La crisis y la reestructuración del capital



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    Dicen que la crisis pasará, por supuesto, eso sí, dejando al proletariado en peores condiciones de vida. Durante el Ciclo de Octubre, cuando el proletariado erigió su potente movimiento revolucionario en aras de destruir el sistema de trabajo asalariado, forma coetánea que toma la división social del trabajo, las clases dominantes del globo hubieron de torcer el brazo en algunos de sus fundamentos políticos para reorganizar su Poder frenando al proletariado revolucionario. De este modo el viejo liberalismo dio paso a las formas sociales del capitalismo, ya monopolista, desde el New Deal norteamericano hasta los Estados benefactores de Europa occidental. Bajo esa reformulación, en la que el Estado burgués debía ser el motor de la economía, desplazando a la sociedad civil, fue como la burguesía monopolista hubo de salir de uno de esos repuntes de la crisis sistémica y de decadencia que significa la época del imperialismo, en un período en que, como decimos, el proletariado se había constituido como sujeto revolucionario y aspiraba, nada más y nada menos, que ha llevar a término la Revolución Proletaria Mundial.

    Por tanto, el terror revolucionario enarbolado magistralmente por la Internacional Comunista y la disposición de la aristocracia obrera para ser un agente más de gobernabilidad, integrándose en el bloque dominante, unido todo ello a la crisis de los veinte y treinta del pasado siglo con su colofón en la II Guerra Mundial, determinaron este “nuevo trato” en que el capital logró recomponerse y frenar la ofensiva revolucionaria.

Hoy, en el interregno de dos Ciclos Revolucionarios, cuando el proletariado no cuenta con un proyecto ideológico y político independiente que lo eleve a la categoría de clase revolucionaria, la burguesía monopolista pasa por encima, no sólo del proletariado, cuya sangre hace funcionar la tramoya imperialista, sino de todas las clases subsidiarias cogestoras de su Poder. De este modo la aristocracia obrera, otrora garante de estabilidad social frente a la amenaza bolchevique, se ve desarticulada desde arriba, al ver como su suelo social se derrumba, a través de la proletarización de gran parte de la misma vía recortes.

    Con esta reestructuración política y social, que radicaliza a amplios sectores de la pequeña burguesía y de la capa privilegiada de los asalariados, el revisionismo, agente radical de esta clase, esperaba un gran impacto en forma de aumento cuantitativo y cualitativo de sus filas. Pero no sólo no se ha producido lo que el cuento de la lechera del oportunismo anunciaba; sino que el revisionismo ha mostrado una vez más su ineficacia: su discurso de reformas keynesianas es tomado por los sectores golpeados por esta recomposición, y para ello no les hace falta disfrazarse de rojo. Las masas se organizan solas y logran incluso generar algunos elementos no integrados en el sistema (aunque, como es lógico, se sitúan en el camino) mientras los revisionistas ni siquiera son capaces de gestionar su unidad comunista, ¡cómo para guiar a las masas!

Claro que ante el lugar, aún minoritario, que ocupa el comunismo revolucionario en el seno de nuestro movimiento, esperar que la bancarrota del revisionismo se traduzca en un trasvase político hacia las filas de la revolución sería como esperar que el capitalismo se derrumbase por sí mismo. Tanto el capitalismo como el revisionismo han mostrado en suficientes ocasiones su capacidad para rehacerse, para recomponerse y para seguir explotando y emponzoñando a los proletarios. Por ello estos momentos no demandan componendas ni seguidismo de ningún tipo con lo que a los enemigos de nuestra clase se refiere. Lo que tiene que sustantivizar la actividad revolucionaria, si cabe con más fuerza, es la lucha de dos líneas contra el revisionismo y la lucha en la realización de un balance integral de la experiencia del Ciclo que nos permita situar al proletariado en la altura ideológica que se corresponda con lo andado en la práctica por la clase revolucionaria. En definitiva, edificar un fuerte referente de vanguardia que combata y aplaste al revisionismo.


El oportunismo y la crisis


    En estos últimos años de crisis económica, desde que se lanzó aquella consigna de “que la crisis la paguin els rics”, hemos visto, en el Estado español, diversos y variopintos proyectos oportunistas para hacer frente a la reestructuración del marco estratégico del imperialismo: plataformas unitarias sindicales, plataformas unitarias republicanas, intentonas de unidad comunistas necesarias ante los envites del capital, etc.; todo siguiendo los tópicos del revisionismo en torno a las alianzas, los frentes y demás reuniones en las que, desde hace demasiado tiempo, el revisionismo ha constreñido su línea política y su actividad práctica identificándola con la revolución.

    Sin duda alguna, éste era el momento para que todos los augures, defensores de la teoría del derrumbe capitalista, que tanto tiempo habían clamado por las esperadas condiciones objetivas, pudieran poner en práctica su teoría de construcción del movimiento revolucionario desde la dirección de las reivindicaciones inmediatas de las masas, como mecanismo para inocular conciencia revolucionaria en éstas. Pero la realidad es cruda, y ha demostrado, por enésima vez, que los mecanismos (por cierto, más buscados que el santo Grial) de la crisis económica que ponen en marcha los mecanismos de la crisis social y, éstos, los de la revolución, sólo se encuentran en el imaginario espontaneísta del revisionismo. Estos tradicionalistas, aferrados a la seguridad que brinda la continua repetición de los mismos actos, evidentemente ni siquiera se han planteado algo tan sano científicamente como puede ser el revisar los pormenores de su estrategia de construcción revolucionaria, ¡como para pedirles que hagan autocrítica!

Sin embargo la organización que entrona hoy el marxismo-leninismo en el Estado español y que se autodefine como el partido de la clase obrera, se ha contentado con suscribir telemáticamente el programa político del KKE para redefinir su línea política. Tal es así que, manteniendo el mismo esquema de construcción política que anteriormente, basado en la acumulación de fuerzas sindicales y parlamentarias desde las luchas inmediatas que la crisis espolearía, ha traducido mecánicamente el organismo sindical de los griegos al Estado español. Lo cómico, que dada la hegemonía del PCPE entre los m-l españoles se torna en lacrimógeno, es que al carecer de la base social con la que sí cuenta el KKE para dar cuerda a su reformismo sindicalista y electorero, los de Carmelo Suárez se han conjurado para crear artificialmente un Comité para la Unidad Obrera allá donde se encuentra un militante.

Pues bien, señores revisionistas, si es cierto que la crisis económica acentúa las contradicciones entre proletariado y burguesía, ésta no las resuelve, porque objetivamente ya vivimos en la época de decadencia y crisis constante del capitalismo (el imperialismo), únicas y verdaderas condiciones objetivas donde puede germinar la revolución proletaria. Son, por lo tanto, las condiciones subjetivas, el Partido Comunista una vez reconstituido, las condiciones necesarias para construir el movimiento revolucionario de masas, y, por lo tanto, esta ineludible tarea de reconstitución, es el único mecanismo que podrá activar los resortes de la revolución.

Precisamente ese tipo de artificios, que el PCPE también hegemoniza, se han puesto en marcha para abordar la construcción partidaria, cristalizando en la ya mentada unidad comunista de la que se hizo gran agitación en 2012, incluso encumbrándola con una Conferencia Internacional, y que se ha desinflado tan pronto se ha iniciado 2013. Evidenciando que el problema del comunismo en el Estado español no es la disgregación de los autodenominados comunistas, si no de la ausencia de los elementos ideológicos que han de solidificarse previamente para abordar la reconstitución del Partido que no será la unidad de los comunistas, sino que será la unificación de la vanguardia con las masas.

Tanto la desafección de las masas por el revisionismo (que a ojos de estas no deja de ser el comunismo existente) como la quema de naves por la unidad comunista durante este último año han puesto techo a la expansión del Estado Mayor del revisionismo señalando así la incapacidad absoluta del oportunismo, en su conjunto, para erigirse en acumulador de reivindicaciones inmediatas y director político de la clase a la que ni tan siquiera sigue a remolque, pues prefiere plegarse ante las demandas de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera.


La burguesía y el reformismo


Mientras la mayoría del movimiento comunista carece de capacidad autocrítica y los sectores privilegiados de la aristocracia obrera no miran más allá de su ombligo engordado con los excedentes de plusvalía con el que el capital les “soborna” en los países imperialistas, las incombustibles clases dominantes del Estado español, a pesar de haber adquirido desprestigio social, principalmente en el cuerpo de sus representantes políticos que, aunque rodeados de todo tipo de escándalos de corrupción (realidad ésta que es inherente a todo sistema clasista de explotación y se amplifica en la época de dominio del capital financiero), mantienen incólume su posición de predominio y no sólo eso, sino que, como buenos políticos de la burguesía, saben maniobrar y canalizar cualquier tipo de crisis que azote el sistema hacia sus propios intereses de clase. Un claro ejemplo, que no pasa desapercibido para cualquiera que sea mínimamente docto en cuestiones políticas, es cómo la burguesía aprovecha el descontento ocasionado por su casta política (cada vez más desvinculada de los problemas del hombre de a pie) respecto a determinados sectores de masas, para llevar la critica hacia la política en abstracto y con ello evitar todo tipo de adjetivación clasista del concepto de política. Huelga decir que para los comunistas la política es la guerra por otros medios, y en una sociedad de clases en plena lid, cada clase tiene su forma de hacer la política y la guerra, en lucha con su clase enemiga.

Y es aquí precisamente donde vemos que las clases dominantes, en el contexto actual de crisis, al no encontrarse con la resistencia de ninguna clase enfrentada, hoy en día enarbolan el discurso de la incapacidad metafísica de mantener el Estado social, como dice muy gráficamente el filósofo esloveno Slavoj Zizek en clave de humor irónico: “cuando se habla de libertades personales o sobre perspectivas científicas de cambio en el discurso público la consigna es todo es posible, pero si quieres más estado de bienestar, eso ya es imposible.”

La historia nos ha demostrado que las reformas que en su día dieron lugar al estado de bienestar, cuyo comienzo coincide en el Estado español con las políticas expansivas económicas de los años 60, sólo fueron posibles porque la burguesía veía amenazados sus privilegios por el peligro de la revolución combatiendo a ésta con Estado de bienestar. Por lo tanto, nuestros revisionistas deberían revisar sus postulados teóricos y comprender que, en ausencia de revolución, ningún tipo de reforma es posible. Es más, la burguesía no sólo no es menos permeable a las reformas, sino que aprovechará la situación, como está haciendo ahora, para encontrar una posición más favorable en el contexto futuro de correlación de fuerzas entre las clases.

Y he aquí que los movimientos políticos de las clases dominantes en el Estado español han ido, desde el principio de la crisis, por la senda de los recortes. Recortes estos que no sólo han alcanzado a los derechos sociales, sino también a los derechos políticos. Un claro ejemplo son las reformas de la justicia de Gallardón, que lejos de ser el acceso a la justicia un derecho social, históricamente había sido una libertad política, producto de la revolución burguesa. Pero viendo la situación con perspectiva desde el comienzo de la crisis, creemos que se puede aplicar a ésta, lo que solía decir Lenin sobre la revolución, pues no dejan de ser ambos momentos en los que se desencadenan movimientos enteros de las clases: “en unos días de revolución se aprende más que en una década de preparación”. Algo parecido pasa con la crisis en relación al período anterior de quietud política, con la diferencia de que nosotros ya llevamos unos cuantos años de crisis económica, y hemos visto, claro y cristalino, cómo se han diluido desde la primera legislatura del PSOE lo que a ojos de las masas podían parecer diferencias ideológicas entre los principales partidos de la burguesía, demostrando que el Estado no es más que el conjunto de agentes que gestionan los intereses de la burguesía, y los partidos políticos por tanto, en un Estado imperialista, aúnan sus esfuerzos para defender los intereses generales de la burguesía monopolista. A cada uno le tocó su parte, el PSOE abrió la senda de los recortes manteniendo una actitud más amable aunque gravosa con su base sociológica, que no es otra que la aristocracia obrera, y sentó las bases de la legitimidad política que necesitaban sus sucesores en el gobierno del país, el PP, para continuar arrasando el Estado de bienestar y fracturando el consenso social sobre el que se había construido.

Pero la cosa no queda ahí, puesto que el problema de la crisis y la reestructuración del capital no sólo se circunscribe al ámbito estatal de las relaciones entre la burguesía monopolista y sus clases subalternas, sino que en el imperialismo diferentes economías nacionales forman eslabones de una misma cadena y es aquí donde el problema de la crisis en el Estado español entra en relación con el conjunto del imperialismo y especialmente con el proyecto imperialista franco-alemán (que tiempo ha, Lenin calificó como imposible o reaccionario) que es la UE.

A nivel europeo la crisis tiene consecuencias parecidas a las que se están dando a nivel nacional, reestructuración del capital y expulsión o proletarización de clases medias (concepto burgués de moda que se refiere a la pequeña burguesía y la aristocracia obrera). Todo este proceso de reestructuración, que en la Europa occidental comienza en la misma época que la transición española (aunque en el caso español el cambio se hizo esperar unos años más, ya que la transición significó para España, en este sentido, un revulsivo para la aristocracia obrera debido a la equiparación española al nivel europeo), se ha visto acelerado en la situación de crisis actual. Este fenómeno de reestructuración del capital a nivel europeo que sitúa a Francia y Alemania, principalmente Alemania, en el centro económico europeo y coloca a los países mediterráneos en una posición de subordinación, se denomina división internacional del trabajo. Desde el MAI no decimos que los países mediterráneos, como Grecia, España e Italia, se conviertan en colonias alemanas, ni mucho menos, esa mala interpretación sólo podría dar cabida a un discurso nacionalista de tipo oportunista o fascista. Lo que evidencia la actual situación de países de la periferia europea como España es algo que ya veníamos diciendo desde antes de la crisis, y que pese a las soflamas patrioteras de nuestras clases dominantes del tipo “España es la octava economía del mundo”, el Estado español, al igual que el resto de países mediterráneos, se consolida en el orden mundial como lo que siempre ha sido: un país imperialista de segundo orden.

Por tanto, en este proceso de recolocación en el que España se sitúa como país imperialista de segundo orden subordinado a Alemania, nos encontramos con una serie de reformas (que algunos llamaron “crisis del estado de bienestar”) a nivel estatal que, como ya hemos dicho, comenzaron poco después de la transición, y ahora se han visto aceleradas por la crisis económica. Son muchas las reformas que el PP ha llevado a cabo en lo que lleva de legislatura: recortes y privatización de la sanidad pública, las famosas tasas de Gallardón, incluida la reforma del código penal, con el único fin de formalizar una realidad ya de facto existente en el Estado español, como es la existencia de presos sometidos a cadena perpetua encubierta, realidad jurídica esta que, pese a ser inconstitucional, se pretende tipificar mediante una operación tan burda como es un fraude gramatical. No hay que olvidar tampoco las varias reformas laborales (en la línea marcada en la anterior legislatura) y la reforma de la educación del señor Wert entre otras.

En materia de educación podemos decir que no nos encontramos nada nuevo bajo el sol, ya que con el gobierno del Partido Popular se acentúa, si acaso un poco más, la tendencia que venían llevando las políticas educativas de los anteriores gobiernos. Éstas se han caracterizado por el abandono paulatino de materias como pueden ser las áreas de “Humanidades” así como las “Ciencias Sociales”, privilegiando la especialización en conocimientos técnicos. Esta tendencia busca la formación de un alumnado robotizado, con los conocimientos técnico necesarios para poder ser rentabilizados inmediatamente por la burguesía en forma de plusvalía, y que a pesar de contar con titulación académica, tiene una concepción del mundo sesgada y parcializada. Es esta una política educativa de sumisión a la productividad y a la libre empresa que rompe con la máxima académica, que reflejaban las conquistas de la burguesía como clase ascendente, según la cual el fin de la ciencia era la búsqueda de la verdad. Hoy el mito de la libertad de cátedra se ha hecho realidad encarnándose en la libre empresa, y la búsqueda del conocimiento se ha sustituido por la desesperada búsqueda de empleo, llegando al extremo tan absurdo de introducir materias sobre economía de empresa en la enseñanza secundaria para promover valores burgueses, tan de moda hoy en día, como son los del emprendedor.

Respecto a las reformas en materia de justicia del señor Gallardón, éstas siguen la línea del ministro anterior de justicia del PSOE, el cual aprobó en 2011 reformas como la del desahucio exprés incluido en la Ley de Medidas de Agilización procesal, predecesora de la ley de tasas judiciales del señor Gallardón. En materia penal, la línea general ha sido la de costumbre, la utilización de un discurso demagógico sobre problemas que sólo existen en el imaginario de la prensa sensacionalista (delitos mediáticos que distan mucho de ser una particularidad cotidiana), con el fin de legitimar el endurecimiento general de las penas y el establecimiento de la cadena perpetua (eso sí, con otro nombre para adecuarla a la legalidad constitucional vigente) reservada para los “crimines especialmente repulsivos” siento esta definición todo un ejemplo de objetividad jurídica a la hora de calificar un bien jurídico con necesidad de protección. Esta tendencia jurídica hacia el endurecimiento de las penas es una tendencia histórica en el Derecho, el racionalismo jurídico como corriente doctrinal que consagró garantías penales como la proporcionalidad entre delitos y penas, y se inspiró en la resocialización de los reos frente al castigo y las penas ejemplarizantes, duró lo que duró la burguesía como clase revolucionaria, desde entonces todo intento de estudio sobre las causas del delito se ha dado de bruces con la contradicción principal de la sociedad capitalista, que es la división de clases, y con la revolución como única solución real al problema. Por tanto, no es de extrañar, que la tónica general del discurso político respecto al derecho penal desde la transición haya sido a favor del endurecimiento general de las penas, pues concuerda perfectamente con la historia del derecho burgués que se puede resumir en el paso del racionalismo jurídico hacía la demagogia punitiva propia del imperialismo.

Por lo demás, todo este paquete de recortes del PP, lejos de la crítica más obvia de que sólo traen más embrutecimiento y miseria para el proletariado, entendemos que atiende a la lógica europea de reestructuración en la que España se convierte en un país subordinado de Alemania, cuya única función es la formación de trabajadores técnicos (en la esfera educativa) que irán a producir valor a Alemania. Por tanto, toda las reformas a nivel estatal que están expulsando a los sectores privilegiados de la clase obrera (con la connivencia de los sindicatos) hacia la proletarización y la consiguiente emigración de los trabajadores a otros países más industrializados, encuentra su lógica internacional en la nueva reestructuración a nivel europeo de la división social del trabajo: Alemania conserva sus industrias y España gana un Eurovegas.

Y, ya que hablamos de reformas del PP, nos gustaría hacer mención especial, para acabar, a la reforma laboral con la cual, usando la vieja excusa liberal sobre la flexibilización del mercado de trabajo con la finalidad de crear más puestos de esclavos asalariados, la burguesía ha conseguido sacudirse de encima a los sectores sobrantes de la aristocracia obrera con la connivencia de los principales sindicatos, los cuales frente a la sangría que está sucediendo, sólo han convocado tres huelgas generales en cuatro años y la cuarta ni se la espera. Estas tres huelgas generales han manifestado, vista la falta de participación de la clase obrera en general (sus masas más hondas y profundas), por un lado, que las reformas del gobierno han ido dirigidas contra los sectores más privilegiados de la clase obrera (aristocracia obrera) con la pretensión de sacudirse de encima los rescoldos del período político anterior; y por otro lado, que, pese a la deslegitimación creciente del gobierno, las masas de precarios, mileuristas y parados del proletariado (sectores verdaderamente afectados por el dominio general del capital), han reconocido la verdadera naturaleza de clase de los sindicatos como representantes de la aristocracia obrera y cogestores del Estado burgués, entendiendo finalmente que esta fiesta no iba con ellos puesto que los que no tienen nada, nada tienen que perder.

Esta situación de incompatibilidad entre los intereses del proletariado y la aristocracia obrera ha provocado que las masas no se dejen embaucar por enésima vez en el circo huelguístico que poco les puede aportar más que reforzar el sindicato como agente institucional, lo que choca, como viene siendo costumbre, con la actitud de nuestros revisionistas, que, como ya decíamos al principio del escrito, se contentan así mismos con seguir la tradición pastoril del revisionismo, basada en establecer las mediaciones necesarias para que cualquier lucha espontánea de la clase tenga cabida bajo el marco del consenso social de la burguesía atendiendo, sí o sí, las llamadas que desde CCOO y UGT se les hizo, participando de esos mercados de siglas que hoy llaman manifestaciones, como si la próxima fuera a ser la definitiva antes de que estallara la revolución.

Pero las sorpresas no acaban ahí, porque estos apologistas del trabajo tradicional de masas, en el peor sentido de la palabra, y del reformismo electorero han sido superados otra vez, para su estupefacción, por el movimiento espontáneo de las masas, y no por su capacidad de movilización, ni siquiera por haber visto dónde se encuentra la clase que hoy en día se manifiesta como verdadero resorte para la revolución, sino por algo todavía más humillante y traumático para nuestros revisionistas como es la ocupación de viviendas para alojar familias que se han quedado desahuciadas, demostrando una vez más que los espontaneistas son superados por la espontaneidad de las masas, y mientras que unos se dedican a refundar Comisiones Obreras con las CUO, las masas espontáneamente han desbordado el marco de la legalidad ocupando urbanizaciones enteras y se han lanzado a resolver, por todos los medios que la imaginación les permite, los problemas más inmediatos que les acucian. Dura lección han recibido nuestros revisionistas, que, acostumbrados a acusar a otros de vivir en la abstracción, han demostrado que son ellos los hipócritas que viven en la más absoluta desconexión con las masas. Y es que las masas ya habían demostrado infinidad de veces, desde el desastre del Prestige, pasando por el 15-M, hasta la PAH, que se valen por sí mismas para defender sus intereses inmediatos de clase en todos esos casos concretos, superando en creatividad con creces a los que dicen ir a organizar el movimiento espontáneo de masas. Demostrando incluso que la clase está dispuesta a desbordar el marco de la legalidad poniendo en peligro su integridad personal. Si esto lo hacen por su supervivencia como oprimidos ¡que no harán por la Revolución!

Es evidente, salvo para nuestros revisionistas, que un movimiento espontáneo, como el movimiento de afectados por la hipoteca, no pretende hacer una revolución. No pretende hacer una revolución porque no sabe, ni imagina, desconoce cuál es la forma en la que podría superar ese límite real aunque invisible a sus ojos, que es el marco de relaciones capitalistas de dominación en el que se desenvuelve la vida para los afectados. Y este tipo de movimientos jamás comprenderán esos mecanismos mientras no exista un referente revolucionario, ya que cuando este movimiento esté (re)constituido utilizará los recursos necesarios para que actúen los revolucionarios marxistas inoculando conciencia en esas masas de que la revolución es posible, es posible organizar Nuevo Poder donde los afectados necesitan casas y es posible una democracia donde ellos sean los que decidan sobre sus necesidades y prioridades sin necesidad de tener que escrachear a unas personas que no se interesan por sus problemas ya que son representantes de otra clase. Esta sí es la labor propia del militante comunista que el verdadero Lenin defendía, no el tergiversado por el oportunismo y degradado de sus funciones revolucionarias para ser un militante táctico, cuya única labor se ha limitado a pegar carteles y a repartir propaganda huera. Sólo forjando los instrumentos de la Revolución pude surgir ese militante comunista, conocedor de la concepción revolucionaria del mundo, preocupado por los problemas teóricos que nos plantea la revolución y de su aplicación con las masas. Lo que el camarada Lenin denominaba un tribuno del pueblo, un auténtico estratega revolucionario.

Y es cierto que la necesidad de este modelo de militante, estratega revolucionario, cada vez es más acuciante, porque si este militante se caracteriza por su preocupación por los problemas de tipo ideológico es porque son muchos los problemas teóricos que el comunismo, después de más de un siglo experiencia revolucionaria que terminó finalmente en derrota, cuando el revisionismo acabó su tarea dominando todas las corrientes que se denominaban comunistas.


Unos apuntes sobre Chávez y Venezuela


Antes de terminar nos gustaría hacer unos breves apuntes, sin entrar a hacer un análisis profundo, sobre un acontecimiento mediático para los mass media del Estado español, por los intereses que la burguesía española allí mantiene, y que también ha sido punto de debate para la vanguardia a nivel internacional. Tampoco es nuestra intención centrar nuestra crítica sobre el seguidismo y la propaganda que destila el oportunismo en el Estado español, que pretende que los bolivarianos, ahora con Maduro a la cabeza, abran las puertas de la Revolución Socialista. Sino más bien resaltaremos la desconexión que existe en el debate sobre la “Revolución Bolivariana” (debate que se ha centrado concretamente sobre la figura de Chávez), entre los que defienden la figura de Chávez en un país imperialista como es el Estado español, y el maoísmo, (principalmente en América latina) enfrentado antagónicamente con el chavismo.

Chávez sale a la palestra política en febrero de 1992 como salvador institucional en un período de ascenso del movimiento de masas, precisamente cuando la lucha de las masas es abierta y estas están combatiendo en la calle. Por esta razón, nos parece comprensible que el maoísmo (corriente dominante del comunismo revolucionario en los países del oprimidos por el imperialismo) esté totalmente vacunado frente a este tipo de movimientos reformistas, los cuales se manifiestan como una constante en América latina, donde la burguesía intenta mediante sus cantos de sirena canalizar cualquier ascenso del movimiento de masas. Este reformismo burgués, que no hace más que resituar a un sector de la burguesía para tener un reparto más favorable con el capital extranjero, lejos de solucionar los problemas principales que se deben abordar en países oprimidos, se convierte en un auténtico cortafuegos de la revolución que deja sin solucionar los problemas fundamentales que se deben abordar en los países oprimidos: por un lado el problema de la tierra, ya que las masas campesinas no tiene acceso a la tierra porque ésta está en manos de grandes terratenientes; y por otro el problema de la dependencia del imperialismo, por el cual los países semicoloniales exportan sus recursos naturales a cambio de productos manufacturados.

Son estas dos cuestiones: el problema de la tierra y la dependencia económica del imperialismo (independientemente del grado de desarrollo que el capitalismo haya alcanzado en cada país donde el problema de la tierra puede ser más o menos determinante) los dos principales problemas que se deben abordar en los países semicoloniales y semifeudales para poder traer verdadera prosperidad al pueblo. En el caso de Venezuela es evidente que, independientemente del caso de la tierra, donde salvando la nacionalización de algunas hectáreas baldías sigue en su mayoría en manos de terratenientes, el proceso bolivariano no ha roto con la dependencia comercial del imperialismo. Venezuela sigue exportando sus recursos naturales, en este caso concreto petróleo, a los países imperialistas, con la única salvedad de que sí ha promovido nacionalizaciones para este sector. En resumen, sigue exportando materias primas hacia el exterior, pero en este caso lo hacen empresas estatales.

Partiendo de la base, como ya hemos explicado antes, de que en un país oprimido por el imperialismo los problemas principales son la semifeudalidad y el semicolonialismo, entonces podemos deducir que sus clases dominantes son los grandes terratenientes propietarios de la tierra y la burguesía dependiente, que en un país semicolonial presenta la dualidad burguesía burocrático-compradora. En el caso de Hugo Chávez, viendo sus políticas de nacionalización, y en la línea del reformismo que se destila en los diferentes países que forman parte del ALBA, Chávez se manifiesta como representante de la facción burocrática de la burguesía venezolana, y por tanto el ALBA representa una alianza de esta facción en América latina.

Es comprensible que los revolucionarios en América latina combatan estas figuras reformistas que lejos de representar una verdadera liberación para las masas, se convierten en todo lo contrario, en un dique de contención de la revolución. La solución para los países de América latina y el resto de países oprimidos por el imperialismo, sigue siendo hoy en día la misma que significó la Revolución China, salvando las distancias y todos los problemas que se han puesto de manifiesto después de la derrota del Ciclo Revolucionario de Octubre, los cuales también atañen al maoísmo ya que éste no ha demostrado ser garantía de impermeabilidad frente al revisionismo, esta solución sigue hoy en día tomando la forma de revolución de Nueva Democracia que borre todo rastro de feudalidad (en los países que todavía subsiste) y dependencia con el imperialismo, así como la Revolución Socialista en los países cuyo desarrollo del capitalismo por el imperialismo puedan ser calificados de países predominantemente capitalistas.

Por otra parte, el debate en torno a Chávez ha llegado a cotas importantes dentro del Movimiento Comunista Internacional (MCI), especialmente dentro del maoísmo. La controversia generada en este sector es importante porque muestra cómo desde el maoísmo se trata la cuestión del capitalismo burocrático. Por una parte, el sector derechista mostró su apoyo a la revolución bolivariana en tanto que anti-imperialista, mientras que el sector de izquierda se esforzó en demostrar que el capitalismo burocrático estaba más cerca del fascismo que del anti-imperialismo, como tradicionalmente ha defendido el maoísmo y lo que, desde el MAI, creemos que es correcto. Lamentablemente, este debate, que ha dejado en evidencia al sector conservador del maoísmo, nos da la razón en cuanto a las consecuencias del fin del Ciclo de Octubre: ninguna de las corrientes supervivientes del Ciclo que actualmente pueblan el MCI garantiza una línea correcta. El maoísmo realmente existente, si bien expresa lo más avanzado del Ciclo y todavía mantiene abiertos procesos revolucionarios, parecía mantenerse a salvo del liquidacionismo ideológico que llevaban a cabo otras corrientes, pero tampoco ha podido evitar en la última década episodios que lo ponen en evidencia como guía revolucionaria. Un funesto ejemplo ha sido el comunicado del Partido Comunista de Filipinas que, en medio de la guerra popular que dirige contra el capitalismo burocrático, donde los mejores hijos del pueblo filipino está derramando su sangre, decide expresar su apoyo a quien fuera el líder político del capitalismo burocrático en Venezuela. Si el maoísmo, bajo cuya bandera todavía hoy se lucha en varios puntos del planeta por la toma del poder, ha sido incapaz de culminar los procesos revolucionarios abiertos en los últimos cuarenta años ¿Qué decir del resto de corrientes que ni siquiera son capaces de empezarlos? A día de hoy ninguna es capaz de dar solución a los problemas de la revolución, y eso es porque los encaran dogmáticamente desde la perspectiva del paradigma de Octubre. Como llevamos diciendo mucho tiempo, solo mediante el balance del Ciclo podremos empezar a abordar el problema de la toma del poder como parte de la Revolución Proletaria Mundial con garantías de éxito.

Volviendo a la revolución bolivariana, ante lo forzadamente limitado de este análisis sobre la realidad actual del proceso que se vive en Venezuela, lo que podemos decir es que Chávez, quien fuera cara visible del revivir de Bolívar, no ha roto la máquina estatal del capital venezolano ni los lazos de interdependencia con el imperialismo, sino que los ha ido adaptando a los intereses determinados de una facción burguesa, intentando encauzar en él a los organismos de las distintas clases sociales y embaucando al proletariado y a las masas oprimidas, resolviendo la lucha de clases desde una tendencia hacia el corporativismo, sesgo reaccionario propio de la era del imperialismo que es también uno de los rasgos definitorios del fascismo como forma concreta que toma la dictadura del capital. En todo caso a aquellos oportunistas, de cualquier corriente de nuestro movimiento, que pretenden hacer pasar por proletarios los intereses de la facción bolivariana del capitalismo venezolano hay que decirles que este proceso político dirigido por la burguesía no puede generar condiciones para la construcción del socialismo, pues éste, como dictadura revolucionaria de las masas oprimidas, sólo puede erigirse desde la destrucción de la maquinaria estatal de la burguesía por un movimiento político de nuevo tipo. Y no haciendo comulgar a los explotados con las ruedas de molino de la reacción.



Movimiento Anti-Imperialista

Mayo de 2013