El Martinete - Número 22
Mayo de 2009
Los comunistas ante la crisis
 

 

Estalló la crisis, y ¿ahora qué? ¿Qué deben hacer los comunistas revolucionarios? ¿Cómo modifica esta crisis tan “inesperada” las estrategias de los destacamentos de vanguardia?

En el imaginario de buena parte de los comunistas del Estado Español, ésta es la oportunidad que llevaban años esperando: ahora que el capitalismo muestra su “verdadera cara”, la clase se dará cuenta de la necesidad de hacer la revolución y ahí estaremos nosotros, los comunistas, para dirigir sus luchas por los cauces de la revolución.

Sin embargo, a este planteamiento, economicista y espontaneista a partes iguales, parece que le cuesta arrancar. El repunte de las luchas no parece despegar, o al menos no de una forma masiva, a pesar de los múltiples EREs de distintas empresas. Los grupos que esperaban la crisis tienen ahora que rendir cuentas: organizar las movilizaciones, dotarlas de contenido revolucionario, evitar que la ideología burguesa gane a las masas y las “engañe” reforzando al capitalismo.

A pesar de todo, las propuestas de PCE (m-l), PCPE, PCE, PCOE… son vagas: reforzar el partido, una alternativa de izquierdas, defender medidas que mejoren las condiciones de vida de los trabajadores… Lo sorprendente es que, a pesar de las nuevas perspectivas que ofrece la situación, siguen con la misma letanía de la resistencia y la acumulación de fuerzas, ¿pero no era éste el momento clave para la revolución?

Ni una alusión a la toma del poder, la insurrección o algo parecido. Estos comunistas reconocen los males del capitalismo (como cualquier crítico del capitalismo), pero son incapaces de articular una táctica que vaya más allá de enunciar “socialismo” (como mucho), sin indicar cómo llegar a éste desde el capitalismo.

Así podemos ver la parálisis de estos destacamentos, incluso cuando las circunstancias se ofrecen en bandeja de plata, que se muestran incapaces de ir más lejos de la crítica a la avaricia del mercado financiero y explicar las causas de la crisis, cual reformista burgués televisivo. Esta incapacidad táctica sólo es la punta del iceberg: la ausencia de una estrategia revolucionaria definida imposibilita la capacidad de maniobra ante los acontecimientos.

La gran parte de los grupos que se reclaman del comunismo se limitan a llamar a “organizar las luchas de resistencia” como actividad principal. Es decir, indicar a la clase cómo reforzar su posición como clase explotada, eso sí, en busca de mejores condiciones: atenuar la explotación, pero nunca suprimirla. Ir a la clase con este programa es inútil porque el proletariado ha demostrado a lo largo de toda su existencia su capacidad de organización para defender sus condiciones de vida sin cuestionar realmente las relaciones sociales de opresión. Precisamente, esa debería ser la tarea de los comunistas, elevar la conciencia de su clase hacia el horizonte revolucionario.

Sin embargo los sectores de vanguardia siguen empeñados en “defender los puestos de trabajo” y en que “la crisis la paguen los ricos”.

Defender puestos de trabajo contra los despidos significa defender la explotación del trabajo asalariado frente al más temido desempleo: ¡Sí que son buenas las expectativas que nos plantean estos adalides del socialismo! Explotación o desempleo. Los comunistas no deberían dejarse arrastrar por esta falsa dicotomía. Frente a esta perspectiva, transformación de la realidad: Revolución. Pero no acumulación de fuerzas y resistencia sin fin: condenar a la clase al capitalismo sin ser capaces de ver más allá realmente por mucho que digan “socialismo”.

En cuanto al pago de la crisis, nosotros deberíamos decir, como aquel grupo del rock, “¿Crisis? ¿Qué crisis?”. En el capitalismo la crisis es perenne, la miseria creciente de las masas, el aumento de las diferencias entre los que tienen y los que no tienen, la miseria moral que engendra la unidad con los patronos y la competencia entre los propios obreros (como los sindicalistas británicos, por los puestos de trabajo ocupados por extranjeros, o los obreros de Martorell, que se humillan y pagan de su bolsillo para seguir trabajando), la represión policial… ¿Es que eso es nuevo? Admitir las crisis como algo excepcional implica también admitir periodos de no-crisis, lo que los burgueses llaman “bonanza económica”, en que “todo va bien”, abriendo así la puerta a un “capitalismo de rostro humano” al menos hasta que entra en crisis temporalmente.

Peor es aún lo de “los ricos”. ¿Quiénes son los ricos? ¿El repartidor que ha ganado una lotería o el corredor de bolsa? Esta suplantación del término “burgués” por el más genérico “rico” supone escamotear una oportunidad de educar a las masas, además de contener implícitamente la idea de que ya no hay clases sociales en lucha (burguesía y proletariado), sino una clase alta, otra media y otra baja, identificando a la primera con los ricos.

No es de extrañar que desde estos planteamientos se siga la incapacidad política para articular una alternativa centrada en la toma del poder por y para la clase y la instalación de su dictadura hacia el Comunismo. Pero realmente el problema es más profundo. La ausencia de Partido Comunista es el primer escollo, la falta de este factor consciente, organizador y director de la revolución, imposibilita cualquier tentativa de transformar la resistencia en revolución, y es ante este problema ante el que se estrellan y estrellarán todos los que hoy día ven en el movimiento espontáneo el eslabón hacía la revolución.

El final del Ciclo de Octubre se ha traducido en una imposibilidad en todo el movimiento comunista para desarrollar la transformación revolucionaria del mundo. No somos capaces de dar más respuesta que las ya dadas durante el Ciclo, de seguir aplicando las mismas recetas ciegamente, olvidando eso del “análisis concreto de la situación concreta”. El dogmatismo, o peor aún, el dogmatismo y el revisionismo juntos se traducen en parálisis ideológica y práctica que llevan a la eterna fórmula de la resistencia y a la acumulación de fuerzas haya crisis, bonanza, llueva o haga sol.

La única forma de salir de este atolladero es recuperar los principios del marxismo, hacer balance del ciclo a la luz de éstos y reconstituir el Partido Comunista. Sólo así podremos conocer el alcance de aciertos y errores, extraer lecciones y poner al día nuestra ideología, condición ineludible para poner en marcha un nuevo ciclo con garantías de triunfo.

Movimiento Anti-Imperialista
Mayo 2009

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