FRENTE A LA GLOBALIZACION IMPERIALISTA, LA REVOLUCION PROLETARIA MUNDIAL


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LA GLOBALIZACION

Parece obligado, por el modo en como se está planteando en los medios de comunicación, tomar una postura a favor o en contra de ella, pero en realidad se trata de una disyuntiva falaz porque nos invita o nos obliga a posicionarnos sobre una exteriorización que encubre el verdadero fenómeno responsable de la actual degradación del planeta y del crítico futuro que se nos ofrece. La globalización es más bien la consecuencia y no la causa fundamental que debería provocar las reacciones consecuentemente antagónicas. Es sobre la causa, sobre el tipo de sistema que sustenta esta globalización sobre la que hay que tomar partido, que no admite equidistancias posicionales entre apoyarlo o enfrentarse a él para destruirlo.

La caída del Muro de Berlín, y con él de todo el bloque del este, dio lugar a lo que se popularizó como Nuevo Orden Mundial. Este Orden se presentaba como el triunfo definitivo del capitalismo sobre cualquier otra opción de organización de la sociedad. La única alternativa universal que se le había enfrentado con éxito era el comunismo, y, el final del "socialismo real", como "representación" de este, se vendió como su derrota concluyente y, por extensión, también como la imposibilidad de volverá intentarlo de nuevo. Si aceptamos de momento este Nuevo Orden, sin mayores explicaciones, tal como nos lo vendieron en su día, como final de la Historia incluido, entonces, ¿en qué ha cambiado la situación? En realidad cualitativamente en nada a no ser la difusión mediática de un "nuevo" concepto que sin adjetivar es aséptico y neutro por lo que es susceptible de ser aceptado por todos o por una mayoría mucho más amplia frente al rechazo que provoca el concepto de Nuevo Orden. Pero es que además, esta pretendida revolucionarización debida a las nuevas tecnologías de la comunicación, sobre las que se dice asentar el fenómeno de la globalización, no suponen un salto cualitativo en el desarrollo técnico de la humanidad comparable al salto que supusieron en su día la electricidad, el telégrafo o el vapor por poner algún ejemplo, más bien es la continuación de la llamada revolución científico técnica que se inició hace ya algunas décadas.

Básicamente en esto se sustenta la propaganda oficial de la globalización, en el desarrollo y extensión a todo el mundo de la información y la comunicación, o sea de la manipulación y control mediático, lo cual tampoco es novedoso, con lo que pretende encubrir la voracidad con la que los grandes monopolios financieros transnacionales se meriendan las economías del planeta como si de un inmenso juego del monopoly se tratase. El objetivo, que no es nuevo sino intrínseco al sistema, es la ganancia máxima con la mayor brevedad posible y esto ya no lo pueden realizar sólo sobre la base de la producción sino que han desarrollado la especulación hasta niveles jamás alcanzados, pero ni esto es nuevo en esta fase superior del capitalismo en la que estamos, el recurso a la especulación ya se exponía en "El capital" de Carlos Marx. Y es que esta fase superior en la que la humanidad entró hace más de cien años se llama IMPERIALISMO, y es lo que intentan ocultar los capitalistas, porque temen la respuesta de los pueblos y de la clase productora explotada por excelencia, el proletariado. Globalización es, en resumen, "todo el globo para la gran burguesía.


EL NUEVO ORDEN POLITICO Y SOCIAL MUNDIAL

El Nuevo Orden tampoco era cualitativamente superior y superador del orden bipolar anterior, porque no variaba en nada sustancial el objetivo del sistema imperialista mundial. La guerra fría, guerra entre dos grandes bloques capitalistas, terminó con la victoria de uno de ellos como las dos anteriores grandes guerras, y también como en ellas después de la victoria vino la nueva paz que impone al vencido las reglas del vencedor y al que se invita a colaborar desde su posición de debilidad y dependencia. Ejemplos de ello hay muchos: el llamado G8 no es más que el G7+1; en China, es después de que el grupo revisionista, neoburgués y liquidador de las conquistas del socialismo, dirigido por Deng Xiaopin, usurpara el poder en la segunda mitad de los 70 y comenzara a restaurar el capitalismo y a liberalizar su economía siguiendo los dictados del vencedor cuando se solicita y se le consiente la entrada en la OMC, y, por ello, a pesar de fabricar una negativa imagen pública sobre lo que aún conserva de socialismo (nombre del Partido gobernante, Estado...), se le regala internacionalmente los próximos juegos olímpicos.

Con la creación de nuevas instituciones internacionales y la ampliación de otras se trata dé imponer a todo el planeta el orden de los vencedores suprimiendo las barreras nacionales y todo tipo de trabas políticas y económicas que limitaban la expansión de sus capitales.
En la década de los 50 del siglo pasado, la construcción del socialismo fue frenada en la URSS con la usurpación del poder por parte del revisionismo dirigido por Khruschev. Con él empezó la restauración paulatina del capitalismo que terminó con el estallido del sistema al ser imposible sostener por más tiempo unas estructuras de base socialista con una realidad económica capitalista completamente restaurada.

Las conquistas obreras y populares que fueron favorecidas gracias al socialismo han ido retrocediendo paulatinamente, y con la caída del capitalismo de Estado de los regímenes del este se han esfumado buena parte de las esperanzas o más bien ilusiones que la humanidad albergaba aún en la instauración de un mundo verdaderamente justo. Desde entonces el libre mercado se extiende por el mundo. Falsamente porque lo único que se extiende es el monopolio del capital financiero que ahora ve cómo prácticamente todas las barreras políticas y económicas van cayendo para abrir nuevos mercados sobre los que poder seguir realizando beneficios, apropiándose de las fuerzas productivas que les son rentables económicamente y destruyendo las que no les son suficientemente provechosas aunque lo sean socialmente. Los medios de producción estatales del antiguo bloque soviético son ahora sustituidos por capital privado del bloque vencedor al servicio de sus necesidades de mercado. Antiguos países socialistas llevan años entrando en este juego abriéndose al capital de los vencedores, mucho antes que el efecto propagandista de la globalización se pusiera en pie. China ya rompió con el socialismo en la segunda mitad de la década de los 70, el resto de países "socialistas" asiáticos ya mantenían su sistema económico dependiente del capitalismo soviético antes de quedar huérfanos y siguen el camino de China a su manera, "independientemente". Las cifras sobre el estado social, económico y político del mundo con que cualquier medio de comunicación nos informa a diario demuestran cómo de año en año empeoran para la inmensa mayoría de la humanidad todos esos índices, y no desde el fin de la guerra fría sino desde mucho antes.

El fracaso de Kioto ha quedado demostrado en la última cumbre de Bonn donde se firman acuerdos que no hay obligatoriedad de cumplir por parte de nadie, pues si algún país, presumiblemente de entre los más desarrollados, rebasa sus emisiones contaminantes, podrá "descontárselas" de su cuota prevista para el año siguiente y así sucesivamente. Se abre, además, la posibilidad de mercantilizar el clima en forma de cuotas de destrucción. Los países ricos, para mantener su ritmo de producción, podrán comprar la cuota de contaminación asignada a países más pobres que, por su menor crecimiento debido precisamente a ese subdesarrollo, no cubrirán su cuota, pudiendo ser comprada por los países que sí van a consumirla. Aquí se comprueba el embuste descomunal que supone defender la naturaleza sin poner en entredicho al sistema capitalista, como si el daño que se inflige a la naturaleza fuera impredecible e inherente al propio progreso humano y no estuviera sujeto a la falta de control y planificación característico de un sistema cuyo objetivo es única y exclusivamente la obtención de beneficio privado.

Otro ejemplo que demuestra la hipocresía de este sistema lo tenemos en el original método de desviar las inquietudes, de gran parte de la población de los países imperialistas, con respecto a las desigualdades que asolan el mundo. Se trata de la popular solidaridad, encauzada a través de los lucrativos negocios que gestionan las organizaciones gubernamentales llamadas ONG's, que nos devuelve la versión modernizada de la caridad a la que se suma buena parte de la población occidental para luego poder alardear de que se preocupa por el desarrollo de los más desfavorecidos mientras se sigue la tendencia alcista, día tras día, de consumo y despilfarro, agravando precisamente las condiciones de los habitantes de esos países a los que se quiere ayudar.

Y es muy fácil darse cuenta de qué es, qué representa el globalizado Nuevo Orden mundial analizándolo desde el punto de vista de a qué clase beneficia y a qué clase perjudica, que es la única manera objetiva y científica desde la cual partir para esclarecer la situación política a partir del final de la guerra fría. Pero hacerse esta pregunta requiere eliminar de nuestra región occipital el inducido tabú contra el marxismo.

La globalización no está afectando a todos por igual, los pueblos oprimidos se llevan la peor parte, no se benefician en absoluto, como se encargan de demostrar las estadísticas, del actual proceso de acumulación de capital, que revierte casi en su totalidad en las metrópolis imperialistas permitiendo a estas ahuyentar de momento el fantasma de la crisis y la recesión, que cabalga sin parar entre los países del tercer mundo y los derrotados de la guerra fría, consiguiendo así la paz social necesaria para mantener la estabilidad que de otra manera pondría en peligro la sostenibilidad del sistema de explotación que dirigen los Estados de dichas metrópolis.


EL MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA POR PARTE DEL ESTADO CAPITALISTA

Los países del mundo, que antes dependían de la intervención de uno de los dos bloques, y se alineaban según los intereses de la clase en el poder, ahora se ven sometidos a las directrices del nuevo mundo unipolar y cuando deciden resistirse, los Estados que pretenden detentar también el monopolio de la violencia, les aplican sin contemplaciones la ley del garrote, como en Yugoslavia, Irak, Palestina, Chechenia... Este papel represivo y de control de la población autóctona y extrafronteriza es al que se está relegando a los Estados antaño del bienestar. El papel que juega el Estado como garante de un pacto entre clases antagónicas, manteniendo el control capitalista, llegó a su máximo desarrollo con los llamados Estados del Bienestar. Estos, se edificaron en la postguerra para frenar el avance del comunismo y alejar del occidente imperialista la amenaza de la revolución social, lo que llevo a la clase dominante a realizar concesiones importantes a las masas populares que salían reforzadas de la experiencia de la IIª guerra mundial. Este nuevo pacto consiguió frenar el empuje revolucionario y establecer una paz social relativa dominada por las organizaciones socialdemócratas y revisionistas. La actual fase de desmontaje de estos Estados tampón, al haber desaparecido las causas que forzaron su instauración, confirma el principio marxista de la necesidad de destruir al Estado burgués para sustituirlo por el control democrático y proletario al servicio de las clases productoras, instaurando un nuevo poder con el objetivo de trabajar para la superación del antagonismo entre las clases y, con él, de la propia existencia de las clases. Mientras tenga las riendas del Estado la burguesía, las concesiones arrancadas en un momento determinado, gracias a una correlación de fuerza favorable a las clases trabajadores, son de nuevo arrebatadas cuando la correlación de fuerza se torna desfavorable.

La verdadera privatización de los ejércitos nacionales, que supone su profesionalización, los separa aún más del pueblo al desaparecer la obligatoriedad del relevo generacional. Las cada vez más numerosas empresas de seguridad se convierten en grupos armados privados al servicio de quien les paga, los poseedores de los medios de producción. Los cuerpos de seguridad del Estado, cuya función es solamente reprimir al servicio de las reglas, leyes y derechos de la clase dominante, carecen de ningún control mínimamente democrático y popular, y ni siquiera parlamentario; reciben una formación parasocial, ideológica y políticamente definida, y se utilizan para reprimir cualquier manifestación de descontento incluso usando la provocación, como se vio en la convocatoria antiglobalización de Barcelona en junio pasado o en la batalla contra el G7+1 de Génova, en donde llegan a propiciar directamente los disturbios para justificar su brutal intervención posterior; participan del entramado mediático contribuyendo a la desinformación y falsificación de noticias y acontecimientos de las luchas sociales, como el fácil recurso a criminalizar cualquier protesta relacionándola con el entorno de ETA por ejemplo o intentando distinguir entre manifestantes pacíficos y violentos. Los fondos reservados, que representan el desvío de fondos públicos para funciones no justificables, se utilizan para mantener engrasadas las cloacas del sistema. Con ellos se paga a los servidores encargados de propagar mentiras y calumnias, se rapta, se tortura, se asesina, y los medios de comunicación, dependientes de los monopolios informativos, se encargan de separar estas actuaciones, cuando se hacen públicas, del resto del sistema, como anécdotas o defectos corregibles.

Detrás de todos ellos está la industria armamentista para que tanto gasto no deje de rendir grandes beneficios. La producción de armamento no sólo no disminuye sino que se ha intensificado desde el fin de la guerra fría, aumentando a su vez, como no, el número de los conflictos armados en todo el mundo. Esto demuestra, una vez más, que la paz, ese concepto que carece de sentido en una sociedad dividida en clases, está muy lejos aún y es imposible sin eliminar los antagonismos que las enfrentan entre sí y dentro de las mismas, lo que se consigue únicamente terminando con ellas.

De las dos formas de capitalismo monopolista enfrentadas en la guerra fría, salió triunfante el de contenido más liberal en lo económico y menos social. En los tipos de sociedad monopolista los Estados están al servicio de estos monopolios, que son dirigidos por la clase dominante. Pero en el triunfante, su papel se ve reducido al control político y represivo de las poblaciones y a taponar las averías financieras que son provocadas por el juego aleatorio que supone el sistema especulativo y por la anarquía de la producción debida al papel rector del mercado.

La democracia es más que nunca burguesa y cada vez manifiesta más abiertamente su esencia dictatorial. El capitalismo es omnipresente y se vende como único sistema viable sobre todo después de la victoria sobre el bloque soviético, omitiendo que la derrota de éste era la derrota del otro gran polo socialimperialista y no la derrota del socialismo, cuya destrucción había empezado 30 años antes desde dentro del propio sistema con la reintroducción del capitalismo bajo la imagen de socialismo.
El capitalismo tiene el control de los monopolios informativos, de los ejércitos, del mercado, de las fuerzas productivas, pretende privatizar incluso el genoma, lo posee casi todo, pero como el grado de explotación tiene siempre un límite, sabe que no cuenta con la capacidad de sublevación y organización de las clases explotadas y por eso sigue temiendo, por eso sigue usando su puño de hierro contra los trabajadores y pueblos oprimidos del planeta, por eso sigue empleando la desinformación ideológica e histórica sobre las experiencias de los pueblos que han luchado y siguen luchan por emanciparse del capital. El capitalismo se ha reforzado respecto al pasado inmediato pero no puede bajar la guardia pues lleva en sus entrañas las contradicciones que le asaltan continuamente en forma de crisis, revueltas y revoluciones y sabe que sólo puede retrasar pero no evitar que estas contradicciones acaben con su sistema explotador. Como dijo Mao, los imperialistas sólo son tigres de papel.

EL IMPERIALISMO

Marx ya apuntó hace más de 150 años la tendencia a la concentración del capital debido a la competencia, esto es, la tendencia al monopolio, y Lenin remarcó que el monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior, a un estadio superior de desarrollo, históricamente hablando, del que no se podría retroceder sin la destrucción total de las relaciones actuales debida al caos al que nos puede abocar la anarquía del sistema y la voracidad sin límites que provoca la necesidad de obtención de ganancia a cualquier precio (léase, una guerra nuclear total, un retorno a la barbarie, etc.).

En 1916 Lenin sentenciaba que el mercado libre ya era cosa del pasado. Los monopolios transnacionales van poniendo fin poco a poco, a pesar de ingenuas cuando no hipócritas leyes de defensa de la competencia, a la libertad de comercio. Lo comprobamos diariamente en los acuerdos tácitos de precios de las grandes empresas petrolíferas, por ejemplo. Si bien en teoría el capitalismo es libre concurrencia, también es un hecho que su desarrollo natural marca la tendencia hacia el monopolio, que implicaría, a su vez, la eliminación de la concurrencia. Pero el monopolio no la elimina del todo y así su dominación provoca contradicciones, fricciones que se exteriorizan como una aguda lucha de clases entre la pequeña burguesía y los grandes poderes económico-financieros. Aquí se manifiesta en la lucha del pequeño comercio frente a la gran superficie, por ejemplo; en el tercer mundo en la lucha campesina frente a la imposición del monocultivo desde de las metrópolis.

Así pues, la definición de Lenin sobre el imperialismo sigue siendo aún valida 85 años después:

"Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido.
Pero las definiciones excesivamente breves, si bien son cómodas, pues resumen lo principal, son, no obstante, insuficientes, ya que es necesario deducir de ellas especialmente rasgos muy esenciales del fenómeno que hay que definir. Por eso, sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este «capital financiero», de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes." (El imperialismo, fase superior del capitalismo.)

El capitalismo, pues, hace ya mucho tiempo que está extendido a todo el globo, su dominación en las relaciones de producción es absoluta. Que las empresas sean mineras, agroalimentarias o de telecomunicaciones no cambia un ápice la esencia del sistema. La supremacía de unas pocas grandes empresas en el mundo simplifica esta dominación pues facilita el acuerdo para el reparto. Esto es a lo que se dedican las instituciones internacionales que rigen el actual momento imperialista: el Banco mundial, la OMC, la OTAN, el G7+1, la ONU, todos en su área respectiva de intervención al servicio de las potencias imperialistas donde residen los grandes monopolios internacionales.


EL PELIGRO DE GUERRA MUNDIAL

Ahora bien, los que deducen de esta dominación, aún hoy, después de toda la experiencia histórica del siglo pasado, que el peligro de confrontación de guerra se reduce, que sólo provocan conflictos los que se oponen por una u otra razón a este proceso de globalización vendido como inevitable e imparable, o bien mienten deliberadamente porque defienden tal proceso, o bien no saben lo que se dicen. Unos y otros sólo sirven para crear falsas esperanzas en los pueblos del mundo alargando el sufrimiento y la pauperización de miles de millones de personas, favoreciendo una paz social a mayor beneficio de los explotadores. No tener en cuenta las contradicciones interimperialistas es no tener en cuenta las causas de las dos últimas guerras mundiales (o de las tres si incluimos a la guerra fría o de baja intensidad que dominó gran parte del siglo pasado). Además dichas contradicciones se manifiestan unas veces violentamente otras pacíficamente en forma de guerras comerciales y políticas. Mientras exista la posibilidad de obtener beneficios de la explotación de todos los recursos, humanos y naturales del planeta, habrá acuerdos, habrá paz, pero paz relativa, porque paz social no habrá nunca mientras exista esta explotación. Cuando las crisis endémicas que padece regularmente el sistema provoquen el enfrentamiento por el beneficio, cuando ya no haya para todos, volverá la guerra.


LA RESISTENCIA

Ha quedado claro que es al imperialismo al que hay que plantar cara, contra el que hay que resistir, al que hay que derrotar. La actual globalización imperialista no es inevitable, es el producto de la lucha de clases a escala mundial que se ha saldado con la derrota momentánea del proletariado y de sus aliados. Reactivando la lucha de clases se conseguirá frenar este proceso, ralentizándolo, forzando las contradicciones internas dentro del propio sistema. El sistema capitalista lleva intrínseco en su funcionamiento la agudización de las contradicciones entre clases y el desarrollo desigual entre países que se manifiesta en su forma más acentuada como opresión nacional. Esto provocará el agravamiento de las contradicciones y el aumento de los enfrentamientos. Depende de nosotros, de los éxitos en nuestra actuación, abrir una nueva etapa revolucionaria en el mundo. El papel de las fuerzas conscientes en la resistencia no es atenuar dichas contradicciones sino desarrollarlas. Es la única solución para reactivar el movimiento revolucionario mundial y acelerar el fin del capitalismo.
El alcance que han tenido las movilizaciones antiglobalización es largamente positivo. Demuestra el carácter internacional del sistema y la necesidad internacional de acabar con él. Ha puesto en el primer plano mediático la lucha política contra el capitalismo y las injusticias y desigualdades que provoca. Contribuye a popularizar y reactivar entre las masas la esperanza de un cambio que desde el fracaso del revisionismo soviético no dejaba de disminuir, favoreciendo, así, el rechazo a la ¡dea de que no hay alternativa posible. Desenmascara a los poderosos al mostrar la contundente represión sobre las manifestaciones, en su mayoría real y conscientemente pacíficas, mostrando la limitación creciente de la discrepancia bajo las democracias burguesas. Pero alabando lo positivo del movimiento de resistencia no describimos adecuadamente los componentes que lo caracterizan y nos dejamos fuera otros, fundamentales en cuanto a su verdadera tendencia transformadora y de cambio, de los que aún escasea.

Lejos de ser una virtud, la gran fragmentación del denominado Movimiento de Resistencia Global, que está compuesto por una abigarrada cantidad de colectivos unidos por un superficial anticapitalismo que en la práctica denuncia aspectos demasiado concretos con la voluntad ingenua de buscar "humanizar" el sistema (queriendo entender por "humanizar" la búsqueda de un mundo más justo, ni siquiera justo del todo porque se presupone imposible terminar con características del actual comportamiento humano que desde un punto de vista idealista son consustanciales a la propia persona y no un reflejo de las relaciones materiales de cada individuo con su entorno y con el resto de los de su especie. Humanos somos todos los que pertenecemos a la especie humana, y el egoísmo, la violencia, etc.. son expresiones individuales y colectivas empleadas como reacción a unas determinadas relaciones establecidas entre nosotros, con lo cual es no querer decir nada "humanizar" un sistema humano basado en la desigualdad. Hay que cambiar de sistema aunque eso no contente a todo el mundo), representa un lastre que lo debilita en la medida en que no consigue superar esta fase para abordar la crítica de fondo desde una posición radical, yendo a la raíz del propio sistema, proponiendo alternativas globales que socaven la propiedad privada de los medios de producción, la competencia y el mercado. El movimiento no expresa una opción verdaderamente alternativa de sociedad, pues las que mayoritariamente se proponen son parciales y al no cuestionar la base económica y política del sistema son irrealizables en la actual situación de derrota del movimiento popular y revolucionario de transformación social, pues el poder capitalista no tiene ninguna necesidad de ceder ante la nada, a diferencia del periodo en que la revolución socialista y de liberación nacional de los pueblos oprimidos se extendía por el planeta.

Las diferentes alternativas propuestas van desde aspectos más generales que obligarían al sistema a cambiar ciertos aspectos de su funcionamiento global, frenando así la tendencia natural a la concentración y al monopolio, pero nunca deteniendo el proceso ni invirtiéndolo, hasta propuestas de mayor equidad entre las relaciones comerciales (mercantiles, capitalistas) entre clases, entre países.

El Foro Social Mundial, realizado a principios de año en Porto Alegre (Brasil), reunió a organizaciones antiglobalización de todo el mundo, desde ONG's a partidos parlamentarios de izquierda. En él se recogieron las demandas que el movimiento intenta hacer llegar a los que detentan el poder político y económico del mundo. Estas son principalmente las siguientes: anular la deuda externa, que es una reivindicación histórica recogida una vez más en las actuales luchas, cerrar los paraísos fiscales, introducir tasas impositivas a las transacciones financieras especulativas, proponer un comercio justo entre los países de economías dependientes y las metrópolis imperialistas, realizar una reforma agraria que asiente las relaciones democráticas en el campo, suprimir los organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización mundial de Comercio que marcan las directrices económicas y políticas de las países, o en su defecto subordinar sus actuaciones a los intereses de las políticas nacionales, sustraer a la lógica del mercado la educación, la cultura y los medios de comunicación, buscar el desarrollo económico sostenible que concilie progreso y mantenimiento de los recursos naturales y del medio ambiente, controlar el comercio de armas, extender a las personas el derecho a la libre circulación del que ya disponen los capitales y las mercancías, exigencia de una verdadera libertad de expresión y de manifestación y denuncia de la injerencia extranjera en los países dependientes. En una palabra, "humanizar el capitalismo", o lo que es lo mismo reforzar el sistema al propiciar el engaño y el desanimo entre los pueblos explotados del planeta al no abordar las causas de la actual situación imperialista y facilitar la respuesta parcial y reaccionaria del sistema a todas y cada una de estas propuestas. No hay ni una de estas propuestas que no sea realmente efectiva sin socavar el poder del capital que decide sobre ellas.

Estas propuestas, difundidas como alternativas específicas y viables, que no provienen de un plan de sustitución del régimen económico social dominante, sino de la resistencia inmediata a problemas materiales y de conciencia (esta última afecta mayoritariamente a la parte de la población occidental que se beneficia en diferentes medidas de la misma globalización) pueden servir, si no se incorporan a una perspectiva más elevada, de parapeto al propio sistema frente a la contestación de las masas explotadas del mundo. Sin embargo, podemos volver a dotar al movimiento de la perspectiva verdaderamente revolucionaria, transformadora, que la humanidad ya ha alcanzado con la experiencia teórica y práctica de la derrota del capitalismo y de la construcción del socialismo en varios países. Hay que aprender de toda esta experiencia para enriquecer el movimiento; de lo contrario, las limitaciones del mismo impedirán su utilidad, contribuyendo a retrasar la capacidad de comprensión, organización y lucha de las masas explotadas. Si cumplimos esta tarea, convertiremos esas propuestas en eslabones de un plan, a más largo plazo, de sustitución del actual sistema por el único que puede reemplazarlo, el comunismo.

La petición de gravar con una tasa (la tasa Tobin) a las transacciones especulativas como preconiza la organización socialdemócrata ATTAC, y a la que se han sumado muchos otros grupos, no es novedosa ni mucho menos efectiva. Desde un punto de vista diferente, para desarrollar aún más el imperialismo especulativo e intentar controlar las crisis que se desatan cada vez con menos intervalos de recuperación, el magnate de la especulación George Soros también preconiza su establecimiento. Aunque los capitalistas aceptaran este impuesto, cosa que no piensan hacer porque no ven la necesidad al no haber nadie que se la imponga, y que consiste en dejar de disponer de una parte de sus beneficios, que, además, seguramente gestionarían sus Estados, no evitaría la existencia de la especulación y de su desarrollo al no ser una medida que ataque la raíz del sistema y, probablemente fomentaría aún más la concentración de capitales.

Otras medidas como son el llamado "comercio justo", que no suprime las leyes del mercado y que siempre está basado en las necesidades de consumo del occidente capitalista, hace imposible esa pretendida justeza, o el intercambio en forma de trueque que tampoco lo elimina y supone volver a un sueño medieval es inaplicable a un mundo donde las fuerzas productivas y los medios de producción son de carácter social y de extensión internacional. En pocas palabras, ya no existen islas donde refugiarse ni bosques en los que perderse. El grado histórico alcanzado por el desarrollo de la economía mundial y la organización social y política asociada a ella requiere un salto cualitativo de carácter consciente del que la humanidad ya dispone los parámetros y las bases iniciales fundamentales. La necesidad de este salto cualitativo ya se hizo práctica concreta, ya entró en contacto con la realidad en el siglo XIX, y enriqueció y demostró su vitalidad y posibilidades en el XX. Toda esta experiencia histórica la condensa el marxismo-leninismo, ideológica, política y organizativamente.

Así pues, para fortalecer el movimiento antiglobalización hay que elevar cualitativamente el objetivo. Aún pesa y pesará durante algún tiempo la derrota del movimiento obrero y popular con la restauración del capitalismo en la URSS y la posterior desintegración del sistema soviético, pero hasta donde avanzó la transformación social demostró que la justicia puede llegar a la mayoría y ser controlada y dirigida por la organización de las masas trabajadoras a través de los organismos adecuados a los objetivos de transformación y superación del sistema capitalista derrotado. Hay que aprender de los errores cometidos para superarlos y afianzar los procesos de cambio para conjurar la posibilidad de la restauración de las relaciones económicas y políticas burguesas. Hoy no partimos de cero, siempre que recojamos el testigo donde lo dejaron nuestros antepasados y respondamos a los desafíos que la lucha de clases y la consolidación de una nueva sociedad nos impone.


LA ÚNICA ALTERNATIVA: EL COMUNISMO

"Las contradicciones objetivas del capitalismo, en su desarrollo, apuntan a su solución que no puede ser otra sino reconocer efectivamente el carácter social de las fuerzas productivas y, por consecuencia, poner la forma de producción, de apropiación y de cambio en armonía con el carácter social de aquellas. Para ello, la sociedad entera debe tomar posesión de esas fuerzas productivas cuya dirección ostenta hoy la burguesía." (Manual de Introducción al marxismo-leninismo)

La única elección correcta para transformar la sociedad, para tomar posesión de las fuerzas productivas, en todo el mundo, es luchar por la sociedad comunista. Para terminar con la plaga que supone para la humanidad el capitalismo la única elección es bregar desde ahora mismo por una sociedad que supere la división en clases, la destrucción de recursos y las injusticias sobre los que este sistema se sustenta. Y esta lucha por la construcción de esta nueva sociedad no sólo es necesaria sino que es posible. La historia revolucionaria del siglo XX demuestra que es posible derrotar en un primer momento al capitalismo; demuestra que es posible mantener el poder proletario durante décadas; pero también nos muestra todos las obstáculos, impedimentos, frenos y rémoras que se interponen en el proceso, lo cual nos permite abordar su resolución tanto dentro del sistema socialista en construcción como en las revoluciones pendientes en el resto de países.

El capitalismo ha socializado la producción y ha extendido ésta a todo el planeta, ha hecho, en su fase imperialista, que la revolución a realizar para acabar con él sea mundial (aunque deba de empezar, consolidarse y desarrollarse en cada país autónomamente) porque ha transformado al proletariado en internacional al internacionalizar el comercio y la producción. La desigualdad en el desarrollo, característico del capitalismo, hace que las crisis, consustanciales al sistema, atraviesen con distinta intensidad todo el globo, en una cadena de grados de desarrollo y de control del proceso de explotación. Pero esto no significa que haya que esperar al resto del mundo y alcanzar un desarrollo homogéneo antes de embarcarse en un proceso revolucionario, pues el capitalismo nunca supera las desigualdades sino que se alimenta precisamente del procedimiento contrario, acentuándolas. Es por esto por lo que la teoría leninista del eslabón más débil es válida aún y a cada momento se justifica más. Stalin lo explicaba así en su libro "Fundamentos del leninismo":

"Antes, el análisis de las premisas de la revolución proletaria solía abordarse desde el punto de vista del estado económico de tal o cual país. Ahora, este modo de abordar el problema ya no basta. Ahora hay que abordarlo desde el punto de vista del estado económico de todos o de la mayoría de los países, desde el punto de vista del estado de la economía mundial, porque los distintos países y las distintas economías nacionales han dejado ya de ser unidades autónomas y se han convertido en eslabones de una misma cadena, que se llama economía mundial; porque el viejo capitalismo «civilizado» se ha transformado en imperialismo, y el imperialismo es un sistema mundial de esclavización financiera y de opresión colonial de la inmensa mayoría de la población del Globo por un puñado de países «adelantados».

Antes solía hablarse de la existencia o de la ausencia de condiciones objetivas para la revolución proletaria en los distintos países o, más exactamente, en tal o cual país desarrollado. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la existencia de condiciones objetivas para la revolución en todo el sistema de la economía imperialista mundial, considerado como una sola entidad; y la presencia, dentro de este sistema, de algunos países con un desarrollo industrial insuficiente no puede representar un obstáculo insuperable para la revolución, si el sistema en su conjunto o, mejor dicho, puesto que el sistema en su conjunto está ya maduro para la revolución.
Antes solía hablarse de la revolución proletaria en tal o cual país desarrollado como de una magnitud particular y autónoma, que se contraponía, como a su antípoda, al respectivo frente nacional del capital. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la revolución proletaria mundial, pues los distintos frentes nacionales del capital se han convertido en otros tantos eslabones de una misma cadena, que se llama frente mundial del imperialismo y ala cual hay que contraponer el frente general del movimiento revolucionario de todos los países.

Antes se concebía la revolución proletaria como resultado exclusivo del desarrollo interior del país en cuestión. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora, la revolución proletaria debe concebirse, ante todo, como resultado del desarrollo de las contradicciones dentro del sistema mundial del imperialismo, como resultado de la ruptura de la cadena del frente mundial imperialista en tal o cual país.
¿Dónde empezará la revolución?, ¿dónde podrá romperse, en primer lugar, el frente del capital?, ¿en qué país?
Allí donde la industria esté más desarrollada, donde el proletariado forme la mayoría, donde haya más cultura, donde haya más democracia, solían contestar antes.
No, objeta la teoría leninista de la revolución, no es obligatorio que sea allí donde la industria esté más desarrollada, etc. El frente del capital se romperá allí donde la cadena del imperialismo sea más débil, pues la revolución proletaria es resultado de la ruptura de la cadena del frente mundial imperialista por su punto más débil; y bien puede ocurrir que el país que haya empezado la revolución, el país que haya roto el frente del capital, esté menos desarrollado en el sentido capitalista que otros países, los cuales, pese a su mayor desarrollo, todavía permanezcan dentro del marco del capitalismo."

Que el sistema imperialista mundial esté maduro para la revolución, que, como resumía Lenin, desde el punto de vista del análisis de las condiciones objetivas, el imperialismo sea el preludio de la revolución socialista, no significa que nos encontremos a las puertas del comunismo, ni mucho menos, pero sí que estamos en condiciones de iniciar el proceso revolucionario. No pueden superarse todas las injusticias y desigualdades lanzadas durante siglos de un plumazo, como se ha encargado de demostrar la historia reciente de los procesos de construcción del socialismo. Para transformar la sociedad es necesario el componente subjetivo, es necesario el ser revolucionario y las masas revolucionarias organizadas, pero aún carecemos de esta organización. Para levantarla es por lo que debemos de trabajar en estos momentos. Lo que sí existe, la premisa que sí se cumple, es la realidad que engloba las condiciones objetivas necesarias para poder iniciar la revolución.


EL OBJETIVO INMEDIATO: INICIAR LA REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL

El proletariado es la única clase con una unidad internacional desde el punto de vista de su papel en relación con los medios de producción que puede hacer frente y sustituir a la clase burguesa, y no como nueva clase explotadora como venía ocurriendo hasta ahora, sino como clase superadora de las contradicciones entre las clases. Esta unidad material objetiva que ha forjado el capitalismo en su fase imperialista por su propio y lógico desarrollo es la única base sobre la que sustentar un cambio real y radical (de raíz) de las relaciones entre los seres humanos.

"Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses la anatomía económica de las clases. Lo nuevo que aporté fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada a fases particulares, históricas, del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la Dictadura del Proletariado; 3) que esta misma dictadura sólo constituye la transición de la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases". (Carta de Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852)

La tarea primordial actual es luchar por la realización de la Revolución Proletaria Mundial (RPM). Este es el objetivo estratégico. El propósito de ésta es la toma del poder expulsando de él a la burguesía, destruir su Estado y sustituirlo por uno nuevo al servicio del proletariado y de su objetivo, la sociedad sin clases. Este nuevo Estado sólo puede ser la Dictadura del Proletariado. Un Estado que ejercerá la fuerza sobre las clases explotadoras, todo lo contrario del Estado burgués que ejerce esa fuerza sobre las clases trabajadoras. Y esta fuerza se ejercerá para transformar las relaciones de producción y acabar con la división en clases antagónicas, hasta conseguir su extinción y, asimismo, la del propio Estado.

También en los países imperialistas como el nuestro, la RPM pasa por la necesidad de refundar nuevos partidos comunistas sobre bases organizativas adecuadas para cumplir las tareas de dirigente político de vanguardia, con la asunción cabal de la ideología revolucionaria del proletariado, el marxismo-leninismo. Ésta es el objetivo principal, pues sin la organización de clase revolucionaria no se darán pasos hacia la toma del poder, y sin tomar el poder no hay transformación social. Es una enseñanza de la historia de la revolución. Por ello debemos sumarnos a la corriente que internacionalmente lucha por reconstituir organizaciones proletarias adecuadas para los cometidos inmediatos, asaltar el poder y levantar la Dictadura del Proletariado para consolidar y culminar la revolución socialista.

La participación en las luchas antiglobalización debe hacerse en función de estas tareas necesarias para cumplir los requisitos imprescindibles para la revolución. Debemos esforzarnos por elevar, en los grupos y movimientos de resistencia, el nivel ideológico, político y organizativo para conseguir que asuman la necesidad de una transformación radical del sistema y cuya alternativa sea global al mismo, lo que pasa inevitablemente por la lucha por el comunismo, pues es la única opción social universalista que no deja en pie nada del podrido sistema dominante actual. Hay que conseguir la unidad de criterios en la vertiente positiva del movimiento que es la de la alternativa que se quiere oponer a la coacción capitalista. En la vertiente negativa, de negación de la globalización, la mayoría de los resistentes coincide. No conseguir que el movimiento antiglobalización se decante por la revolución socialista significará con toda probabilidad un obstáculo en su camino, un lastre que desviará gran parte de los esfuerzos anticapitalistas de las masas explotadas y mantendrá su separación respecto al resto de grupos y movimientos que en el mundo ya han optado por la vía revolucionaria.

Entre los métodos de lucha del movimiento, hay un sector que se inclina por la acción directa en cada manifestación. La tarea verdaderamente revolucionaria es preparar a las masas para la violencia, no sólo porque las fuerzas represivas la emplean contra las movilizaciones actuales, sino, sobre todo, porque la lucha violenta se incrementará y se hará cada vez más necesaria en la medida que el movimiento adquiera una perspectiva cada vez más antagónica y transformadora y eso provoque una reacción, a su vez, más contundente del poder burgués. Hay que educar a las masas en la necesidad de utilizar la fuerza para transformar la sociedad. La revolución es un acto de imposición, o sea, violento, y es lógico que sea así porque la burguesía, que pretende disfrutar del monopolio de la violencia para garantizar su dominio de clase, no está dispuesta a abandonar este control sobre las masas que explota. Hay que desterrar, pues, las teorías pacifistas, por entreguistas y liquidadoras, asumidas todavía por la mayoría del movimiento. El objetivo no es mantener el pulso en la calle e intentar dominarla, cuando no existen condiciones para ello y lo único que se consigue es fortalecer los cuerpos y métodos represivos. La violencia que emplean los cuerpos de seguridad del Estado capitalista contra el actual movimiento antiglobalización debe de servir para enseñar que la vertiente militar debe de considerarse en la lucha contra el sistema. Hay que cuidar el estado de ánimo de las masas, su grado de compromiso, y dirigirlas sin desmarcarse de ellas para elevarlas a la comprensión de las tareas que deben realizar en el momento actual y que hemos descrito sucintamente más arriba. El vínculo entre la vanguardia dirigente y las masas combatientes no debe perderse nunca so pena de aislar al movimiento y favorecer así su destrucción. El combate es estéril cuando crea mártires que, aunque no son deseados en ningún momento porque eso supone la desaparición de un luchador, de un compañero, tampoco sirven para enseñar al resto del movimiento a tomar conciencia de la preparación necesaria. En la situación actual, a la vez que puede aumentar el grado de rabia y compromiso de una minoría consciente, también puede retrasar la incorporación a la lucha de la mayoría de las masas explotadas, que aún no se han puesto en marcha por no estar en condiciones de comprender la necesidad de la violencia y de las consecuencias que de ella se derivan. Exigir el derecho a la libre expresión pública, sin coacciones por parte de los poderes institucionales al servicio del capital, debe usarse para enseñar a las masas esa relación de dependencia entre las instituciones públicas y quienes las controlan verdaderamente haciendo un uso partidista, clasista de ese y otros derechos.

Tenemos que partir de lo más avanzado, no sólo ideológicamente sino también en la práctica, de la lucha por la emancipación de la humanidad de la división social en clases explotadoras y explotadas que la historia ha visto nacer desde Espartaco cuanto menos hasta hoy día. Asumir esto implica partir del proceso revolucionario inaugurado con la revolución de octubre de 1917 y proseguir en el camino de desarrollar, cada uno desde su lugar de lucha, la revolución proletaria en el mundo entero. A este respecto hay que señalar el interés que se opone propagar procesos revolucionarios de carácter marxista como son los de Perú, Nepal, India, Filipinas, etc.. que son claras manifestaciones de los pueblos oprimidos, organizados en partidos comunistas marxistas-leninistas, contra la actual globalización y sobre todo contra el capitalismo imperialista dominante en el mundo. Por mucho que se niegue esta evidencia, por mucho que el movimiento antiglobalización se intente circunscribir al occidente explotador o cuanto más a movimientos humanistas tercermundistas, no se podrá frenar la corriente más moderna y efectiva de lucha contra el sistema que representa la revolución proletaria mundial de carácter marxista.

Un correcto comportamiento de lucha contra la globalización capitalista pasa, inevitablemente, entre otras importantes actuaciones por defender, extender y popularizar estas revoluciones del tercer mundo, que representan el resquebrajamiento del statu quo del sistema imperialista global por las zonas más débilmente controladas por el sistema, a la vez que se aplica un programa de refundación de organizaciones de clase, de incremento de la lucha y de propagación entre la población de la necesidad de sumarse a este proceso como el único capaz de acabar de una vez para siempre con la explotación del hombre por el hombre y construir una nueva sociedad que nos haga abandonar la prehistoria de la humanidad.

Pasaremos así, de una vez por todas, a una etapa superior donde "el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos" {El Manifiesto del Partido Comunista, C. Marx y F. Engels), a diferencia de la sociedad actual que, no sólo se desarrolla sin que progrese la masa de la población, sino que lo hace a costa de esta gran mayoría, empeorando sus ya precarias condiciones de existencia.



Movimiento Anti-Imperialista
Septiembre 2.001