El Martinete - Número 16

Septiembre de 2003

 
La falsa revolución de Chávez
 

 

Este artículo sobre lo que esta aconteciendo en la actualidad en Venezuela quiere arrojar luz acerca del carácter "revolucionario" de Hugo Chávez y todas las reformas de la nueva República Bolivariana de Venezuela. Aunque es por ahora un análisis parcial, en él podemos ver las raíces ideológicas y políticas de este movimiento y podemos quedar también incrédulos ante una gran serie de grupos que se denominan revolucionarios, que lo apoyan acríticamente y de forma incluso espontánea, dejándose llevar por los cantos de sirena de la fraseología antiimperialista y populista que utiliza la burguesía progresista. Es importante aclarar esta cuestión a la hora de solventar los problemas de la vanguardia ideológica y revolucionaria, tareas de la mayor urgencia que tenemos que resolver en este momento los que nos denominamos comunistas.

Esta influencia que empiezan a tener el Movimiento Bolivariano de Venezuela y Hugo Chávez en muchas organizaciones de vanguardia práctica tiene su porqué en el carácter político de la línea antiimperialista que encabeza, pero hay que matizar profundamente todos estos rasgos, porque no hay que confundirlos con aspectos políticos revolucionarios ni mucho menos.

El carácter de clase del "chavismo", o, en un sentido más amplio, del Movimiento Bolivariano, se fundamenta en varias cuestiones claves que enseñan a las claras su raíz burguesa, como el nacionalismo burgués, la explotación capitalista y las instituciones burguesas, aunque con matices progresistas, y que se enfrenta con el imperialismo yanqui por contradicciones entre los propios burgueses, pero no por internacionalismo proletario.

 

Venezuela desde los tiempos de Bolívar

 

A principios del siglo XIX, en las colonias españolas de Sudamérica, en el seno de la clase criolla, la de los hijos de los conquistadores, se mascaba un profundo malestar motivado por el monopólico control económico de Madrid y porque el poder político real emanaba desde España, quedándose al margen de él los “ricos locales”. Estas causas, sumadas al ejemplo independentista de los EE.UU. y las ideas de la revolución francesa, sentaron las bases de una nueva concepción política e ideológica entre los criollos que maduraba por debajo de la mesa. El momento de la invasión por parte de Napoleón de “la madre patria” fue el detonante para que estallasen los movimientos libertadores en América del Sur. Sin duda, uno de los más importantes fue el encabezado por Simón Bolívar en Caracas, que desembocó en 1821 en la expulsión de la corona española y la formación de la Gran Colombia (Colombia, Venezuela y Ecuador), que terminó desmembrándose ocho años después en los países actuales del norte del continente. De esta forma, el proyecto político de esta nueva burguesía emergente se había completado, aunque siempre mantuvo importantes lazos con el otro lado del océano. Durante lo que restó de siglo y el primer tercio del XX, en Venezuela, la burguesía y los grandes terratenientes se involucraron en el continuo expolio de las riquezas naturales por parte de potencias extranjeras como ingleses, holandeses y yanquis, enriqueciéndose enormemente, mientras que todas las clases populares crecían en medio de la más absoluta pobreza, como auténticos siervos de sus nuevos amos. Este periodo fue característico por su reaccionarismo, la propia corrupción de su sistema parlamentario (en el caso que funcionase), restringido sólo a la elite burguesa, y por la omnipresencia del ejército en las decisiones políticas, por las continúas luchas de poder intestinales de la burguesía. En este neocolonialismo, los dirigentes de turno se servían de la figura de Bolívar para identificarse con él, como libertador de la patria y garante de los altos ideales liberales. Era un discurso formal que se repetirá en toda la historia posterior de Venezuela.

 

Ya a finales de estos años, en el periodo de entre guerras, se van conformando las organizaciones de masas, que centran su lucha contra los gobiernos militares que caracterizaban este periodo. El carácter ideológico de estas organizaciones, en su mayoría, era de un progresismo y democratismo burgués, pero entre sus bases, empezaban a tomar mucho peso los nuevos obreros salidos de la pequeña industrialización del país. Una de las características de estos movimientos fue retomar la “autenticidad” del mensaje de Bolívar, tan utilizado en vano por los anteriores gobiernos de predominio militar. La organización más característica de este periodo fue Acción Democrática (AD), de carácter socialdemócrata, que acabó formando gobierno por gracia de otro golpe militar frente a otro gobierno militar, el de Isaías Medina. Pero en este periodo lo que se estaba produciendo era la reordenación de la dominación burguesa bajo nuevos cánones, los cánones que imperaron después de la Segunda Guerra mundial: el desarrollismo industrial. Así pasó que, durante la década de los 50, bajo los gobiernos de AD, Venezuela desarrolló la industria metalúrgica, automovilística, etc. pero sobre todo se empezó a producir petróleo en cantidades importantísimas, llegando Venezuela a formar parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En torno a esta riqueza inmensa se desarrolla una burguesía, pequeña pero muy importante, de las más importantes de América del Sur, y algunos grupos de obreros empiezan a formar parte de la aristocracia obrera, lo que vulgarmente se conoce como clase media, con las migas sobrantes del excedente de los beneficios de la explotación. Pero lo que empieza a tomar forma es un proletariado alrededor de las grandes ciudades, sobre todo Caracas. Un proletariado apartado de la vida política, pero grande en número.

 

La gran burguesía se dio un sistema político caracterizado por la farsa política y la corrupción en el que los dos partidos predominantes, el COPEI (demócratacristiano) y el AD (socialdemócrata) jugaban a la democracia mientras las capas populares tenían que soportar su ritmo industrial de explotación, todo ello aderezado con la típica verborrea sobre los valores de la gran patria latinoamericana y su creador, Bolívar. Mientras, el proletariado, junto a sectores del campesinado, empezaba a responder a este circo político, pero todavía de una forma muy frágil y poco duradera. Nace así, durante los años 60, la guerrilla, formada por pequeños grupos de aristocracia obrera, influenciados por la revolución cubana, que mantuvieron durante un tiempo un estado de agudización de la lucha de clases notable, pero que no terminó de cuajar. Muchos de estos guerrilleros forman hoy parte del grupo de Chávez y otros, como Teodoro Petkoff, pasaron a ser fieles serviles de los gobiernos anteriores a Chávez, aplicando las recetas del FMI.

 

Los años 70 y 80 se caracterizaron por el gran endeudamiento del país, generando, en esta época, un crecimiento económico mínimo y, con ello, un gran empobrecimiento de la aristocracia obrera, ya que, al no renunciar la burguesía a sus beneficios, no había migajas que sobrasen. Se aplicaron entonces las políticas liberales impuestas por el FMI, que estabilizaron la economía a costa de las capas populares, así que a principios de los años 90, en Venezuela, el 70% de la población vivía por debajo del umbral de la pobreza.

De este periodo son las revueltas populares de carácter espontáneo, como el famoso “Caracazo” de 1989, en el que el pueblo asaltó comercios y almacenes para alimentarse. El ejército y la policía se aplicaron con dureza, cobrándose la revuelta con un gran número de muertos, lo que acumuló más rencor, si cabe, en el subconsciente popular.

 

El "proceso" bolivariano de Chávez

 

Chávez entró en la política venezolana por la puerta grande, pistola en mano y con una estampita de Simón Bolívar en el bolsillo. Pero, en el golpe militar del 92, el Movimiento Militar Bolivariano fracasó, aparte de la indiferencia popular. Fue uno más de los golpes militares en el país, pero éste levantaba la voz contra la corrupción en las instituciones y por el proyecto patriótico bolivariano, ese proyecto fallido de la emancipación latinoamericana de España de la burguesía criolla. Fue un golpe que iba más allá que el simple cambio de gobierno, pretendía romper con las políticas neoliberales imperantes que dejaban al país en manos de los extranjeros; y era un momento propicio, las clases populares estaban muy enardecidas, sumado al hambre que se padecía.

Chávez en 1982 ya había fundado, con 28 años, el Movimiento Bolivariano Revolucionario, el cual no tuvo entonces ningún peso político, y venía a revivir las hazañas del libertador venezolano de forma dispersa. Pretendía liberar a la nación de la corrupción y la crisis económica, con un fuerte discurso patriótico, pero éste por entonces no caló entre las masas. Fue el periodo de aprendizaje de Chávez.

Pero, después del golpe del 92, Chávez pasó unos años en prisión, ocupó su tiempo escribiendo y empezó a granjearse sus primeros apoyos políticos. Su discurso rupturista y populista empezaba a calar entre las clases populares. Los obreros creían encontrar en Chávez al líder que se hiciese cargo de sus reivindicaciones. Entonces, salió de la cárcel amnistiado por el nuevo presidente Caldera en 1994, dejó el ejercito y fundo el Movimiento V República (MVR). Su premisa era llegar a la presidencia de la república para proponer una nueva constitución, acto público que devolviese la autoestima y la justicia al país. Hay una visión en Chávez, en todo momento, de legitimación de todas las instituciones burguesas, incluida la explotación; lo único es que hay que retornarlas a su “prestigio” original barriendo los largos años de corruptelas y pasteleos. En una entrevista en el 98 a una revista española afirmaba lo siguiente: “Estamos en pleno proceso de transición y nuestro triunfo va a acelerar la transformación, pero estabilizando la institución democrática”.[1]

Chávez, para las últimas elecciones de la IV República, las de 1998, se unió en el Polo Patriótico con diversos grupos de izquierda reformista y se rodeó de antiguos guerrilleros e intelectuales de izquierda. Se convirtió en el portavoz de los descontentos y excluidos del sistema económico neoliberal. Con un programa que incluía el proteccionismo de la economía nacional, el freno a las privatizaciones (que acababan siempre en manos extranjeras) y a la continua injerencia imperialista. Su plan económico se centraba en un capitalismo bondadoso: “... nuestro ideal económico, un proyecto que busca el lado humano del capitalismo, alejándonos del neoliberalismo salvaje, responsable de tanta hambre y miseria en millones de seres humanos.” Y continúa “Pero para impulsar este modelo económico diversificado y productivo es imprescindible el capital privado nacional e internacional. Así es que a los empresarios de cualquier parte del mundo les digo: “Vengan, les ofrecemos algo que es vital y que se llama seguridad jurídica, seriedad”. [2] En todo su discurso político está presente un antiimperialismo fehaciente, en el que defiende a capa y espada la justa independencia de las naciones de las injerencias extranjeras, teniendo una especial sensibilidad por las nacionalidades sudamericanas.

Chávez acabó ganando las elecciones con una abrumadora mayoría, el 58% de los votos, y su mandato no expirará hasta el 2006. De esta guisa, y con la boina roja de los paracaidistas, Chávez llego al poder, prometiendo a las clases populares lo que no les podía dar...

 

Petróleo e imperialismo

 

Venezuela es uno de los cinco mayores productores de petróleo del Mundo y el mayor de Sudamérica, además del cuarto suministrador de petróleo de los EE.UU., en torno a un 13% del total. Venezuela tiene a las grandes empresas petroleras norteamericanas explotando su oro negro. Este es el caso de la Exxon Mobil, a la cual el gobierno bolivariano le ha duplicado los impuestos y le ha limitado el control de la producción. Chávez persigue un mayor control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) y quitarle poder a las compañías extranjeras en la producción y extracción de crudo. Y, por si fuera poco, se atreve a exportar petróleo a Cuba, además de jugar un papel fundamental en la OPEP para que el precio del barril esté en alza. EE.UU. no quiere gobiernos respondones (aunque éstos sean burgueses) y no se siente cómodo, prefiere a sus antiguos lacayos oligarcas. Chávez también ha frenado los planes económicos del FMI en la economía venezolana, demostrando una cierta valentía, ya que el resto de gobiernos suele acatarlos a rajatabla por miedo al peso “democratizador” de los EE.UU. Por estas razones, Bush se ha propuesto tumbar a Chávez. Pero, sobre todo, por lo que más le preocupa a EE.UU. en este momento de borrachera antiterrorista: que le toquen el petróleo y la posibilidad de que se abra otro frente en Sudamérica, aparte del que tiene en Oriente Medio.

 

El querer quitar a Chávez de en medio por parte del Gobierno Bush no está basado en sus apoyos populares o su discurso antiimperialista, sino que reside en la incomodidad para los EE.UU. de un líder en su patio de atrás que ose tener relaciones con países del “eje del mal”, o incluso que negocie abiertamente con ellos, como el caso de Cuba. Venezuela es ahora el mayor país exportador comercial para la isla, hecho que molesta mucho a Bush, decidido a proseguir endureciendo el bloqueo a Cuba. También dolieron en los EE.UU. sus amistosas relaciones con Irak, y su constante bloqueo del Plan Colombia.

 

El Golpe de Estado de Abril y la oposición fascista

 

El golpe de Estado perpetrado el 11 de abril de 2002 por la oligarquía venezolana, la élite castrense, y la inestimable ayuda de la CIA, fue enseguida aplaudido por todos los periódicos occidentales, incluidos los españoles, como una correcta “reinstauración democrática” en Venezuela. Fue un golpe de Estado que encumbró al líder de Fedecámaras (organización patronal venezolana), Pedro Carmona, al poder, junto con una hueste de empresarios y gobernadores de provincias de los llamados “escuálidos” al grito de "¡Democracia, democracia!". Detrás del golpe estuvo, por supuesto, el gobierno de los EE.UU., que, mediante Otto Reich, subsecretario de estado de asuntos del Hemisferio Occidental, trazaron un plan junto con los reaccionarios y fascistas de la gusanera anticubana de Miami. Fue característico que el día del golpe se asaltara la embajada de Cuba por parte de un grupo al mando del cual estaba Capriles Radonsky, un líder indiscutible de el fascismo venezolano. Participó hasta la Marina norteamericana, neutralizando comunicaciones con los países que defendieron a Chávez: Cuba, Libia, Irán e Irak. El día del golpe, cuando Carmona se proclamó presidente, el gobierno de los EE.UU, y muchos gobiernos europeos se apresuraron a reconocerlo como presidente legitimo, al haber “renunciado” Hugo Chávez.

No pasaron 48 horas cuando la parte más popular y patriótica del ejército o Fuerza Armada Nacional (FAN), los chavistas y otros grupos populares, además de la colaboración de algunos presidentes latinoamericanos, restituyeron a Chávez en la presidencia de la república. Sin duda fue otra maniobra rapaz de los EE.UU. por su control neocolonial de los países, en la que colaboró los más reaccionario del país. Las medidas impuestas por Carmona justo después de su llegada al poder iban encaminadas a frenar las reformas patrióticas de Chávez, las que tanto incordian a los EE.UU.

Muchos presidentes de gobierno, como Aznar y Bush, tuvieron que rectificar su discurso a favor del golpe, y algunos periódicos rectificaron sus titulares días después en páginas interiores. Fue sin duda un buen batacazo en la política intervencionista de los EE.UU., que se cree legitimado para cambiar gobiernos ajenos, entre el aplauso de las “democracias” occidentales, como en el caso de Irak.

 

EE.UU. no decae en sus intentos de tumbar a Chávez e insufla grandes cantidades de dinero al conglomerado de la Coordinadora Democrática, en la que están los partidos de la reacción, entre ellos los históricos COPEI y AD. Éstos organizan “huelgas generales” convocadas por la patronal, huelgas que han llegado a durar más de 30 días, cosa nunca vista en otros países, y que parece ser que son mínimamente seguidas por los trabajadores. En este sentido, la CTV, el sindicato mayoritario venezolano, ha jugado un papel nefasto poniéndose de parte de los patronos.

EE.UU. tampoco quiere que la situación se le vaya de las manos, provocando una guerra civil. Ahora parece ser que su posición es la del adelantamiento de las elecciones, como quiere la oposición, llevando una campaña de desprestigio contra Chávez, y así poder derrocarle en unas elecciones, o dejar pasar el tiempo hasta un momento más oportuno para la política internacional estadounidense. Porque, además, Chávez ha permitido el desarrollo de todo este boicot estadounidense a través de los medios de comunicación a sueldo de la Casa Blanca, y porque tampoco ha dejado de vender el petróleo a los norteamericanos.

 

¿Es Chávez la respuesta revolucionaria?

 

Chávez encarna a la burguesía desheredada, una capa inferior de la burguesía que representa su parte progresista. Se apoya en sectores de las clases medias y en los oficiales medios y la mayoría de la tropa del ejército. También se ha ganado el apoyo de los campesinos con sus promesas de reparto de tierras. Es en los momentos de crisis, como los que vive Venezuela desde los años 80, cuando se desarrolla este movimiento político de una parte de la burguesía, pero nunca con un carácter revolucionario proletario, y de eso se da uno cuenta rápido en las formas y el fondo. El golpe de Estado que llevó a cabo Chávez viene a mostrar la impaciencia de la pequeña burguesía por hacerse dueños de un sistema en el que tienen miedo a formar parte de la clase obrera, a perder sus privilegios. Así, Chávez afirma: “La clase media no ha sido perjudicada por nuestro proyecto, que busca convertir de algún modo Venezuela en un país de clases medias” [3] . Pero, sin duda, los que han encumbrado al poder al comandante de Paracaidistas Hugo Chávez Frías han sido los obreros y los campesinos, los desheredados de Venezuela. Y son ellos los que mueren en las calles de Caracas y en los campos de Carabobo. La clase obrera ha sido partícipe de este populismo “libertador” al estilo bolivariano en primer momento porque carece de una dirección política e ideológica propia, formada y consecuente. Es decir, la clase obrera no ha encauzado sus reivindicaciones como clase por la vía revolucionaria por la ausencia de una dirección revolucionaria y en medio de este descontento, Chávez ha sabido leer los labios a los obreros y prometer todas estas reivindicaciones, aparte de dar una mayor cobertura política a las clases populares, a las masas en general, totalmente marginadas de la vida política cotidiana. Esta cobertura política es un espejismo porque sólo la quiere para seguir manteniendo su poder y en el momento que le sea una amenaza la disolverá sin ambages. La clase obrera ahora en Venezuela no tiene el poder, sino que lo aguanta sobre sus lomos mientras prosiguen las luchas entre burgueses.

Este proceso, aunque nunca es una solución para la clase obrera, le enseña, los obreros aprenden de los movimientos de masas, la vanguardia práctica reformula políticas, se crean organizaciones populares amplias como los círculos bolivarianos, etc. A fin de cuentas, este gran movimiento popular no rompe con el capitalismo, con el corsé de la democracia burguesa. Es la vanguardia ideológica la que tiene que desarrollar una profunda lucha de líneas en su seno, tiene que ajustar cuentas con las otras “corrientes” pseudo revolucionarias y ganar posteriormente a la vanguardia práctica, generando así la vanguardia revolucionaria, único instrumento capaz de dirigir a los obreros al poder real y hacia el socialismo y el comunismo. Creer que este proceso lo encabeza Chávez es engañar al pueblo o no comprender bien la profunda lucha de clases que tiene que llevar a cabo el proletariado.

 

Este es un periodo para Venezuela en el que la lucha de clases está en un momento álgido y la efervescencia de las masas es grande. En este sustrato hay que crear movimiento revolucionario, no apoyar a la burguesía progresista para sus fines. Pero tampoco caer en posiciones reaccionarias, como algunos sectores revolucionarios venezolanos. Sin duda, en este camino se hacen alianzas con otros grupos políticos burgueses, pero estas alianzas se harán para un triunfo revolucionario y no para lo contrario. Este papel lo confunden organizaciones como el Partido Comunista de Venezuela, que apoya ciegamente a Chávez, dejándole todo el peso político, practicando así una traición a la clase obrera, engañándola siguiendo las promesas populistas de Chávez, además de ser una de las organizaciones que más defienden la legalidad burguesa, y sus instituciones; incluso afirman que el camino a la revolución va por el correcto funcionamiento de estas instituciones. Es la misma posición que desarrolla IU en España.

Siguiendo con esta línea argumental, podemos llegar a contradicciones graves, en las que el PC de Venezuela cae. Su programa se fundamenta en la defensa de los avances de la revolución bolivariana y por una auténtica soberanía nacional, es decir, la negativa implícita al socialismo valiéndose sólo de la conciencia nacional en su faceta burguesa. No habla de la toma del poder por parte de los obreros, pero sí habla de echar a los imperialistas, y que nos exploten los burgueses patrióticos que son más bondadosos (lease el comunicado del PC de Venezuela en el que llaman a la unidad popular contra las fuerzas golpistas). Una cosa hay que reconocerle, y es la crítica que hacen a Chávez por su pasividad ante los medios de comunicación sicarios de la reacción, los cuales campan a sus anchas.

 

Una característica general del momento de inflexión que se esta dando en el mundo con la derrota temporal del marxismo-leninismo y del Movimiento Comunista Internacional es la orfandad ideológica de lo más avanzado del proletariado, que en muchos casos mantiene la ideología sin desarrollar o lo hace parcialmente. En este marasmo, no son pocas las voces y acciones que expresan su apoyo férreo a Chávez, defendiendo que el “proceso” venezolano es una revolución. Es tal la confusión, que se confunde antiimperialismo y reformismo con revolución proletaria e internacionalismo. Se cae en un posicionamiento maniqueo, en el que no se cuenta para nada con un análisis de clase, defendiendo como revolucionario cualquier posicionamiento opuesto al imperialismo hegemónico. Es, sin duda, una de las corrientes que hay que combatir, y destapar realmente quiénes son los “amigos” y “enemigos” del pueblo.

Es, por tanto, que Chávez y el movimiento bolivariano no son revolucionarios y que el proletariado venezolano no debe seguir haciéndole el juego como un muñeco de trapo, debe forjar su propio movimiento revolucionario y no quedarse en manos de la burguesía radical.

Mauro Díez

 

NOTAS

[1] LA REVISTA, 6 de diciembre de 1998, Pág. 10.

[2] LA REVISTA, 6 de diciembre de 1998, Pág. 14.

[3] EL PAIS, sábado 26 de julio de 2003