El Martinete - Número 20
(suplemento)

Septiembre de 2007

 
¡Continuemos el proceso iniciado, continuemos la rebelión!
 

Un marxista no puede considerar en general anormal y desmoralizadora la guerra civil, o la guerra de guerrillas como una de sus formas.

El marxista se basa en la lucha de clases y no en la paz social.

En ciertos períodos de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en lucha armada entre dos partes de la población.

En tales períodos, el marxista está obligado a tomar posición por la guerra civil. Toda condenación moral de ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo.

En una época de guerra civil, el ideal del partido del proletariado es un partido de combate. Esto es absolutamente incuestionable .” (Lenin, La guerra de guerrillas ).

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Queremos decir algunas palabras a propósito de la situación fruto de la revuelta de noviembre. Porque para nosotros ésta continúa.

Para nosotros, la revuelta forma parte del orden de las cosas; es normal que las masas se rebelen. Es sobre esto que se funda nuestra estrategia comunista .

Desde hace milenios las masas viven víctimas de la opresión y de la explotación y siempre se han rebelado; es una larga e inacabable historia…

Desde siempre, desde que combaten, las masas han reclamado la organización de la rebelión, que se las arme, que se las levante, que se las dirija, que se las conduzca.

Siempre ha sido así y siempre será así, y cuando aparezca otro mundo también será así, pero de otra manera.

Las masas reclaman la organización de la rebelión, para esto el Partido, sus dirigentes, sus cuadros y sus militantes tienen una obligación, hoy imperiosa, y un destino: organizar el Poder desorganizado de la masa y esto no puede hacerse sino es con las armas.

Hay que armar a las masas poco a poco, sector a sector, hasta el armamento general del pueblo y cuando esto se produzca, ya no habrá más explotación en la tierra .” (Gonzalo).

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Una de las acusaciones que ha sido realizada por aquellos que hablan de lo social, pero que son imperialistas en los hechos, es que esta revuelta era ciega, que los rebelados eran “lumpen”, que este tipo de movimiento era apolítico por carecer de reivindicaciones.

Es obvio que un discurso como éste es el de los representantes de las capas sociales opuestas a la revolución. Ya que ha sido la juventud proletaria la que se ha rebelado.

Un movimiento revolucionario no puede partir de funcionarios, para los que su puesto está garantizado de por vida, ni de los estudiantes, que esperan a fin de cuentas avanzar en el sistema y encontrar salidas individuales.

Es inevitable igualmente que los trabajadores que padecen el chantaje del paro en las empresas capitalistas no osen rebelarse de un día para otro, sobre todo cuando todo el mundo sabe que los sindicatos son contrarios a los conflictos duros y a la confrontación con las empresas.

Era necesario pues que los que no tiene nada que perder fuesen los que levantasen la bandera de la revuelta y rechazasen el orden social.

“La pobreza es una fuerza motriz de la revolución, los pobres son los más revolucionarios, la pobreza es la más bella de las canciones... La pobreza no es un oprobio, es un honor.” (Gonzalo).

Es más, una crítica sincera de la revuelta no puede echar de menos más que una cosa: que no haya habido una organización auténticamente revolucionaria capaz de profundizar y extender el movimiento.

La revuelta muestra que las masas tienen la necesidad de un Partido Comunista auténtico para dirigir la lucha a fin de que triunfe.

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Ya que de suyo se comprende que mientras subsista el régimen capitalista, del que son compañeros inseparables la miseria y el atraso de las masas populares, el proletariado no podrá elevarse todo él hasta el nivel deseado de conciencia, y que, por tanto, se precisa un grupo de dirigentes conscientes, que instruya en los principios socialistas al ejército de los proletarios, lo agrupe y lo dirija durante la lucha ” (Stalin, La clase de los proletarios y el partido de los proletarios ).

El Estado y los burgueses tienen todas sus ideas formadas y grandes medios materiales; su práctica es la “blitzkrieg”. Los capitalistas deben preservar sus intereses a corto plazo, cueste lo que cueste.

Por el contrario, las masas tienen ideas nuevas, que tardan tiempo en desarrollarse; y los medios materiales son débiles cuando las masas no están organizadas.

Sin embargo la juventud rebelde ha osado, no ha contado más que consigo misma. No ha escuchado a los que le decían que no debía hacerse, como las mafias que prefieren la calma para sus negocios, los religiosos que desean integrarla en el Estado, etc.

Se ha organizado como siempre lo hacen las masas cuando se rebelan.

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Se trata de una rebelión auténtica. Es por ello que la burguesía favorece aún más la fascistización.

Las elecciones presidenciales serán pretexto para un nuevo duelo entre la burguesía tradicional (la del sí a la constitución europea) y la burguesía imperialista que quiere aplicar una línea dura aliándose a las clases medias más que nunca opuestas al proletariado (capas sociales que han sostenido el no social-chovinista a la constitución europea).

Pensamos que la revuelta ha sido restablecida en su lugar, que es el principio de un amplio movimiento en donde las conciencias despertarán y comprenderán el mundo en el que vivimos.

Pero un avance como éste en la lucha de clases no se produce sin contrarrevolución, sin aumento de la lucha de las clases del campo enemigo.

Ésta es la razón por la que la burguesía ha propagado todas las mentiras posibles sobre la revuelta.

Se ha hablado de causas religiosas, étnicas, suburbiales, etc. Se ha hablado de violencia por la violencia, se ha hablado de acciones sin sentido, de destrucciones gratuitas.

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Incluso los que pretenden estar en oposición al sistema capitalista han retomado este refrán. Su máscara socialimperialista ha caído: su discurso es social, pero su práctica imperialista: en realidad quieren una Francia apacible y fuerte.

Esto también explica además por qué estos socialimperialistas no rechazan la energía nuclear ni el arma atómica, por qué quieren servicios públicos fuertes, una Francia independiente, por qué no critican nunca al ejército, por qué atacan no al Estado sino sólo al gobierno, etc.

La línea de los partidos políticos es la de salvar a la Francia imperialista, por todos los medios. El papel de los auténticos comunistas, de los marxistas-leninistas-maoístas, es lo opuesto, destruir la Francia imperialista.

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 “ Organizando este océano armado de masas es como se podrá defender lo que ha sido conquistado y desarrollar las revoluciones democráticas, socialistas y culturales.

El Presidente Gonzalo rechaza a los que afirman que las masas no quieren hacer la revolución, o que no apoyarán la guerra popular; nos enseña que el problema no reside en las masas, pues ellas están dispuestas a rebelarse, sino en la voluntad de los Partidos Comunistas para asumir su obligación que consiste en dirigirlas y levantarlas en armas. ” (Partido Comunista del Perú, La línea de masas ).

Por otra parte, estamos muy contentos de que los camaradas del Perú hayan puesto sobre el mismo plano, en un reciente comunicado, la revuelta de los barrios populares en Francia con el enfrentamiento de las masas de Nueva Orleáns contra las fuerzas armadas USA.

De igual modo tienen razón al criticar sin piedad alguna a los que hacen apología de las guerras populares en los países del tercer mundo sin asumir la lucha en su propio país.

Esta idea es corriente en toda Norteamérica donde el internacionalismo consiste en aplaudir guerras populares en otros lugares evitando así confrontarse al Estado de su propia burguesía.

Nada distingue a estos “apoyos” de la extrema izquierda legalista, aparte del contenido de los panfletos y de los eslóganes, que cuando el marco de la legalidad es sobrepasado protesta contra el anarquismo, contra el ecoterrorismo.

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Nuestra actitud tiene que ser la misma que la de Lenin: Cuando veo a socialdemócratas que declaran arrogante y presuntuosamente: nosotros no somos anarquistas, ni ladrones, ni bandidos, estamos por encima de todo eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto: ¿comprenden esas gentes lo que dicen?” (Lenin, La guerra de guerrillas ).

¿Es así posible mostrarse favorable a la guerra popular en su propio país imperialista, sin proponer un análisis de fondo de los sucesos en Francia?

No, no es posible.

Pero era inevitable cuando pequeño-burgueses que tienen una visión estudiantil de la revolución, que no ven la resistencia que ya existe y prefieren fantasmear sobre cómo debería ser la revolución, intentan usurpar el título de maoísta, como es el caso de Norteamérica.

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¿Cuáles son los principios comunistas concernientes a la lucha y sus formas?

El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete .” (Lenin, La guerra de guerrillas ).

¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de lucha?

En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha.

El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento.

El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque .” (Lenin, La guerra de guerrillas ).

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Y si tomamos por ejemplo la manera como se ha organizado la juventud rebelde, ¿era tan diferente de los principios anticipados por Lenin?

Los destacamentos deben armarse ellos mismos, cada uno según sus posibilidades (fusiles, revólveres, bombas, cuchillos, rompecabezas, bastones, trapos impregnados de petróleo para servir de tea, cuerdas o escaleras de cuerda, palas para la construcción de barricadas, cápsulas de pyroxilina, alambre de espino, clavos –contra la caballería–, etc.).

En ningún caso esperar ayuda de flanco, de arriba, de fuera, sino procurarse todo uno mismo .” (Lenin, Las tareas de los destacamentos del ejército revolucionario ).

Esto es lo que han hecho las masas. Como se vio el nivel de organización de los jóvenes proletarios era de un alto nivel. Esta organización proviene de una larga tradición en los barrios, una tradición que va más allá de la historia de las ciudades-dormitorio para hundir sus raíces en las poblaciones chabolistas de los años 1960-70.

Todo esto demuestra que la tesis comunista sobre las luchas de clases es justa y correcta, que el proletariado es pues la clase revolucionaria que no tiene nada que perder más que sus cadenas, y que su manera de luchar es la guerra popular, que en la guerra del pueblo el pueblo no cuenta con otra ayuda que él mismo.

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La revuelta ha partido de la parte del proletariado más explotada y oprimida, no simplemente en una o dos zonas geográficas, sino en todo el país. Toda la juventud proletaria se ha visto reflejada en esta lucha, y ha asumido la lucha contra el enemigo: el Estado.

El pueblo en acción, ésta es la solución y esto es lo que ha pasado.

Lo que hay que lamentar es que el conjunto del proletariado no se haya unido a la revuelta. El proletariado debió seguir a su componente más oprimido y más determinado: la juventud proletaria.

Lo que hay que criticar, es la sumisión de los revolucionarios de salón a la pequeña burguesía, revolucionarios de salón que no conciben más que una lucha sindical y asociativa, y que huyen desde el instante en que las luchas de clases se aceleran.

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Entre estas gentes las hay también que están por llegar y que cuando todo ha terminado pretenden “comprender”. Las masas no necesitan que se les comprenda, sino que se les organice.

Ya que sí, es verdad, el pueblo quiere la guerra, sí, las masas quieren destruir el Estado. Sólo los partidarios del capitalismo pueden criticar esto y la violencia que le sigue.

Sólo pequeño-burgueses pueden preferir un mundo apacible, que no moleste su comercio. Y sólo los traidores pueden rechazar la revuelta, o silenciarla, bajo el pretexto de que las formas de lucha no son las “adecuadas”.

En realidad, los que critican no al movimiento sino la práctica del movimiento no comprenden lo que es la guerra del pueblo. Los que dicen esto se imaginan que las masas no existen más que pasivamente, que están subordinadas a intelectuales “progresistas”.

Es un punto de vista pequeño-burgués que apunta a subordinar a las masas a las iniciativas pequeño burguesas, que por otra parte proliferarán en lo sucesivo (iniciativas para ir a votar en los barrios, rechazo de una crítica del capitalismo por una visión étnica de la historia, etc.)

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Cuando nosotros, marxistas-leninistas-maoístas, decimos que apostamos por la guerra popular, significa que para nosotros el pueblo en acción es sinónimo de liberación.

La “guerra popular” no es un concepto libresco que significa alistamiento de las masas; al contrario, es la generalización del principio de organización de las masas por sí mismas, masas de las que los comunistas son los elementos más avanzados.

La rebelión de noviembre ha mostrado que aquéllos que soñaban con una gran tarde tranquilamente organizada por sindicatos defendían una línea pequeño-burguesa, y que no han comprendido nada de los principios esenciales de la lucha popular, de su naturaleza.

La revuelta fue una rebelión de la misma naturaleza que la guerra popular.

Los que no atribuyen a la rebelión el carácter de guerra popular son idealistas, que no consideran que las masas hacen la historia y que no consideran que en la naturaleza misma de las masas está el desear la destrucción del Estado.

Toda revuelta es una componente de la gran rebelión, y una enseñanza de cómo hay que luchar para vencer, y esta enseñanza es conservada y generalizada por los comunistas.

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Es por esto que el papel del Partido Comunista es el de educar a las masas mostrándoles su verdadera naturaleza. Las masas saben en lo más profundo de sí mismas que están oprimidas y explotadas, pero no se atreven a actuar colectivamente como masas.

El Partido Comunista es la síntesis del principio de que los individuos están socialmente relacionados unos con otros y que la historia es la historia de la lucha de clases; la historia es la historia de las masas, son ellas las que hacen la historia, éste es el principio y la ideología.

Los comunistas son la memoria de las luchas de masas por su liberación y, por tanto, son necesariamente su dirección política.

La revuelta de la juventud proletaria no es una “revuelta de los suburbios”.

Es una revuelta dentro de la continua revuelta de las masas contra la opresión.

Es una rebelión.

Éste es el principio esencial de la línea de masas de los auténticos comunistas.

Y la tarea de los comunistas, es aceptar el desarrollo desigual de la revolución, el desfase entre la situación social y la práctica de las masas, para situarlas al mismo nivel y desarrollar la conciencia revolucionaria.

Éstas son las tareas prácticas de los comunistas para los próximos meses.

 

Partido Comunista (Marxista-Leninista-Maoísta) Enero de 2006