El Martinete - Número 18

Septiembre de 2005

 
Sobre el Nuevo Partido Comunista Italiano
 

 

Recientemente, hemos tenido noticias de la constitución de un nuevo partido comunista en Italia, autodenominado por sus fundadores nuovo Partito Comunista Italiano [(n)PCI], de orientación maoísta. Desde el Movimiento Anti-Imperialista queremos saludar tal iniciativa, en el sentido de que cualquier intento de reconstituir el Partido Comunista, luchando contra el revisionismo, irá acercando a la clase obrera a este fin, y consecuentemente la aproxima a los grandes días en los cuales demostrará su carácter revolucionario y su afán por emancipar a la humanidad de la sociedad de clases. Dicho esto, nos vemos en la obligación de comentar el documento que conocemos sobre su constitución, en el cual se recoge de manera sintética su visión sobre la naturaleza del Partido y sus concepciones ideológicas. Dicho documento se publica traducido íntegramente.

Pero antes de nada comencemos con una brevísima introducción histórica sobre el movimiento revolucionario italiano de la posguerra.

En Italia, tras la derrota del nazi-fascismo por parte del pueblo armado (partigiani) bajo la dirección del PCI, éste establece una alianza con la burguesía de su país, de tal forma que a cambio de participar en el juego de la “democracia” burguesa y en el reparto del pastel de la explotación, abandona la vía revolucionaria y desarma a los partisanos. A partir de ese momento, el PCI ejercerá de “leal oposición” al régimen burgués a lo largo de toda la historia de la I Republica, lo cual va desgastando el prestigio, ante la clase obrera italiana, del que fuera el mayor partido “comunista” de Occidente. Ese desgaste va provocando numerosas escisiones, influidas por las diversas corrientes ideológicas (Hoxismo, Maoísmo, Bordigismo, etc.) que se postulan como alternativa al revisionismo del PCUS tras la muerte de Stalin, y que tratan de devolver el carácter revolucionario al movimiento obrero italiano. Finalmente, el desgaste provocado por tan largos años al servicio de la burguesía provoca la inevitable liquidación organizativa del PCI y el resurgimiento de entre sus cenizas del tipo de exponentes más destacados del revisionismo moderno, un partido socialdemócrata, el Partito Democratico della Sinistra (PDS), y un partido obrero “comunista”, el Partito della Rifundazione Comunista (PRC). A la par, los numerosos intentos de reconstituir el partido desde las diferentes ópticas mencionadas, no acaban de encontrar la vía para desembarazarse del lastre revisionista que tantísimos años de hegemonía del PCI ha ido sedimentando en el ideario de aquellos que se reclaman del marxismo-leninismo; y buena prueba de ello es la extremada fragmentación que existe en el movimiento comunista italiano. Quizás uno de los esfuerzos más notables haya sido el que aquí presentamos, por tratarse de un intento que se apoya sobre lo más elevado alcanzado por el anterior ciclo revolucionario ya concluido, el Ciclo de Octubre.

Tras esta pequeña introducción, comentaremos algunos aspectos colaterales del texto que creemos necesarios, pues nos muestran ciertas concepciones que, cuando menos, nosotros consideramos alejadas del marxismo.

Pues bien, cuando estos compañeros hablan sobre la emancipación de la humanidad por parte de la clase obrera entienden, o al menos esa impresión se desprende del texto, a la humanidad como agregado real de diferentes clases, a las cuales el proletariado debe ir liberando paulatinamente para poder emanciparse a sí misma. En vez de entenderlo desde la óptica marxista, según la cual, la humanidad, con el desarrollo del capitalismo, se va proletarizando, por lo que la emancipación del proletariado es simultánea a la de la humanidad, que se ha ido transformando en humanidad proletarizada; esto es, la liberación de la humanidad se lleva a cabo mediante la autoemancipación de la clase obrera como humanidad socialmente determinada como proletariado, y que conformará, como clase antagónica a la burguesía y junto a ésta, la totalidad social. El planteamiento de la emancipación en Marx es de naturaleza filosófica, no empirista; es un concepto ontológico, no económico.

Un poco más adelante, en el texto nos encontramos: “la burguesía, el clero, los militares y los funcionarios del régimen burgués, los residuos de la nobleza y de los terratenientes: brevemente todos los ricos y los parásitos que ya están amalgamados en la oligarquía financiera”. Lo cual demuestra una terrible confusión sobre lo que es la oligarquía financiera. Pues si el capital financiero es el capital que surge de la fusión entre el capital bancario y el industrial (como ya Lenin nos enseñara en El imperialismo, fase superior del capitalismo), la oligarquía financiera no puede ser otra cosa que el reducido numero de los más grandes capitales financieros que ejercen el dominio económico sobre toda la sociedad, a través de los monopolios y de su dominio sobre el Estado. Por lo tanto, el clero, los militares, etc. son estratos sociales pertenecientes a distintas clases, que están al servicio de los intereses de la oligarquía financiera y que ideológicamente le son afines. Este tipo de confusiones nos inclinan a pensar que son necesarios unos estudios y comprensión más amplios sobre las obras de carácter económico del marxismo-leninismo, sospecha que se confirma un poco más adelante, cuando hacen referencia a una supuesta “guerra de exterminio” contra la clase obrera, algo que desde el punto de vista puramente económico no se sostiene.

¿Para qué querría la burguesía exterminar a la clase obrera? El interés de la burguesía es obtener la mayor cantidad de plusvalía, y eliminar gente con políticas de exterminio, además de que cuesta dinero, reduciría la masa de trabajo y con ella disminuirían los beneficios, y los países que no exterminasen obtendrían más plusvalías. Según Marx en El Capital, la obtención de mayor cantidad de plusvalía sólo es posible de dos formas, aumentando la plusvalía absoluta o la relativa; y si la relativa se incrementa disminuyendo directa o indirectamente el valor de los medios de subsistencia de los obreros (esto obviamente no conduce al exterminio de la clase obrera, pues muy al contrario le permitiría mantener a más obreros con el mismo valor), sólo nos quedaría como posibilidad cercana a una política de “exterminio” el aumento de la plusvalía absoluta, esto es, disminuyendo la parte de valor destinada para la reproducción del obrero o aumentando la jornada de trabajo. Y esto se consigue a través del fomento de la competencia entre los obreros aumentando el “ejercito de reserva” de la clase obrera, generalmente mediante el fomento de la inmigración legal e ilegal de obreros de países menos desarrollados, donde el valor de la fuerza de trabajo es muy inferior, y a los que la lejanía y desarraigo permite explotar más intensamente, presionando por tanto los salarios hacía abajo. Por lo tanto, la burguesía no está interesada en exterminar a la clase obrera, ni siquiera en disminuir su número, muy al contrario, le interesa aumentar su número para presionar los salarios a la baja y así obtener mayor plusvalía mediante la reducción de la parte de la jornada correspondiente al trabajo necesario y el aumento absoluto de la jornada.

Por ello, consideramos que tal afirmación, además de carecer de fundamento científico, presta un flaco favor a la clase obrera, al no mostrarle cuál es la verdadera manifestación del problema (el aumento creciente de la explotación) y abandonarla con soluciones inadecuadas ante él.

“La cólera en que el poeta estalla, está enteramente en su lugar cuando describe esos abusos (los del capital), cuando ataca a quienes los niegan o palian, a los teóricos de la armonía, a los servidores de la clase dominante; pero esa cólera nada prueba en cada caso particular, lo cual es evidente si se piensa que en cada época de la historia hasta el presente, ha habido materia para tales cóleras.”[1]

Después de estas “incomprensiones”, aun encontramos algunos párrafos con ciertas desviaciones, como consecuencia de su precaria comprensión de la economía política marxista, que de seguirlas provocarían funestas consecuencias en la clase obrera: “Un pantano que la potencia de las fuerzas productivas materiales e intelectuales alcanzadas por los hombres hace cada día más pestilente, mientras hace también más destructiva y dolorosa la salida (la revolución).” ¿No sería esto una teoría “inversa” a la del derrumbe capitalista? Con esta cita parecen querer achuchar al proletariado a una revolución prematura, en el sentido de que cuanto más tarde se realice, más difícil será. Este razonamiento implicaría, tendría como corolario, la consolidación del régimen burgués con el paso del tiempo, esto es, todo lo contrario de lo defendido por el marxismo, que sostiene que las propias leyes del régimen capitalista aceleran la maduración de la revolución. Lo cual tampoco implica la teoría del derrumbe, pues el régimen capitalista sólo se superará si el proletariado consciente es capaz de llevar a cabo la revolución social que ponga en consonancia las fuerzas productivas con la relaciones de producción. Y la revolución es el fruto de la agudización de la lucha de clases, que es el motor del desarrollo.

A partir de ahora, examinaremos los aspectos más políticos y que conforman el tema central que nos ocupa, los relacionados con el Partido del proletariado revolucionario y su línea de masas.

En la primera referencia que hacen del Partido: “el papel que un partido comunista debe desarrollar en la historia: dirigir a la clase obrera en la toma y mantenimiento de la dirección del país”. Ya nos encontramos con que asignan un papel muy limitado al Partido, pues la función del Partido no es, o no sólo es, el de dirigir a la clase obrera en la toma y mantenimiento de la dirección del país. Aquí, nuestros camaradas otorgan al Partido un papel meramente de dirección en el cometido de convertir a la clase obrera en clase dominante, pues dirigir un país supone dirigir un Estado, y todo Estado es un órgano de dominación de clase, como ya demostrara Engels pormenorizadamente en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Pero nada dicen del fin para el cual necesitan ese poder, que es la transformación revolucionaria de la sociedad y de las conciencias de las masas en la dirección del comunismo. Además esa frase parece insinuar un movimiento revolucionario de las masas, independiente, espontáneo, al cual debiera guiar la vanguardia. Lo cual estaría en consonancia con los planteamientos generales de la mayoría de los grupos y partidos anclados las concepciones del primer ciclo revolucionario inaugurado con la Revolución de Octubre, que dan por supuesta la potencialidad revolucionaria de las masas independientemente de la influencia del comunismo. Lo cual es absolutamente falso, pues las masas en su movimiento espontáneo sólo generan conciencia económica, esto es, la conciencia de defender sus intereses inmediatos, que es conciencia burguesa, pues no sale del ámbito del sistema de mercado, en el cual cada una de sus partes trata de vender al mejor precio sus productos (en este caso fuerza de trabajo y mejores condiciones para su venta a través de reformas políticas), mientras que el comunismo, la conciencia que aporta al movimiento obrero es conciencia revolucionaria, que le trasmite la necesidad y posibilidad de transformar todo el sistema de tal manera que no rijan más las leyes del sistema capitalista.

Al comienzo del documento hablan sobre la unidad ideológica dentro del partido; pero si leemos atentamente el párrafo en cuestión observamos que el papel que dan a la unidad ideológica se refiere a la unidad ideológica de la vanguardia, lo cual nos parecería un gran paso adelante en la construcción del Partido; pero la concepción del Partido que se desprende del mismo lo concibe más como organización de la vanguardia, (“un partido comunista… debe estar constituido a partir de un grupo de comunistas unido en base a la concepción comunista del mundo”), que como organización de la vanguardia del proletariado más sus vínculos con las masas, más su línea de masas, más las organizaciones que, bajo su dirección política, la ligan con las masas, que se correspondería con la concepción leninista del Partido reflejada en el ¿Qué hacer? y en el conjunto de textos de Lenin que hacen referencia a la construcción del Partido.

Pero aun siembran mayor confusión sobre el Partido al identificarlo en el mismo párrafo como agregado de lo más avanzado de los obreros revolucionarios, esto es, piensan que el verdadero carácter del Partido se alcanza mediante una suma cuantitativa de miembros de la vanguardia práctica. Lo cual implica una concepción organizativista del Partido. Sin embargo, el Partido sólo puede entenderse, desde el punto de vista de la organización, como la vanguardia organizada en el cumplimiento de las tareas políticas que corresponden al momento dado de la revolución. Por lo tanto, lo importante no es que la organización de vanguardia crezca hasta abarcar toda o la mayoría de las masas, sino que sepa vincularse a ellas y sepa dirigirlas, y la única base que puede generar capacidad de dirección es una línea de masas adecuada (un poco más adelante trataremos el tema de la línea de masas con mayor detenimiento). En la etapa de Reconstitución del Partido (que nosotros sostenemos que es la tarea fundamental de la revolución hoy en día), esto significa que la organización de vanguardia debe saber, aplicando línea de masas, ligarse al resto de la vanguardia para crear el Partido Comunista; en la etapa de conquistar el poder, esto significa que el Partido debe ligarse a las grandes masas para organizarlas y dirigirlas hacia ese objetivo. No significa que, primero, la organización de vanguardia debe recoger en su seno a todas las masas avanzadas para crear el Partido; ni que, luego, deba extenderse al resto de las masas para conquistar el poder (cosa que sólo cabría dentro de una perspectiva electoralista, o sea, esperar a que “la mayoría”’ de la población “apoye” al Partido). La primera postura es la que concibe al Partido Comunista como partido de vanguardia, la segunda lo ve y sólo puede verlo como partido de masas.

Entremezclado en diversos pasajes del texto se hace referencia a las condiciones subjetivas y objetivas necesarias para la revolución: “cuyas premisas (las de madurez revolucionaria de la clase) objetivas y subjetivas han crecido en el seno de la sociedad capitalista”, o “Recorrer la vía indicada por el marxismo para construir el nuevo mundo se ha hecho actual desde que se han dado ciertas condiciones: las condiciones objetivas del socialismo (un cierto grado de desarrollo económico) y las condiciones subjetivas del socialismo (un cierto grado de organización y de conciencia de las masas proletarias)”. Pero, ¿si se dan las condiciones objetivas y subjetivas para el comunismo, cómo es que aun estamos en el capitalismo? Es precisamente la falta de condiciones subjetivas, el Partido proletario de nuevo tipo, y no sólo “un cierto grado de organización y conciencia de las masas proletarias”, (¿entonces el Partido qué es, si no condiciones subjetivas?) y el grado de conciencia revolucionaria alcanzado por las masas de la clase en general, lo que impide la revolución. Esto es, confunden las condiciones subjetivas necesarias para la trasformación de clase en sí (organización y conciencia burguesa de la clase obrera), que se manifiesta en la formación de partidos obreros de masas, y que la clase obrera realizó en el período comprendido entre 1848 y 1917, con las condiciones subjetivas necesarias para la conformación en clase para sí (organización y conciencia revolucionaria, esto es la organización de la vanguardia revolucionaria más sus vínculos con las masas, o sea, el Partido de vanguardia), que sólo se adquiere tras la formación del partido proletario de nuevo tipo, teorizado por Lenin y que tomó cuerpo por primera vez con el partido bolchevique, pero que en la actualidad creemos que no existe, puesto que aunque históricamente el proletariado ha alcanzado esa madurez, eso no significa que políticamente, desde entonces y en adelante, el proletariado goce de tales logros.

Pues bien, cuando se meten de lleno a tratar el tema del Partido, cuando enumeran las características del mismo, encontramos una ordenación de las mismas un tanto mecanicista, pues desvinculan el grado de desarrollo del marxismo-leninismo-“maoísmo” de la lucha de dos líneas. La lucha de dos líneas no sólo es una forma de contener la influencia burguesa en las filas del Partido, también es el medio de depurar nuestras conciencias del elemento burgués remanente en ellas, conforme va evolucionando la construcción del Partido, de la revolución, de la nueva sociedad y sobre todo es también desarrollo ideológico y político del Partido. Para estos camaradas la lucha de dos líneas no es el motor de desarrollo del Partido, sino solamente una forma de conservar lo ya creado. No es la forma de desarrollo de la ideología, sino un medio para conservarla “pura”. Esta concepción del mundo, reflejada en las condiciones de constitución expuestas 1 y 7, es estática, acabada, cuando el marxismo no es una ideología estática, acabada de elaborar; muy al contrario, se desarrolla continuamente mediante la lucha de dos líneas y la lucha de clases.

Su concepción organizativista y rígida del Partido también se pone de manifiesto en el punto 2, el referente a la organización clandestina. Aquí nos encontramos con lo que puede ser una confusión entre vanguardia y partido, o un inadecuado tratamiento de la dialéctica en la relación que debe existir entre trabajo legal-trabajo ilegal. Si se confunde el Partido con la organización de la vanguardia, entonces nos encontramos, consecuentemente, con una absolutización del trabajo ilegal, pues es necesario que el núcleo de los revolucionarios más avanzados, profesionales de la revolución, sea lo más clandestino posible; pero la clandestinidad del resto del Partido va en función de lo ‘masiva’ que sea su organización, esto es, en función de la labor que ha de realizar entre las masas y con qué masas2 se trabaja.

Ahora comentaremos la línea de masas, como antes prometimos. Su concepción de línea de masas es dogmática y unilateral, puro empirismo, pues ésta concepción de la línea de masas otorga a las masas el papel de portadoras de la verdad de varias formas:

a. Despreciando la práctica anterior, que ha sido sintetizada por los intelectuales, sean estos de la extracción social que sean.
b. Pretendiendo que las masas den solución a problemas de índole teórico, imprescindibles para impulsar el nuevo ciclo revolucionario, fundamentalmente en lo que se refiere al balance del anterior ciclo revolucionario, donde la práctica de las masas y de sus PC’s aun no han sido sintetizadas adecuadamente.
c. Por otra parte, sustrayendo el verdadero papel de la línea de masas, a la hora de contar con ellas, en la elaboración del Programa. Estos camaradas insinúan que son las masas quienes construyen el programa revolucionario, a la par que elaboran un programa en un despacho para llevarlo a esas masas. Mientras que para nosotros el programa es la síntesis entre la vanguardia y las masas, el resultado del desarrollo de la contradicción vanguardia-masas, que pone de manifiesto el grado de ‘ligazón’ alcanzado entre ambos. Es el resultado del trabajo de masas de la vanguardia en las luchas de resistencia de las masas, la concreción máxima de la ideología revolucionaria en un programa de acción inmediato.

Contemplan como principal en la línea de masas el influjo que sobre la vanguardia ejercen las masas, desestimando el elemento principal, la vanguardia, y la influencia de ésta sobre las masas. La ideología ha de dirigir, y es la vanguardia quien la porta. Lo más elevado dirige, y lo inferior pugna por elevarse al nivel de su vanguardia, esto es, por trasformarse en dirigente, por alcanzar las posiciones ideológicas de la vanguardia, las posiciones del comunismo. Y es la lucha de masas el medio mediante el cual eso se realiza. El desarrollo de la contradicción vanguardia-masas es lo que permite esa elevación de las masas a posiciones revolucionarias. Hacen poco hincapié en ese aporte de la vanguardia a las masas, a pesar de ser éste el elemento principal de la contradicción vanguardia-masas, puesto que la vanguardia es la portadora de la ideología, y como decía Mao3 , la ideología ha de estar siempre al mando de cualquier proceso revolucionario, sea éste anterior a la toma del poder, durante la revolución propiamente dicha, esto es, durante el acto de la toma del poder, o durante la construcción de la sociedad socialista en pos del comunismo.

Además, esta concepción sobre la línea de masas implica una concepción sobre la práctica, en la que ésta no se contempla de una manera dialéctica, rompiéndose la unidad dialéctica que con la teoría debe existir, pues se otorga a la práctica siempre el papel principal, sin atender a lo ya señalado por Mao sobre el tratamiento de las contradicciones4 en lo referente a sus posiciones relativas. Y es esta actitud hacia la práctica lo que les impide avanzar teóricamente, ya que la teoría surge de la práctica y acaba siendo negada por ella; así como la teoría niega la práctica rectificándola5 . De ahí su incapacidad tanto para ver el Ciclo de Octubre como concluido, y a consecuencia de ello, como para hacer el pertinente balance que sintetice teóricamente toda la práctica realizada por el proletariado revolucionario durante ese ciclo, y poder dotarse así de la teoría revolucionaria que guíe el próximo ciclo revolucionario como síntesis de esa práctica a la luz del marxismo-leninismo.

Trataremos ahora algunos puntos colaterales a todo lo anterior, pero que creemos requieren algunos comentarios que clarifiquen en lo posible las concepciones de estos camaradas, y el fracaso de la revolución en los países imperialistas es uno de esos asuntos. Ellos achacan ese fracaso a que “Si no se está decidido a reprimir sin piedad y sin vacilación esas inevitables tentativas de restauración del viejo orden de cosas, ni siquiera vale la pena comenzar la empresa de construir el nuevo mundo”, lo cual habría sido confirmado por “toda la historia de la Europa occidental: desde la Comuna de París, a las medias revoluciones de la primera mitad del pasado siglo en Alemania, Italia, España y otros países, (…)”; pero también a “La falta de un partido de este tipo (que cumpla las condiciones que ellos creen necesarias) es la explicación racional de porqué la clase obrera no ha sido capaz de instaurar el socialismo en ningún país imperialista, aunque existan desde hace más de 150 años las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para el socialismo indicadas más arriba.” Y más adelante: “La causa principal por la cual en los países imperialistas no se han formado partidos comunistas a la altura de su deber, está en el atraso ideológico de los dirigentes de esos partidos”. Comienzan haciéndonos pensar que la principal causa del fracaso de las revoluciones en los países imperialistas ha sido la falta de represión hacia la clase burguesa y sus acólitos, olvidando el aspecto ideológico o relegándolo a un segundo plano. La aplicación consecuente del materialismo dialéctico al análisis de las causas de las caídas de los regímenes socialistas, les debía de haber conducido a buscar causas internas en estos fracasos. Pues el materialismo dialéctico nos enseña que las causas externas sólo pueden actuar a través de los factores internos. Por otra parte, como ya hemos visto, las características del Partido que ellos defienden no responden a las necesidades de la revolución. En cuanto a los déficit ideológicos de los dirigentes, sí creemos que es una de las causas del fracaso; lo que no entendemos es que, sosteniendo esa opinión, no se aplique el mismo análisis a la situación china. Siguiendo esta línea argumental, entonces, el fracaso de la Revolución Cultural también sería consecuencia del atraso o insuficiencia ideológica de los dirigentes del PCCh, lo cual implicaría una insuficiencia ideológica de Mao y consecuentemente del maoísmo. Con lo cual, no tendría ningún sentido hablar de una 3ª etapa del marxismo, salvo que se hubiese hecho el pertinente balance de la experiencia china y se hubiese respondido satisfactoriamente desde el marxismo-leninismo a las causas de ese fracaso y se hubiesen extraído las pertinentes lecciones. Tareas que no nos consta que hayan hecho, y en caso contrario, de sus concepciones expuestas se desprendería muchas deficiencias en esa tarea.

En otro párrafo achacan el fracaso de los partidos creados bajo el auspicio de la Internacional Comunista a que ninguno de ellos alcanzó a elaborar una “estrategia para la conquista del poder”, cuando estrategia siempre existe, otra cosa es su justeza. En este caso, la elaborada por la IC, cuyo fracaso, por errónea, fue manifiesto. Ya se partió con bastantes errores en la forma de construir partidos patrocinada por la IC, fundamentalmente en lo ideológico, y de ahí sus carencias estratégicas, entre otras. Por otra parte, si la situación era favorable en 1957 para una ofensiva revolucionaria a nivel mundial, como indicó Mao, ¿por qué no planteó la cuestión de la Reconstitución de la Internacional? ¿Y por qué no critican este hecho los maoístas, para extraer las lecciones oportunas? Los comentarios relativos a los fracasos de los partidos creados por medicación de la IC culminan, por suerte, refiriéndose a deficiencias ideológicas de sus dirigentes, lo cual, como ya hemos comentado, es un buen punto de partida para comprender las verdaderas causas de esos fracasos; pero eso nos lleva ha hacernos una pregunta: ¿ahora no existe atraso ideológico de la vanguardia? Y de ser así, ¿no convendría que dedicasen más tiempo a su formación y confrontación con otras tendencias ideológicas?

Por ultimo comentaremos algo, a nuestro entender, muy importante para el movimiento revolucionario: la relación entre Unidad y Lucha, que nuestros camaradas sitúan mediante dos párrafos a final de su documento: “el elemento clave y decisivo de la vida de un verdadero partido comunista es la unidad sobre la concepción del mundo, que es también balance del pasado y dirección de marcha.” Y “la formación del Partido es el reconocimiento de la unidad alcanzada y la puesta en práctica de esta concepción.” Cuando, en realidad, para el marxismo antes de la unidad está la lucha. Anteponer la unidad a la lucha implica que se parte de elementos que no forman una unidad (método metafísico, dos hacen uno). Esto supondría que el marxismo y el revisionismo no forman una unidad dialéctica, lo cual es falso, puesto que éste (el revisionismo), desde que fueron derrotadas las diversas corrientes políticas y filosóficas que en los albores del capitalismo competían con el marxismo por hegemonizar la transformación del mundo, cohabita con el marxismo, como ya denunciara Lenin:

“Pero cuando el marxismo hubo desplazado a todas las doctrinas más o menos integrales que le eran hostiles, las tendencias que en ellas se albergaban comenzaron a buscar otros caminos. Las formas y las causas de la lucha cambiaron, pero la lucha continuó. Y el marxismo comenzó su segundo medio siglo de existencia (década del 90 del siglo pasado [del siglo XIX]) enfrentando una corriente hostil en el mismo marxismo (...).
El socialismo premarxista ha sido derrotado. Continúa luchando ya no en su propio terreno, sino en el del marxismo, como revisionismo”.6

Por lo tanto, el punto de partida correcto sería partir de la unidad de contrarios que forma el marxismo con el revisionismo (uno se divide en dos) y desarrollar su lucha, para, mediante ésta, superar las contradicciones que permitirán al marxismo depurarse de revisionismo y desarrollarse más allá de lo hasta ahora conocido. Puesto que la Lucha produce un deslindamiento en lo ideológico, que permite que salgan a la luz las insuficiencias o carencias, los aspectos ocultos de las contradicciones y así, la Unidad se puede establecer sobre la base de ese deslindamiento ideológico, para posteriormente volver a luchar en un nivel superior de la contradicción, más avanzado, sobre nuevos problemas, sobre nuevas tareas generadas por el nivel superior alcanzado por la contradicción, y así sucesivamente.

Para estos camaradas, la lucha de dos líneas sólo sirve para defender el estado actual de desarrollo del marxismo-leninismo-“maoísmo”, no para elevarlo más halla del punto de desarrollo alcanzado hasta ahora, cuando el leninismo y toda la experiencia posterior del Movimiento Comunista Internacional demuestran, precisamente, que la unidad doctrinal del marxismo-leninismo se mantiene a través de la lucha de dos líneas, que da como resultado o que se pone de manifiesto a través de depuraciones y/o escisiones. Todas las cosas están en constante movimiento, la ideología también; y el movimiento es, principalmente, lucha de contrarios. La unidad, el equilibrio, es lo relativo; la lucha es lo absoluto. Esto debe saberlo cualquiera que quiera comprender la dialéctica.

Mario Aldecoa

 

NOTAS
1 Engels, F.: Anti-Dühring. Ed. Avant. Barcelona, 1987, pag. 161.
2 “Llevo hablando demasiado tiempo; por eso, sólo quisiera decir unas palabras sobre el concepto de ‘masas’. El concepto de ‘masas’ varía según el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pudiese hablar de masas. Si el partido, además de llevar a la lucha a sus militantes, consigue poner en pie a los sin partido, esto es ya el comienzo de la conquista de las masas. Durante nuestras revoluciones hubo casos en que unos cuantos miles de obreros representaban la masa. En la historia de nuestro movimiento, en la historia de nuestra lucha contra los mencheviques, encontrarán muchos ejemplos en que bastaban en una ciudad unos miles de obreros para hacer evidente el carácter masivo del movimiento (…). Cuando la revolución está ya suficientemente preparada, el concepto de ‘masas’ es otro: unos cuantos miles de obreros no constituyen ya la masa. Esta palabra comienza ya a significar otra cosa distinta. El concepto de masas cambia en el sentido de que por él se entiende una mayoría, y además no sólo una simple mayoría de obreros, sino la mayoría de todos los explotados. Para un revolucionario es inadmisible otro modo de concebir esto; cualquier otro sentido de esta palabra sería incomprensible. Es posible que también un pequeño partido (…), después de estudiar bien la marcha del desarrollo político y de conocer la vida y los hábitos de las masas sin partido, suscite en un momento favorable un movimiento revolucionario (…). Si un partido así presenta en semejante momento sus propias consignas y logra que le sigan millones de obreros, ustedes tendrán delante un movimiento de masas. Yo no excluyo en absoluto que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es preciso conocer los métodos para ganarse a las masas (…). Es suficiente un partido muy pequeño para conducir las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones.” (Lenin, V.I.: III Congreso de la Internacional Comunista, en O.C., t. 44, págs. 30 y 31).
3 “Hoy que la opresión del imperialismo japonés y la guerra de resistencia de toda la nación han situado al pueblo trabajador sobre la arena de la guerra, los comunistas debemos llegar a ser los dirigentes políticamente más conscientes en esta guerra. Un comunista debe comprender esta verdad: ‘El poder político nace de la boca del fusil’. Nuestro punto de partida es que el partido manda sobre el fusil y nunca debemos permitir que el fusil mande sobre el partido.” (Mao Tsetung: Opere. Ed. Rapporti Sociali. Milan, 1992. Vol. 7, págs. 59 y 60. La traducción es nuestra. –N.de la R.).
4 “(…) en la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las fuerzas productivas constituyen el aspecto principal; en la contradicción entre la práctica y la teoría, la práctica constituye el aspecto principal; en la contradicción entre la base económica y la superestructura, la base económica constituye el aspecto principal; y los aspectos no cambian de posición entre sí. Esta es una concepción materialista mecanicista, y no materialista dialéctica. Es verdad que las fuerzas productivas, la práctica y la base económica desempeñan por regla general el papel principal y decisivo; quien niegue esto no es materialista. Pero hay que admitir también que, bajo ciertas condiciones, las relaciones de producción, la teoría y la superestructura desempeñan, a su vez, el papel principal y decisivo. Cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se hace imposible sin un cambio de las relaciones de producción, este cambio desempeña el papel principal y decisivo. La creación y divulgación de una teoría revolucionaria desempeña el papel principal y decisivo en determinados momentos, refiriéndose a los cuales dijo Lenin: «Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario». Cuando hay una tarea por cumplir (sea la que fuere), pero se carece todavía de orientación; método, plan o política, lo principal y decisivo es determinar una orientación, método, plan o política. Cuando la superestructura (política, cultura, etc.) obstaculiza el desarrollo de la base económica, las transformaciones políticas y culturales pasan a ser lo principal y decisivo. ¿Estamos yendo en contra del materialismo al afirmar esto? No. La razón es que, junto con reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción que a su vez ejerce lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social, y la superestructura sobre la base económica. No vamos así en contra del materialismo, sino que evitamos el materialismo mecanicista y defendemos firmemente el materialismo dialéctico. (Mao Tsetung: Sobre la contradicción, en Obras Escogidas. Ed. Fundamentos. Madrid, 1974. Tomo I, págs. 358 y 359. La cursiva es nuestra. –N. de la R.).
5 Bermudo, J. M.: El concepto de praxis en el joven Marx. Ed. Península. Barcelona 1975, pág. 131.
6 Lenin, V. I.: Obras Completas. Editorial Progreso. Moscú, 1983, tomo 17, págs. 18 y 19.