el cerebro destruimos el conocimiento (¿cómo que éste no se puede destruir?), sino sobre todo porque se encarna en la “cosa externa” como composición técnica del capital, parte integrante de su composición orgánica. En cambio, tú has manejado la tecnología, al igual que el conocimiento, como noción abstracta, independiente –como aquél– del trabajo social, y, más aún, has terminado situándola en el centro mismo del corazón de la producción material. Así, la lógica de tu argumentación termina siendo la siguiente: el conocimiento es la esencia de la tecnología y la tecnología la esencia de los medios de producción, que indican el grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas; como, por otra parte, la plusvalía depende de la minimización del trabajo necesario, y esta minimización depende de la tecnología, y puesto que ésta ha reducido ya al máximo ese trabajo, fuente del valor, obtenemos que al capital le queda ya muy poco margen de maniobra, pues la plusvalía es mínima y la bajísima cuota de beneficio indica que el capitalismo se ahoga en sus contradicciones. ¿No es ésta la teoría del derrumbe desde el colapso económico?, ¿no es ésta la teoría determinista de las fuerzas productivas? Por otra parte, ¿dónde está el trabajo social en tu argumentación, qué papel juega? ¿Dónde está la clase obrera como fuerza productiva principal, más incluso que la tecnología? Para terminar, y en relación con la guerra. Si la producción material es trabajo social que se realiza según el modo de producción capitalista, todas las cosas se componen de valor, que encierra en sí una relación social, la relación existente en un determinado momento entre capital y trabajo. Si esta relación indica una composición orgánica muy alta (alto desarrollo de las fuerzas productivas), el capital puede optar por, simplemente, destruir esa relación, no en sus términos, en sus elementos, no como relación cualitativa, sino en su grado, en su cantidad. La guerra es una opción que permite al capital retomar un punto de partida con composiciones orgánicas más bajas y cuotas de ganancia más altas. La guerra no destruye la relación social como tal, sino la relación dada entre trabajo muerto y trabajo vivo que se encierra en los valores de uso que son destruidos y que desaparece con ellos. Otra opción, a menor escala, es la deslocalización. ¿O es que la deslocalización no supone la destrucción de fuerzas productivas a través de la inutilización de bienes de capital todavía en uso? Más aún: la mera existencia del ejército industrial de reserva, ¿no es la prueba más palmaria de que el capital sólo puede sobrevivir despilfarrando-destruyendo fuerzas productivas? La necesidad que tiene el capital de destruir fuerzas productivas se debe a las leyes del valor, es un recurso natural para sortear las contradicciones que generan esas leyes y que se manifiestan a escala social como crisis. No es, por lo tanto, una casualidad que Lenin señalara la guerra como inevitable en la época imperialista, es decir, en la época de decadencia y de crisis general del capitalismo. Es la mejor prueba de que la guerra está asociada al desarrollo moderno del capital; ¿y en qué términos, si no son los de la periódica limpieza que permita presionar al alza la cuota de beneficios? Recibe un fraternal saludo del MAI |
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