El Martinete - Número 20

Septiembre de 2007

 
DESARROLLAR EL DEBATE
 

Nuevas perspectivas

¿Hemos tocado fondo?; ¿es posible ir más atrás?; ¿el proceso de repliegue general del movimiento comunista ha terminado? Hay indicios de que así es. Mientras en los países imperialistas hace tiempo que el fenómeno de liquidación y postración del comunismo es evidente, en los países oprimidos la liquidación de la guerra popular en Perú, primero, y más recientemente, en Nepal, obligan a pensar que los últimos rescoldos del gran ciclo histórico de la Revolución Proletaria Mundial que inició la Revolución de Octubre se han apagado definitivamente. Lo que constituía la esperanza última de revivificación revolucionaria ha terminado mostrando su verdad: que no se trataba de las bocanadas de vida de un nuevo nacimiento, sino de los últimos estertores de un cadáver. A la lucha del proletariado revolucionario sólo le queda, pues, una dirección que tomar a partir de ahora: la del remonte ascendente hacia un nuevo ciclo revolucionario, la de la reconstitución del movimiento comunista como primer paso de su recuperación y como antesala de una reedición de la conquista del poder por los explotados en un nuevo intento de asaltar los cielos . Y también parece haber indicios para ello. En el plano internacional, el prachandismo ha provocado la última escisión del maoísmo y la bancarrota definitiva del Movimiento Revolucionario Internacionalista (MRI), postrera institución sobreviviente de la gran oleada de Octubre. Desde la reedición moderna del revisionismo de la manos de Jruschov, en los 50 y 60, y, posteriormente, en los 80 y 90, con el avance de las guerras populares en Perú y Nepal, el maoísmo se había postulado como la corriente marxista que, finalmente, podía dar respuesta a los interrogantes que abría la continuación del ciclo revolucionario. Sin embargo, también ha entrado en crisis; si bien el sector crítico de esta corriente, que ha roto con el claudicacionismo de la cúpula del MRI por el asunto de la liquidación de la guerra popular nepalí, es el que continúa manteniendo el testigo de vanguardia del movimiento comunista internacional. Es este sector el que ocupa las posiciones más adecuadas para iniciar el proceso de reconstitución del comunismo a todos los niveles, teórico y político, internacional y local; pero a condición de que reconozca los síntomas de su propia crisis ideológica. En los 80, el Presidente Gonzalo afirmaba que se abría una época en la que el maoísmo se encarnaría por doquier. En parte acertó, gracias al influjo internacional de la guerra popular que él mismo dirigía; pero, tal empuje, con el Partido Comunista del Perú fragmentado y el Ejército Popular de Liberación nepalí acantonado bajo la supervisión de la burguesía imperialista internacional, se ha agotado. Hoy por hoy, es una nueva idea la que prende por doquier entre cada vez más sectores de nuestro movimiento, el reconocimiento de un hecho, por lo demás, harto evidente, pero cuyas connotaciones e implicaciones resulta mucho más difícil asumir: que nos encontramos ante el final de todo un ciclo revolucionario, ante el Ciclo de Octubre clausurado. En las actuales condiciones, el remonte de un nuevo ciclo revolucionario sólo puede partir de la iniciativa de este sector de la vanguardia que incorpora a sus posiciones políticas los mejores logros de décadas de lucha de clases proletaria y de lucha de dos líneas del marxismo; pero a condición, insistimos en ello, de que reconozca que este bagaje por sí mismo no es suficiente para que la clase obrera retome la ofensiva revolucionaria, a condición de que reconozca que el maoísmo –a estas alturas, sometido a tantas y tan dispares interpretaciones– no puede aprehenderse ni como resultado del ciclo pasado, ni como punto de partida del próximo. Es el punto más alto alcanzado por esa experiencia, pero se encuentra ubicado dentro de sus límites y, por tanto, adolece de sus limitaciones. El maoísmo, como fruto más elevado del ciclo, puede ser la mejor plataforma desde la que realizar el Balance de toda esta experiencia histórica, pero no se resume en él tal experiencia. El Balance incluye al maoísmo y los procesos revolucionarios dirigidos por los maoístas, y es el principal pilar de la reconstitución ideológica del comunismo, punto de partida de la preparación del nuevo ciclo revolucionario.

Si, frente a los maoístas, el MAI insiste en que el punto de partida únicamente puede ser el Balance, contra los oportunistas de toda calaña, que depositan sus esperanzas en el repunte del movimiento de resistencia, insistimos en que la lucha espontánea de las masas no puede sustituir ni el papel ni la responsabilidad de la vanguardia en la construcción del movimiento revolucionario. Así pues, y por lo que nos toca, el MAI ha asumido su parte de responsabilidad y ha lanzado una Propuesta de Plan de Reconstitución al resto de la vanguardia del Estado español. Esta Propuesta coincide –y a la vez es reflejo– con un momento de polarización en el seno de nuestro movimiento, provocada por el desplazamiento hacia el programa reformista burgués de la III República de un amplio sector del espectro político situado a la izquierda del PCE. Frente a este polo se sitúa el de la amalgama de organizaciones, mucho más dispersa y heterogénea, que aún defendemos el programa de la Revolución Socialista y la Dictadura del Proletariado como objetivo inmediato de la lucha de clases del proletariado. Por otra parte, coincide con un relativo relanzamiento, dentro de este sector, de las iniciativas de algunos de los destacamentos que lo conforman por establecer vínculos políticos de cara al objetivo de la reconstitución del Partido Comunista. En este contexto, nuestra Propuesta manifiesta su vocación, si no de convertirse en referente aglutinador de esas expectativas, sí al menos de ayudar a definir el marco del debate que permita avanzar en aquel objetivo. En tales circunstancias, y desde el punto de vista de la propaganda entre las masas y de su educación revolucionaria, la lucha política principal de los comunistas debe dirigirse contra el oportunismo republicanista. En este combate se comprenderá la necesidad del Partido Comunista, su naturaleza y los requisitos de su reconstitución, al mismo tiempo que se crearán las condiciones para la articulación de un movimiento de vanguardia revolucionario que comience a cumplir con las tareas que impone la Revolución Socialista. Si esto toma cuerpo, podremos afirmar que, en el Estado español, la crisis también ha tocado fondo y la vanguardia se dispone a remontar el vuelo en disposición política de defensiva estratégica, primer paso para la reconstitución del Partido Comunista.

Nuestra Carta abierta y sus críticos

Mientras tanto, nuestra Propuesta a la vanguardia ha producido ya las primeras reacciones. No todas negativas, por cierto; sin embargo, aquí saldremos al paso de quienes nos rechazan. De los frutos positivos daremos cuenta cuando estén más maduros.

La Propuesta de Plan de Reconstitución tiene formato de Carta abierta y está dirigida, en primer lugar, a Kimetz , órgano –tal como se autodefine y tal como nosotros lo creímos– del Partido Comunista Revolucionario de Euskal Herria (EhAKI), puesto que fue su actitud hacia la Declaración Política del MAI de diciembre lo que motivó, en primera instancia, nuestra decisión de llevar más lejos la crítica del comunismo autocomplaciente que, aunque de palabra reconoce la necesidad del debate, en la práctica lo obstaculiza –razón por la cual titulamos nuestra Carta abierta El debate cautivo –, como el PCE(r), o bien, muestran su total indiferencia, como ha sido, en esta ocasión, el caso de Kimetz , que se ha desentendido, una vez más, del debate y de su deber de posicionarse en la lucha de dos líneas, aduciendo que “no es quién para contestar a la declaración” porque este órgano “no es más que un grupo de personas que hace posible esta página en internet”, desplazando la responsabilidad de responder al EhAKI “cuando lo considere oportuno”, si es que “lo considera así”. En el MAI, hemos recibido atónitos tal contestación. ¿No fue Kimetz quien censuró nuestra Declaración Política de diciembre?, ¿no le corresponde, por tanto, asumir a él responsablemente las consecuencias de su decisión? Y, en cualquier caso, ¿no se trata de un órgano del EhAKI que puede publicar la respuesta de éste en el nombre de ambos? ¿Es que hay diferencias ideológicas o políticas entre ellos? Si el EhAKI decide adoptar una posición sobre nuestra Propuesta, ¿dónde la publicará, cómo la conoceremos? Tales interrogantes nos hacen dudar sobre la visión que tienen estos camaradas de sus relaciones orgánicas internas y, en general, proyectan sombras sobre su concepción de lo que deben ser las relaciones que deben regir los distintos órganos del Partido Comunista, lo cual es más preocupante. Pero, está bien, dejemos que los camaradas vascos continúen reflexionando hasta que adopten una determinación y centrémonos en quienes ya se ha decantado, una vez más, en contra.

La otra causa que motivó nuestra Carta abierta fue la necesidad de definir con mayor amplitud y profundidad nuestra posición frente a la línea política del PCE(r). La furiosa y torticera respuesta que este partido había dado a la Declaración Política así lo exigía. Sin embargo, en último término, este motivo acabó convirtiéndose en simple excusa para ir más allá y extender las fronteras del debate hacia el conjunto de la vanguardia, poniendo sobre el tapete, no la línea política de un solo partido, sino las cuestiones candentes que afectan al movimiento relacionadas con la línea general de la política proletaria y con las tareas que involucran a todas las organizaciones de vanguardia. Por esta razón, en la Carta abierta, la crítica al PCE(r) termina pasando a un segundo plano. Sin embargo, y como cabía esperar, este partido ha sido el primero en salir al paso de la Propuesta para denigrarla sin alegar razones nuevas que la refuten. Consideramos que sus argumentos se caen por su propio peso desde la simple lectura de nuestra Carta abierta, pero merecerá la pena repasarlos someramente, no sólo para poner los puntos sobre las íes por las tergiversaciones y falsedades a las que se recurre, sino también para mostrar, una vez más, la catadura de esta gente, revelando lo que se oculta tras sus métodos y sus propias palabras.

En esta ocasión, el PCE(r) no ha utilizado sus órganos oficiales de expresión, ni Antorcha ni ningún otro, para exponer públicamente su postura ante nuestra crítica. Como el método de la censura no dio resultado, pretende esta vez limitar el alcance y las repercusiones de la reedición de la polémica sobre su política relegándola al ámbito de los foros de internet. Aquí nos hemos vuelto a encontrar al furibundo Ferro vomitando hiel contra el MAI, hasta llegar, de nuevo, a la amenaza directa (en esta ocasión, dirigida hacia compañeros que se manifestaban a favor de nuestra Carta abierta) y perder los papeles diciendo cosas que sólo le desacreditan a él y a su partido. Entresaquemos, de entre sus muchas embravecidas bravuconadas, sólo dos. Revolviéndose contra lo que de él se dice en nuestra Carta abierta, escribe:

“Fui juzgado y condenado separadamente por las dos militancias; pero cuando estuve en el PCE(r) sólo ejercía mi actividad en esa organización y cuando personal y voluntariamente decidí incorporarme a los GRAPO, me atuve única y exclusivamente a la disciplina de esa organización guerrillera cuyos fines, métodos y objetivos son de manera esencial distintos a los del PCE(r)”.

¡Una frase y toda la política del PCE(r) por la borda! ¿Qué el PCE(r) y los GRAPO no comparten “fines” y “objetivos”?; ¿pero no era esto, precisamente, lo único que les unía? ¿Qué tipo de farsa es ésta?, ¿cómo puede esta propaganda de vodevil educar políticamente a la clase obrera? Estamos ante una nueva representación de la comedia de enredo que es la política del PCE(r), y, una vez más, el Código Penal y los jueces mandan: si reconocen procesamientos distintos para los militantes de cada una de las dos organizaciones, entonces es que les reconocen como organizaciones diferentes; y si sus señorías obran así, entonces será verdad. Al parecer, la legitimación del Estado es más importante que la legitimación de la clase obrera. Otra ocasión en la que Ferro muerde su propio anzuelo. ¿Qué mártires son éstos que se permiten renegar hasta de su propio partido?

La segunda perla tiene que ver con la acusación de que el MAI sirve al Estado fascista y hace el juego a la policía, etc. Veamos a qué juegan estos señores. En el foro de Kimetz , y a costa nuestra, Ferro se enzarzó en un rifi rafe con uno de esos parásitos del ciberespacio que esperan alcanzar notoriedad a expensas del prójimo, que firma como José María y al que también dedicaremos unas palabras. Entre futesa y futesa, ambos terminaron enredados en una competición sobre quién tenía más experiencia y más contacto –que no influencia– entre las masas. José María presumía de su antediluviano trabajo en la Asociación de Vecinos de Trinitat Vella, en Barcelona, y como además propone que el problema más grave que sufren las masas en la actualidad y el primero que tiene que atender la vanguardia para ganárselas es el de la vivienda, Ferro respondía:

“La primera web que habló del tema de la vivienda en este país fue Antorcha. Y para que te enteres, nosotros estamos presentes en Madrid en la Plataforma por la vivienda. Lo que pasa es que a diferencia de otros no vamos con la chapita en la solapa porque nos caen 12 años de talego”.

La policía se estará frotando las manos, porque ya sabe un sitio más donde ir a buscar y detener militantes del PCE(r). ¿Cómo alguien que presume de su trayectoria puede caer tan fácilmente en las provocaciones? Más bien parece que las proezas que estos héroes narran de sí mismos son puro humo. Las carencias organizativas del PCE(r) son cada vez más evidentes, cuando sus miembros, por afán de notoriedad y autoenaltecimiento, ponen al descubierto el trabajo del propio partido. Nuestro Ferro ha vuelto a representar el papel de Azef, ¿o es que todo es una patraña?

Comprendemos que los camaradas de Ferro ya no sepan a quién encomendarse cada vez que éste se dispone a intervenir en un debate. No nos extraña, pues, que hayan decidido introducir un nuevo elemento que conduzca de una manera más satisfactoria los intereses de su partido en la controversia. Firma como Jorge y, desde luego, es alguien más inteligente y sutil, aunque igual de farsante. Más ducho en estas lides, se cuida de no renegar de la política del partido; se conforma con renegar del marxismo. Lo positivo de este nuevo interviniente es que trata de argumentar políticamente, aunque sólo sea para repetir lo de siempre y aunque de nuestra Carta abierta sólo tome, tergiversándolo, lo que atañe al PCE(r), sin dignarse a refutar el conjunto de nuestra Propuesta, que despacha sin más como “escolásticas disquisiciones”. Como este fulano se refiere también a nuestro “estilo policiaco”, a que hacemos el caldo gordo al Estado fascista , etc., etc., comencemos con él por el final de su alegato contra el MAI, que termina con el siguiente interrogante:

“Por cierto, ¿y el PCR qué tal va?”.

¿Qué significa esta pregunta? ¿A cuento de qué viene? Todo el mundo sabe o puede saber que el MAI mantiene relaciones con el Partido Comunista Revolucionario del Estado español. No es ningún secreto. De hecho, hemos colgado de nuestra página web algunos de sus documentos, que compartimos en gran medida. ¿Y qué interés tiene esto para el debate que nos ocupa?, nos preguntamos nosotros. ¿Qué está insinuando o dando a entender? ¿Se trata de un guiño para invitar a alguien a que investigue esas relaciones? Teniendo en cuenta que el PCR es una organización ilegal, ¿quién puede ser ese alguien ? No dudamos que, puesto que estas gentes se delatan a sí mismas, menos escrúpulos tendrán en abrir pistas policiales sobre los demás. En la Carta abierta ya adelantábamos que teníamos constancia de que algunos en el PCE(r) no dudan en airear información sensible sobre las organizaciones que les critican. En concreto, eso es lo que hicieron con los camaradas del PCR, cuando éstos sometieron a crítica su línea política desde las páginas de su órgano, La Forja , en la segunda mitad de los años 90. Antorcha no dudó un momento en airear públicamente la procedencia organizativa del grupo central que se constituyó en PCR, algo que no era relevante ni para la discusión en cuestión ni para la educación política de la vanguardia. Pero, tal vez, sí para que alguien incorporase tal información en algún archivo de algún ministerio. Por favor, ¿quién hace aquí el caldo gordo policial?

Jorge se presenta como el caballero andante dispuesto a reparar el honor desairado de su amada. Por eso se cuida mucho de apostillar en su intervención que: “Por supuesto, no soy militante del PCE(r) ni he tenido jamás relación con ellos pero a uno le hierve la sangre que se digan ciertas cosas de la que, y para mí no hay género de duda, es la vanguardia del proletariado español”.

A nosotros nos es indiferente la militancia de este señor. Sólo sabemos que recita a pies juntillas las tesis y los argumentos del PCE(r). Lo que sí nos interesa, en cambio, son las consecuencias de esa posición de distanciamiento y el recurrente e ineludible interés que todos los defensores del PCE(r) tienen por ponerla de manifiesto. Lo que nos preocupa son las consecuencias de ese discurso que reza: “Estoy de acuerdo, pero no soy” . Y es que el ser sin estar arrastra tras de sí toda una concepción de fondo sobre la política y sobre la relación de la vanguardia con las masas. Desde el punto de vista del comunismo, esta posición no sólo es absurda e inconcebible, sino también inadmisible. Independientemente de cada caso particular, lo grave, lo pernicioso, es el discurso en sí, dar a entender que es posible ser sin estar , porque esto implica que la relación entre la vanguardia y las masas puede ser reducida, de una relación de dimensión político-organizativa, a una relación simplemente política. Esta visión trae como consecuencia la posibilidad de separar al Partido de las masas, de que aquél puede presentarse separado de ellas, que para éstas es posible que aquél pueda configurarse como entidad aparte y ajena. Si el Partido no se vincula de manera orgánica con las masas, entonces se las educará en el apoyo testimonial al Partido, que es como educa el PCE(r) cuando difunde el principio menchevique de que los trabajadores conscientes pueden ser sin estar en el partido, que pueden identificarse con él, pero sin participar en él. ¿Y cuál es la manera más directa de refrendar ese vínculo de apoyo , cuál es el mecanismo que convierte en poder político el respaldo testimonial de las masas hacia el Partido? Pues, sencillamente, el sufragio universal y las elecciones: el apoyo testimonial traducido en poder parlamentario, la forma burguesa de vincular a las masas con la política. Jorge está con la política del PCE(r), pero como no es , no puede ni quiere participar en sus decisiones, en su entramado organizativo; esperará, por tanto, pacientemente hasta el momento de la legalización de su partido para introducir en una urna una papeleta con sus siglas. En esta actividad educa el PCE(r) a la clase, educación que se corresponde, por cierto, con sus objetivos reformistas de entrar a formar parte de ese fantoche parlamentario que es la Asamblea constituyente republicana.

Como Jorge tiene la cara dura de desviar contra nosotros la misma acusación que habíamos esgrimido contra el PCE(r) de separar la teoría de la práctica, debemos volver a poner las cosas en su sitio. Jorge en teoría es del PCE(r), pero en la práctica no está integrado en su organización; Jorge habla , pero no hace . Representa, pues, en el plano individual lo que este partido en el colectivo: el PCE(r) orienta y aconseja sobre la revolución, pero son las masas las que la hacen por sí mismas. Como nosotros hablamos de militarización del Partido, pero no empuñamos armas, a Jorge le parece que es prueba suficiente para acusarnos de separadores de la teoría y la práctica, además de unos militaristas, lo que nos acerca a nosotros a las Brigadas Rojas, y no el PCE(r), como, según él, pretendemos. Naturalmente, Jorge obvia interesada y premeditadamente nuestro análisis sobre la diferencia entre militarización y militarismo, desviación ésta última que efectivamente comparte el PCE(r) con las Brigadas Rojas. No importa. Baste decir que las Brigadas eran una organización armada que quería constituirse en Partido, lo cual trae a la memoria con mucha más fuerza los recuerdos de la trayectoria del PCE(r) que lo que preconiza el MAI, que es justamente lo contrario. Además, para éste, poner en práctica la militarización del Partido presupone la existencia del Partido reconstituido, y como no lo hay no es posible aplicar militarización. Así que no hay ningún desfase entre teoría y práctica en nuestra política. En la actualidad, nuestra práctica es de reconstitución de ese Partido, que consiste, entre otras cosas, en arrancarles la careta a tipos como Jorge y su falso partido comunista reconstituido .

La lucha de clases y los acólitos del PCE(r)

Como admirador de la práctica ajena, este señor está convencido de que ganará méritos si demuestra poco respeto por la teoría y cierta capacidad para desbaratarla, sobre todo si se trata de la teoría marxista. Así, no le duelen prendas en afirmar que “la lucha de clases es un hecho objetivo que se produce al margen e independientemente de la voluntad del hombre”.

Entonces, señor aprendiz de malabarista de las palabras, ¿quién realiza la lucha de clases si no el hombre?; ¿cómo se inicia la lucha de clases económica si no desde la voluntad de los hombres para defender sus intereses económicos?; ¿cómo se inicia la lucha de clases revolucionaria sin el concurso de la voluntad de los hombres y mujeres conscientes? Como desprecia la teoría, no ha cultivado ningún respeto por una de sus expresiones más elevadas, el marxismo, lo cual le ha impedido dedicar su debido tiempo a estudiarlo en profundidad. Marx decía que las relaciones sociales son independientes de la voluntad del hombre, que cuando nacemos venimos a un mundo que ya está configurado, que se rige por leyes sociales ya establecidas. Pero nunca dijo ni pudo decir que la lucha de clases fuese independiente de nosotros. Esta afirmación supone confundir el punto de vista subjetivo sobre la sociedad (las clases y las luchas entre ellas) con el punto de vista objetivo (las relaciones de producción). Estudie la crítica de Marx al materialismo contemplativo de Feuerbach, en el que usted recae, cuando le recordaba que no sólo los hombres son producto de las circunstancias, sino que son los hombres los que también las hacen cambiar. Pero Jorge pasa por encima de toda matización teórica: él prefiere manejar la teoría en bruto. Por eso continúa diciendo que, para el MAI, la lucha de clases “es una especie de fetiche, de fenómeno extraño y ajeno, puramente abstracto”, etc. ¡Pero, por favor, si usted mismo acaba de teorizar la lucha de clases como “fetiche”, como algo “ajeno” a nosotros! Léase, aunque le resulte difícil y molesto, el capítulo sobre el fetichismo de la mercancía de El capital . Ahí verá que el fetichismo es el proceso de cosificación de las relaciones humanas, cuando los objetos que crean las personas se proyectan y se enfrentan a ellas como cosas ajenas, cuando la realidad, la vida social, es enajenada al hombre y se presenta después ante él como potencia separada e independiente. Es usted quien ha convertido la lucha de clases en objetivación alienada del sujeto social, quien la ha cosificado, separando las relaciones entre los hombres de la voluntad y de la actividad de esos mismos hombres; es usted, y nadie más que usted, quien ha teorizado y justificado la reificación de la lucha de clases. Es, por cierto y dicho sea de paso, sobre esta reificación, sobre esta concepción “fetichista” de la lucha de clases, que ustedes han elaborado su teoría política insurreccionalista del desenlace de esa lucha, pues, en efecto, la insurrección como fenómeno espontáneo, impredecible y enigmático en sus mecanismos internos, independiente de la actividad del sujeto revolucionario, es el mejor corolario de su percepción determinista del papel del hombre en la sociedad, y lo contrario, precisamente, de cualquier visión del proceso revolucionario como obra de construcción consciente.

Cuando se pretende pasar por marxista sin serlo y cuando la teoría se aprehende –que no se aprende– sólo para justificar una práctica determinada dada, el recurso a la cita desafortunada es característico. Continuando con el tema de la lucha de clases, Jorge pretende ilustrarnos recurriendo a un pasaje de La guerra de guerrillas , de Lenin, en el que el líder bolchevique afirma que el marxismo “admite las formas más diversas de lucha” y que, además, “no las inventa”; que “el marxismo exige atención a la lucha de clases en curso”, etc. Con ello, parece querer refutar la tesis marxista que nosotros defendemos de que la Guerra Popular es la línea militar del proletariado. El MAI no niega las demás formas de lucha de las masas, ni el deber del Partido de orientarlas e incorporarlas, elevándolas, a la Guerra Popular. Para nosotros, la Guerra Popular es una forma superior de la lucha de clases proletaria, precisamente porque es la que implementa su forma superior de organización, el Partido Comunista. La crítica de Jorge empieza a desmoronarse cuando, después de ultrajar a Lenin trayéndolo en su ayuda para defender el relativismo de las formas de lucha de clases proletaria, reconoce que la Guerra Popular tiene carácter universal; pero intenta esquivar sus contradicciones cambiando de tercio para reprochar al MAI que traslade mecánicamente la experiencia china a los países imperialistas, y para preguntar: “Nos pueden decir los eruditos del MAI cómo se pueden, por ejemplo, crear zonas rojas liberadas en un país de población preponderantemente urbana?”. Y añade, para mayor escarnio de toda sensibilidad mínimamente ilustrada en la historia de la Revolución Proletaria Mundial: “Es más, incluso en países semifeudales y semicoloniales como Cuba, El Salvador o Nicaragua los procesos revolucionarios pasaron por dos fases: acumulación de fuerzas e insurrección”.

Lo que está claro es que quienes pretenden contrastar su interpretación particular de la guerra popular en China con las condiciones de Occidente son Jorge y sus amigos del PCE(r). Aquél repite los argumentos de éste, que consisten en identificar Guerra Popular con “territorios liberados”. Todavía no han comprendido que la Guerra Popular son masas armadas, algo fluido que no se somete al fijismo territorialista en el que se empecinan estos señores, que es una desviación burguesa de la línea de Guerra Popular; que la cuestión fundamental de la Guerra Popular es el poder de las masas armadas, no institucionalizar ese poder en un lugar determinado. Como no entienden algo tan elemental, no pueden ni quieren aplicar Guerra Popular, conjurándose para, negándola, liquidar la línea política proletaria. En cualquier caso, y hablando de la posibilidad de conquistar territorialmente bases de apoyo , en nuestra Carta abierta situábamos ejemplos bien actuales. Pero, parece que Jorge ha leído a saltos el texto buscando sólo las referencias directas a sus “héroes” del PCE(r). ¿Por qué Hezbolá puede liberar territorios en las ciudades del sur del Líbano, cuando sólo representa a un sector de la sociedad libanesa, y no precisamente a las amplias masas, y un Partido Comunista no? Un caso más cercano: ¿por qué el IRA pudo controlar amplias zonas urbanas en el Ulster con su política burguesa de exclusivismo nacionalista, y un Partido Comunista no?

¿Y qué decir de los ejemplos escogidos por este señor para respaldar la línea guerrilla-insurrección ? Esto sí que es una “cuestión de risa”. ¡Ahí tenemos a los socialdemócratas del FSLN y del FMLN encumbrados como vanguardia del proletariado revolucionario internacional! Deje de escabullirse y de dar rodeos y reconozca, de una vez, que usted y su admirado partido no siguen los ejemplos de los partidos comunistas triunfantes, ni la línea militar del proletariado, sino los del reformismo armado de la pequeña burguesía y de la burguesía nacional antiimperialista, que ha traído aquí tan oportunamente a colación. Por cierto, todos ellos ejemplos de partidos-guerrilla, ese modelo que dice combatieron en los 70-80, pero que, a la postre, terminaron admirando y asimilando. Jorge tacha al MAI de dogmatismo maoísta. Bien, mucho mejor Mao que Daniel Ortega.

También nos espeta este señor que vivimos en “el mundo mágico de las abstracciones”, mientras se saca de la chistera una narración de cómo ven él y sus amigos el proceso revolucionario:

“Lo verdaderamente novedoso del movimiento de resistencia popular es la combinación de diferentes métodos de lucha que (…) convergen y se estimulan en un poderoso torrente por la revolución socialista”.

No, esto no es magia, es pura épica mitológica. Ni el mismo Homero derrochó tanta imaginación homenajeando a sus héroes fantásticos. Lo mágico será que el proceso revolucionario ocurra como este aficionado al género de ficción lo describe. Más de 30 años llevan sus amigos cantándole al torrente revolucionario de la resistencia de las masas mientras en la realidad reina la pertinaz sequía . Nuestro literato apela –él también, faltaría más, tiene derecho a comer de su propia bazofia– a “la verdadera y testaruda juez: la práctica”. ¡Pues eso, juzgue por la práctica, por los resultados obtenidos a lo largo de décadas de aplicación de la línea del PCE(r)!

Hay más todavía en eso de echarle imaginación a las cosas:

“Prueba paradigmática de ello [de que lo correcto es combinar la lucha guerrillera con el torrente del movimiento de resistencia de masas] fue la lucha por la amnistía durante la mal llamada ‘transición' (aunque para los lumbreras del MAI sí que fuera efectiva): las decididas acciones guerrilleras combinadas con las huelgas políticas de masas consiguieron que el Régimen reculara y sacara a casi todos los presos políticos a la calle”.

Aparte de que la fuerza del argumento se sostiene sobre lo que más bien parece una prueba arqueológica (¿no disponen ustedes de una “prueba paradigmática” más actual?), y aparte de que se insiste en la ensoñación de la transición que nunca existió , que demuestra que estos señores continúan imaginando que es aún posible una verdadera transición hacia una verdadera democracia burguesa, aparte de todo esto, ¿qué significa eso de “casi” ?, ¿qué presos permanecieron en la cárcel?:

“Digo casi porque en su catadura vengativa y cruel de los fascistas dejaron enchironados a los presos de los GRAPO, para su utilización como rehenes”.

¡Vaya chasco! Los estrategas de la combinación de la lucha guerrillera y la lucha de masas lo organizan todo con éxito y dirigen un “poderoso torrente” por la amnistía y, al final, resulta que los únicos que se quedan en prisión son ellos; resulta que los excarcelados fueron sus enemigos, los Simón Sánchez Montero y compañía, aquellos estrategas de la transición que salieron para llevarla a cabo, aunque los guerrilleros y adláteres políticos no se enteraran de ello, tal vez porque permanecían en el trullo alejados de la realidad, estado en el que todavía permanecen. ¡Se necesita un dechado de imaginación, por no decir de magia, para convertir una derrota tan evidente como confesa en victoria! He aquí una “prueba paradigmática” de la eficacia de la línea del PCE(r) y de a quién sirve en realidad su política.

Y puesto que hablamos del abracadabrante mundo mágico de don Jorge y sus amigos aplicado a la lucha de clases, retomemos la cita de Lenin, anteriormente indicada, donde se decía que los marxistas no se inventan las formas de lucha de las clases revolucionarias, que el marxismo exige atención a la lucha de masas en curso, etc. La cuestión es la siguiente: ¿los amigos de Jorge se inventaron alguna forma de lucha en el momento en que aparece su guerrilla? En otros términos: ¿la guerrilla, o la lucha armada en general, apareció “por sí sola en el curso del movimiento”? En absoluto. En los tumultuosos finales de los 70, no emergió ningún tipo de lucha de masas armada reseñable en el escenario de la lucha de clases del Estado español. Relacionar la aparición de los GRAPO con un supuesto ascenso de formas armadas de la lucha espontánea de masas, como insinúa implícitamente nuestro censor, no sólo es imaginación y magia, también es una gran mentira. Y que conste que el MAI no rechaza la iniciativa armada de la vanguardia en esas circunstancias; lo que no admitimos es que se interprete a Lenin en la clave empirista con la que nos lo sirve este manipulador. Como dice Lenin, la vanguardia “sintetiza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí solas en el curso del movimiento”, y nosotros añadimos que, para ser coherente con el espíritu del leninismo, es preciso decir que se trata de que la vanguardia tenga en cuenta todas las formas de lucha del proletariado internacional –y, si se nos apura, de todas las clases–, toda la experiencia universal de la lucha de clases, no sólo la experiencia de un solo destacamento de la clase. Únicamente en estos términos será posible “sintetizar” y transformar conscientemente la lucha concreta “del movimiento en curso”. Únicamente así la vanguardia podrá incorporar las formas más elevadas de lucha a cada proceso particular para desarrollarlo potenciando la organización de las masas hacia formas superiores de lucha de clases, pues sólo alguien con una imaginación desbordada hasta lo pueril puede esperar que las masas adopten de manera inmediata las formas más elevadas de lucha por sí mismas. Entonces, según esta lógica aplicada al terreno de la organización, habría que esperar a que las masas constituyeran el Partido por sí mismas y a partir “del movimiento en curso” para considerar su posible existencia. Como se puede comprobar, la revisión en clave empirista del leninismo conduce al liquidacionismo, a la negación, de hecho, de la posibilidad de formas de organización y combate superiores para el proletariado. Lo que, por otra parte, tampoco admitimos es tanta doblez manipuladora, tanta vacilación. No es de recibo defender la iniciativa armada de la vanguardia con el fin de combinarla con el movimiento de masas como método de acción revolucionaria, y a renglón seguido, porque interesa para el argumento puntual de la disputa de turno, defender la idea contraria de que no se pueden superar o ir por delante de las formas de lucha “que aparecen por sí solas en el curso del movimiento” dado. No nos cabe duda de que tanta intoxicación consciente sólo persigue liquidar la línea militar proletaria de Guerra Popular.

Prosigamos, ahora, con el concepto de resistencia , que también merece la atención de Jorge. Se trata de un tema de fondo. De hecho, se puede decir que todo el debate que propone nuestra Carta abierta se reduce a la siguiente cuestión: ¿por dónde empezar, por el movimiento de resistencia de las masas o por la conciencia, por la construcción de la vanguardia desde la teoría de vanguardia? El MAI apuesta por la segunda de las opciones, al contrario que la mayoría del movimiento comunista actual y de su tradición, incluyendo al PCE(r). Su abogado lo confirma con el siguiente alegato:

“Y, por otra parte ¿desde cuándo el término resistencia quiere decir ‘adaptación al medio'? ¡Ni siquiera en el terreno circunscrito a las ciencias naturales sería del todo correcto semejante aserto! Y mucho menos en el político-táctico: la resistencia es una táctica encuadrada en la primera fase estratégica general de la Guerra Popular Prolongada, es decir en la fase defensiva. ¿Tan complejo era comprender esto?”.

Como este señor no lee o lee sólo lo que le interesa, no conoce ni tiene en cuenta nuestra crítica a la tesis que identifica de facto resistencia económica, pacífica, de las masas con la fase militar de defensiva estratégica de la Guerra Popular. Identificación que avala, como se ve, Jorge. Tampoco esperamos que haya leído a Darwin, ni a ninguno de sus seguidores, pues es evidente que en la teoría de la Evolución, en última instancia, el sentido de las leyes de la selección natural y de los procesos de especiación y de adaptación al medio de las especies responden a la necesidad de sobrevivir, de resistir con vida los cambios ambientales. Del mismo modo que maltrata la biología, maltrata la teoría y la política proletarias. La defensiva estratégica se apoya en la resistencia armada de las masas. Es necesario un salto cualitativo de la resistencia económica espontánea de las masas a su resistencia armada, no se pueden identificar de manera tan grosera porque ese salto de calidad presupone el cumplimiento de determinados requisitos, entre ellos, que la vanguardia pase a la ofensiva política –¡y el PCE(r) reconoce continuamente que resiste, resiste y resiste!– y que sean las masas quienes empuñen las armas –¡y el PCE(r) reconoce continuamente que los GRAPO son vanguardia armada!–. Deberían descender ya del limbo en el que se encuentran y observar la realidad para asumir el dictado de “la verdadera y testaruda juez: la práctica”. ¿Por qué luchan hoy los obreros? Por su salario y por la defensa de sus puestos de trabajo. El PCE(r) dice que esto, a la larga, es lo mismo que luchar por la revolución. El MAI dice que esto es reformismo y que toda política comunista basada en este supuesto está condenada al fracaso y es contrarrevolucionaria, sentencia firme dictada en innumerables ocasiones por aquella “testaruda juez”. La lucha por el salario y por conservar el empleo como asalariado supone reproducir las relaciones sociales capitalistas, luchar por adaptarse a ellas y a los cambios ambientales que impone el capital con la única meta de sobrevivir, de sobrevivir, se entiende, como asalariado, como proletario explotado. La política de la resistencia es la política de la adaptación y de la conservación del medio, del entramado de relaciones sociales reinantes, y al igual que el éxito adaptativo de las especies no cambia un ápice las leyes de la selección natural ni su vigencia, el éxito de la lucha de resistencia económica no cuestiona la vigencia de las leyes capitalistas. El método de la resistencia no tiene nada de revolucionario y no es la escuela donde las masas pueden elevarse hacia la conciencia revolucionaria. Sólo a partir de la intervención del Partido Comunista, a través de su aplicación de la línea militar proletaria, pueden los trabajadores desplazarse de la posición que les condena a reproducir permanentemente las condiciones de su explotación; sólo enfrentando la dictadura de los trabajadores a la dictadura del capital de manera práctica –no sólo con propaganda–, de manera efectiva tal que permita a las masas comprobar por sí mismas los beneficios del desarrollo y la extensión de su poder político organizado, sólo así pueden crearse las condiciones para su elevación consciente y para la organización de su lucha armada como resistencia revolucionaria. La defensiva estratégica, por tanto, es algo más serio y complejo que ir poniendo la etiqueta de episodio de la fase defensiva de la Guerra Popular a cualquier huelga de fábrica, al mismo tiempo que tampoco tiene nada que ver con el accionar de una elite armada combinado con la lucha sindicalista de los obreros desarmados.

Jorge es un intelectual zarrio. Nos acusa de “adoración hacia los conceptos”; pero, aunque nos cuelguen el sambenito, preferimos el cuidado por el rigor teórico, primera condición de la honestidad intelectual, que demostrar la total falta de escrúpulos en el tratamiento de los problemas políticos, defecto del que él hace gala. Ya veremos qué criterio da más frutos. Y por mucho que embetune con insultos su monserga, no podrá distraernos, ni evitar que se compruebe la pobreza de su harapiento discurso. Por ejemplo, ¿cómo quiere contrarrestar este señor el análisis sobre las luchas de clases en el Estado español que exponemos en nuestra Carta abierta? ¡Con una cita de Dimitrov del año 1935 que ni siquiera habla del caso español! Reconocemos en esa misma carta que nuestro análisis sólo puede ser superficial, pero la banalidad de nuestro interlocutor raya el ridículo. Como Dimitrov insinúa que los sistemas de gobierno parlamentarios también pueden ser fascistas, Jorge se agarra como a clavo ardiendo a semejante afirmación demasiado general para demostrar refutado nuestro análisis de clase del Estado español. Sobran las argumentaciones, la exposición de los elementos actuales concretos y su análisis marxista. Dimitrov dixit ; el oráculo ya habló en su momento y todo análisis concreto de la situación concreta será fútil para este señor, lo mismo que para sus colegas del PCE(r) que, de manera consecuente, llevan décadas con el mismo punto de vista sobre las relaciones de clase en el Estado español, a pesar de los evidentes cambios acaecidos. La letanía de la falsa transición , de que el Estado español es el mismo Estado franquista desde 1939, aunque ahora sin Franco, es suficiente para ellos. Normal, acostumbrados a arrojar sombras sobre los problemas, en lugar de luz, han terminado acostumbrándose a la oscuridad, donde todos los gatos son pardos y tanto da que da lo mismo. Triste destino el de nuestro proletariado con esta vanguardia .

Respecto a Dimitrov, ¿qué decir del ideólogo de la alianza del proletariado con la burguesía capitalista, qué decir del gran defensor de la democracia en general , de la democracia burguesa, qué decir del patrocinador de la fusión de los partidos comunistas con la socialdemocracia, del promotor de la liquidación de los partidos proletarios de vanguardia y de quien preparó las bases de la liquidación de la Internacional Comunista y, después, la refrendó con su firma? Por el momento, y a la espera del Balance del Ciclo de Octubre, el MAI prefiere poner a este personaje en cuarentena como autoridad ideológica de nuestro movimiento.

Para terminar, el punto con el que el poco inspirado inquisidor trata de demostrarnos que la lucha del PCE(r) es una lucha por el socialismo. Para ello, primero transcribe literalmente el programa mínimo de este partido, y después redacta la cita, que ya habíamos recogido en la Carta abierta, en la que el Programa del PCE(r) se refiere a que “la revolución pendiente en España sólo puede tener un carácter socialista” y a que no hay “ningún peldaño de la cadena histórica anterior a la revolución socialista”. Pero, claro, con manifiesta intención manipuladora, propia del tahúr tramposo que es, el señor Jorge suprime ese otro pasaje, que nosotros sí incluimos y que aparece sólo tres párrafos después del ya consignado, aquél en el que el PCE(r) reconoce, al mismo tiempo y a pesar de lo dicho, que “no se puede proponer conducir directamente a la clase obrera, desde la situación presente, a la toma del poder. Para eso son necesarias determinadas condiciones interiores y exteriores, una potente organización y abundantes experiencias políticas, tanto por parte de las masas como del Partido. Todo eso habrá de aparecer o se irá creando en el curso de la lucha revolucionaria y en el proceso mismo de derrocamiento del régimen capitalista”, para terminar sentenciando que será precisa previamente “la instauración de la República Popular” como periodo de transición entre “el derrocamiento del Estado burgués” y “la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado”.

Al obviar el pequeño detalle del régimen republicano-popular como objetivo inmediato explícito del PCE(r), anterior a la Dictadura del Proletariado, Jorge soslaya el motivo y el contenido de nuestra crítica, escurre el bulto y esconde la cabeza como el avestruz ante la cuestión suscitada, que consiste, precisamente, en que mientras el PCE(r) necesita una supuesta y paradisíaca democracia burguesa donde puedan darse “elecciones parlamentarias libres” –es decir, en las que pueda presentarse el PCE(r)– “a una Asamblea Democrática y popular” –es decir, a un parlamento burgués– para crear las “condiciones interiores y exteriores” para la implantación de la Dictadura del Proletariado y el Socialismo, para el MAI, en cambio, es únicamente en el lucha por la Dictadura del Proletariado y el Socialismo, a partir de las “condiciones interiores y exteriores” actuales del capitalismo y de la dictadura burguesa, que el Partido Comunista y el proletariado podrán adquirir las “abundantes experiencias políticas” para derrocar a la burguesía y convertirse en clase dominante. Jorge olvida este pequeño detalle lógicamente, porque, a través de él, el PCE(r) confiesa que su intención es la de preparar y entrenar al proletariado para la Socialismo exclusivamente desde el ejercicio democrático del sufragio universal y la propaganda pacífica en liberal concurrencia de ideas, al modo del viejo revisionismo, y no al modo revolucionario, marxista, desde su experiencia en y a través de la Guerra popular.

¿Y qué entienden el PCE(r) y el señor Jorge por Socialismo? Éste último transcribe el denominado programa mínimo para intentar demostrar que sus reivindicaciones tienen un contenido que arrumba al Socialismo, sobre todo si se compara con los programas de los demás comunistas republicanistas. Sinceramente, hasta nosotros dudamos que la intención originaria de los autores de ese programa mínimo fuese ésta de permitir, siquiera insinuar, que eso era ya o se acercaba al Socialismo (por algo lo llamaron “programa mínimo”). Pero la evolución del PCE(r) en las dos últimas décadas –evolución que ha consistido en la permanente rebaja política– ha creado las condiciones para que gentes como Jorge se tomen legítimamente la licencia de identificar a ese programa como programa máximo del PCE(r). El programa mínimo fue aprobado o ratificado por el III Congreso del partido, a principios de los 90, en los términos que lo transcribe Jorge. Se trata mayormente de un listado de reivindicaciones y medidas a aplicar por parte del gobierno provisional democrático que persigue el PCE(r). Entre las medidas, se incluyen la supresión de los cuerpos represivos y la nacionalización de la Banca, los monopolios y las grandes propiedades agropecuarias. Pero no dice nada de la planificación económica, ni se cuestiona el mercado como mecanismo de distribución social. Este es el primer aspecto que pone en cuestión el programa desde la perspectiva del Socialismo, y lo que nos permite afirmar que se trata, más bien, de un conjunto de medidas reformistas que responden a intereses de clase de la pequeña burguesía y de sectores de la burguesía media no monopolista. El segundo aspecto, se refiere a las medidas relacionadas con la creación de “Consejos obreros y populares como base del nuevo poder” y con el “armamento general del pueblo”. En este sentido, es fundamental el hecho de que estos puntos se contemplen como tareas a realizar desde el gobierno provisional, una vez instaurado el nuevo régimen. Se rompe, por tanto, con una de las premisas esenciales de la revolución socialista, que consiste en el principio de que son los organismos del poder popular y el armamento del pueblo los que generan el nuevo poder, no son efecto de éste: son su causa, no su consecuencia. En esto consiste la diferencia crucial entre una concepción reformista y una concepción revolucionaria de la instauración del Socialismo. Por lo demás, el resto de los puntos del programa del PCE(r) son reivindicaciones que, o bien ya están recogidas en las constituciones burguesas, o bien pueden ser incluidas por el constitucionalismo sin poner en cuestión su marco jurídico-político.

Pero, la cosa no queda en esto. Además de que el programa del PCE(r) es únicamente un programa reformista, que no refleja, ni en la forma ni en el contenido, el carácter de la Dictadura del Proletariado, ocurre que ha sido abandonado y rebajado en términos mucho más minimalistas. Por esta razón, es lógico que ante lo que, hoy por hoy, defiende el PCE(r) como programa, a sus acólitos les parezca que el programa del III Congreso es el no va más, el non plus ultra del Socialismo. Por eso Jorge, el incauto, nos lo presenta como prueba del contenido socialista, revolucionario, comunista sin tacha, de la línea política del PCE(r). ¿Qué programa patrocina en la actualidad este partido? Pues, precisamente, uno en el que han sido suprimidos los puntos duros del viejo programa mínimo y a los que nos hemos referido antes, sobre todo y de manera significativa, la disolución de los cuerpos represivos, el armamento general del pueblo y los consejos obreros. En 1997, ante la perspectiva del IV Congreso de su partido, Arenas proponía el siguiente “programa democrático-popular”:

•Derogación de las leyes y tribunales especiales de represión.

•Derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por el Estado español.

•Libertades políticas y sindicales plenas.

•Amnistía general para los presos políticos.

•Indulto para los presos por causas sociales.

•Restitución de las conquistas económicas, sociales y laborales que les han arrebatado a los trabajadores

•Derechos de la mujer trabajadora a un salario igual por un trabajo igual y a no ser sometidas a labores que afectan a su salud.

•Derechos de la juventud a recibir una formación integral gratuita, a un trabajo sano y bien retribuido, a contar con locales y otros medios para el libre desarrollo de sus actividades.

•Derechos de asilo político y de ciudadanía para todos los refugiados e inmigrantes.

•Salida de España de la OTAN y demás organizaciones militares imperialistas, agresivas… (ver Resistencia , nº 36, junio de 1997).

Es evidente que tanta rebaja obedece al creciente aislamiento del PCE(r) provocado por su línea política errónea, a su creciente debilidad, que le obliga a buscar la manera de ampliar sus apoyos políticos y sociales entre fuerzas cada vez más alejadas de los intereses de las masas, extendiendo su política de alianzas hacia sectores más amplios de la burguesía capitalista. El nuevo programa mínimo del PCE(r) deja en evidencia –para quien lo quiera ver, don Jorge– su absoluta bancarrota política, y ésta, naturalmente, es una razón más para poner en el orden del día de la vanguardia la necesidad de la reconstitución del Partido Comunista en el Estado español.

Veredictos de la práctica

Otra de las reacciones críticas a la Carta abierta del MAI ha sido la de ese personaje untuoso, pagado de sí mismo y de verborrea huera, que pulula por internet parasitando los foros y los debates de los demás para promocionarse como gran ideólogo de la clase obrera, y que, por lo demás, se ha propuesto con vocación fanática convertirse en látigo de nuestra organización. Firma como José María y, aunque presume de ser el más experimentado líder de masas y de haber alcanzado el rango de maestro de comunistas, no se representa más que a sí mismo. Como no es exponente de ninguna corriente de nuestro movimiento y como ni siquiera ha sido capaz de elaborar una línea definida, que pueda distinguirse de los lugares comunes que frecuenta la mayoría de los destacamentos autodenominados comunistas, no nos entretendremos en rebatir ninguna de sus necedades teóricas, aunque reclame, como reclama, hasta la histeria que se le preste atención. Sólo diremos, a este respecto, que se trata de un híbrido que reúne en su persona todos y cada uno de los rasgos más degenerados del revisionismo. En filosofía, es un empirista (¡hasta Jorge le ha dado un revolcón en su debate particular sobre materialismo dialéctico! ¡Jorge, que en el terreno de la teoría anda como por camino de brasas!); en política, es un oportunista reformista, adulador del espontaneísmo de las masas, gradualista y contrarrevolucionario; en cuestiones de organización, es un asambleísta pequeño burgués, enemigo del centralismo democrático y del partido de nuevo tipo leninista; desde el punto de vista del trabajo de masas, es un sindicalista de retaguardia; y desde el punto de vista del internacionalismo proletario, es un socialimperialista que apoya sin el menor menoscabo al régimen socialfascista chino. Traemos aquí a este señor no por cuestiones de teoría, sino por la práctica, porque José María es la demostración práctica y palpable del fracaso de la línea política que hegemoniza nuestro movimiento. Se trata de una de las voces más estridentes que forman el coro de los pragmáticos, de los defensores de la línea practicista de construcción política desde y a partir del movimiento espontáneo de resistencia de las masas. Lo traemos aquí para aplicarle a él la vara de medir que reclama para los demás, la del contraste de las palabras con los hechos, esa “verdadera y testaruda juez: la práctica”; pero la práctica real y no la sublimación mistificadora con la que los componentes de ese coro se contemplan a sí mismos.

A José María le gusta contar sus batallitas en los foros de internet. Siempre, claro está, para la propia exaltación. José María es el trovador de sí mismo, es su propio héroe. Jamás se encontrará un atisbo de autocrítica, un intento de explicarse –y de explicar a los demás, que sería la única manera de que enseñara algo– cómo y por qué ha fracasado y cómo y por qué ha terminado solo y aislado en la cosa política; jamás se encontrará un balance de su propia práctica. El gran pragmático, que insiste en que no se puede hablar de Nepal sin estar en Nepal o criticar al régimen chino sin ser chino, rehuye la sentencia de la práctica cuando se trata de sí mismo. Pero el veredicto ha sido pronunciado.

José María fue la vaca sagrada, el ideólogo y el gran hermano del Partit Comunista Obrer de Catalunya (PCOC) –resto del naufragio del PCOE tras su integración manu militari por Líster en el PCE, en 1986–, que se había reconstituido como organización, en 1994, en Catalunya. Del periplo de este partido, cabe destacar varias cosas. En primer lugar, su alineamiento con el revisionismo moderno de corte dengxiaopinguista. José María hizo del PCOC una sucursal semioficial u oficiosa del Partido Comunista Chino. Acompañamos a estas líneas documentos que acreditan lo que afirmamos. Cuando se habla de resultados prácticos hay que aportar datos objetivos, no deseos espurios. Reproducimos una portada de Endavant! , órgano del PCOC dirigido por este señor, donde el lector puede apreciar su grado de admiración por Deng Xiaoping y el camino capitalista por el que conducía a China, que ni el tiempo ni los hechos desgarradores de la realidad de la China actual han rebajado un ápice: “La obra de Deng Xiaoping se agigantará con el tiempo”. Desde luego que sí, la obra de Deng consistía en convertir su país en potencia imperialista, ¡y vaya si lo están consiguiendo sus fieles seguidores! A costa de la sobreexplotación, la sangre, el sudor y las lágrimas de su pueblo, que ha retrocedido en dos décadas hasta la semiesclavitud y que está siendo sometido a un estado manchesteriano de existencia. Mientras en el altar del crecimiento económico y de la reducción de costes de producción para conquistar mercados mueren miles de trabajadores y mientras las masas pierden todos los derechos sociales, el gobierno chino fleta todo un Boeing 747 para que viajen dos osos panda con todos los honores de Estado. Contra Mao, Deng ponía las fuerzas productivas por delante de la lucha de clases, la máquina por delante del hombre; sus herederos han culminado su obra de deshumanización de la obra de construcción de China. Ese episodio ecologista es toda una metáfora sobre la situación china, que lo dice todo sobre qué clase manda en ese país y sobre la naturaleza de su régimen económico y político.

Cuando a este señor se le planteaba, por aquella época, la cuestión de adónde iba China, respondía con un libelo escrito más de 10 años antes. Para él, la cuestión ya estaba resuelta: bastaban las promesas de los dirigentes chinos (¿dónde quedaba la práctica como criterio de la verdad?). En la actualidad, se conduce de igual manera, resolviendo con su trabajo sobre Althusser –otro libelo antimarxista– todos los problemas y todos los debates teóricos que surgen o puedan surgir entre la vanguardia (¿para qué aplicar la práctica de la crítica concreta si tenemos la ciencia infusa del maestro ?). Hace lo mismo que Ferro, que, sin el menor sentido del ridículo, respondió a nuestra Carta abierta colocando el documento que precisamente esa carta se dedicaba a refutar. Pero José María no tiene, como Ferro, un Jorge que le saque las castañas del fuego cuando su ineptitud le dejan en evidencia.

En segundo lugar, la línea de construcción del Partido. El PCOC, como era moda en la época –moda que todavía se lleva–, apostó por la estrategia de unidad comunista . En uno de sus panfletos se podía leer: “El Partido de la clase obrera debe ser la unión voluntaria y combativa, basada en la ideología marxista-leninista, de los luchadores avanzados de la clase obrera, de los campesinos, de los intelectuales, de todos los trabajadores” ( Nuestra opinión sobre la situación actual ). Y como este señor presume de ser, sobre todo, un hombre práctico, púsose manos a la obra con el objetivo de este partido de todo el pueblo, suma de sindicalistas e intelectuales radicales. El intento fructificó en 1997, con la fusión del PCOC con el denominado Movimiento Marxista Leninista (en la misma portada de Endavant! que reproducimos se notifica el acontecimiento), y fracasó apenas año y medio después. También reproducimos la circular con la que Reagrupamiento Comunista –que así fue bautizado el fruto de tan fugaz matrimonio– informaba públicamente de su disolución. ¿Las causas del fracaso? En general, naturalmente, la errónea línea de construcción partidaria; en lo particular, en cambio, jamás lo sabremos porque, como es su costumbre, nuestro adalid de la práctica personal y empírica como maestra no realizó balance de esa experiencia, se negó a aprender de su propia práctica. Sólo ese lacónico y patético reconocimiento de su propia “incapacidad continuada para cambiar la realidad”. El crítico del “pensamiento feudal”, que achaca a todo aquél que no piensa como él, profesa ese principio de los curas que reza: Haz lo que digo, no lo que hago .

Finalmente, su línea de masas. Como se puede apreciar por la nota de disolución, su trabajo de masas consistía en atender los problemas inmediatos de los trabajadores entendidos, no como clase, sino, en coherencia con su pensamiento, al modo burgués, como conjunto de personas empíricamente consideradas. José María todavía alardea en los foros de esa época heroica de su vida por la que evidentemente siente nostalgia; y alardea todavía queriéndonos hacer creer que ese es el modelo correcto de trabajo de masas, modelo sobre el que erigió su modo de ver la construcción del movimiento revolucionario:

“Las Instituciones burguesas están cada vez más alejadas de los intereses populares. Por ello, el PCOC consideramos necesario comenzar a levantar un contrapoder popular, mediante Asambleas Populares en los barrios, que vayan asumiendo todos los problemas e intereses que afectan a las clases populares. Estas Asambleas Populares se pueden levantar a partir de las Asociaciones de Vecinos, dotando a éstas de una máxima capacidad de movilización y representatividad, eligiendo sus Juntas directivas mediante sufragio universal.

De esta manera, levantaremos desde la base una Unidad Popular indestructible (¿quién podrá reprimir impunemente un movimiento refrendado en las urnas por un 70% del censo, por ejemplo?). Así, hoy movilizaremos al pueblo por sus problemas concretos y mañana por sus objetivos estratégicos.

En las fábricas hemos de potenciar el sindicalismo asambleario, en lucha no sólo contra la patronal, sino contra la política de soborno y corrupción que ésta lleva a cabo en colaboración con los jerarcas sindicales vendidos. Las movilizaciones de masas son hoy el eslabón clave para hacer avanzar el proceso de la lucha de clases.” ( ibídem ).

La misma ingenua vía populista, sindicalista, reformista y electoralista continúa defendiendo, todavía hoy, en sus embrollos de foro. Por nuestra parte, no nos detendremos más en ello. Cada cual que opine lo que guste; pero el veredicto de los hechos no permite otro juicio: la línea de masas aplicada por este señor y sus amigos terminó en la liquidación de su organización de vanguardia y su disolución entre las masas. Valga como epitafio el patético reparto de los bienes del PCOC entre las organizaciones a las que sirvió como criada fiel hasta el final de sus días. El sindicato engulló al partido; este petardo es lo que nos quiere endilgar como modelo este señor: la incapacidad política de los incapaces. Sin embargo, y a su pesar, los verdaderos comunistas sí acostumbramos a extraer las enseñanzas pertinentes de la práctica, incluidas las del fracaso de la práctica de sus enemigos. Y, en este caso, la práctica enseña que el método de unidad comunista es un método erróneo de reconstitución del Partido Comunista, que es imposible la construcción del movimiento revolucionario desde la lucha de resistencia espontánea de las masas, y que la conjunción de ambas líneas sólo puede conducir a la liquidación de la vanguardia.

En cuanto a José María, es un cadáver político que si todavía deambula por ahí es porque no tiene ni dónde caerse muerto. Internet le permite pulular por los etéreos circuitos espirituales del planeta como un zombi, mistificando su propia trayectoria política y permitiendo que el dirigente de barrio se transforme en ideólogo de barrio. Anda por los caminos místicos del ciberespacio como los místicos medievales caminaban por la tierra, difundiendo el mismo mensaje entre los bienaventurados que quieran escuchar su verdad:

“Mi reino no es de este mundo”